La esposa del pastor tiene un lugar especial en el ministerio

Una de las grandes crisis que todas las personas enfrentan en algún momento de la vida está relacionada con el propósito de su existencia. Eso no es diferente con la esposa del pastor. Hace no mucho tiempo, al hablar a un grupo de unas cuarenta esposas de estudiantes de Teología, les hice la siguiente pregunta: ¿Por qué están aquí?

Buena parte de ellas, algunas hasta con lágrimas en los ojos, respondieron que estaban allí por causa de su esposo. Otras, que estaban allí para no impedir la realización del sueño de su esposo. Hubo quien dijo que no le gustaba estar allí, sino que la decisión había sido de su esposo. Felizmente, otras afirmaron que, si bien habían llegado al seminario con pensamientos semejantes a esos, habían comprendido, a lo largo de su desarrollo, que Dios tenía un plan para ellas, y no solo para sus respectivos esposos.

¿Por qué fuiste llamada? ¿Y con respecto a ti? ¿Por qué estás donde te encuentras? ¿Con cuál de las respuestas presentadas por ese grupo te identificas?

Llevo quince años de ministerio pastoral junto a mi esposo y, a lo largo de ese período, encontré muchas esposas frustradas, deprimidas, lastimadas, resentidas, infelices, negativas, sufrientes. También, encontré muchas realizadas, felices, agradecidas, dedicadas, total mente entregadas al ministerio pastoral. Mi pregunta es: ¿De qué lado de la balanza te encuentras?

Independientemente del grupo en el que estés, es importante comprender lo que Dios tiene concebido para ti. Ese conocimiento marcará la diferencia, y te dará la real motivación para una vida feliz.

Dice el Señor: “Pues yo sé los planes que tengo para ustedes” (Jer. 29:11, NTV). Siempre que leo este texto, me emociona la certeza de que lo que realmente importa no es lo que los miembros de la iglesia piensen acerca de mí, ni lo que otros colegas o la administración del Campo opinen. Tampoco me importa lo que yo pienso acerca de mí misma. Lo que realmente marcará la diferencia en nuestra vida es comprender lo que Dios piensa acerca de nosotros. Necesitas entender urgentemente cuál es el propósito para el cual te colocó en el lugar en el que estás; y, créeme, eso no tiene nada que ver con tu esposo.

Dios tiene planes, sueños y proyectos exclusivos para tu vida, independientemente de los que tiene para la vida de tu esposo. Evidentemente, los propósitos divinos terminan entrelazándose; a fin de cuentas, son una sola carne. Pero, Dios no te ve como un apéndice o una extensión de tu esposo; como si alguien pudiera decir: “Ya que él tiene planes para el pastor, consecuentemente, tiene que arreglar alguna cosa también para su esposa”. ¡Absolutamente, no!

En caso de que tengas alguna duda con respecto a esto, presta atención a estas declaraciones de Elena de White:

Misión especial

“El Señor tiene una obra para las mujeres así como para los hombres. Ellas pueden ocupar sus lugares en la obra del Señor en esta crisis, y él puede obrar por su medio. Si están imbuidas del sentido de su deber y trabajan bajo la influencia del Espíritu Santo, tendrán justamente el dominio propio que se necesita para este tiempo. El Señor reflejará la luz de su rostro sobre estas mujeres abnegadas, y les dará un poder que exceda al de los hombres. Pueden hacer en el seno de las familias una obra que los hombres no pueden realizar, una obra que alcanza hasta la vida íntima. Pueden llegar cerca de los corazones de las personas a quienes los hombres no pueden alcanzar. Se necesita su trabajo” (The Review and Herald, 26 de agosto de 1902).

“Podemos decir con seguridad que la dignidad e importancia de la misión y los deberes distintivos de la mujer son de un carácter más sagrado y santo que los deberes del hombre” (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 619).

“La mujer no conoce su poder. […] Mediante sus trabajos misioneros, ellas pueden alcanzar a una clase que no pueden alcanzar nuestros ministros […] Hay una obra descuidada o hecha imperfectamente, que podría realizarse plenamente con la ayuda que las hermanas pueden dar” (El ministerio de la bondad, pp. 152, 153).

“Por vuestras fervientes oraciones de fe, podéis mover el brazo que mueve el mundo” (El hogar cristiano, p. 239).

Teniendo en mente esas afirmaciones, puedes preguntarte: ¿De quién se dice que no conoce el poder que tiene; que recibiría una gran medida de poder; que lleva adelante una misión sublime; que podría alcanzar a personas a las que el pastor (su esposo) no puede? Es más, ¿de quién se dice que, estando de rodillas, puede mover el brazo bendecidor de Dios.

Entrega completa

¡Esa persona tan honrada por la Majestad del cielo no es otra sino tú! Por lo tanto, no necesitas lamentarte, llorar o considerarte un apéndice de tu esposo; ni sentirte infeliz por creer que ocupas un lugar que no deseas, que haces cosas que crees que no te gustan, y te sacrificas participado solo para agradar a tu esposo.

Por favor, ¡no! Dios siempre tuvo sueños, planes maravillosos, un propósito grandioso, al llamarlos a ti y a tu esposo al ministerio. Él no solo pensó en tu esposo, también te tuvo en mente a ti. Créelo: estás en el lugar en que estás porque Dios tiene un propósito especial para cumplir en ti, a través de ti y para ti.

Entrégate alegremente, a fin de que puedas ser totalmente usada por Dios; escucha y percibe, mientras va revelando los planes que trazó para tu vida. Él tiene grandes proyectos para ti. Te capacitó con dones especiales para que los emplees en su causa. ¡Avanza confiada! No centres tu atención en las dificultades, ni en las eventuales frustraciones y cosas desagradables que nos suceden. Dios tiene algo mayor que todo eso.

Solo él sabe hasta dónde te conducirá y lo que puede conquistar por medio de ti, si permites que él utilice todos los dones que te fueron concedidos. Si en algún momento te crees incapaz, recuerda que la causa es de él. Nuestra parte es, sencillamente, ponernos a su disposición, en la familia, en la iglesia y en el campo de trabajo, a fin de que él cumpla, tanto en nosotras y como por medio de nosotras, sus propósitos para la iglesia y para el mundo.

Sométete alegremente al Maestro, ponte a su disposición, y encontrarás la genuina motivación del servicio, disfrutando de la felicidad resultante de estar en el centro de la voluntad divina.

Sobre la autora: Psicóloga, esposa de pasto en la Asociación Norte Paranaense, Rep. del Brasil