Segunda parte

Un empleado del gobierno de los Estados Unidos me habló por teléfono diciéndome que estaba cenando con dos amigos en una cafetería de la capital norteamericana, y añadió: “En nuestra conversación se mencionó a los adventistas, y comenzamos a preguntarnos por qué ellos consideran que la carne de cerdo y de algunos otros animales no es apta para la alimentación. Uno de nosotros pensó que sabía el porqué, y dio su explicación. El otro amigo dio una razón diferente, así que yo les dije: ‘Voy a llamarlos por teléfono ahora mismo para que nos digan’. Por favor, ¿podría darme Ud. su explicación?”

En otra oportunidad un coronel que ocupaba un importante puesto directivo en las fuerzas armadas de los Estados Unidos me llamó para decirme: “Quisiera que Ud. me diese el título de algún libro que explique por qué los adventistas creen que ciertos animales son apropiados para la alimentación mientras que otros no lo son. Me he encontrado con varias personas de vuestra fe, pero ninguna de ellas ha podido darme una explicación clara. ¿Dónde puedo conseguir un libro que explique vuestra fe y práctica sobre este asunto?”

PROTECCIÓN, CEREMONIA, ARBITRARIEDAD

Algunos comentadores de la Biblia enseñan que la ley que hace distinción entre animales limpios e inmundos, en lo que respecta a la alimentación, fue un reglamento impuesto arbitrariamente por Dios para disciplinar esclavos recién liberados que todavía eran un pueblo rebelde. Otros suponen que era simplemente una medida ceremonial destinada a enseñar o ilustrar lecciones espirituales. Otros sostienen que era un artificio legalista dado a los judíos como un medio por el cual pudiesen alcanzar la santidad mediante la obediencia. Muy pocos maestros judíos piensan hoy que tuviese el fin de proteger o promover la salud.

SALVAGUARDIA DE LA SALUD

Los adventistas creemos que la distinción hecha entre animales limpios e inmundos, en lo que respecta a su ingestión como alimento, fue hecha por el Señor para salvaguardar la salud de su pueblo. No creemos que su fin principal fuese arbitrario o ceremonial en su aplicación. Las Escrituras dicen que “gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad” (Sal. 84:11). En todo lo que pide de nosotros y en todo lo que nos prohíbe, nuestro Padre celestial procura nuestro bienestar. Las declaraciones siguientes, escritas por Elena G. de White, representan el pensamiento adventista al respecto:

“Sus prohibiciones y mandamientos no se destinan solamente a mostrar su autoridad, sino que en todo lo que hace, procura el bienestar de sus hijos. No exige que ellos renuncien a nada que les convendría guardar” (Patriarcas y Profetas, pág. 649).

“La distinción entre los comestibles limpios y los inmundos no era meramente un reglamento ceremonial o arbitrario, sino que se basaba en principios sanitarios. A la observancia de esta distinción se puede atribuir, en alto grado, la maravillosa vitalidad que por muchos siglos ha distinguido al pueblo judío” (Id., pág. 605).

“Muchos alimentos que los paganos comían con toda libertad les estaban prohibidos a los israelitas. Y la prohibición no era arbitraria, pues se trataba de manjares nocivos, y el hecho de que eran declarados inmundos enseñaba que tales manjares contaminan” (El Ministerio de Curación, pág. 213).

“Dios no prohibió a los hebreos que comieran carne de cerdo tan sólo para mostrar su autoridad, sino porque no es un alimento apropiado para el hombre” (Counsels on Health, pág. 116).

“En las instrucciones dadas por medio de Moisés, se prohibía comer cosa inmunda. El consumo de carne de cerdo y de ciertos otros animales estaba prohibido, porque podían llenar la sangre de impurezas y acortar la vida” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 569).

“Dios prohibió que se comieran los animales inmundos, no para ejercer una autoridad arbitraria, sino para preservar la vida y la salud de su pueblo. Para que sus hijos conservaran sus facultades mentales y físicas era necesaria que su sangre fuese mantenida pura mediante la ingestión de alimentos sencillos y saludables. Por lo tanto especificó cuáles eran los animales menos objetables para la alimentación” (Signs of the Times, 21-3-1878, pág. 89).

REGLAS NO ARBITRARIAS SINO PARA NUESTRO BIEN

Notemos que en estas declaraciones se dan las siguientes razones por las cuales la carne de los animales inmundos no debe usarse como alimento:

  1. “Se trataba de manjares nocivos”.
  2. “Tales manjares contaminan”.
  3. “No es un alimento apropiado para el hombre”.
  4. “Sería perjudicial para quienes lo comieran.”
  5. “No eran los mejores alimentos.”
  6. “Podían llenar la sangre de impurezas”.
  7. “Podían… acortar la vida”.

Además, la prohibición del Señor de usar la carne de animales inmundos como alimento tenía estas características:

  1. “No era arbitraria”.
  2. “No para ejercer una autoridad arbitraria”.
  3. “No se destinan… a mostrar su autoridad”.
  4. “No era meramente un reglamento ceremonial o arbitrario”.
  5. “Se basaba en principios sanitarios”.
  6. “Para preservar la vida y la salud de su pueblo”.

EL SIGNIFICADO DE LA VISIÓN DE PEDRO

Un dirigente apóstata que se había unido a un grupo disidente me dijo cierta vez delante de un grupo de personas que las referencias bíblicas a animales limpios e inmundos eran simplemente un lenguaje simbólico. Citó la visión de Pedro del lienzo con animales inmundos (Hech. 10:9-15), y cómo una voz del cielo le dijo: ‘Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (vers. 15). Pedro más tarde explicó esto diciendo: “Me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo” (vers. 28). “Por lo tanto”, decía el apóstata, “cuando la Biblia habla de animales como inmundos se refiere a pecadores, personas cuyos corazones son inmundos debido al pecado”.

El espíritu de profecía dice al comentar la visión de Pedro: “Algunos han sostenido que esta visión quería decir que Dios había levantado su prohibición del uso de la carne de animales que antiguamente había designado como inmundos, y que en virtud de ello la carne de cerdo podía comerse. Esta es una interpretación muy estrecha y errónea, que está en abierta contradicción con el relato que hacen las Escrituras de la visión y sus resultados” (The Spirit of Prophecy, tomo 3, pág. 328).

Le pedí a ese hombre que leyese Génesis 7:2, 3, 8 y 9 y explicase, de acuerdo con su razonamiento, por qué el Señor habría de hacer que Noé preservara dos yuntas de toda clase de animales inmundos en el arca durante el diluvio si mediante ese lenguaje quería decir hombres y mujeres pecadores. Le pedí que leyera también Génesis 8:20 y explicara, de acuerdo con su teoría, por qué Noé “tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar” si esos animales eran realmente personas cuyos corazones estaban limpios. Después de vacilar unos momentos el hombre confesó que no podía explicar esos textos.

En la visión simbólica dada a Pedro (Hech. 10:8-15, 28), los animales inmundos purificados por el Señor representaban a los pecadores gentiles cuyos corazones el Señor había limpiado del pecado, pero a los cuales ciertos judíos cristianos y no cristianos consideraban comunes o inmundos (Hech. 10:28; 11:1-18). Sin embargo, Pedro mismo dijo: “Ninguna cosa común o inmunda he comido jamás” (10:14). Cuando pronunció esas palabras Pedro era un ministro cristiano que había sido ordenado como apóstol por Cristo mismo unos dos años antes de su muerte.

En Mateo 23:24 Jesús habla de ciertos dirigentes religiosos que “coláis el mosquito, y tragáis el camello”. El significado de esa declaración está muy bien explicado en el siguiente comentario de Elena G. de White:

“Los judíos leían en los preceptos dados a Moisés que no debía comerse nada inmundo. Dios había especificado cuáles eran los animales no aptos como alimento y había prohibido el uso de la carne de cerdo y de ciertos otros animales porque podían llenar la sangre de impurezas y acortar la vida. Pero los fariseos no limitaron esas restricciones al lugar que Dios les había asignado. Las extendieron a extremos indebidos; entre otras cosas se exigía que la gente colase toda el agua que usara, no fuera que contuviese algún insecto pequeño, no fácilmente distinguible a simple vista, que pudiese ser clasificado entre los animales inmundos. Al contrastar esas exigencias triviales de limpieza exterior con la magnitud de sus pecados reales, Jesús dijo a los fariseos: “¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!” (The Spirit of Prophecy, tomo 3, págs. 63, 64. Véase también El Deseado de Todas las Gentes, pág. 569).

“Los dirigentes judíos que se deleitaban en enseñar y administrar la ley llevaban las prohibiciones de Dios a extremos irrazonables, haciendo de la vida una carga de ceremonias y restricciones” (Signs of the Times, 21-3-1879, pág. 89)

Sobre el autor: Investigador de temas eruditos de la Asociación General