Un análisis de esta aparente contradicción en los escritos de Elena de White
¿Existe contradicción entre la instrucción de salir de las ciudades y la amonestación de emprender una evangelización urbana más agresiva? Al abordar este tema, se requiere mucha prudencia y cuidado, para considerar el mensaje de las orientaciones inspiradas en su conjunto. Asimismo, se debe mantener siempre presente el enfoque misional que Elena de White presenta como trasfondo de sus declaraciones respecto de este tema. Ella relaciona el término de la proclamación del mensaje del tercer ángel con el fin del tiempo de gracia, señalando que cuando el pueblo de Dios concluya la predicación del evangelio como resultado de haber recibido la lluvia tardía, entonces quedará habilitado para resistir la prueba final. Ella declara: “Cuando termine de proclamarse el mensaje del tercer ángel, la misericordia divina no intercederá más por los habitantes culpables de la Tierra. El pueblo de Dios habrá cumplido su obra; habrá recibido ‘la lluvia tardía’, el ‘refrigerio de la presencia del Señor’, y estará preparado para la hora de prueba que le espera”.[1]
A la luz de esta declaración, se puede decir que la mejor preparación para enfrentar la crisis final consiste en prepararse para cumplir la proclamación final. La terminación de la predicación del evangelio es la única señal de tiempo del fin en la que el pueblo de Dios tiene participación directa (Mat. 24:14). Continuamente Elena de White incentiva a los diferentes niveles eclesiásticos y las instituciones de la iglesia a mantener este claro foco misional a fin de cumplir fielmente su rol en el escenario del tiempo del fin. Las diversas declaraciones de Elena de White en relación con el estilo de vida de los adventistas del séptimo deben leerse y entenderse dentro de este marco misional.
Tensión aparente
Lo primero que resulta evidente es que existe una aparente tensión entre las declaraciones de Elena de White con respecto a las ciudades.[2] Por un lado, aparecen un conjunto declaraciones en las que ella promueve la vida en el campo como un ideal; y, por otra parte, están aquellas referencias en que manifiesta una gran preocupación por la evangelización de los centros urbanos.
Reiteradamente Elena de White declara que el ideal de Dios para su pueblo es que viva en contacto directo con la naturaleza. Por lo tanto, lo insta a abandonar los centros urbanos, trasladarse a sectores rurales, y disfrutar de los beneficios de la vida campestre. Y ¿cuáles serían esos beneficios? Para ella, el campo proporciona el ambiente ideal para la educación de los hijos,[3] promueve la auténtica espiritualidad,[4] contribuye al desarrollo integral de todas las facultades,[5] puede ser una solución para la pobreza[6] y sirve como medida de protección contra los juicios divinos que caerán sobre las ciudades.[7]
Por otro lado, a partir de la última década del siglo XIX, Elena de White empezó a enfatizar la importancia de la proclamación del mensaje de los tres ángeles en las grandes ciudades de su época, énfasis que mantuvo hasta el final de su ministerio. Durante más de veinte años, enfatizó que la misión urbana ocupa un lugar especial en la estrategia divina para evangelizar al mundo. Mencionó: “El mensaje que se me ordena dar a nuestro pueblo en este tiempo es: Trabajad las ciudades sin demora, porque el tiempo es corto”.[8]
Ella consideró que la realización de esta obra es un asunto prioritario y urgente. Un mensaje que ella le envió en 1910 a Arturo Daniells, entonces presidente de la Asociación General es un claro ejemplo de la importancia que ella le atribuyó a este tema.
“Muy pocos de los ministros están llevando a cabo un trabajo agresivo en estos grandes centros donde tantos miles necesitan las verdades salvadoras que tenemos que proclamar. Los medios que deberían usarse para llevar el mensaje a las ciudades parecen haber sido quitados y usados donde tal vez no deberían serlo. Pero ¿dónde se observa una carga en favor de estas ciudades que durante mucho tiempo se han señalado como lugares que deben trabajarse sin demora? ¿Quién asumirá la carga de este trabajo?”[9]
Solución divina
Al revisar los escritos de Elena de White, encontramos un concepto clave que permite articular los mensajes en los que aconseja salir de las ciudades y sus llamados a realizar un evangelismo urbano agresivo. Los “centros o puestos de avanzada” aparecen como una solución divina para esta aparente tensión.
Ella afirmó: “Debemos trazar planes sabios para advertir a las ciudades, y al mismo tiempo vivir en lugares donde podamos proteger a nuestros hijos y a nosotros mismos de la influencia contaminadora y desmoralizadora que tanto prevalece en esos lugares”. [10] En ese sentido, propuso la siguiente estrategia: “Hay que trabajar en favor de las ciudades desde puestos de avanzada. El mensajero de Dios dijo: ‘¿No serán amonestadas las ciudades? Sí; pero no por el pueblo de Dios que viva en ellas, sino mediante sus visitas realizadas para advertirlas de lo que acontecerá en la Tierra’ ”.[11]
En cuanto a las instituciones adventistas, Elena de White resaltó: “El Señor nos ha indicado repetidamente que debemos trabajar en las ciudades desde puestos de avanzada ubicados fuera de ellas. En esas ciudades debemos tener casas de culto, como monumentos de Dios, pero las instituciones destinadas a la publicación de la verdad, a la curación de los enfermos y a la preparación de los obreros deben establecerse fuera de las ciudades. Es especialmente importante que nuestra juventud sea protegida de las tentaciones de la vida en la ciudad”.[12]
Nótese que, en la mente de Elena de White, las diferentes instituciones de la iglesia en las áreas educativas, de salud y de publicaciones debían estar ubicadas fuera de las ciudades y debían constituirse en centros de avanzada. No obstante, familias adventistas también debían establecerse fuera de las grandes urbes y generar emprendimientos que las beneficien tanto a ellas como a otras personas.[13]
Parece razonable concluir que la aparente contradicción entre la orientación divina de vivir en el campo y la relacionada con la evangelización de las ciudades se resuelve cuando los hijos de Dios entienden que deben intentar establecer sus lugares de residencia fuera de las grandes ciudades, pero, al mismo tiempo, deben desarrollar estrategias para alcanzarlas con el evangelio, tal como lo hacía Enoc.[14]
La importancia de evangelizar las ciudades es evidente en las muchas orientaciones de Elena de White. Monte Sahlin revisó 107 artículos de revistas en los que Elena de White se refiere a las ciudades, de las cuales 24 publicaciones enfatizan la importancia de salir de las áreas urbanas, 75 aconsejan movilizarse hacia las ciudades para evangelizarlas y 8 critican las condiciones de vida en los grandes centros urbanos.[15]
¿Qué entendía EGW por “campo”? [16]
El llamado inicial para abandonar las ciudades no es para dirigirse a lugares lejanos y aislados. Por el contrario, se insta a los adventistas a establecerse en pueblos (una traducción del inglés towns) o villas (una traducción del término inglés villages). Esto se evidencia en las siguientes declaraciones:
“Los hermanos que desean cambiar de ubicación, que tienen la gloria de Dios en vista y sienten que sobre ellos descansa la responsabilidad de beneficiar a los demás, de hacer bien y salvar a las almas por las cuales Cristo no escatimó su vida preciosa, deberían trasladarse a ciudades [towns] o aldeas [villages] donde hay poca luz o nada de luz, donde realmente puedan ser útiles y bendecir a otros mediante sus labores y su experiencia. Se necesitan misioneros que vayan a ciudades [towns] y pueblos [villages] con el fin de levantar el estandarte de la verdad”.[17]
En este punto, es necesario aclarar que Elena de White utiliza usualmente tres términos para referirse a los poblados: 1. Ciudad (inglés, city). Se refiere normalmente a un espacio urbano con alta densidad de población, en el que predomina el comercio, la industria y los servicios. 2. Pueblo (inglés town). Hace referencia a una población más pequeña, pero con límites claramente establecidos y con una sede de Gobierno local. 3. Villa (inglés village). Se refiere a una pequeña comunidad en un área rural.[18]
Al leer sus escritos, es importante considerar esta distinción para entender que, desde sus inicios, el llamado a salir de las ciudades incluye un claro foco evangelizador, tal como se observa en esta declaración de 1891: “A nuestro alrededor hay ciudades [cities] y pueblos [towns] en los que no se hace ningún esfuerzo para salvar almas. ¿Por qué no se establecen en estas ciudades y pueblos algunas familias que conocen la verdad presente, para implantar allí el estandarte de Cristo, trabajando con humildad, no según sus propios métodos, sino según los métodos de Dios para llevar la luz a los que no la conocen?”[19]
Incluso encontramos indicaciones específicas en cuanto a la distancia que debía existir entre la ubicación de los centros de avanzada y la ciudad para ser alcanzada con el evangelio. En 1902, ella aconsejó: “Así, aunque estemos separados de la ciudad entre 30 y 45 kilómetros, de todos modos, podremos alcanzar a la gente […]. Dios realizará milagros en favor de nosotros si tan solo colaboramos con él con fe”.[20]
Al observar todas estas orientaciones en su conjunto, podemos concluir que ella no establece reglas fijas en relación con los lugares de residencia para las familias adventistas. Como se observó previamente, su definición de campo no fue específica. Lo que es campo para una familia no necesariamente lo es para otra. Se deben considerar factores como el trasfondo familiar, las necesidades educacionales de los hijos, oportunidades laborales y las oportunidades de cumplir la misión.
También cabe destacar que ella no aconseja los movimientos apresurados y la concentración de muchos adventistas en un mismo lugar,[21] sino que insiste en la importancia de que cada familia dedique tiempo a buscar la dirección de Dios y seguirla, como leemos a continuación:
“No debe realizarse ningún movimiento sin considerar cuidadosamente ese movimiento y sus resultados; todo debe ser tenido en cuenta […]. A cada hombre se le dio su obra de acuerdo con sus diversas habilidades. Por lo tanto, no debe actuar con vacilación sino con firmeza, y sin embargo confiando humildemente en Dios. Puede haber personas que se apresuran a hacer una cosa, y que se comprometen en negocios acerca de los cuales no saben nada. Dios no requiere que se haga esto. Pensad con sinceridad y oración, y estudiad la Biblia cuidadosamente y con oración, teniendo la mente y el corazón despiertos para oír la voz de Dios”.[22]
Tiempo de abandonar y tiempo de huir
Elena de White insta al pueblo de Dios a abandonar las ciudades, pero esta salida debe ser progresiva. En un primer momento, el traslado debe ser desde las grandes ciudades hacia centros poblados más pequeños donde existan condiciones de cultivar sus propios alimentos. En relación con esta primera salida de las ciudades, ella advierte: “El Señor ha indicado vez tras vez que nuestro pueblo debe sacar a sus familias de las ciudades [cities] y llevarlas al campo, adonde puedan cultivar sus propios alimentos; pues en el futuro, el problema de comprar y vender será muy serio. Debemos empezar ahora a seguir la instrucción dada en forma reiterada: Salid de las ciudades [cities] e id a los lugares apartados, donde las casas no estén amontonadas y donde os veáis libres de la interferencia de los enemigos”.[23]
Elena de White también señala que llegará el momento de huir; primeramente, de las grandes ciudades a poblaciones más pequeñas. La última oportunidad para realizar este movimiento será el momento cuando se promulgue la ley dominical en los Estados Unidos. En sus palabras: “Así como el sitio de Jerusalén por los ejércitos romanos fue la señal para que huyesen los cristianos de Judea, así la asunción de poder por parte de nuestra nación [los Estados Unidos], con el decreto que imponga el día de descanso papal, será para nosotros una amonestación. Entonces será tiempo de abandonar las grandes ciudades, y prepararnos para abandonar las menores en busca de hogares retraídos en lugares apartados entre las montañas”.[24]
Posteriormente, los fieles tendrán que dejar las poblaciones más pequeñas y huir hacia lugares remotos o poco poblados. Los adventistas reconocerán que ese momento llegó cuando un decreto de muerte sea emitido contra ellos. “Cuando el decreto promulgado por los diversos príncipes y dignatarios de la cristiandad contra los que observan los Mandamientos suspenda la protección y las garantías del Gobierno y los abandone a los que tratan de aniquilarlos, el pueblo de Dios huirá de las ciudades y de los pueblos, y se unirá en grupos para vivir en los lugares más desiertos y solitarios. Muchos encontrarán refugio en puntos de difícil acceso en las montañas. Como los cristianos de los valles del Piamonte, convertirán los lugares elevados de la Tierra en santuarios suyos y darán gracias a Dios por las ‘fortalezas de rocas’ (Isa. 33:16)”.[25]
Conclusión
Al considerar estas orientaciones inspiradas en su conjunto, podemos afirmar que hay consejos suficientes para tomar decisiones sabias e informadas. Elena de White menciona: “Constituye la verdadera esencia de toda fe correcta el hacer lo que corresponde al debido tiempo”.[26]
Por lo tanto, ¿ha llegado el tiempo de la salir de las ciudades? Ha llegado el tiempo de dar pasos de fe hacia el ideal de Dios. El registro bíblico muestra que cada vez que un hijo de Dios decide dar pasos de fe en obediencia a la dirección divina experimenta el cumplimento pleno de las promesas de Dios en su tiempo y su manera (Jos. 21:43-45). Esto contribuye al desarrollo pleno de su carácter (santidad); mientras crece progresivamente en la capacidad de proclamar el mensaje de los tres ángeles (misión), aspectos que constituyen la preparación esencial para el pronto encuentro con Jesús.
Sobre el autor: Doctor en Ministerio, Decano de la Facultad de Teología, UPeU, Perú.
Referencias
[1] Elena G. de White, El conflicto de los siglos (Miami, FL: Asociación Publicadora Interamericana, 2007), p. 599.
[2] Para un estudio sobre el desarrollo histórico de esta tensión dentro del Adventismo, ver Allan Novaes y Wendel Lima, “Country Versus City Tension: Historical and Socio-religious Context of the Development of Adventist Understanding of Urban Mission”, Journal of Adventist Mission Studies 15, Nº 1 (2019), pp. 52-71.
[3] Elena de White,Carta 268, 1906; cf. De la ciudad al campo (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1977), p. 12.
[4] __________, Mensajes selectos (Nampa, ID: Pacific Press, 1967), t. 2, p. 408.
[5] ___________, Testimonios para la iglesia (Miami, FL: Asociación Publicadora Interamericana, 2007), t. 4, p. 136.
[6] __________, El ministerio de curación (Nampa, ID: Pacific Press, 1959), p. 143.
[7] ___________, De la ciudad al campo, p. 30; cf. Life Sketches of Ellen G. White (Mountain View, CA: Pacific Press, 1915), p. 409.
[8] __________, Carta 168, 1909; cf. El ministerio médico (Miami, FL: Asociación Publicadora Interamericana, 2001), p. 399.
[9] ___________, Ms 9, 27 de enero de 1910, párrafo 21.
[10] __________, De la ciudad al campo, p. 30; cf. Life Sketches of Ellen G. White, pp. 409, 410.
[11] ___________, Mensajes selectos, t. 2, pp. 410, 411.
[12] Ibíd., p. 411.
[13] Ibíd., pp. 410-413.
[14] Elena de White, Un ministerio para las ciudades, p. 10; cf. Ms 107, 25 de julio de 1906, párrafo 19.
[15] Monte Sahlin, Mission in Metropolis: The Adventis Movement in an Urban World (Lincoln, NE: Center
for Creative Ministry, 2007), p. 16.
[16] Algunas ideas de esta sección y la siguiente fueron tomadas de The Comission on Rural Living, From City to Country Living: A Guide to Those Making the Change (Takoma Park: Review and Herald, 1950), pp. 5-51.
[17] Elena de White, Testimonios para la iglesia (Miami, FL: Asociación Publicadora Interamericana, 1996), t. 2, p. 105.
[18] Ver Shundalyn Allen, “City, Town, and Village– What’s the Difference?”, https://www.grammarly.com/blog/city-town-village-difference/(Consultado: 24 de mayo, 2020).
[19] Elena de White, Servicio cristiano (Nampa, ID: Pacific Press, 1981), p. 225.
[20] ___________, Testimonios para la iglesia (Miami,FL: Asociación Publicadora Interamericana, 1998), t.
7, p. 80.
[21] ___________, Consejos para la iglesia (Miami, FL: Asociación Publicadora Interamericana, 1991), p. 109.
[22] __________, De la ciudad al campo, p. 25.
[23] ___________, Carta 5, 1904; cf. Mensajes selectos, t. 2, p. 161.
[24] ___________, Joyas de los testimonios (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2004), t. 2, p. 165.
[25] ___________, El conflicto de los siglos, p. 610.
[26] ___________, Notas biográficas de Elena G. de White (Buenos Aires: ACES, 2014), p. 366.