Recuerdo con cariño la primera visita pastoral que recibí. Era un miércoles. Mi esposa había llegado recién del trabajo y me preparaba para el culto cuando recibí la llamada de un director de departamento de la Asociación preguntándonos si podía hacernos una breve visita antes de dirigirse a la iglesia en la que iba a predicar.

 Pocos minutos después, escuchamos el intercomunicador, que anunciaba la llegada de nuestro visitante. Curioso, salí a su encuentro en el portón mientras mi esposa preparaba un refrigerio para recibirlo. Lo que ocurrió a continuación calmó nuestro corazón y marcó nuestra experiencia como miembros de iglesia. Con simpatía, aquel pastor nos dio su atención, escuchó nuestras percepciones en relación con el momento que estábamos viviendo y nos dijo palabras muy apropiadas para la ocasión. La visita no duró más que media hora, pero quedó registrada en nuestro recuerdo como una demostración del cuidado de un pastor por sus ovejas.

 A lo largo del tiempo, me he encontrado con personas que dicen no haber recibido nunca la visita del pastor cuando, de hecho, fueron visitadas, pero ya no lo recuerdan. Debemos observar más de cerca ese fenómeno, que es más común de lo que imaginamos, especialmente en el contexto en el que estamos viviendo. Por eso, es oportuno preguntar: ¿Qué hace que la visita pastoral sea recordada? Al reflexionar sobre el tema, arribé a algunas respuestas. Probablemente también tengas otras explicaciones que, sumadas a estas, ayuden a componer el mejor diagnóstico y la solución a un problema que es común a todos nosotros.

 Para muchas personas, la visita del pastor se vuelve inolvidable cuando él es sensible a sus necesidades. Ante una crisis familiar, enfermedad, luto, fragilidad emocional, dificultad financiera o lucha espiritual, la intervención pastoral sirve como bálsamo que trae alivio y curación a las personas heridas. ¡Cuántas personas testifican de la presencia de pastores que pasaron por su vida y fueron fundamentales en momentos difíciles! “El pastor me visitó cuando me sentí solo”. “Ya no veía ningún sentido en ir a la iglesia, pero la iniciativa del pastor de visitarme me salvó de la caída espiritual”. Esos y otros ejemplos ayudan a componer un bello cuadro de cómo la visita pastoral marca la diferencia en la vida de los miembros de iglesia.

 Pero, la visita pastoral no es notable solo cuando las personas están necesitadas. Compartir momentos de alegría con ellas también es una forma de influir espiritualmente. De hecho, es importante ayudarlas a mantener en perspectiva que “toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto” (Sant. 1:17). Así, visitar a los miembros de iglesia en ocasión de su cumpleaños, sus bodas, el nacimiento de un hijo o un nieto, una graduación u otro motivo de alegría es una oportunidad de dirigir su mirada hacia las bendiciones de Dios y hacia la presencia de la iglesia en las cosas cotidianas de la vida.

 Hablando de lo cotidiano, las personas también tienden a guardar en la memoria la visita del pastor que comparte con ellos una comida, aunque sea simple. No quiero incentivar a la intemperancia, sino destacar que los miembros de iglesia se alegran cuando su pastor comparte una comida con ellos. Recuerdo un matrimonio que me relató con admiración la historia de un pastor amigo que había comido con ellos un poco de sandía en un contexto familiar de cambios. La sencillez de aquel siervo de Dios abrió caminos para que aquella pareja tuviera el trabajo ministerial en alta consideración y se comprometiera con las actividades de la iglesia.

 Ya sea en momentos tristes o alegres o compartiendo una comida sencilla, los miembros de iglesia tienden a recordar con cariño la visita del pastor. En realidad, a veces, lo que hace que la visita pastoral sea inexpresiva es la disposición del pastor de visitar basado en su agenda personal, sin considerar en detalle el contexto de las personas a las que sirve. Por lo tanto, recuerda que la visitación pastoral no se trata de estar en la casa de las personas, sino de estar efectivamente presente en su vida.

Sobre el autor: Editor de la revista Ministerio, edición de la CPB.