Cómo preservar la fidelidad en el matrimonio

Era un día cualquiera en la estación Werneck, del metro de Recife. Mientras la gente se desplazaba de un lado a otro, un hombre sobrepasó la línea amarilla de seguridad, perdió el equilibrio y se le quedó la pierna atrapada entre el andén y el tren, con lo que sufrió una fractura abierta. Fueron momentos dramáticos. La situación movilizó a muchos pasajeros que, en un esfuerzo colectivo, empujaron el vagón para ayudarlo. Gracias a la rápida reacción del grupo, fue rescatado a tiempo y trasladado al hospital. Esa línea de señalización no está ahí por casualidad. Su función es alertar a los usuarios para que mantengan la distancia de la vía mientras el tren está en movimiento. Desgraciadamente, algunos ignoran esta sencilla advertencia y acaban lesionándose y, en casos extremos, incluso perdiendo la vida.

En el ministerio pastoral también hay líneas, límites establecidos por Dios, que no deben traspasarse. Son barreras morales y espirituales que preservan el carácter, protegen el llamado y evitan caídas con consecuencias dolorosas. Ignorarlas no solo puede dañar al pastor y a su familia, sino también comprometer a parte del rebaño.

Ministerio en riesgo

Lamentablemente, muchos pastores se encuentran en una zona de alto riesgo de fracaso moral y están a punto de “cruzar la línea”. Según los registros estadísticos de Pastoral Care Inc., publicados en Internet en 2022, el 81 % de los pastores estadounidenses encuestados afirmaron haber sido tentados a tener pensamientos o comportamientos sexuales inapropiados con alguien de la iglesia, pero resistieron. Otro 17 % informó haber intercambiado mensajes de texto inapropiados con miembros de la iglesia, mientras que el 34 % lucha contra la tentación de la pornografía o accede a sitios pornográficos.[1]

En su tesis doctoral, el pastor Eber Liessi realizó una encuesta cuantitativa y cualitativa sobre pastores adventistas en Brasil que fueron separados del ministerio.[2] Aunque los datos no son recientes, son relevantes para nuestra reflexión. Liessi identificó que la principal causa de la pérdida de pastores en la Iglesia Adventista en Brasil, entre 2001 y 2006, fue de naturaleza moral. En ese período, había 1.478 ministros acreditados en las seis uniones administrativas de la iglesia.[3] Según informes oficiales, el 3,79 % (56) de ellos fueron destituidos del ministerio a lo largo de esos seis años.[4] Más específicamente, el autor concluyó, basándose en investigaciones con estos expastores, que el 37,5 % fue destituido por adulterio y el 21,42 % por involucrarse en prácticas ilícitas relacionadas con el uso de dinero.[5] Más de la mitad de los pastores a los que se les revocaron sus credenciales sobrepasaron los límites establecidos para la preservación de la excelencia ministerial.

El hecho es que, cada año, los pastores fracasan en su trayectoria ministerial y son desvinculados porque ignoran su propia vulnerabilidad y no mantienen los límites adecuados en su conducta pastoral. El adulterio, en este contexto, es un “terreno prohibido”[6] en el que, lamentablemente, muchos han traspasado los límites.

Proceso destructivo

Una relación extramatrimonial no surge de la nada, sino que se desarrolla a partir de un patrón bastante predecible. La infidelidad suele comenzar cuando el pastor cree que tiene el control, pero pierde la noción del peligro, se vuelve ciego a los riesgos y termina convirtiéndose en presa fácil de un vicio llamado adulterio.

Cuando fracasa en esta área de la fidelidad conyugal, sus estructuras mentales, físicas y espirituales se derrumban, y busca alivio para el dolor. Este proceso se intensifica cuando el alivio viene a través de otra persona que ofrece consuelo, validación, afirmación, un oído atento, apego emocional, evasión y una falsa sensación de rescate. La aventura se consuma con la relación sexual y, a partir de ahí, la relación se sustenta en la racionalización mutua de un supuesto “amor verdadero” y de la “necesidad” que uno tiene del otro. Sin embargo, esta relación no tiene que ver con el amor, sino que se trata de una conexión enfermiza y adictiva.

En general, el proceso de infidelidad conyugal sigue cuatro fases:

1. Vulnerabilidad. Es cuando el pastor se debilita ante la tentación de una relación extramatrimonial, exponiéndose a riesgos aún mayores para su vida, su familia y su ministerio. Esta vulnerabilidad suele surgir en momentos de gran estrés, cuando se siente inseguro y busca afirmación, o se siente rechazado y desea validación. También puede ocurrir en momentos de aburrimiento, en los que busca diversión y emoción. Las expectativas no cumplidas y las necesidades no expresadas en el matrimonio también aumentan su vulnerabilidad.

En el libro Destrozados, los autores Dave Carder y Duncan Jaenicke comentan: “Cuando las circunstancias de la vida descontrolan o desestabilizan la vida de una persona, a menudo la aventura significa un intento de reestructurar y estabilizar su vida, en especial desde un punto de vista emocional o de apoyo. No obstante, el precio de esa ‘estabilización’ es elevado; demasiado elevado, […] es una solución falsa a unos problemas reales”.[7]

En ese momento, es fundamental ver la “línea amarilla” y tener cuidado con los límites peligrosos. Necesitamos reconocer nuestros límites y buscar ayuda antes de que el dolor, el cansancio o la soledad nos empujen a tomar decisiones que comprometan nuestra integridad.

2. Involucramiento emocional. Este es un punto crítico, ya que es aquí donde los implicados tienden a decirse a sí mismos que “no está pasando nada”, especialmente cuando aún no ha habido contacto físico. Tienen una falsa sensación de seguridad, creyendo que aún están dentro de un límite aceptable, cuando en realidad ya han empezado a cruzar la línea. Se trata de una zona gris, en la que se empieza a “jugar inocentemente”, lo que puede llevar al siguiente paso destructivo: el contacto físico.

Todo pastor debe comprender que algunas amistades con personas del sexo opuesto, a medida que se profundizan con el tiempo, pueden acercarse peligrosamente a una línea de alerta. Cuando se cruza esa línea, nace la aventura emocional. Las amistades de este tipo pueden parecer inofensivas e incluso atractivas, pero, en realidad, son el preludio de una catástrofe emocional.

La violación de este límite se produce cuando un pastor y una mujer que no es su esposa comienzan a compartir información íntima, como experiencias del pasado, luchas personales o problemas conyugales.

Este nivel de conexión emocional no pertenece a una amistad sana, sino que señala el comienzo de una relación que compromete la integridad ministerial y matrimonial.

3. Contacto fisico. Esta etapa marca la transición a un caso concreto de adulterio. La fuerte atracción física entre los involucrados lleva al contacto físico intencional, como tomarse de las manos, abrazarse, besarse y tener relaciones sexuales. A medida que la relación extramatrimonial se profundiza, es común que los involucrados intenten justificar sus acciones, creando narrativas que minimizan la gravedad del pecado.

4. Racionalizacion. Los pastores involucrados en una relación extramatrimonial a menudo racionalizan su comportamiento. Muchos tratan de convencerse a sí mismos de que la aventura es consecuencia de necesidades no satisfechas o de insatisfacción en su matrimonio. Frases como estas revelan la racionalización en esta etapa del proceso destructivo: “Solo una vez más”; “Si mi esposa atendiera mis necesidades, no haría esto”; “La entiendo mucho mejor que su marido”; “Esto no volverá a suceder”; “Ojalá Dios me diera fuerzas para dejarlo”.

Antes de que cualquier pastor adventista siga este camino destructivo, Dios le ofrece advertencias claras y ayuda para evitar esta tragedia. Elena de White escribió: “Las tentaciones especiales de Satanás se dirigen contra el ministerio. Él sabe que los pastores no son sino humanos, que no poseen gracia o santidad propias; que los tesoros del evangelio han sido puestos en vasos terrenos, a los cuales únicamente el poder divino puede hacer vasos de honor. Él sabe que Dios ordenó que los pastores sean un poderoso medio para salvar almas, y que pueden tener éxito en su obra únicamente en la medida en que permitan a su Padre eterno regir sus vidas. Por lo tanto, trata con toda sagacidad de inducirlos a pecar, sabiendo que su cargo hace su pecado tanto más pecaminoso; porque al cometer el pecado se hacen ministros del mal”.[8]

Dios no solo nos advierte, sino que provee medios para nuestra protección. Elena de White afirmó: “Si se acercan a Jesús, y tratan de enaltecer su profesión por una vida bien ordenada y pía conversación, sus pies serán guardados de extraviarse en sendas prohibidas. Si solo quieren velar, velar de continuo en oración, si quieren hacer todo como en la presencia inmediata de Dios, serán salvados de ceder a la tentación y serán guardados puros, sin mancha ni contaminación hasta el fin”.[9]

Prevención para no cruzar la línea

A continuación, se ofrecen algunas pautas prácticas para evitar la trampa del adulterio:

Desarrolla un codigo de conducta. Para actuar de forma preventiva, establece normas personales de integridad. Aunque puedan parecer exageradas a los ojos del mundo actual, medidas como estas siguen siendo necesarias: (1) no lleves solo en tu automóvil a una mujer; (2) no visites a una persona del sexo opuesto que esté sola en casa; (3) no mantengas conversaciones sobre temas íntimos y personales con una mujer, especialmente en horarios inapropiados; y (4) no trates temas relacionados con la sexualidad con ninguna mujer en ambientes reservados, ni siquiera con la justificación de que se trata de consejería pastoral. Si, debido a las exigencias del ministerio, alguna hermana acude a ti para tratar problemas matrimoniales, pídele a tu esposa que te acompañe.

Mejor dos que uno. Llevo 32 años casado con Rubenita y juntos hemos desarrollado el hábito de estar siempre presentes en la vida del otro, incluso en las actividades ministeriales. Si tengo que hacer una visita, mi esposa me acompaña. Si suena el celular o llega un mensaje por WhatsApp mientras conduzco, tengo plena confianza en pedirle que compruebe si es algo urgente que requiere una respuesta inmediata. Ella conoce la contraseña de mis dispositivos electrónicos y tiene acceso a ellos en cualquier momento. Cuando estoy saludando a la gente en la iglesia, ella está a mi lado, mostrando también simpatía por ellos.

Solo tenemos un automóvil y, cuando ella tiene que ir a una cita, la llevo y luego la recojo. Cuando soy yo quien tiene que estar en algún sitio, ella me lleva y me recoge.

Vemos en esto una oportunidad para estar más presentes en la vida del otro, colaborando, ayudándonos y fortaleciendo nuestra unión matrimonial. Salomón escribió: “Mejores son dos que uno […] Porque si uno cae, el otro lo levanta” (Ecl. 4:9, 10). Este texto confirma que la amiga íntima y confidente del pastor debe ser su esposa. Ella debe ser su compañera en todo momento, y eso lo ayudará a protegerse de las trampas de la infidelidad conyugal. Disfruta de una experiencia conyugal legítima y placentera El plan de Dios es que el pastor casado experimente una profunda alegría y satisfacción en su relación sexual con su cónyuge. Sin embargo, mantener esta experiencia positiva dentro del matrimonio es una responsabilidad mutua. Cuando la intimidad sexual es madura, y no solo un acto orientado a la satisfacción personal, se convierte en un mecanismo de defensa esencial contra la tentación.

Pastor, invierte en tu relación conyugal.

Debes saber que construir la intimidad con tu esposa requiere intencionalidad y esfuerzo. Prioriza los momentos para disfrutar de una intimidad saludable, siempre con respeto, sin vulgaridad. Aunque el sexo es importante y esencial en el matrimonio, no lo es todo. Habrá momentos en los que tu esposa no se sienta bien, física o emocionalmente, para mantener una relación sexual. Es precisamente en esos momentos cuando tú, pastor, debes demostrar lealtad y amor, un amor que va más allá del sexo.

Según la revista Leadership Magazine, en una encuesta realizada a 300 pastores que admitieron haber sido infieles sexualmente, el 41 % señaló la insatisfacción conyugal como el segundo factor más común para involucrarse en una relación extramatrimonial.[10] Aunque esto no significa que la culpa recaiga sobre la esposa, la estadística revela que casi la mitad de estos pastores se sentían insatisfechos en su matrimonio, lo que daba pie a peligrosas racionalizaciones.

Por eso, dar prioridad al matrimonio y a la familia es esencial para la salud del ministerio pastoral. Nunca sacrifiques tu matrimonio en nombre del ministerio. Dios nunca lo ha deseado, ni tampoco la iglesia. Ningún matrimonio es perfecto, y mucho menos el de un pastor. Por lo tanto, dedica más tiempo de calidad a tu esposa. Ella es tu prioridad, tu compañera en el llamado y tu compañera de viaje.

Fortalece tu relacion con Dios. Poner este punto en último lugar no significa que sea menos importante. De hecho, la relación con Dios es indispensable para todos los demás vínculos y fortalece las buenas relaciones que construimos, incluida la matrimonial. Cristo es el verdadero refugio para quienes se encuentran en peligro. Sin una comunión genuina y diaria con él, todo pastor terminará fracasando. Las mayores batallas y tentaciones solo se vencerán cuando Dios esté presente.

Es igualmente importante que el pastor comparta momentos de estudio de la Biblia y de oración con su esposa. Una vida espiritual dinámica y continua hará que ambos vean a Dios en acción, además de aprender más sobre los planes divinos y cómo, juntos, pueden mover a su familia hacia esos propósitos.

Como dijo un pastor anónimo en su testimonio: “Nadie en su sano juicio se despierta y dice: ‘Hoy parece un gran día para cometer adulterio y destruir mi matrimonio’. Es infinitamente más sutil que eso”.[11] El adulterio es un proceso insidioso que, poco a poco, destruye la carrera del pastor, su matrimonio y la vida de su familia. Y, cuando oímos hablar de un ministro que ha fracasado en este ámbito, solemos sentir una profunda tristeza, por él, por su familia, por la iglesia y por todos los involucrados en una situación tan dolorosa. Por eso, “el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Cor. 10:12).

Como pastores, podemos confiar en la sabiduría y la guía de Dios para establecer límites que nos protejan de las trampas del adulterio. Al buscar su dirección y adoptar medidas preventivas, seremos fortalecidos para no cruzar la línea de la infidelidad conyugal. Y nunca estaremos solos. La promesa de Dios es clara: Cristo estará a nuestro lado y nos llevará a salvo al hogar celestial (2 Tim. 4:17, 18).

Sobre el autor: pastor en Brasília


Referencias

[1] “Statistics in the Ministry”, Pastoral Care Inc., disponible en: link.cpb.com.br/e0d089 (consultado el 7/8/2025).

[2] Eber Liessi, “Evasão no Ministério Adventista do Sétimo Dia no Brasil: Causas, Vulnerabilidades e Prevenção” (tesis doctoral, UNASP, 2012), pp. 144-169.

[3] General Conference of Seventh-day Adventists, 144th Annual Statistical Report 2006 (Silver Spring, MD: Office of Archives and Statistics GC, 2006), pp. 47, 48.

[4] Liessi, “Evasão no Ministério Adventista do Sétimo Dia no Brasil”, pp. 144, 145.

[5] Ibid., p. 146.

[6] Elena de White, Obreros evangelicos (Bs. As.: ACES, 2015), p. 129.

[7] Dave Carder y Duncan Jaenicke, Destrozados: La recuperacion de una relacion extramatrimonial (Unilit, 2013), p. 108.

[8] White, Obreros evangelicos, p. 128.

[9] Ibid., pp. 131, 132.

[10] Richard Exley, “Handling Sexual Temptation”, Christianity Today, disponible en: link.cpb.com.br/e6d52f (consultado el 7/8/2025).

[11] Roger Bryant (pseudónimo), “I Committed Adultery”, Ministry (julio de 1992), p. 11.