¿Le gustaría que su esposa se sintiera la persona más especial del mundo sin tener que gastar ríos de dinero? La verdad es que nadie puede hacer eso mejor que usted: el esposo. Entonces ponga en práctica las siguientes sugerencias. Le puedo garantizar que su satisfacción conyugal convertirá la vida de los dos en algo más reluciente que el oro puro.

Sacrifiqúese por ella. Dispóngase a renunciar a algo que a Ud. le guste o que quiera hacer, con el fin de satisfacerla. Déle el pedazo más grande del postre, el último bocado de la caja, las llaves del auto. Muchos hombres dicen que darían la vida por sus esposas, pero no dejan de ver el partido de fútbol para caminar con ellas por la playa. ¿Sacrificaría usted una llamada telefónica mientras están almorzando, si supiera que a su esposa no le gusta que la interrumpan en un momento como ése?

Escúchela. Acepte lo que dice. Escúchela con interés. No la censure, renuncie a la crítica mordaz. Mírela directamente a los ojos. Déle la misma atención que le da a los que lo buscan en el trabajo. Su esposa necesita sus oídos, no sólo su corazón. Esté dispuesto a oírla durante el día y no sólo a las 23:55, cuando su cerebro ya se fue a dormir y su cuerpo anhela unírsele. Recuerde que cuando su esposa tiene una necesidad emocional no necesita escuchar un sermón. Sé que a usted le gusta predicar, pero resista la tentación de predicarle a ella.

Tóquela. A la mayor parte de las mujeres les gusta que sus esposos las toquen ya sea en público o en privado. Tómela de la mano. Ponga su brazo sobre su hombro. No necesita hacer un show; sólo permita que su toque le muestre a los demás que su interés primordial gira en torno de su esposa. Si no está seguro de cuánto afecto público le gusta, pregúntele. Si usted no es del tipo romántico, tendrá que esforzarse por serlo. Comience tomándole la mano cuando están juntos. Cuando se sienten, ponga su brazo sobre su hombro y déle un suave apretón. Ser esposa de pastor es muchas veces un empleo frío y muy poco apreciado. Ella necesita el afecto de un marido cariñoso, y eso es algo que usted puede dar.

Esté con ella en público. No la deje sola en medio de la multitud para hablar con gente que le interesa a usted. Estén siempre juntos. Algunos pastores se ocupan tanto de los miembros de su iglesia el sábado que casi nunca se dan cuenta de la presencia de sus esposas. Claro, usted está ocupado, pero eso no impide que le haga una pequeña atención y que le diga que pronto estará con ella. Si no está con los niños, ¿por qué no hacerla partícipe de la conversación que está sosteniendo? O, ¿por qué no buscar a alguien que se quede con los niños para que ella pueda estar con usted un poco más? Asegúrese de que siempre que sea posible estén juntos. Los resultados lo van a sorprender. Elógiela en público. No la critique nunca. Nunca la humille. Enaltézcala siempre. Si usted dice palabras amables acerca de su esposa, estará confirmando que acertó al elegirla. Y ella ciertamente se las retribuirá. El apoyo mutuo de la pareja en público es tan importante como lo es en privado.

Comparta sus responsabilidades. Pregúntele en qué la puede ayudar. Sorpréndala con su preocupación. Es muy fácil para el pastor acostumbrarse a delegar responsabilidades, tanto que se puede olvidar de que también necesita hacer algún trabajo voluntario en la casa, o apoyar a su esposa en el desempeño de sus deberes. Cierto consejero matrimonial dice que los divorcios serían raros si las parejas aprendieran a decir al comienzo del día: “¿Qué quieres que haga hoy por ti?” O: “¿Qué puedo hacer para que éste sea un día feliz para ti?” Eso significa hacer la cama o limpiar el baño de vez en cuando.

Dígale que la admira. Dígale que es atractiva, talentosa y amable. Admire su cuerpo y su personalidad. ¿Cuándo miró usted a su esposa por última vez? ¿O cree que es demasiado viejo para esas cosas? Mire a la novia de su juventud y admire su belleza. Elogie algo que usted realmente admira en ella, y verá que ella se pondrá más linda aún.

Respétela. No pasó de moda abrirle la puerta o llevarle los paquetes a la esposa. Y aunque así fuera, a las mujeres les gustan los hombres a la antigua. Si usted realmente la respeta, le hablará por teléfono para avisarle que llegará más tarde, no trabajará todas las noches de la semana, la llevará a pasear por lo menos una vez al mes y la consultará antes de llevar gente a la casa. Hará todo eso y mucho más sin protestar.

Sea un padre comprensivo. Hoy muchas esposas de pastores se quejan: “¿Por qué dice todas esas cosas en el púlpito, y cuando llega a casa las olvida? Si pudiera oír sus propios sermones sería un padre maravilloso”. Si usted descubre que no está poniendo en práctica todo lo que predica, quiere decir que necesita ayuda. Salvar a sus hijos es su primera misión. Todo administrador estará de acuerdo con esta afirmación.

No permita que los conflictos con sus hijos produzcan tensiones en su relación matrimonial. No vale la pena. Procure consejo. Y no presente la excusa de que donde usted vive no hay consejeros cristianos, y que parece raro que un pastor tenga que solicitar ayuda. No es necesario que el consejero sea adventista para ayudarlo. Existen muchos consejeros excelentes, con una conducta moral óptima, fuera de los círculos de la denominación. Incluso Dios lo podría estar ayudando a dar su testimonio personal ante ese consejero. Usted podría estar necesitando a ese consejero en su iglesia, y la única forma como ese hombre podría llegar a conocer el evangelio es por medio de usted. No trate de argumentar que no es conveniente conseguir un consejero porque teme lo que dirán sus colegas y los miembros de la iglesia. Los hermanos seguramente comprenderán la situación. Lo apreciarán más por buscar ayuda. Diga solamente: “No nací padre, y es sumamente importante que aprenda a ser un buen padre para poder conducir a mis hijos por los caminos que Dios desea que recorran. Estoy procurando la ayuda que necesito”. Los críticos, por su parte, siempre aprovechan toda ocasión para hacer su “trabajo”.

Déle oportunidad a su esposa. No piense sólo en su carrera y en su perfeccionamiento personal. ¿Qué pasa con ella? ¿No hay nada que usted pueda hacer para ayudarla a ser más capaz de aprovechar el potencial que Dios le dio? ¿Por qué no conversan acerca de esto? Usted se sintió llamado al ministerio, estudió en el seminario y ahora es pastor. La verdad es que ella también tiene el compromiso de estar a su lado en toda circunstancia para ayudarlo. Pero es posible que Dios tenga una misión especial para ella, y en ese caso necesitará que usted la comprenda y la ayude.

Si su esposa quiere volver a estudiar, ayúdela a hacer un plan que se lo permita. No presente la excusa de la falta de dinero. Revise el presupuesto familiar. Si pueden economizar 10 pesos por semana, a fin de año tendrán 520 pesos para comenzar a llevar a cabo este proyecto u otro. La felicidad en el matrimonio tiende a aumentar cuando la esposa se siente realizada en su vida personal. ¿Por qué no abrirle la puerta de la oportunidad?

Dedique momentos para estar a solas con ella. Busque a alguien que le cuide los chicos y haga planes para hacer con ella un corto viaje romántico. Hágalo cada año, y ayúdela a hacer las valijas.

Sea el líder espiritual de la familia. En un estudio que se hizo con esposas de pastores, muchas señalaron la negligencia espiritual en el hogar como el mayor error de sus maridos. No permita que ése sea su caso. Es decir, eso jamás debería suceder. Después de todo, usted es pastor. El hecho de que reciba un sueldo para atender un distrito no garantiza su espiritualidad. No se puede vivir una doble vida y esperar que el amor de su esposa se mantenga vivo. La apariencia de persona buena en la iglesia y la negligencia espiritual en el hogar sencillamente no concuerdan. ¿Qué es usted en realidad? Ya es tiempo de que corrija sus actitudes en casa, si fuera necesario. Si lo hace, se convertirá en un verdadero líder espiritual en el hogar. Y su esposa lo amará y lo respetará más aún.

Para que mejore la calidad de la vida de su hogar y todos se sientan felices, Dios puede estar deseando que usted haga, por su gracia, todas las transformaciones que hagan falta. Crea en esto, porque es precisamente el mensaje que usted predica.

Sobre el autor: Doctora en Ciencias de la Educación, escritora, presidente de Family Matters (La familia importa), una organización norteamericana dedicada al fortalecimiento de la familia.