El ministerio está inserto en un mundo cada vez más complejo y desafiante. Predicar el evangelio y contribuir al crecimiento espiritual de los miembros del cuerpo de Cristo son metas que requieren pastores espirituales, capacitados para tratar con las personas, capaces de dirigir la iglesia, eficientes en el liderazgo y enfocados en la misión. Con esto en mente, uno de los propósitos que el liderazgo de la División Sudamericana definió para el próximo quinquenio es fortalecer el sentido de vocación pastoral a través de las llamadas competencias ministeriales.

En esta entrevista, el pastor Lucas Alves, secretario ministerial de la Iglesia Adventista en Sudamérica, presenta información sobre estas competencias y también lo que se espera de ellas. Nacido en Picos, Piauí, Brasil, Lucas Alves ha sido pastor durante veinte años y ha servido en diferentes funciones. Fue evangelista, capellán escolar, pastor de distrito, director de departamento, presidente de Asociación, administrador de Unión y, desde 2015, trabaja en la sede sudamericana de los adventistas. Junto a Nerysângela, su esposa, son padres de las adolescentes Ângela y Sophia.

¿Qué son las competencias ministeriales?

Las competencias ministeriales son características pastorales que, en conjunto, buscan reafirmar el perfil del pastor y, así, establecer medios que contribuyan a su crecimiento integral. Por lo tanto, se hace énfasis en una visión más equilibrada y orientada al pastor en sus diferentes áreas de actuación.

Creo que cuanto más invertimos en el pastor, más contribuimos a su desarrollo y, como consecuencia, al de la iglesia; y esto es fundamental.

¿Cómo fue el proceso de elaboración de las competencias?

En primer lugar, hemos hablado con los líderes de la División Sudamericana sobre la necesidad de un plan de trabajo que alcanzara al pastor, independientemente de su área de actuación. En estos diálogos llegamos a la conclusión de que escucharlos sería una parte esencial del proceso. Por eso, invitamos a algunos pastores de distrito de diferentes regiones de América del Sur a participar en la elaboración de las competencias.

Luego, invitamos a administradores, profesores de Teología y pastores del área de Educación y seguimos el mismo procedimiento, a fin de contextualizar los indicadores de las competencias según su área de especialización. Finalmente, presentamos las competencias a los miembros de iglesia, a los líderes y a los pastores mismos para que hagan observaciones. Fue un largo proceso de elaboración, que duró casi dos años, pero puedo garantizar que fue muy participativo.

¿Qué actividades ministeriales estarán acompañadas por las competencias?

Antes de ver lo que hará el pastor, nuestro propósito inicial se centra en lo que él es. Por eso comenzamos con su crecimiento personal; diría que este es el punto crucial. Luego entran en escena sus relaciones interpersonales, su esfuerzo en la administración eclesiástica, su liderazgo cristiano basado en sólidos principios bíblicos y la pasión por predicar el evangelio, es decir, su concentración en la misión.

¿Qué se espera con la implementación de las competencias ministeriales en América del Sur?

Nuestro sueño es que cada pastor sudamericano viva el ministerio al máximo, mantenga el brillo en sus ojos a lo largo de los años, sea incansable en llevar a las personas a Cristo, nunca deje de crecer, se sienta inspirado en sus horas de comunión y se prepare para el encuentro con el Señor junto a su familia y su iglesia. En estos días, como dijo John Piper, necesitamos “pastores saturados de textos bíblicos, centrados en Dios, que exalten a Cristo, que se sacrifiquen, que movilicen misiones, que ganen almas y que confronten la cultura” (Irmãos, Nós Não Somos Profissionais [Hermanos, nosotros no somos profesionales], p. 10). Para que esto suceda, debemos crecer “en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Efe. 4:15).

¿Cómo se llevará a cabo el proceso de evaluación de las competencias?

Antes que nada, es importante enfatizar que la evaluación es una parte importante del proceso, pero no es todo. Es necesario verlo como un movimiento creciente que involucra orientación, seguimiento y evaluación. En ningún momento podemos perder esto de vista. La evaluación se basa en los indicadores de cada competencia. Por ejemplo, en crecimiento personal, los indicadores son: comunión personal, formación ministerial, familia, finanzas y salud. Así, cada competencia tiene sus indicadores relevantes.

Además, quiero destacar que los presidentes de campo, directores de departamento, tesoreros, secretarios, pastores de distrito e institucionales y profesores de Biblia y Teología serán evaluados de acuerdo con sus competencias. También hay que decir que este proceso no se llevará a cabo sin capacitación y autoevaluación, ya que necesitamos familiarizarnos y despejar todas las dudas, para solo entonces ponerlo en práctica.

Finalmente, la evaluación se realizará por personas de diferentes áreas, lo que nos acerca a una propuesta de evaluación en 360º, algo muy interesante para ayudar a los evaluados. La idea es que ocurra una vez al año o cada dos años, según cada Unión decida. Inmediatamente después de la evaluación, el evaluador responsable debe crear un plan de acción basado en el resultado, con el objetivo de ayudar al evaluado a crecer en todas las áreas del ministerio.

Al estructurar este proceso, ¿identificaron alguna amenaza para su ejecución?

Sí, las amenazas siempre existen, y puedo decir cuáles son las principales: falta de acompañamiento pastoral franco y honesto; énfasis exagerado en la evaluación; falta de un plan de desarrollo pastoral; exclusión del discipulado en el contexto ministerial; enfoque en programas y proyectos, y no en las personas; limitación de la visión de las competencias solo a la Asociación Ministerial; y la desconfianza. Creo que es posible superar todo esto cuando entendemos que formamos parte del cuerpo de Cristo, y debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para nuestro crecimiento y para el desarrollo de quienes nos rodean. Elena de White afirmó que “el secreto de nuestro éxito en la obra de Dios se hallará en el trabajo armonioso de nuestro pueblo. […] Todo miembro del cuerpo de Cristo debe desempeñar su parte en la causa de Dios, de acuerdo con la capacidad que Dios le ha dado. Debemos avanzar juntos para vencer obstrucciones y dificultades, hombro con hombro y corazón con corazón” (Servicio cristiano, p. 95).