El pastor y las trampas de la exposición digital

La revolución digital ha sido uno de los más intensos períodos ya vividos por la humanidad. De pronto, los gadgets pasaron a ser considerados casi como una extensión del cuerpo, mientras las empresas de tecnología no paran de ofrecer innovaciones y multiplicar posibilidades. Ese escenario ha resultado en el cambio de hábitos, de percepciones y, finalmente, del estilo de vida de los usuarios de tecnología. Frente a este impacto, que afecta padrones y principios éticos y espirituales, se hace necesario una reflexión de cómo los adventistas del séptimo día deben comportarse al interactuar con el mundo digital.

 La velocidad con la que esta revolución envolvió a la sociedad no nos dio suficiente tiempo para reflexionar sobre sus implicaciones, así como tampoco acerca de los límites que deben ser impuestos al paquete de cambios significativos en la manera de vivir y de aprender. La iglesia, llamada a influenciar al mundo a su alrededor, siempre estuvo frente al enorme desafío de no conformarse “a este siglo” (Rom. 12:2), ya que muchos de los valores culturales defendidos son incompatibles con las Sagradas Escrituras, y se encuentran en zona de conflicto.[1] En este caso, se espera que la iglesia influya a la cultura y no que sea influenciada por ella, en lo que se refiere a los principios del evangelio.[2]

La imagen de la iglesia

 En esta nueva cultura virtual, pastores y líderes eclesiásticos, con sus publicaciones y opiniones en las redes sociales, ayudan a formar la imagen que la Iglesia y sus instituciones tendrán frente al gran público. De esta manera, más que exponer su identidad personal, pastores y líderes son formadores de la identidad denominacional. Como resultado, las percepciones al respecto de la Iglesia, construidas con base en lo que se publica, son potencializadas por el volumen de manifestaciones en las redes sociales.

  Frente a esta realidad, jamás debemos olvidarnos que este “ministerio digital” está bajo las mismas bases del ministerio presencial. El modo como un pastor se comporta en el ambiente virtual debe ser compatible con los principios y la sublimidad del evangelio. Al entrar en las redes sociales de un pastor, por ejemplo, la expectativa es la de encontrar asuntos que estén relacionados con el pastorado. Cuando él se involucra en polémicas, genera un ruido de comunicación e, invariablemente, compromete la imagen del cuerpo ministerial, de la Iglesia, además de su propia imagen. En ese sentido, la distorsión de la percepción del gran público en relación a la Iglesia y al ministerio será directamente proporcional al número de “seguidores” que la persona que publicó tiene y el nivel de compromiso alcanzado con la publicación.

 Como resultado, los usuarios de las redes sociales, sean ellos miembros o no de la Iglesia, pueden adoptar las siguientes posturas frente a los materiales cuestionables que fueron compartidos: (1) imitar el comportamiento, (2) distorsionar el contenido, (3) nutrir una visión ácida en relación con el ministerio, (4) decepcionarse con la postura de los pastores, (5) adoptar un discurso crítico en relación con la Iglesia y sus ministros y (6) desconfiar de la credibilidad de la Iglesia.

 De esta manera, pastores y líderes deben ser conscientes e identificar posibles zonas de peligro para no comprometer su imagen ni la de la Iglesia. Todas las publicaciones, manifestaciones y, en algunos casos, hasta incluso la no publicación de algo, terminan comunicando alguna cosa. Menospreciar valores, relativizar la verdad, demostrar egocentrismo o buscar aplausos estratégicamente resultará en una crisis de confianza en relación al ministerio, debido a la incompatibilidad entre los intereses demostrados y los principios del evangelio.

 Esto no quiere decir que para que se desarrolle un trabajo efectivo y relevante en las redes sociales es necesario adoptar un estilo considerado “patrón”. Existen perfiles variados, con abordajes específicos, que alcanzan a públicos diferentes. Hay espacio para que líderes y pastores desarrollen un ministerio consistente en Internet, pero es fundamental conocer las trampas que la exposición digital puede ocasionar, considerando, de esa manera, la conducta adecuada que se requiere de un ministro en el mundo virtual.

Trampas digitales

 Recientemente, conversé con un pastor que se sentía bastante sobrecargado. Durante el diálogo, terminamos entrando en la cuestión del uso de las redes sociales. En determinado momento, él confesó que se sentía impulsado a compartir continuamente sus sermones, textos, opiniones y fotos a sus seguidores. Al final de la conversación, concluimos que esa “obligación” de exponer constantemente su rutina en las redes sociales estaba demandando de él mucho tiempo, siendo uno de los principales motivos de su agotamiento. Hay recursos en los smartphones que dan un diagnóstico diario de las horas que se gastan en cada aplicativo. Si esos indicadores fueron altos, probablemente el usuario esté desgastándose al estar constantemente actuando en las redes sociales.

 Además de eso, las redes sociales pueden favorecer la vanidad. De esa manera, ellas sirven como recursos para que sus usuarios satisfagan el ego al recibir aprobación referente a cualquier cosa que se publique o se haga. En realidad, muchas publicaciones son irrelevantes; sin embargo, curiosamente, ellas despiertan la atención de una porción considerable del público. En esa dinámica, se genera un sistema de publicaciones vagas y sin propósito retroalimentadas por “Me gusta” y comentarios que poco agregan a la vida de las personas y consumen una cantidad significativa de tiempo y disposición.

 Además, Jean M. Twenge, en su libro iGen, indica estudios que asocian el uso excesivo de celulares por parte de adolescentes con neurosis, baja autoestima, impulsividad, falta de empatía, crisis de identidad e imagen propia, disturbios en el sueño, ansiedad, estrés y depresión. El impacto es tan grande que la autora llega a afirmar que estamos próximos a la peor crisis de salud mental de la historia. Los efectos no alcanzan apenas a niños y a adolescentes, sino que supera los límites de la edad.[3]

 Una expresión inglesa ilustra el sentimiento peligroso que el crecimiento de la exposición digital ha causado: “fear of missing out”; es decir, miedo a quedar afuera. Ese temor lleva a la persona a mirar el celular todo el tiempo para no sentirse fuera de nada. El resultado es un círculo vicioso. Sentimientos como la ansiedad son desarrollados, resultando en un estado de angustia al tocar la pantalla del celular, abrir aplicativos o mirar si hay nuevos mensajes.

Procedimiento equilibrado

 La Iglesia Adventista del Séptimo Día en América del Sur ha producido documentos con orientaciones para ayudar a pastores y a líderes a comportarse en ese nuevo ambiente. La exposición en redes sociales es juzgada desde la subjetividad de las personas; y como no se tiene control sobre esa subjetividad, los criterios y las evaluaciones de lo que se publica deben ser analizados desde una perspectiva más profunda de lo que es apenas la interpretación elemental de lo que fue publicado.

 El mantenimiento y la protección de los parámetros que establecen la identidad de la Iglesia son preciosos y fundamentales. Manifestaciones ruidosas o prácticas que no forman parte de la esencia de la Iglesia no deberían ser publicadas en las redes sociales. El movimiento adventista nació de un chasco profético que después se estableció con el compromiso de estudiar profundamente y enseñar la Biblia, además de vivir todas sus enseñanzas.

 Por este motivo, pastores y líderes, al tomar posición en las redes sociales, deben reflejar el mismo ideal. Elena de White, cofundadora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, no vivió la revolución digital, pero sus consejos en relación a lo que se debe o no publicar contiene principios aplicables para nuestros días.

 En relación a las respuestas críticas realizadas sobre el mensaje adventista, ella recomendó: “¿Qué conducta deben seguir los defensores de la verdad? Ellos poseen la inalterable y eterna Palabra de Dios y deben revelar que tienen la verdad tal cual es en Jesús. Sus palabras no deberían ser ásperas ni mordaces. En su presentación de la verdad deben manifestar el amor, la mansedumbre y la bondad de Cristo. Déjese que la verdad corte; la Palabra de Dios es como espada aguda de dos filos y penetrará hasta el corazón”.[4]

 En relación con las polémicas o insinuaciones personales, Elena de White fue contundente al decir: “El Señor quiere que sus obreros lo representen a él, el gran obrero misionero. La manifestación de un carácter duro produce siempre daño. Los atributos esenciales para la vida cristiana deben ser aprendidos diariamente en la escuela de Cristo. El que es negligente y descuidado al pronunciar o escribir palabras que serán publicadas y propagadas por el mundo, y profiere expresiones que nunca podrán ser recogidas, se está descalificando para llevar la responsabilidad que implica la obra sagrada que incumbe a los discípulos de Cristo en este tiempo. Los que acostumbran lanzar duras estocadas están formando hábitos que se fortalecerán con la repetición, y de los cuales tendrán que arrepentirse”.[5]

 Ella, además, reflexionó acerca de la reacción de los líderes de iglesia en relación a un asunto bastante sensible: la política. Sobre este asunto, dijo: “No es prudente censurar continuamente lo que están haciendo los gobernantes. Nuestra obra no consiste en atacar a los individuos o las instituciones. Debemos ejercer gran cuidado para no ser interpretados como opositores a las autoridades civiles. Es verdad que nuestra guerra es agresiva, pero nuestras armas deben basarse en un claro ‘Así dice Jehová’. Nuestra obra consiste en preparar a un pueblo que subsista en el gran día de Dios. No debemos desviarnos y entrar en cosas que estimularían la controversia ni despertar antagonismo en los que no son de nuestra fe. […] Debemos eliminar de nuestros escritos toda declaración que, por sí misma, podría representarse como falsa y hacernos aparecer como opositores a la ley y al orden. Todo debe considerarse cuidadosamente, no sea que sentemos por escrito algo que parezca alentar la deslealtad para con nuestro país y sus leyes. No se requiere de nosotros que desafiemos a las autoridades. Vendrá un momento cuando, a causa de nuestra defensa de la verdad bíblica, seremos tratados como traidores; pero no lo apresuremos por actos imprudentes que despierten animosidad y disensión”.[6]

 Todavía sobre este punto, Elena de White profetizó algo que tiene total sentido en la actualidad: “Llegará el momento cuando las expresiones incautas de carácter denunciador, que hayan sido pronunciadas o escritas negligentemente por nuestros hermanos, serán usadas por nuestros enemigos para condenarnos. Las emplearán no sólo para condenar a los que hicieron las declaraciones, sino que las adjudicarán a toda la organización adventista. Nuestros acusadores dirán que, en tal día, uno de nuestros hombres de responsabilidad habló así o asá contra la administración y las leyes de este gobierno.

 Muchos se quedarán asombrados al ver cómo fueron archivadas muchas cosas que darán pie a los argumentos de nuestros adversarios. Otros se sorprenderán al oír cómo sus propias palabras se repiten exageradas, para darles un significado que no se propusieron darles. Por lo tanto, ejerzan cuidado nuestros hermanos y hablen cautelosamente en todo momento y circunstancia. Sean todos cautos, no sea que por expresiones temerarias provoquen un tiempo de aflicción antes de la gran crisis que ha de probar la vida de los hombres”.[7]

 Finalmente, es necesario considerar el testimonio que damos por medio de lo que publicamos: “No podemos ayudar a los que están sin Cristo buscando faltas en ellos. No nos ha sido dada la tarea de reprobar o dar estocadas personales en los periódicos o mediante nuestras publicaciones. Esta actitud nos desviará. No debemos irritarnos fácilmente. Recordemos que por nuestra actitud espiritual hemos de mostrar que nos alimentamos de Cristo, el pan de vida. Por nuestro temperamento, nuestras palabras y nuestras obras podemos testificar a los que entran en contacto con nosotros de que el Espíritu de Cristo mora en nosotros”.[8]

Conclusión

 Los valores cristianos han sido continuamente atacados por una sociedad que fundamenta sus decisiones en la ciencia, en la lógica y en las estadísticas. La cultura secular tiende a ridiculizar la fe, intentando hacerla irrelevante para las personas. Nuestra presencia en el ambiente digital, con todas las sus potencialidades, debe ser administrada con equilibrio, sabiduría y estrategia, teniendo siempre como fundamento los principios bíblicos.

 Una de las principales necesidades de los tiempos actuales es ofrecer, especialmente a los pastores y a los líderes, herramientas de educación digital para ampliar la visión estratégica del uso de los recursos virtuales, así como reconocer los riesgos del mal uso de ellos. Todos los líderes son responsables por la construcción de la imagen de la Iglesia, y establecer parámetros de utilización de las redes sociales reducirá excesos, evitando una percepción equivocada del ministerio y de la Iglesia.

 Hay un vasto campo de posibilidades para la predicación del evangelio que son multiplicadas por los recursos digitales. La herramienta no puede transformarse en una trampa. La posibilidad no debe ser la fatalidad. Actualmente, además de entregar el corazón a Dios, es necesario reiterar la necesidad de entregar también las redes sociales al servicio del Señor.

Sobre el autor: Líder de Comunicación para la Iglesia Adventista en América del Sur.


Referencias

[1] H. Richard Niebuhr, Cristo e Cultura (Río de Janeiro, RJ: Civilização Brasileira, 1951), p. 67.

[2] Ibíd., p. 227.

[3] Jean M. Twenge, iGen: Por que as crianças de hoje estão crescendo menos rebeldes, mais tolerantes, menos felizes e completamente despreparadas para a vida adulta (San Pablo: nVersos, 2018).

[4] Elena de White, El otro poder (Buenos Aires: ACES, 2010), p. 58.

[5] Ibíd., p. 68.

[6] Ibíd.

[7] Ibíd., p. 69.

[8] Ibíd., p. 66.