Al aceptar el llamado divino, el pastor quema todos los puentes que lo conducirían a las ocupaciones seculares.

Cuando Dios los llamó, Moisés, Isaías y Jeremías tuvieron reacciones bien humanas. “¡Ay Señor, por favor, envía a alguna otra persona!” (Éxo. 4:13, DHH). “¡Ay de mí! Que soy muerto, porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Isa. 6:5). “¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí no sé hablar, porque soy niño!” (Jer. 1:6). Estas palabras trasuntan la conciencia de la limitación humana frente a la grandeza y la santidad de la tarea que se les estaba confiando.

En efecto, Elena de White escribió: “La tarea del obrero cristiano no es ligera ni falta de importancia. Él tiene una alta vocación a cuyo molde y color se adaptará toda su vida futura. El que se entrega a una obra tan sagrada debe dedicar todas sus energías a su realización” (Obreros evangélicos, p. 76).

Podemos definir entonces la vida pastoral como un sagrado compromiso de fidelidad a varios factores que analizaremos a continuación.

Cristo

En primer lugar, el pastor está comprometido con Cristo. Ese fue el ejemplo que nos dejó el apóstol Pablo. Notable por su devoción, lealtad e infatigable esfuerzo en favor de la predicación, mantenía los ojos fijos en una meta inconmovible: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado, pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13, 14).

Durante su ministerio apostólico, Pablo jamás vaciló en su compromiso con Dios. Su experiencia y sus consejos son una fuente de auxilio e inspiración para todos los que se empeñan en el ministerio cristiano. En vez de debilitar su vigor pastoral, las pruebas lo fortalecían y lo acercaban más a Jesús: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 8:35-39).

Pero la historia del cristianismo registra los casos de otros héroes que dieron su vida por la verdad. Juan Huss fue uno de ellos. Por predicar las puras verdades de la Biblia fue detenido y llevado tres veces delante del concilio. Las autoridades religiosas le exigían que se retractara, pero él perseveró inquebrantablemente en su compromiso con Dios y su verdad. Excomulgado, murió en la hoguera, y arrojaron sus cenizas al Rin.

Otro héroe cristiano comprometido con Cristo fue Jerónimo. Cuando lo llevaron al mismo lugar donde Huss había entregado su vida, recorrió el camino cantando, con el semblante iluminado por la alegría y la paz. No le tenía miedo a la muerte. Cuando el verdugo se acercó para encender la hoguera, pasó por detrás de él, y oyó que el mártir le decía: “¡Deje que vea el fuego! Si tuviera miedo no estaría aquí” Sus últimas palabras fueron:

“Señor, Padre todopoderoso, ten piedad de mí, perdóname y perdona mis pecados. Sabes que siempre amé tu verdad”. Lo mismo que Huss, las cenizas de Jerónimo también fueron arrojadas al Rin.

La lista de los predicadores comprometidos con Cristo podría incluir los nombres de José Bates, y Santiago y Elena White. También se podría incluir los nombres de Leo Halliwell, Gustavo Storch y mucho otros. Su nombre y el mío también deberían formar parte de esta lista.

Pureza

El pastor adventista está comprometido con la pureza de la vida. “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 6:11). “Andad en Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gál. 5:16, 24, 25).

Al hablar acerca de la obra pastoral, la Sra. White afirma que “no debe haber en ella rincones oscuros. El camino de la paz, la pureza y la santidad debe ser seguido por los redimidos del Señor. En ese camino, Cristo es el Guía, el verdadero Pastor. Si lo seguimos, evitaremos atajos y peligrosos abismos” (Review and Herald, 24 de junio de 1902).

Es necesario que invirtamos en nuestra vida espiritual, cuidando la mente. Debemos someter nuestros pensamientos e impulsos al señorío de Cristo. Solo así seremos puros en nuestra conducta diaria. La concupiscencia estará vencida cuando renunciemos a nosotros mismos y dejemos, por la fe, que Cristo lleve a cabo su obra en nosotros. Necesitamos ejercer fuerza de voluntad para rechazar las seductoras tentaciones, con la certidumbre de que en Jesús encontraremos poder para vencer y ser libres del pecado.

Tratemos de vivir de tal manera que cuando la gente nos mire, vea el resplandor de Cristo reflejado en nosotros.

El llamado

Otro aspecto del compromiso pastoral es el llamado. Volvamos a la experiencia de Jeremías: “Vino, pues, Palabra de Jehová a mí diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová. Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca. Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar” (Jer. 1:4-10).

“Los ministros del evangelio, como mensajeros de Dios a sus semejantes, no deben nunca perder de vista su misión ni sus responsabilidades” (Obreros evangélicos, p. 17).

La lealtad del pastor al llamado divino se echa de ver en la inspiración de su vida, en su fidelidad a las en señanzas de la Palabra de Dios, en el poder de sus mensajes, en su diligente cuidado por las ovejas, y en el interés por alcanzar a los perdidos y llevarlos a los pies de Cristo.

Es una vocación vitalicia, que el pastor debe aceptar incondicionalmente, rompiendo todos los puentes, quemando todos los barcos y destruyendo todas las redes que antes constituían sus ocupaciones seculares.

La misión

A los pastores y los miembros de la iglesia se les ha encargado la responsabilidad de llevar la salvación a los pecadores. “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Rom. 10:13-15).

La salvación es de Dios, pero llega por medio de los instrumentos humanos para alcanzar a los que la necesitan. En la tarea de rescatar a los perdidos, no es el instrumento humano quien obra independientemente. Es Dios quien lleva a cabo esta obra por medio de sus escogidos.

La venida de Cristo y el cumplimiento de la misión van de la mano. “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mat. 24:14). Y Elena de White escribió: “Si todo centinela de los muros de Sion hubiera dado a la trompeta un sonido certero, el mundo habría oído este mensaje de amonestación. Pero la obra está atrasada en años. Mientras los hombres dormíamos, Satanás nos ha sacado ventaja” (El evangelismo, pp. 503, 504). Y añade: “Es privilegio de todo cristiano, no solamente esperar, sino también apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo” (p. 505).

Al cumplir esta misión, debemos recordar que “hombres inspirados por el Espíritu Santo deben trabajar en nuevos territorios. Se deben fundar nuevas iglesias y organizar nuevas congregaciones. En esta época debe haber representantes de la verdad presente en cada ciudad y en los más remotos rincones de la tierra” (Testimonies for the Church, t. 6, p. 24).

Como pastores comprometidos con Cristo, con su elevado llamado, con su misión y una pureza de vida que lo represente bien, cumplamos cabalmente nuestro ministerio.

Sobre el autor: Secretario de la Asociación Ministerial de la Unión Norte del Brasil.