Arrio de Alejandría, pensador y escritor del siglo IV de nuestra era, negaba la preexistencia eterna de Jesucristo. Llegó a ser el padre del arrianismo, cuyos seguidores además niegan la personalidad del Espíritu Santo. Para los partidarios de esta postura, la doctrina de la Trinidad aparece como una estructura teológica artificial y, consecuentemente, absurda y sin valor. A pesar de esto, para una gran cantidad de cristianos es una doctrina fundamental, ya que tiene que ver estrechamente con el conocimiento de Dios. Ese conocimiento ejerce una poderosa influencia sobre todos los conceptos y las ideas que la persona puede tener acerca del Ser divino como objeto de adoración.

De acuerdo con Augustus H. Strong, en su Systematic Theology [Teología sistemática], “la doctrina de la Trinidad se puede exponer mediante las siguientes seis afirmaciones: 1) Las Escrituras asignan el nombre de Dios a tres Personas. 2) Las presentan de tal manera que las debemos reconocer como seres distintos. 3) La triple personalidad de la naturaleza divina no está limitada en el tiempo, sino que es inmanente, y a la vez eterna y trascendente. 4) Esa triple personalidad no implica la existencia de tres dioses, porque, aunque sean tres Seres diferenciados, en esencia son un solo Dios. 5) Las tres Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, son iguales. 6) Aunque no se pueda explicar, esta doctrina es la clave de todas las otras enseñanzas de la Biblia”. La Trinidad no es mera especulación intelectual o teológica: es el fundamento de la Teología, y afecta a las creencias y las prácticas religiosas del ser humano.

Por lo tanto, no puede tratarse de un tema sin importancia. Según opina el teólogo adventista Raoul Dederen, “si la doctrina de la Trinidad es verdadera, los que la rechazan no adoran al Dios de las Escrituras. Si es falsa, entonces, los trinitarios, al honrar al Hijo y al Espíritu Santo, se hacen culpables de idolatría” Por esta razón, el dilema que enfrentan muchos cristianos es el siguiente: ¿Debemos rechazar la doctrina según la cual “hay un solo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, una unidad de tres Personas coeternas” porque no la podamos entender humanamente, o seguiremos aceptándola como destinada a abarcar valores vitales, necesarios para la fe cristiana?

Gerhard Pfandl, en el presente número del Ministerio, proporciona elementos que nos ayudan a responder afirmativamente la última parte de la pregunta que acabamos de formular. Sí, porque aunque la Biblia no la define formalmente, la doctrina de la Trinidad se basa en ella; es decir, en las declaraciones del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Y porque, además, según lo expresa el teólogo Louis Berkhof, “se trata de una doctrina que no habríamos conocido, ni habríamos sido capaces de sustentar con algún grado de confianza basándonos sólo en la experiencia, o porque la llegamos a conocer por revelación directa de Dios. Por lo tanto, es de suma importancia reunir las pruebas bíblicas que le dan fundamento”.

Sobre el autor: Director de Ministerio, edición de la CPB.