No hay mayor gozo para un ministro o una congregación que ver cómo algunos que antes formaban parte de nuestro pueblo y luego se volvieron indiferentes, de pronto vuelven a ser activos y ayudan a llevar la carga de la terminación de la obra de Dios.

Hay tres pasos que han resultado ser muy eficaces en el trabajo en favor de ex miembros de iglesia.

PRIMERO, INVITACIÓN A LAS REUNIONES

Puede ser que un ex miembro esté tan sólo esperando una visita del pastor o del evangelista que lo anime a asistir a una serie de reuniones. Cuando asista y entre de nuevo en el compañerismo y el calor de la iglesia, pronto podrá ser nuevamente un miembro activo.

He descubierto que los ex adventistas que asisten a una serie de reuniones, especialmente desde las primeras, casi siempre vuelven a la plena comunión como resultado de asistir, ponerse en contacto con la iglesia y permitir que el Espíritu Santo vuelva a entrar en su corazón. Pero, ¿qué hay que decirle a la persona en esa primera visita para conseguir que salga de su casa y vaya a la reunión?

Al llegar a la puerta de un ex miembro, siempre me aseguro que todavía vive en la dirección que se me ha facilitado, con sólo preguntar: “¿Es ésta la casa de Juan Ibáñez?” Obtenida la confirmación, me presento y comienzo por preguntar si la persona ha recibido un aviso de la serie de reuniones. Después de su respuesta, digo: “Entiendo que Ud. fue miembro activo de la Iglesia Adventista”. Si la respuesta es afirmativa, prosigo: “¿Por cuánto tiempo fue Ud. miembro de iglesia activo? Me gusta usar la palabra “activo” en mi pregunta porque obtengo una respuesta que me dice mucho acerca de la condición espiritual de la familia y les evita a sus miembros una situación embarazosa. Si dice que fueron miembros activos durante cinco o más años, yo sé que, en un 99% de los casos, todavía creen en el mensaje, y continúo diciendo: “Estamos contentos porque Ud. cree que éste es el mensaje de Dios, y estamos muy deseosos que Ud. participe con nosotros. No vine hoy aquí para ponerlo en dificultades y pedirle que haga ahora mismo la decisión de volver, pero, ¿no le gustaría asistir a la serie de reuniones? Nosotros de veras lo amamos a Ud. como a un hermano cristiano. Solicitamos su ayuda para animar a sus amigos a que asistan a las conferencias. ¿No nos ayudaría asistiendo Ud. mismo y trayendo a otros?” Espero su respuesta. Si él comienza a asistir, lo visitaré en su casa una vez por semana para asegurarme que los problemas que el diablo pondrá en el camino se resuelvan a medida que avanzamos, de manera que pueda hacer una entrega completa en la reunión decisiva. Dos días antes de la misma, trato de visitarlo una vez más para que esté preparado para responder cuando se haga el llamado.

LA SEGUNDA VISITA

Si él no llegara a asistir a las reuniones después de mi primera invitación, mi segunda visita a ese hogar sería así:

Al llegar a la puerta, cuando llega el Sr. Ibáñez, le digo: “Sr. Ibáñez, lo estuve buscando en la reunión y no lo he visto; a lo mejor Ud. estaba pero yo no lo advertí. ¿Pudo Ud. asistir?” Si la respuesta es negativa y él dice: “No hemos podido ir”, mi respuesta será algo ?sí como: “Yo sé que a veces las circunstancias hacen que no asistan a las reuniones personas que realmente desearían hacerlo, de manera que voy a orar para que las cosas se presenten de tal manera que Ud. pueda asistir. Hay algo más importante que esto de lo cual quería hablar con usted. Yo sé que Ud. cree que éste es el mensaje de Dios y que su mayor deseo es ser parte integrante del mismo. Le repito que no estoy aquí para presionarlo. Yo sé que Ud. no puede decirme en este momento cuál será su decisión, pero voy a hacer algo, y espero que Ud. lo haga conmigo. Voy a comenzar a orar para que el Señor lo ayude a Ud. para que durante la próxima semana llegue a una decisión definida por él. Quisiera que Ud. orara acerca de ello durante los próximos siete días. De aquí a una semana volveré a visitarlo y quisiera que Ud. me dijera qué piensa hacer exactamente con Cristo. Si Ud. quiere seguir viviendo exactamente como lo ha estado haciendo, dejándolo a él fuera de su vida, podrá hacerlo. Ud. me lo dirá, y yo no lo volveré a molestar. Pero si Ud. realmente quiere poner a Cristo en primer lugar, yo lo ayudaré en todo lo que pueda para que Ud. esté listo a recibirlo cuando él venga. Ud. lo hará ¿no es cierto?” En casi cada caso la persona da una respuesta afirmativa y ora acerca del asunto. De esta forma se hacen muchas decisiones.

LA TERCERA VISITA

Hay una tercera forma que da resultado con algunas personas. Parece que siempre hay ex miembros que dicen: “Sí, yo sé que debiera, y yo quiero y voy a tratar de ir a las reuniones”, pero no asisten. Cuando Ud. los visita, le dicen: “No me apure ahora; no me empuje”, así que Ud. no se anima a ponerlos en situación difícil porque obtendrá siempre una respuesta negativa. El Señor me dio una forma de acercamiento que ha dado muy buen resultado con esta clase de personas.

La primera visita sería como ya se ha dicho. La segunda visita la persona nuevamente le dice que no quiere que se lo obligue o se lo apure, de manera que Ud. procede con cautela, esperando que asistirá a alguna de las reuniones, pero todavía no lo hace.

Cuando Ud. lo visita por tercera vez y él sale a recibirlo a la puerta, puede ser muy probable que él diga: “¡Oh, no, otra vez usted!” Quizá no lo diga con estas palabras, pero Ud. se da cuenta que lo estará pensando por su manera de actuar. Entonces les digo lo siguiente:

 “Sr. Ibáñez, socamente he venido para una breve visita. Yo sé que el Señor va a venir, y Ud. sabe que él va a venir. Tenemos que pasar juntos la eternidad, así que yo me pregunté tan sólo si Ud. y yo estuviésemos cada uno en el lugar del otro, ¿qué haría Ud. para ayudarme a mí? Digamos que Ud., Sr. Ibáñez, viene a visitarme, y Ud. sabe que yo he estado fuera de contacto con la iglesia que yo sé está llevando el mensaje a un mundo que perece. Yo quiero volver a la iglesia, pero no me muevo. No estoy actuando. ¿Me amaría Ud. lo suficiente como para volver una vez más y hacerme otra invitación?” Todavía no he visto una puerta que haya quedado cerrada ante este tipo de acercamiento. Lo invitará a pasar, y le dirá: “Yo quiero hacer algo en cuanto a esto”. Le dirá que no deje de trabajar por él, y casi en cada caso comenzará a hablar acerca de los problemas que lo mantuvieron alejado.

Estos son tres pasos que el Señor me ha dado mediante la visitación personal, y espero que estos ejemplos sean de ayuda para quienes visitan a los ex miembros.

Nos daremos cuenta de las tremendas posibilidades para la ganancia de almas que hay en esta parte de la gran viña de Dios si pensamos que 325.000 personas a través de todo el mundo salieron de nuestra iglesia en los últimos diez años.

Sobre el autor: Director de la Asociación Ministerial de la Unión Pacifica Septentrional