A pesar de nuestras debilidades, Dios nos ve y nos evalúa a través de los méritos de Cristo, y nos usa como heraldos de su evangelio.

“¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!” Este texto se encuentra en la segunda parte del libro de Isaías, que abarca los capítulos 46 al 66, en la sección que aborda la restauración de Sion (49:14-55:13) y en la perícopa de 52:7 al 12, que es una profecía acerca del retorno de los exiliados a Jerusalén.

Así, a través del profeta Isaías (c. 740 a.C.), Dios previó no solo el cautiverio babilónico (586 a.C.- 538 a.C.), sino también el regreso de los cautivos y la reconstrucción de la capital, Jerusalén, obra emprendida por Zorobabel (tal vez el nombre babilónico de Sesbazar, mencionado en Esdras 1:8,11; 5:14, 16), Esdras y Nehemías.

Se debe señalar que la perícopa de Isaías 52:7 al 12, que incluye el texto en análisis, constituye una introducción al capítulo 53, que trata del “Siervo sufriente”, considerado una alusión a los sufrimientos del Mesías. Así, esta perícopa se refiere al anuncio de la liberación del pueblo de Dios en dos aspectos: primeramente, del cautiverio babilónico y, en segundo lugar, de la liberación del pecado, por medio del Mesías, Jesucristo.[1]

En este artículo, analizaremos el contenido de Isaías 52:7, al igual que su aplicación a los modernos “mensajeros de buenas nuevas”; es decir, todos los que oyen el “Id” comisionado por Jesús en Mateo 28:19 y aceptan la invitación para trabajar en su viña (Mat. 20:4).

El mensajero

“¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas!”

En tiempos antiguos, el mensajero o heraldo debía tener pies veloces, a fin de poder transmitir el mensaje con la máxima urgencia posible. En caso de invasión enemiga, la comunicación de su mensaje era crucial para que el ejército fuese inmediatamente al encuentro del enemigo. En caso de anuncio de victoria o de tregua pactada entre los contendientes, la comunicación de que la guerra había cesado traía alivio a las poblaciones que estaban bajo la tensión y en sufrimiento, debido a la escasez de alimento y de agua. En estos casos, no se prestaba atención a la hermosura de los pies de un mensajero, pero sí a su eficacia, agilidad y velocidad.

En Isaías 52:7, no obstante, se habla de cuán hermosos son los pies. Una razón posible para esto tal vez sea el tenor del mensaje: anuncio de buenas noticias, que incluyen paz, cosas positivas, salvación, y dominio de Dios sobre el universo pero, ante todo, sobre los enemigos de su pueblo. Se trata de un anuncio que transmite gran alegría al pueblo, al punto de que los pies del heraldo son considerados “hermosos”. Para los exiliados judíos en Babilonia, los que transmitieron el anuncio del decreto de Ciro en el 538 a.C. fueron mensajeros de pies “hermosos”. Después de largas décadas en cautiverio, finalmente despuntaba un nuevo día de libertad, que les permitía regresar a Sion.

En una aplicación secundaria, hermosos también son los pies de todos los que anuncian el evangelio; es decir, las buenas nuevas del perdón y la salvación encontrados en Cristo, como reconoció el apóstol Pablo: “¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Rom. 10:15).

La verdad es que ningún predicador es perfecto. Pero, por medio de los méritos de Cristo Jesús, Dios nos considera perfectos. Considera “hermosos”, o sin defecto, no solo los pies, aquí empleados como metonimia (la parte por el todo), sino también a los propios mensajeros. “Si os entregáis a él y lo aceptáis como vuestro Salvador, por pecaminosa que haya sido vuestra vida, seréis contados entre los justos por consideración a él. El carácter de Cristo toma el lugar del vuestro, y vosotros sois aceptados por Dios como si no hubierais pecado”.[2] Por lo tanto, no solo con respecto a los predicadores, sino en respecto con su iglesia como un todo, la evaluación de Cristo es la siguiente: “Toda tú eres hermosa, amiga mía, y en ti no hay mancha” (Cant. 4:7).

Cuán importante es saber que, a pesar de nuestras faltas, Dios nos ve y nos evalúa a través de los méritos de Cristo Jesús, y nos usa como sus heraldos de buenas nuevas. Qué gran privilegio es saber que, a pesar de nuestras debilidades, él nos usa como “embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros” (2 Cor. 5:20). La evaluación que Dios hace de sus mensajeros es altamente positiva, pues la justicia de su Hijo, Jesucristo, les es acreditada. Y, así justificados, pueden ser instrumentos para llevar personas a Dios, “el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Rom. 3:26).

El mensaje

“…del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!”

“Del que anuncia la paz”. El término “paz” aquí empleado es shalom, cuyo significado es “paz, bienestar, tranquilidad, salud”.[3] Para los cautivos judíos, no podría haber noticia mejor que la de que Ciro había decretado el regreso de ellos a su patria ancestral, donde podían disfrutar de bienestar y tranquilidad. Por otro lado, aun en su tierra, los judíos no tuvieron tanta paz como deseaban. En los tiempos de Ester, aún bajo el domino persa, Amán casi llevó a cabo su plan de destruir a toda la descendencia judía.

Durante el dominio griego, a través de los gobernantes seléucidas, hubo un intento de descaracterizar la religión y la cultura de los judíos, y solo la revuelta de los macabeos impidió que esto sucediera. Y, bajo el dominio romano, los judíos vieron su capital, Jerusalén, y su templo destruidos en la primera revuelta contra Roma y, finalmente, fueron expulsados de Palestina, por causa de su rebelión contra el yugo romano (132 d.C.-135 d.C.). El cumplimiento pleno del anuncio de paz sucederá con la aceptación de Jesús, el “Príncipe de paz” (Isa. 9:6) por parte de judíos y de gentiles. Como nunca antes, las personas están buscando significado, bienestar y tranquilidad. Pero ninguna de estas cosas puede ser encontrada en promesas de políticos, sistemas de gobierno, ideologías, dinero, posición social, ni en cualquier obra o providencia humana. La paz puede ser encontrada solo en una persona: Jesucristo. “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). Así, el mensaje de que las personas pueden disfrutar verdadera paz es muy actual y debe ser proclamada como buena noticia a un mundo violento, angustiado y sin rumbo.

“Del que trae nuevas del bien”. La expresión “nuevas del bien” es la traducción de tób, palabra hebrea que tiene el significado de “bueno, favorable, festivo, delicioso, agradable”.[4] Aquí, el término designa la bondad de Dios,[5] manifestada en sus hechos salvadores, especialmente al mover el corazón de Ciro para conceder libertad a los cautivos judíos. En verdad, a pesar de su justicia en permitir el cautiverio, por su misericordia, Dios recordó a su pueblo y se mostró “favorable” hacia él.

Pero el anuncio de “cosas buenas” también será plenamente cumplido con el anuncio del evangelio, las “buenas nuevas” de que Dios, en Cristo, se hizo “favorable” para con los pecadores, concediéndoles su gracia (járis); es decir, su favor inmerecido.

“Del que publica salvación”. El vocablo “salvación” es la traducción de yeshu’ah, que significa “liberación”, “salvación”, y se refiere principalmente a la acción de Dios de ayudar.[6] Este vocablo guarda estrecha conexión con Yehoshua’, nombre hebreo de Josué, cuyo significado es “Yahvé es salvación”. Este nombre hebreo tiene en “Jesús” su equivalente griego, y con el mismo significado. El hijo de María debía ser llamado Jesús, “porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat. 1:21).

Para los judíos cautivos, era motivo de regocijo saber que Dios trajo “salvación”; es decir, liberación del yugo babilónico, a través de Ciro, su ungido (“mesías”, ver Isa. 45:1). Este rey persa es símbolo del gran Ungido, el Mesías Jesús de Nazaret, enviado por Dios para poner a disposición de la humanidad la salvación. Para los que vivieron o viven luego de la encarnación de Cristo, su ministerio y muerte sacrificial, es motivo de júbilo saber que, a través del “Cordero de Dios” (Juan 1:29), hay liberación de la culpa del pecado (justificación), del poder del pecado (santificación) y, finalmente, en la segunda venida de Jesús, liberación de la presencia del pecado (glorificación). Y este mensaje no perdió su importancia desde los días de Isaías. Hoy, más que nunca, los mensajeros de Dios deben hacer sonar el anuncio de liberación que es posible a través de Cristo.

“Del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!” El anunció de que Dios está trayendo paz, cosas buenas y salvación a su pueblo culmina con la certeza de que Yahvé reina. Los judíos exiliados debían tener en mente que Dios no había perdido el control de los eventos mundiales. Para muchos de ellos, los dioses babilónicos habían prevalecido sobre Yahvé, s dado que no impidió que su pueblo fuera vencido y llevado al cautiverio.

Yahvé había permitido el cautiverio como su obra purificadera para el pueblo escogido, para que cumpliese su papel de ser la luz del mundo y la sal de la Tierra. Pero, en el momento adecuado, intervino a través de Ciro, su ungido, y rescató a su pueblo de las manos de los babilonios. “Aunque no lo parezca, Dios todavía rige los asuntos terrenales. Su poder para librar a su pueblo y, más tarde, el triunfo del Evangelio prueban que reina él, y no Satanás (Apoc. 11:15)”.[7]

Pero el cumplimiento pleno de esta profecía acerca del reinado de Yahvé todavía está en el futuro. Ocurrirá cuando, luego del milenio, Satanás, los ángeles rebeldes y los perdidos se postren ante Cristo, confesando que él es el Señor (Fil. 2:10,11).

Heraldos modernos

Los modernos heraldos del evangelio también deben anunciar que Dios todavía controla los eventos del mundo. Permite la obra del mal hasta el momento en que todos en el universo vean quién es él y quién es Satanás, el archienemigo del bien. Así, el mal no tendrá la última palabra. Cristo reina hoy en el corazón de los que lo aceptan como Dios y Señor. Y luego se sentará en el trono de su gloria, como “Rey de reyes y Señor de señores” (Apoc. 19:16).

Dios podría hacer que, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, todos comprendiesen el evangelio. Podría emplear a los ángeles para evangelizar el mundo. Pero prefirió contar contigo y conmigo, querido pastor, humanos e imperfectos heraldos modernos del evangelio. Dios nos capacita para esta obra. Purifica nuestra vida (Isa. 6:6, 7), dará poder y agilidad a nuestros “pies” (Hech. 3:19) o a cualquier otro órgano del cuerpo utilizado en la predicación del evangelio. Deseamos fervientemente que el mal sea extirpado de la experiencia humana y que el reino eterno de Dios sea establecido. Entonces, cumplamos fielmente nuestro bendito papel de heraldos de las buenas nuevas de que, a través de Cristo, la paz es posible, las cosas buenas realmente pueden suceder, la liberación del pecado es una realidad y que Dios todavía tiene bajo su control los eventos del mundo. En el momento correcto él, una vez más, intervendrá en la historia de la humanidad, para llevar a sus hijos exiliados a la Sion celestial.

“¡Mira! Son los pies de un heraldo que se apresura sobre los montes, con buenas nuevas de alegría, con noticias de alivio, diciendo en voz alta a Sion: ¡Tu Dios reina!”[8]

Sobre el autor: Editor asociado de libros confesionales de la Casa Publicadora Brasileña.


Referencias

[1] Francis D. Nichol, ed., Comentario bíblico adventista (Boise: Pacific Press Publishing Association, 1985), 14, p. 325.

[2] Elena de White, El camino a Cristo, p. 62.

[3] W. E. Vine, Dicionário de Vine (Río de Janeiro: CPAD, 2003), p. 217.

[4] Ibíd., p. 55.

[5] C. H. Pfeifer, Dicionário Bíblico de Wycliffe (Río de Janeiro: CPAD, 2007), p. 323.

[6] W. E. Vine, M., p. 276.

[7] Comentario bíblico adventista, t. 4, p. 325.

[8] Traducción de R. E. Price, Comentario Bíblico Beacon: Isaías a Daniel (Río de Janeiro: C

2005), t. 14, pp. 158, 159.