Hace tiempo leí lo que dice la Hna. White respecto de un incidente de la vida de Moisés. Algunas personas influyentes del pueblo de Israel iniciaron un movimiento para cuestionar el liderazgo del hombre que Dios había escogido. Coré, Datán y Abiram estaban ciegos de envidia y del deseo de supremacía. La base de sus argumentos era esta: si Dios liberó a todo este pueblo y lo trajo hasta aquí, es porque todos somos santos y contamos con su favor. No necesitamos -decían- un líder tan severo e intransigente como Moisés. Lamentablemente, la mayor parte del pueblo se plegó a la propuesta de los rebeldes.
Coré pertenecía a la tribu de Leví, y quería ser sacerdote. Sedujo a dos amigos: Datán y Abiram, príncipes de la tribu de Rubén, con la idea de que ellos asumieran el gobierno civil. Además, reclutó para su causa a más de doscientos cincuenta príncipes de su propia tribu, a quienes ofreció el sacerdocio en lugar de Aarón.
La mayor parte del pueblo estaba bajo la influencia de estos malignos rebeldes. ¡Qué crisis! tina situación sumamente difícil, por cierto. ¿Cómo podía actuar Moisés? ¿Qué argumentos podía usar para convencer a la multitud de que permaneciera fiel a su liderazgo? ¿Cuál era la actitud correcta? ¿Qué se podía hacer? ¿Qué decir? ¿Cuál podría ser la mejor estrategia para enfrentar ese movimiento?
Piense ahora, por un momento, en su tarea de pastor. Piense en las situaciones difíciles que tiene que enfrentar algunas veces, en las crisis con las que tiene que lidiar. Piense en las personas complicadas que a menudo interfieren en su ministerio. Hay muchos críticos dando vueltas por ahí. Están también las dificultades características del lugar en el que usted trabaja: carencia de recursos, falta de colaboradores. Hay incomprensión de parte de algunos. A veces tiene que soportar injusticias. Además, están sus propias limitaciones, sus conflictos más íntimos, las tentaciones que lo asaltan.
Después de esa reflexión, tal vez le sea posible tener una idea de cómo se sintió Moisés en ese momento difícil. Entonces, imite la actitud que él asumió frente a la crisis. ¿Cómo reaccionó?
Lo primero que percibimos en este gran líder del pueblo de Dios es que era consciente de que la primera solución para las crisis consiste en con fiar en Dios y dejar que él actúe. Moisés lanzó un desafío. Al día siguiente debían comparecer todos, para que el Señor les mostrara sin duda alguna quiénes eran sus líderes escogidos. Hubo una tremenda demostración de cómo obra Dios para proteger la reputación de sus escogidos y fortalecer su liderazgo.
Entonces, Moisés dijo: “Mas si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriere su boca y los tragare con todas sus cosas, y descendieren vivos al Seol, entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová” (Núm. 16:30) Y Dios obró: “Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos. Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes
Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación” (vers. 31-33).
Fue una gran destrucción. Dios honró a sus escogidos. Y su acción divina fue inédita, inimaginable, sorprendente, inesperada, fuera del curso natural de las cosas. Dios obra y resuelve conflictos mediante las situaciones y las circunstancias más improbables e imposibles. Y lo hace como nadie lo haría, y más allá de lo humanamente posible.
Frente al sepulcro de Lázaro, Cristo dijo: “¡Lázaro, ven fuera!” (Juan 11:43). Con los trescientos hombres de Gedeón derrotó un ejercito “innumerable” que era “como langostas” (Juec. 6:5). Con el toque de las trompetas y los gritos de la multitud derribó los poderosos muros de Jericó. Así obra Dios, muchas veces de manera inesperada, improbable y sorprendente. Nunca se limita ni a las circunstancias ni al tiempo. Además, no depende de ellos para hacer maravillas.
Y así precisamente puede actuar en su vida. Confíe en él y entréguele todos sus cuidados, planes, sueños, metas, talentos y recursos; su influencia y su reputación. Y también sus limitaciones. Para cada Goliat que aparece en la vida, Dios tiene un David, una solución improbable y humanamente imposible, pero plenamente eficaz. F.sa seguridad me ha ayudado a seguir en mi ministerio, a pesar de todas las adversidades Esta también puede ser su experiencia.
Sobre el autor: Secretario asociado de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana