Situada en las arenas que bordean el Mediterráneo. Cesárea fue reconstruida en gran escala entre los años 22 y 10 AC por Herodes el Grande, y sirvió como la capital de la provincia romana de Palestina por unos sesenta años. Sus 3.200 manzanas albergaron aproximadamente a un cuarto de millón de habitantes, un coliseo con una arena mayor que el de Roma, un puerto marítimo y un hipódromo con capacidad para 30.000 personas. (Este hipódromo fue el escenario de la matanza de 20 000 judíos después de la conquista romana de Jerusalén en el año 70 DC.) Cesárea podía jactarse de un sistema de cloacas muy peculiar, lavado por el mar. por debajo de toda la ciudad, y acueductos pintorescos que proveían de agua dulce de fuentes distantes unos 20 kilómetros.1

Durante once años la Universidad de Loma Linda participó en la excavación arqueológica de Cesárea Marítima en Israel, patrocinada por la American Schools of Oriental Research y dirigida por el Dr. Roberto Bull de la Universidad Drew. Mil quinientos voluntarios contribuyeron al lento proceso de excavación de este importante lugar. Aunque hasta la fecha se ha excavado solamente poco más de una hectárea, las excavaciones han arrojado luz sobre una gran comunidad de cristianos judíos y romanos que vivieron en esta ciudad, la que proveyó infamación particularmente interesante para los estudiantes del Nuevo Testamento.

La comunidad en Cesárea es rica por su herencia bíblica. Fue el hogar de Poncio Pilato, un prefecto (más tarde llamado “procurador”) de Judea, y también fue el distrito de evangelización de Felipe, uno de los siete diáconos escogidos por la iglesia primitiva. (Véase Hech. 6: 5.) Su predicación lo llevó a Cesárea como uno de los “pueblos” de su circuito de evangelización. Aparentemente le gustó la naturaleza metropolitana de esta ciudad capital y se quedó allí veinte años o más logrando establecer una rica comunidad cristiana. Cuando el apóstol Pablo finalmente visitó Jerusalén por última vez y pasó por Cesárea, Felipe residía allí con cuatro hijas en edad suficiente como para ser profetisas.2 A menudo Pablo comenzó sus viajes en Cesárea, y en todo su ministerio se mantuvo en contacto con esta gran ciudad y su creciente comunidad cristiana cuyo número llegaba tal vez a 15.000 en el año 66 DC.3

Como centro de evangelización, Cesárea era ideal debido a que estaba en la encrucijada de los caminos de la provincia romana y tenía un hermoso puerto que, de acuerdo con Josefa, era único en los tiempos antiguos. Josefa dice que Herodes “echó en una profundidad de veinte brazas, piedras que en su mayor parte tenían 50 pies de largo, 9 de espesor y 10 de ancho, y algunas eran más grandes aún… [Estaba rodeado por una] pared de piedra provista de grandes torres, de las cuales la principal y la más bella se denominó Drusio, por Druso, yerno de César”.

El evangelio a los gentiles fue predicado por primera vez en Cesárea, no por Pablo o Felipe, sino por Pedro, de acuerdo con el relato bíblico de Hechos 10: 34-43. En el sermón de Pedro a la familia de Cornelio obtenemos un vistazo del kerygma apostólico: la resurrección y la ascensión de Jesucristo, su imparcialidad en la salvación y el testimonio de los apóstoles acerca del plan de Dios. Este sermón culminó con el bautismo de Cornelio en Cesárea.

La ciudad misma figuró prominentemente en la etapa final de la carrera de Pablo. Por su propia seguridad, el apóstol fue guardado allí aparentemente bajo arresto domiciliario en el palacio de Herodes durante dos años bajo el procurador Félix (véase Hech. 23: 23, 35). Festo, el sucesor de Félix, también dejó a Pablo prisionero allí.

(Continuará.)

Sobre el autor: V. Bailey Gillespie es profesor de teología y personalidad cristiana en la Universidad Loma Linda, Loma Linda, California, y sirvió como Director Administrativo de la excavación de Cesárea patrocinada por ASOR en 1980.