Los estudios y las predicaciones sobre el libro del Apocalipsis son más comunes durante crisis económicas, guerras o pandemias. En este contexto, no es raro ver opiniones en redes sociales o podcasts intentando interpretar estos eventos a la luz de la escatología. Muchas veces, esos ambientes fomentan la especulación y enfatizan temas que no merecen tanto nuestra atención. Se debaten asuntos como las bestias o las señales del fin del mundo, pero el centro de las Escrituras, el centro de las profecías, Jesucristo, es relegado a la periferia de nuestra atención.

Varios estudiosos nos invitan a estudiar la Biblia de manera cristocéntrica, especialmente el libro del Apocalipsis. Grant Osborne, por ejemplo, afirma: “Desde el principio, Juan quería que el lector entienda que este “Jesucristo”, que se encarnó, se reveló en forma humana, murió en la cruz y resucitó es el mismo que media las visiones en el Apocalipsis” (Apocalipse: Comentário Exegético, p. 57). De acuerdo con Simon J. Kistemaker, “cuando Jesucristo comparte la revelación que recibió, en este momento se convierte en su propia revelación. Además, el título de este libro también puede significar que Jesucristo presenta una revelación sobre él mismo” (Comentário do Novo Testamento: Apocalipse, p. 107). Para Ranko Stefanovic, “el libro del Apocalipsis es quitar el velo de Jesucristo –su revelación–, la cual revela su ministerio posterior al Calvario en favor de la iglesia. El Apocalipsis, así como las Escrituras del Antiguo Testamento (Juan 5:39), testifican acerca de Cristo” (La revelación de Jesucristo, p. 58). Según Jon Pauline, este libro, “en última instancia, es la revelación de Jesucristo. El mensaje del libro es sobre el Cordero sacrificado, aquel que derramó su sangre para que pudiéramos vivir. Es la base para tener una vida auténtica” (Las siete claves Del Apocalipsis, p. 137).

Estoy convencido de que el Apocalipsis es uno de los libros más cristocéntricos de la Biblia. Este libro habla de su nacimiento (Apoc. 12:13), su muerte (Apoc. 1:5), su resurrección (vers. 18), su entronización (Apoc. 5), su ministerio en el Santuario como cordero sacrificado (Apoc. 5:6), su derramamiento de sangre en el altar (Apoc. 12:11) y su actuación como Sumo Sacerdote (Apoc. 15:8). Finalmente, el libro apunta a su glorioso regreso (Apoc. 1:7; 22:7, 12, 20). Considerando todo esto, no hay duda de que nuestro enfoque debe apelar a lo que él es y hace, a través de la lente de este libro tan actual y relevante.

Creo que hay muchas personas que buscan el sentido de la vida, y Cristo es la respuesta para esos corazones angustiados. Por eso, en nuestras exposiciones, no transformemos el libro del Apocalipsis en un aula de historia o en explicaciones sin fin de gráficos y diagramas proféticos. Que la nota tónica sea lo que Elena de White afirmó: “Dejen que hable Daniel, dejen que hable el Apocalipsis, y que ellos digan qué es verdad. Pero sea cual fuere el aspecto del tema que se presente, ensalcen a Jesús como el centro de toda esperanza, ‘la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana’ ” (Testimonios para los ministros, p. 134).

Sobre el autor: Secretario ministerial para la Iglesia Adventista en Sudamérica