La importancia de establecer nuevas iglesias en el contexto urbano

En la antigüedad, la mayoría de las personas tenía un estilo de vida rural, dependía de la agricultura y necesitaba cazar para sobrevivir. Alrededor del año 1800, solamente el 3% de la población mundial vivía en las ciudades. Actualmente, la mayor parte vive en los centros urbanos, que continúan aumentando su población rápidamente. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el mundo está pasando por la mayor ola de crecimiento urbano de la historia.[1]

Ese cambio radical nos desafía a encontrar la mejor manera de predicar el evangelio y ministrar en esas áreas de gran densidad poblacional. Hace aproximadamente cien años, Elena de White escribió: “Cuando se trabajen las ciudades como Dios desea, el resultado será la puesta en operación de un poderoso movimiento cual nunca se ha visto”.[2] El rápido crecimiento de la población mundial en los grandes centros urbanos confirma el concepto de que la misión urbana es más necesaria hoy de lo que ya lo era hace un siglo.

Hacer discípulos

La Gran Comisión establecida por Cristo enfatiza de manera inequívoca la orden de hacer discípulos. El principal objetivo de la Gran Comisión no podrá ser alcanzado si no se forman discípulos.[3] Jesús comisionó a sus discípulos, y también se requiere de cada uno de nosotros hoy el cumplimiento de esa comisión. Al aceptar al Salvador, aceptamos participar de la Gran Comisión.[4]

Ser un discípulo es ser un seguidor de Cristo, y para seguirlo, es necesario entender quién es él, conceptual y personalmente. El proceso de discipulado es una experiencia individual. Nadie se transforma en un discípulo solamente por leer un libro o participar de un seminario sobre el asunto. No funciona de esa manera. El conocimiento de Dios viene por medio de la relación con una persona, y esa persona es Jesús. Al aceptar la invitación de Cristo, iniciamos una trayectoria que, finalmente, nos llevará hasta el cielo. “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).

El primer paso de ese proceso es pasar tiempo con el Maestro, siendo transformados por la contemplación. Solamente después de esa experiencia personal, podremos estar capacitados para testificar por él. Al seguir ese camino de crecimiento para transformarnos en discípulos, somos habilitados para capacitar a otros. Jesús “estableció a doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar” (Mar. 3:14).

El evangelismo de la amistad no es una estrategia evangelizadora, es un estilo de vida. La amistad está fundamentada en tres acciones: hablar, escuchar y hacer cosas junto con la otra persona. Para ser amigo de alguien, se requiere un mínimo de tiempo. Además de eso, se exige energía emocional, y eso puede dejarnos exhaustos. Felizmente, no todos los que aparecen en la lista de “amigos” de nuestra red social son amigos cercanos.; sería imposible mantener millares de relaciones a nivel personal. ¿Has notado que cuantos más contactos una persona tiene, más superficiales son sus relaciones con la mayoría? Intentar mantener un vínculo con el máximo posible de personas, sin duda alguna, provocará rupturas en las relaciones con aquellos que están más cerca de nosotros.

Cristo utilizó la expresión “Síganme”, que actualmente es símbolo de la mayoría de las redes sociales. El discipulado es un proceso que está relacionado con el concepto de “seguir”. En la Biblia, encontramos que Jesús usó la expresión “sígueme” para dirigirse a varias personas a las que llamó. Su invitación comprende una relación personal, aunque la tecnología ofrezca herramientas y cree oportunidades para involucrarse en la testificación dentro de nuestro contexto local o de la comunidad global.

Es notorio cómo las personas que viven en los grandes centros urbanos tienen necesidad de amistades genuinas. Están carentes de relaciones con personas reales, que se interesen lo suficiente en ellas como para ser honestas y leales. Un ejemplo de esa realidad es el ministerio “Nosotros cuidamos”, que está relacionado con una iglesia que hace poco fue establecida en Villa Magdalena, en la ciudad de San Pablo (Brasil). Esta congregación surgió de la necesidad de desarrollar una coordinación más expresiva de las varias actividades que se están realizando en aquella comunidad. Una de esas actividades es el “Dilo”.

Todos los viernes de noche, un grupo de jóvenes del proyecto Nosotros cuidamos, se encuentra en la Avenida Paulista, centro financiero de la capital, y ofrece un momento para aquellos que quieren decir algo. Ponen a disposición un banquito para que los transeúntes se sienten, y comienzan una conversación espontánea para los que desean descansar y dialogar un poco. Cierta noche, un joven que había perdido a su padre y estaba enojado con Dios y con la religión, se detuvo y habló con uno de los integrantes del grupo durante un buen rato. Cuando llegó a su casa, aquella noche, oró: “Dios, tú existes, yo escuché tu voz hoy por medio de aquellos jóvenes”. Actualmente, participa y ayuda en uno de los Grupos pequeños del proyecto Nosotros cuidamos.

Las personas, en general, son constantemente distraídas por ruidos a su alrededor. En medio de las carreras de la vida cotidiana, las relaciones tienden a quedar en un nivel extremamente superficial. Jesús está buscando discípulos comprometidos, que estén dispuestos a construir relaciones verdaderas con aquellos que están ansiosos por tener esta experiencia auténtica. Mientras la sociedad se convierte en un espacio cada vez más tecnológico, la necesidad de relaciones genuinas es una realidad.

La misión de la iglesia

La Gran Comisión es nuestra COMISIÓN (Mat. 28). Nuestro llamado es para hacer discípulos. El objetivo de cada discípulo es formar nuevos discípulos. El proceso de discipulado y de desarrollo espiritual es perfeccionado por medio de las relaciones personales. Es más eficiente cuando ocurre en grupos, grupos pequeños, que pueden promover la diversidad, reconociendo diferencias personales.

Donde existen tres o cuatro Grupos pequeños que estén conectados con los mismos valores de crecimiento espiritual y concentrados en servir a la comunidad, pueden unirse para formar una nueva congregación. Una iglesia nueva es más eficiente para hacer nuevos discípulos; también para recibirlos e incluirlos en la convivencia congregacional. Esto nos muestra que plantar nuevas iglesias es un método evangelizador eficiente. Además de esto, mantiene a los recién bautizados y evita la apostasía.

La Biblia utiliza la palabra iglesia por lo menos de dos maneras. Cuando es usada en el sentido general, se refiere al pueblo redimido de Dios en todos los lugares y todos los tiempos (Mat. 16:18, 1 Cor. 12:28, Efe. 1:22-23, 3:10). En un sentido particular, iglesia se refiere a una asamblea o congregación local (1 Cor. 1:2, 1 Tes. 1:1).[5]

Generalmente, escuchamos la pregunta: ¿Dónde queda tu iglesia? Aunque “iglesia”, como pueblo de Dios, no sea un edificio, la Palabra de Dios usa varias analogías para describirla: cuerpo, edificio y templo, entre otras. De esa manera, es muy común que las personas se refieran al “edificio de la iglesia” como si fuera la iglesia. Otras veces, nos referimos a la iglesia como sinónimo del servicio religioso: ¿A qué hora comienza tu iglesia?, como si la ceremonia, el culto, fuera la iglesia.

Tal vez sea mejor utilizar una nueva expresión, como “pueblo de Dios” o “comunidad de creyentes”, para describir a las personas, y no confundirlas con el servicio religioso o con el edificio donde estas se reúnen. Principalmente, porque la iglesia apostólica no se encontraba en grandes edificios, sino en las casas de quienes recién se convertían al cristianismo. Siendo así, de acuerdo con el modelo bíblico, un predio puede ayudar en una variedad de actividades ofrecidas por la iglesia; pero tenerlo no es un requerimiento ni una exigencia para la existencia de una iglesia.

De manera general, todas las organizaciones religiosas intentan promover el bien y la justicia; sin embargo, la iglesia no tiene un fin en sí misma, y su misión es cumplir el propósito divino de continuar la obra que Jesucristo inició cuando estuvo en esta Tierra: “buscar y salvar lo que se había perdido” (Luc. 19:10). De esa manera, la iglesia “fue organizada para servir, y su misión es la de anunciar el Evangelio al mundo”.[6] Por lo tanto, podemos afirmar que la iglesia no tiene una misión, sino que la misión tiene una iglesia. No es un acuario de santos, sino un hospital de pecadores. A veces, ¡hasta el equipo del hospital cae enfermo! Aunque el hospital no descarte a nadie por estar enfermo, puede tener que dejar de lado a aquel que no está dispuesto a seguir el tratamiento.

La composición de la iglesia

La palabra iglesia, del griego, ekklesia, en su sentido original se refería, simplemente, a un grupo de personas; literalmente, “llamados a salir”. Jesús dio un significado espiritual a este término, para describir a su pueblo. Es interesante resaltar que el modelo bíblico de iglesia era muy simple, pero el modelo de discipulado requería un alto grado de compromiso. Actualmente, tenemos un modelo complejo de iglesia, que requiere un elevado costo de inversiones, y prácticamente no se espera nada del miembro (ni siquiera hablamos de “hacer discípulos”). La mayor expectativa es que el miembro no haga nada equivocado y que sea alguien ejemplar.

Nuestra primera conclusión, cuando pensamos en “iglesia” de acuerdo con el modelo bíblico, es que se refería a personas, no a lugares ni a edificios. El Nuevo Testamento tampoco prohíbe que la iglesia se reúna en otro lugar que no sea la casa de un hermano recién convertido. Pero más importante que el lugar de encuentro, es el hecho de que la iglesia debe estar concentrada en la misión. “Cuando la iglesia se centra en la preservación de las instituciones, se distrae por las discusiones respecto del reglamento y de la estructura, en lugar de estar concentrada en llevar las buenas nuevas de la salvación, entonces sabemos que perdemos el propósito original de la organización. La iglesia no existe para sí misma como institución, sino para el bien de su pueblo y de su misión. […] Es muy importante ver a la iglesia centrada en Cristo y dirigida a las personas”.[7] Es un grupo de cristianos llamados a aprender a amar a Dios, a amarse los unos a los otros, a revelar ese amor al mundo, de donde fueron llamados, e invitar a otros a que se unan al pueblo del Señor. La iglesia debe ser un oasis, un lugar donde se curen los dolores de la vida.

El apóstol Pablo eligió establecer nuevas congregaciones en ciudades estratégicas. En su segundo viaje misionero, estableció una iglesia en Tesalónica, y esta se transformó en un modelo para otras (1 Tes. 1:7-8). Peter Wagner declaró que plantar iglesias es el método evangelizador más eficiente. Elena de White también afirmó: “Se deberían plantar iglesias. […] No se debería pedir que los pastores se establezcan en nuestras iglesias […] La iglesia debe ser educada y entrenada para realizar una obra eficaz. Sus miembros deben ser consagrados al Señor, obreros cristianos”.[8]

Para que eso se convierta en realidad, las iglesias grandes y centrales de distrito deben convertirse en centros evangelizadores y de entrenamiento de obreros, facilitando el proceso de multiplicación de nuevas congregaciones. Los pastores deben ser entrenadores y capacitadores, mientras que los ancianos deben realizar la obra pastoral local, cuidando del rebaño. Ese parece ser el modelo de la iglesia del Nuevo Testamento, y también el sistema por el cual el movimiento adventista tuvo un rápido crecimiento en el inicio de su historia. Como escuché decir hace poco tiempo: “La iglesia apostólica creció rápidamente porque no tenía miembros, solamente discípulos”.

De esa manera, como todos somos llamados a ser discípulos, todo discípulo puede transformarse en un plantador de iglesias. Nuestras diferencias de estilo, de personalidades y de dones espirituales afectarán el tipo de iglesias que iremos a plantar y nuestra función dentro de esa congregación. Una iglesia tal será un ambiente propicio para la formación de nuevos discípulos, y para su integración en el cuerpo de Cristo.

Recientemente, visité al pastor Tim Madding. Está desarrollando un proyecto innovador dentro de nuestro modelo eclesiástico, estableciendo una nueva congregación en Silver Spring (Estados Unidos). Según el pastor Madding, este proyecto que recién está comenzando no es una nueva iglesia, en el sentido de crear toda una estructura de liderazgo, departamentos y diferentes comisiones. Están utilizando un modelo de localización múltiple de plantación de iglesias, lo que favorece la maximización de recursos locales en los servicios ofrecidos a la comunidad. Tiene el objetivo de alcanzar a personas que están desconectadas de la iglesia o están buscando una oportunidad para ser más activas, determinando una diferencia en la comunidad.

Jesús declaró a sus discípulos: “A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mat. 9:37-38). Sin duda alguna, la cosecha será muy grande, y “el gran derramamiento del Espíritu de Dios que ilumina toda la tierra con su gloria, no ocurrirá hasta que tengamos un pueblo iluminado, que conozca por experiencia lo que significa ser colaboradores de Dios. Cuando nos hayamos consagrado plenamente y de todo corazón al servicio de Cristo, Dios lo reconocerá por un derramamiento sin medida de su Espíritu; pero esto no ocurrirá mientras la mayor parte de la iglesia no colabore con Dios”.[9] No fuimos llamados en este tiempo para realizar un trabajo más eficiente, fuimos llamados para terminar la misión.

Sobre el autor: Secretario asociado de la Asociación General.


Referencias

[1] United Nations Population Fund, “Urbanization”, <unfpa.org>, octubre de 2016.

[2] Elena de White, El ministerio médico, p. 403.

[3] C. Peter Wagner, Strategies for Church Growth (Ventura, CA: Regal Books, 1987), p. 50.

[4] White. Carta 262, 1903.

[5] Asociación Ministerial de la Asociación General, Guía para ancianos de iglesia (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2014), p. 11.

[6] White, Hechos de los apóstoles, p. 9.

[7] Guía para ancianos de iglesia, pp. 11, 12.

[8] White, Important Testimony, 1903.

[9] ____, Eventos de los últimos días, pp. 197, 198.