“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Esas palabras de Cristo son aplicables a todos los cristianos; sin embargo, para los pastores son especialmente significativas.

 Por diversas razones, la vida pastoral está llena de muchos desafíos y, como ser humano, el pastor también siente el impacto de las experiencias difíciles que tiene que enfrentar. El enemigo sabe que, si puede inducir al pastor a vacilar en la fe, posiblemente consiga llevar con él a muchas otras personas. Por esa razón, intensifica los ataques en todas las formas posibles.

 Un presupuesto de la vida ministerial es que el pastor no debe esperar que vaya a encontrar solamente facilidades. Es cierto que las dificultades aparecerán en su camino. Siendo así, el foco de su pensamiento debe ser la manera en que reaccionará ante los desafíos y los obstáculos.

 El evangelista Lucas, en el libro de los Hechos, relata un episodio que nos invita a reflexionar un poco más con respecto a esta cuestión. Está escrito: “Habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; pero Juan, apartándose de ellos, volvió a Jerusalén” (Hech. 13:13). La lectura más atenta de este texto nos permite identificar a dos personajes en contraste: Pablo y Juan Marcos. Pablo está yendo; y Juan Marcos, volviendo. Es decir, ambos revelan actitudes opuestas ante el mismo desafío, que era el de continuar predicando el evangelio. De esas actitudes, podemos extraer lecciones para la vida cotidiana pastoral.

DILIGENCIA Y CORAJE

 El apóstol Pablo figura como un gran ejemplo de diligencia en el trabajo del Señor. Más aún, esa es una característica notable que el apóstol de los gentiles poseía aun antes de su conversión. Era sincero en sus creencias y diligente en la defensa de ellas, actuando incluso como implacable perseguidor de los cristianos. Al transformarse en un mensajero de Dios, en tanto, esa característica en él se maximizó.

 El camino que aquel grupo de misioneros estaba tomando rumbo a Perge representaba un pronóstico de dificultades: persecución, privaciones financieras y bienestar limitado componían el escenario que los esperaba. No obstante, para el apóstol, esos problemas no eran motivo para desanimarse en el trabajo.

 A fin de superar dificultades financieras, Pablo trabajó diligentemente en su profesión, en una época en que no había un proyecto institucionalizado de manutención del ministerio: “Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma. Fue a ellos, y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas” (Hech. 18:1-3). Aunque optase por trabajar en esa actividad, el apóstol tenía plena conciencia de que Dios autorizaba a la iglesia a sustentar a sus ministros: “Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (1 Cor. 9:14).

 Pablo también sabía que su vida estaba en constante peligro. Varias veces fue apedreado, insultado, amenazado de muerte por causa de su trabajo. A pesar de eso, decía: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:21).

  El apóstol de los gentiles fue un ejemplo de entrega total e irrestricta al trabajo de Dios: “Si los ministros creen que están sufriendo asperezas y privaciones en la causa de Cristo, visiten con la imaginación el taller donde Pablo trabajaba. Recuerden que, mientras este hombre escogido por Dios confeccionaba tiendas, trabajaba por el pan que ya había ganado con justicia por sus labores como apóstol […]. Cuando en su servicio por el Señor las circunstancias parecían requerirlo, trabajaba voluntariamente en su oficio. Sin embargo, siempre se mantuvo dispuesto a abandonar su trabajo secular a fin de afrontar la oposición de los enemigos del evangelio o aprovechar alguna oportunidad especial a fin de ganar almas para Jesús. Su celo y su laboriosidad son un reproche contra la indolencia y el deseo de comodidad” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, pp.290, 292).

DESALIENTO Y COMODIDAD

 Otro personaje con el cual nos encontramos en Hechos 13:13 es Juan Marcos. Su actitud aparece como opuesta a la de Pablo. No tenemos mucha información con respecto a Juan Marcos. Al escribir el libro de Hechos de los apóstoles, Lucas no mencionó la razón por la cual retrocedió en su participación misionera. Tal vez el escritor quiso preservarlo porque, al escribir sus libros inspirados, Marcos ya se había convertido y también había llegado a ser un escritor bíblico.

 No obstante, Elena de White nos ayuda a entender por qué Marcos volvió a Jerusalén: “Marcos no apostató de la fe, pero, a semejanza de muchos jóvenes ministros, esquivó las dificultades, y prefirió la comodidad y la seguridad del hogar antes que los viajes, los trabajos y los peligros del campo misionero” (Paulo: O Apóstolo da Fé e da Coragem [Pablo: El apóstol de la fe y el coraje], p. 50).

 Al vislumbrar la posibilidad de enfrentar dificultades, Juan Marcos decidió abandonar la carrera. Él no dejó de amar el evangelio, mucho menos dejó de amar a Jesús, pero no quería arriesgarse a perder la comodidad de su casa, para trabajar en la predicación del evangelio. En otras palabras, en aquel momento Juan Marcos prefirió predicar el evangelio en el lugar en que hubiese mejores condiciones de vida y menores riesgos.

A QUIÉN IMITAR

 Existen lugares en que el trabajo pastoral se realiza en buenas condiciones de comodidad y seguridad; pero también existen otros lugares en que ese trabajo se vuelve penoso, menos confortable y hasta peligroso. Cuando nos encontramos con la oportunidad de enfrentar esos desafíos, ¿cuál de los dos modelos vamos a seguir: Pablo o Marcos?

 En algún momento, todos los pastores afrontarán dificultades en el trabajo. Aparecen en el ámbito espiritual, en forma de luchas internas y externas, tentaciones, escasez financiera, menos bienestar de lo que se imaginaba disfrutar. También pueden ser dificultades familiares. Conducir a la familia de tal manera que ella, tanto como el pastor, también ame el pastorado, se vuelve a veces un gran desafío. Trabajar lejos de familiares y antiguos amigos, problemas de relaciones con personas de temperamento difícil, cargar con el peso de decisiones complicadas, todo eso puede también ser incluido como dificultades en el camino del pastor.

 Si nuestra opción es seguir el modelo de Pablo, repetiremos sus palabras: “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Cor. 9:16). Y más: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:21). A semejanza de Pablo, podemos elegir permanecer leales a nuestra vocación y enfrentar las dificultades confiados en Jesucristo.

 En cambio, algunos pueden escoger imitar el modelo dejado por Juan Marcos, y argumentar algo así como: “Bien, prefiero la comodidad de casa a las luchas en el campo de batalla”. “Otros pueden servir a la iglesia en lugares más difíciles. Yo prefiero lugares en mejores condiciones de vivienda, ventajas financieras y bienestar material”. De hecho, quien sigue por ese camino piensa más en sí mismo, en sus propios intereses, en lugar de priorizar la misión para la cual fue convocado.

OPORTUNIDAD DE CAMBIAR

 Felizmente, la historia de Juan Marcos no termina en Hechos 13. Habiendo madurado, reconsideró su posición y volvió a contemplar más a Cristo que a las ventajas y las comodidades terrenales. Posteriormente, el mismo Pablo le escribió a Timoteo acerca de él: “Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio” (2 Tim.4:11). En la carta a los Colosenses, también escribió: “Aristarco, mi compañero de prisiones, os saluda, y Marcos el sobrino de Bernabé, acerca del cual habéis recibido mandamientos; si fuere a vosotros, recibidle; y Jesús, llamado Justo; que son los únicos de la circuncisión que me ayudan en el reino de Dios, y han sido para mí un consuelo” (Col. 4:10, 11). La transformación de Marcos representa una esperanza para todos los que también necesitan transferir el foco ministerial de sí mismos a Jesucristo.

 Que Dios nos ayude a hacer elecciones teniendo siempre como base la voluntad de Dios, no la nuestra.

Sobre el autor: Profesor en la Facultad Adventista de Bahia, Cachoeira, Rep. del Brasil.