Razón del tema
Al hablar de finanzas, unos cuantos fruncen el ceño y se preguntan si debiera tocarse este tópico entre ministros, dedicados a una labor eminentemente espiritual, y que resulta poco compatible con el mundillo tan secularizado de las finanzas. Esta idea ha llevado a muchos buenos ministros a divorciarse por completo de las finanzas de la iglesia y a trastabillar también en el manejo de sus propios asuntos financieros.
La ignorancia, en cualquier campo de la vida, jamás ha ayudado a nadie. Y si un ministro prefiere ignorar este tema, deja de lado principios que reforzarán su labor. Es innegable que una adecuada instrucción financiera, tanto en la familia como en la iglesia, fortalece la vida del núcleo familiar y de la feligresía y los lleva a una experiencia espiritual más sólida. El descuido en este frente bien puede ser utilizado por el enemigo de las almas para entrampar a los desprevenidos y arruinar su utilidad en este mundo y poner en peligro su aspiración al mundo venidero.
Descuidos y resultados
Hace muchos años conocí a Ricardo en el colegio superior. Un hombre talentoso, matriculado como estudiante del curso teológico. Poseía habilidades naturales suficientes para hacer de él un buen ministro. Su rendimiento académico era bueno y sus aspiraciones muy definidas. En cierto momento fue asignado a un distrito que incluía, además de la iglesia principal, varios grupos rurales. Debido a las precarias comunicaciones en el área rural, el campo local encargaba al ministro la supervisión financiera de los grupos. Ricardo apareció en escena y se enfrentó a la tarea. Nadie sabía que tenía serios problemas en la organización de sus finanzas personales, y decidió un día hacerse un “préstamo” de los fondos que pasaban por sus manos. Nadie lo notaría y él repondría ese dinero tan pronto recibiera el cheque de la tesorería. No era un ladrón, de ninguna manera. Jamás hubo dudas sobre Ricardo. Además, su íntima decisión era retornar el dinero inmediatamente, al recibir su cheque. Una “necesidad” sucedió a la otra y cuando llegó el momento de cubrir el “préstamo”, la cifra había subido y no era posible cancelar todo el crédito tomado. Sería necesario dejar el asunto pendiente hasta la llegada del próximo cheque. No obstante, cuando este cepo atrapa, no deja escapar a su víctima. El pobre Ricardo fue hundiéndose cada mes en mayores líneas de crédito y cuando el atraso en la llegada de los informes resultó ostensible para la tesorería del campo local y se efectuó la revisión, toda la historia de Ricardo quedó al descubierto. Estaba sobregirado en el equivalente a seis meses de salario y no contaba con recursos para cancelar sus “inofensivos préstamos”. Lo que había comenzado inocentemente, como la rápida solución dé una emergencia, se convirtió en una trampa. La desmoralización fue tal que Ricardo abandonó su ministerio, pues el estado de ánimo que su imprevisión le acarreó lo llevó a una serie de desaciertos que él mismo no pudo soportar.
Conocí el caso de Humberto que, para cubrir déficits en sus finanzas personales recurrió en una oportunidad a un préstamo de manos de uno de sus feligreses. Prometió pagar en determinada fecha, pero su desorganización financiera le impidió hacerlo y aunque repetidas veces prometió ponerse al día, no le fue posible, hasta que el asunto llegó a oídos de la administración del campo al cual servía. La mayor parte de sus miembros de iglesia estaban enterados del asunto y su predicación e influencia habían sido seriamente minados. Afortunadamente en el caso de Humberto, una mente deseosa de oír consejos y más aún de llevarlos a la práctica, y una voluntad férrea, unida a una decidida cooperación con sus dirigentes, le permitieron rehacerse, aunque conserva algunas cicatrices de su actitud impróvida.
Los dos casos narrados podrían parecer extremos, y tal vez lo sean. Sin embargo, en medio de ellos yacen decenas de otros que no revisten las mismas alarmantes características.
La raíz del problema
Hay un hecho que siempre se pasa por alto cuando se analizan los problemas financieros: el sistema y el orden en el manejo de lo que se tiene. Los dos casos citados anteriormente, por no dedicarse a atacar la raíz del problema sino a tratar sus efectos, quedaron seriamente entrampados. Ambos ministros necesitaban poner en orden sus asuntos y no tratar de resolverlos recurriendo a financiación adicional que les traería cargas mayores, careciendo al mismo tiempo de un método eficaz para manejar acertadamente lo que ya tenían, poco o mucho. La regla bíblica es válida todavía: “el que es fiel en lo poco, también en lo más es fiel”.
Importancia de la planificación financiera
Nada se puede lograr en la vida sin una cuidadosa planificación. Por ésta entendamos el análisis de una serie de opciones y un proceso de selección de un curso de acción que asegure el máximo de beneficios. Para establecer un orden económico, se requiere un presupuesto, que no es otra cosa que una asignación de recursos a objetivos bien definidos. Basta determinar los ingresos y luego proceder a asignarlos inteligentemente.
Un presupuesto no hace, por sí solo, el milagro del orden en las finanzas. Se requiere una mente ágil para ejecutarlo y voluntad para someterse a la disciplina que impone. Sin embargo, cuando el proceso se cumple repetidamente, se establece una conducta razonada en la política del gasto. Se aprende a decidir entre lo bueno y lo mejor, entre lo importante y lo prioritario. Es allí donde el presupuesto se convierte en una herramienta útil. Muchas personas elaboran un presupuesto pero nunca lo siguen, y continúan incurriendo en gastos no planeados. A los tales, serios problemas les enseñarán amargas lecciones.
Cuando aplicamos la mente a analizar la forma en la que gastamos nuestros recursos, hallamos sorpresas: despilfarro en algunos frentes, aún en presupuestos muy estrechos, y falta de atención en aspectos importantes. Jamás descubriríamos tal situación si no hiciéramos el esfuerzo de pensar.
Aplicación de la planificación financiera
Cuando descubramos la importancia del presupuesto personal y aprendamos a elaborarlo, y más aún, llevarlo a la práctica, estaremos en condiciones de aplicar sus principios a todas las situaciones en las que tengamos alguna responsabilidad para la administración de recursos, ya sea de la iglesia, de un club, de una agrupación profesional o de la financiación de un proyecto.
En el campo del ministerio, es muy útil este conocimiento para afrontar las responsabilidades financieras de la iglesia, de la escuela, de los proyectos de construcción y dotación, los planes evangelizadores, etc. Los ministros que son cuidadosos en la administración de la iglesia disfrutan de un mejor ambiente y alcanzan sus objetivos con mayor facilidad que quienes descuidan este renglón. Además, ya lo dice la inspiración, la influencia de un programa financiero bien equilibrado, en el cual los feligreses contribuyen generosamente y en forma sistemática, genera una espiritualidad mayor y los contribuyentes no son más pobres por ello. (Véase Joyas de los Testimonios, t. 1, págs. 375-386.)
Las deudas personales e institucionales
No pretenderé afirmar que jamás podremos tener una cuenta pendiente. Pero sí debo decir que nunca debería existir una cuenta, o proceso de endeudamiento, que no esté cuidadosamente estudiado, y su amortización (o pago periódico) muy bien incorporada al presupuesto de gastos e ingresos. Este principio se aplica tanto a personas como a familias e instituciones. Para muchas familias, la adquisición de una vivienda puede lograrse a través de un endeudamiento hipotecario, cuando no se cuenta con recursos más allá de la cuota inicial.
Conviene aclarar que tales endeudamientos deben ocurrir en casos muy especiales y como quedó anotado, debidamente estudiados. En términos generales, toda persona u organización debe moverse dentro de los límites de sus recursos.
Con el fin de evitar dificultades, los reglamentos de nuestra organización requieren el visto bueno de los organismos de control para todo proyecto que implique endeudamiento, y no con el fin de obstaculizar iniciativas, sino
para crear sentido de responsabilidad. La Biblia expone un sabio consejo sobre la planificación financiera: “¿Quién que va a edificar no se sienta primero y cuenta el costo? (Luc. 14: 28). Ignorar la luz de este faro ocasiona muchos naufragios. Allí está la esencia de los presupuestos, del orden, de la metodología. ¿Cuánto nos tomará convencernos de su importancia y someternos a sus reglas?
SUGERENCIAS ACERCA DE LA PLANIFICACIÓN
Institucional
Convoque al grupo responsable de la dirección del organismo que usted preside (Junta de la iglesia, la escuela, el club, etc.).
Estudie con ellos los objetivos que desean alcanzar en su labor.
Determine los recursos que serán necesarios o que puedan allegarse para la ejecución administrativa (alcanzar objetivos).
Defina las subdivisiones que conforman la institución u organización a su cargo (Escuela Sabática, Sociedad MV, Sociedad Dorcas, Agrupación de Laicos, subcomisiones, etc.).
Distribuya los recursos disponibles entre las subdivisiones, de acuerdo con su papel en la organización y su apoyo a los objetivos.
Analice las necesidades de gastos de cada subdivisión, para que el presupuesto defina límites de erogación. No use el sistema histórico, de asignar recursos en base a los apropiados el año anterior.
Desarrolle una estrategia dinámica para el uso de cualquier superávit en el presupuesto o para el fomento de ingresos adicionales.
Delegue la vigilancia administrativa en personas confiables, pero conserve líneas de comunicación para ejercer control sobre todo el cuadro financiero, sin interferir o estorbar a quienes cumplen bien su labor.
Programe reuniones periódicas con sus ayudantes para revisar la gestión.
Informe a los sostenedores del programa acerca de la planeación y luego, periódicamente, de la actividad cumplida.
Aconseje, asesore, oriente, pero no se dedique a hacer el trabajo. Forme un equipo capaz que lleve responsabilidades y tendrá tiempo para su labor pastoral.
Nunca permita que un miembro de su familia sirva como tesorero/a de la iglesia o grupo. Enseñe a otros si no hay personal disponible en su iglesia.
Evite el hábito de pensar en grande y querer realizar mucho, pero dejando que otros lleven las cargas financieras de sus ideas. Es maravilloso pensar en grande en asuntos financieros, pero asuma la responsabilidad hasta el final de la planeación.
Personal
Haga de las finanzas un asunto familiar, involucrando a todos los miembros de la familia con capacidad de entender el tema (aunque los adolescentes no entiendan todo, debe proporcionárseles entrenamiento práctico).
Coloque a la cabeza de las obligaciones los deberes para con Dios y su iglesia. En este punto me atrevo a recomendar a todos que disfruten del placer de aportar los diezmos y ofrendas del cheque mensual y no se apoyen demasiado en la idea de que la organización empleadora debe descontar esa porción. La satisfacción derivada, y la lección de esta simple práctica aprendida por la familia no son las mismas en los dos métodos citados.
Acostúmbrese a asignar partidas del presupuesto familiar de acuerdo con un estudio inteligente de sus necesidades. Hay una gran diferencia entre una necesidad y un deseo.
Atérrese al presupuesto como a un salvavidas y varíe las partidas de gastos sólo cuando haya cambios en el ingreso y en las circunstancias que motivaron las asignaciones de gastos.
Cuando tenga que recurrir al crédito o al préstamo, esté seguro de haber estudiado sus recursos para poder cumplir con el pago oportuno de tales créditos. Es preferible privarse de algunas cosas antes que verse asfixiado por deudas que exceden su capacidad financiera.
Haga tan fuerte su experiencia en este campo como le sea posible. Como pastor tendrá que aconsejar y ayudar a muchos que afrontan estos problemas.