Ni el mejor de los fotógrafos de la revista Life podría haber tomado una fotografía de mejor calidad que la que yo obtuve de mi bautismo. La más moderna cámara fotográfica, provista de la mejor lente y accionada por el más competente profesional, no podría haber producido una imagen superior a la que yo poseo de aquella escena. Cada detalle, con una nitidez fuera de lo común, está fielmente registrado en esa sorprendente foto que siempre se conserva nueva. Y lo más extraordinario es que —sin ser un filme tiene movimiento, y lo que es aún más asombroso, ¡es sonora!
Sí, nunca podrá borrarse de mi mente, pues allí está grabada con rasgos indelebles. El más mínimo detalle del sagrado rito quedó fielmente impresionado con todo su colorido. Una fortísima emoción me dominaba cuando entré en las aguas junto con mi esposa. El coro cantaba. Aún canta y lo sigo escuchando: “Fuente de la vida eterna…” Mi esposa no podía contener sus lágrimas, y yo también lloraba. Luego, el entrecortado testimonio… el abrazo del pastor… el vibrante llamado… los saludos de los hermanos… ¡Qué maravillosa ceremonia bautismal! Y cuánto le agradezco al pastor, quien tomó todas las medidas necesarias para que fuese una verdadera fiesta del espíritu.
No hubo fotógrafo. ¿Para qué? ¿Qué mejor recuerdo que el grabado en el corazón? Por otra parte, para mí, nuevo converso, me parecía que aquel sábado la iglesia estaba llena de ángeles y que todo se desarrollaba ante el cielo abierto. ¡Y así era realmente! Hubiera sido una impertinencia que, en aquellos, instantes de solemne recogimiento, un fotógrafo, un profesional en funciones o un hermano, cuyos cautelosos movimientos serían seguidos por todas las miradas, irrumpiera en la escena, cámara y “flash” en ristre, y con sus destellos restara brillo a la ceremonia, quebrara la reverencia y finalmente, borrara las fuertes impresiones que el Espíritu Santo estaba grabando en cada corazón. Entonces sí que, (¡oh paradoja de las paradojas!), hubieran sido útiles y aún necesarias las fotografías. Pero no. Gracias a Dios y al pastor de la iglesia, mi foto es toda una maravilla.
Sobre el autor: Director de Colportaje de la Asociación Paraguaya