Hace unos meses, la labor social llevada a cabo por un sacerdote católico con personas sin hogar generó debate en los medios de comunicación, dividiendo opiniones. El sacerdote, que tiene más de 2 millones de seguidores en Instagram, distribuye todos los días, con la ayuda de voluntarios, alimentos, ropa, mantas y otros artículos a las personas sin hogar, muchos de los cuales son consumidores de drogas. Esta acción se concentra especialmente en la región conocida como “cracolândia” [tierra del crack], situada en el centro de São Paulo, en Brasil.

Algunos argumentan que la actividad debería ser investigada para ver si se están utilizando fondos públicos, si el trabajo de los religiosos es electoralista y si los resultados benefician realmente a los necesitados o perpetúan su presencia en las calles, socavando la aplicación de políticas de seguridad pública y la revitalización de la región central de São Paulo.

De ser aprobadas por las autoridades, estas investigaciones podrían afectar no solo a la labor de los religiosos, sino también a la de diversas organizaciones de asistencia social (las ONG) que atienden a poblaciones vulnerables, especialmente las que reciben fondos públicos.

Ante situaciones similares, surgen preguntas cruciales: ¿cómo pueden las organizaciones de asistencia social mantenidas por grupos religiosos cumplir su misión sin transgredir principios éticos y jurídicos? ¿Es posible trabajar en colaboración con el Estado (gobiernos federal, estatal y municipal), recibiendo fondos públicos, y seguir prestando un servicio social de acuerdo con el mandamiento bíblico de ayudar al prójimo, sin implicar a la iglesia en cuestiones políticas partidistas? Eso es lo que veremos en este artículo.

Influencia religiosa en la esfera social

Los estudiosos de la economía y la sociología dividen el orden socioeconómico en tres sectores: 1) el sector público, el Estado, el gran motor social y económico; 2) el mercado, formado por las empresas privadas; y 3) las organizaciones privadas que realizan actividades de interés público, como la sanidad, la educación, la cultura y la asistencia social, orientadas al bien común, sin ánimo político ni de lucro, en asociación o no con el Estado.

Por dar un ejemplo, el número de organizaciones civiles que funcionan en Brasil alcanza cifras impresionantes: hay 815.676 instituciones, según datos oficiales.[1] Estas organizaciones trabajan con éxito en diversas áreas, como la ayuda humanitaria, la preservación del medioambiente, la promoción cultural, la educación, la salud y la protección de especies amenazadas, entre otras.

La presencia de estas organizaciones de ayuda humanitaria en América Latina se remonta a la llegada de portugueses y españoles a principios del siglo XVI, cuando el Estado y la Iglesia Católica estaban unidos y toda la actividad social del Estado se llevaba a cabo a través de los proyectos de caridad de la iglesia.

Otro ejemplo notable son las Santas Casas de Misericordia, que se originaron en Portugal el 15 de agosto de 1498 y llegaron a Latinoamérica en 1543.[2] Estas instituciones siguen gestionando centenares de hospitales, desempeñando un papel fundamental en colaboración con el Estado en el ámbito de la salud y la asistencia social.

Asimismo, miles de escuelas confesionales forman una parte significativa del sistema educativo de diferentes países. Los colegios regentados por iglesias presbiterianas, baptistas, adventistas y judías, entre otras, contribuyen de forma importante a la educación en muchos lugares.

Por esta razón, es casi imposible disociar la asistencia social en América Latina de la presencia de instituciones de origen religioso.

El modelo bíblico

El ministerio público de Jesús abarcó tres áreas: espiritual, educativa y física (salud), como se recoge en Mateo 4:23: “Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia de la gente”.

Como podemos ver, Jesús buscó satisfacer las necesidades físicas de los seres humanos como una forma de abrir puertas para lograr lo principal, que es la transformación espiritual. Aunque la curación física, el conocimiento doctrinal y la educación formal son importantes, el foco del ministerio de Cristo no era lo físico o social. Basta con observar que las personas que fueron sanadas e incluso resucitadas por él no siguen vivas hoy en día. Jesús no vino a establecer un reino político ni a predicar un evangelio social, sino a elevar a las personas de la degradación del pecado y ofrecerles la salvación celestial.

Separación entre la iglesia y el Estado

Uno de los logros de las democracias modernas ha sido la separación entre la iglesia y el Estado. El Estado laico no debe favorecer ni interferir en las actividades de las confesiones religiosas. Está prohibido que cualquier nivel gubernamental –federal, municipal o estatal– establezca o subvencione cultos religiosos o iglesias, o que obstaculice su funcionamiento. El Estado tampoco debe mantener relaciones de dependencia o alianza con las iglesias o sus representantes, aunque se permite la colaboración en interés público.

Las iglesias son libres de establecer sus credos sin interferencia del Estado, pero no ocurre lo mismo con las organizaciones sociales, que deben rendir cuentas a la sociedad. Por ello, la legislación determina que las organizaciones de la sociedad civil, incluidas las religiosas (cristianas o no cristianas), deben formalizarse legalmente como personas jurídicas, como asociaciones y fundaciones, sin fines proselitistas, y ser abiertas, transparentes y estar dispuestas a ser auditadas.

Por lo tanto, está prohibido que los fondos públicos contribuyan al proselitismo religioso. Sin embargo, no hay ningún problema jurídico ni ético en permitir que entidades mantenidas por religiosos, con su amplio poder de movilización de voluntarios, actúen para ayudar al Estado a desarrollar políticas públicas que beneficien a toda la sociedad, sin distinción. Como se ha explicado, es un deber legal evitar el proselitismo religioso y también evitar favorecer o desfavorecer a los candidatos a cargos públicos, aunque hayan contribuido a recaudar fondos públicos.

El sacerdote católico que trabaja en el centro de São Paulo niega cualquier implicación política o favoritismo hacia candidatos. Se reunió con el alcalde de la capital y demostró que las actividades de su organización no dependen de fondos públicos, sino de donaciones privadas de simpatizantes de su causa. Por tanto, su libertad de acción, predicación y proselitismo no están comprometidos.

Conclusión

Las entidades sociales de la iglesia deben rechazar cualquier asociación pública si existe el menor indicio de favoritismo por parte de la autoridad responsable de liberar los fondos públicos, ya sea electoral, financiero o en términos de visibilidad.

Las cuentas deben rendirse de forma rigurosa, con toda la documentación justificativa perfectamente custodiada para su presentación a la inspección, en los plazos establecidos y con total transparencia. Los fondos públicos deben destinarse estrictamente a las políticas públicas aprobadas en el proyecto de ejecución, sin desviarse de su finalidad.

Es deber de la organización garantizar que los voluntarios y los responsables de proyectos no queden expuestos políticamente debido a la visibilidad de sus acciones. Hay que tener en cuenta que una asociación pública mal llevada podría poner en peligro la credibilidad de la iglesia, que apoya a la organización, causando daños a esta.

Siempre hay que evitar cualquier actividad política o partidista, porque el evangelio está destinado a todos. Jesús no predicó el evangelio a una sola clase, sino que trató de llegar a personas de todos los orígenes filosóficos o políticos. Hay que superar todas las barreras. Por eso, es posible desarrollar servicios sociales para aliviar el sufrimiento humano en colaboración con el Estado, siempre que se anteponga el interés social.

El contacto con las personas que se benefician del proyecto puede, por supuesto, abrir puertas a la predicación del evangelio, pero esto debe ocurrir como consecuencia de la acción y no como su prioridad.

Sobre el autor: Abogado asociado de la División Sudamericana


Referencias

[1] Mapa de las Organizaciones No Gubernamentales, disponible en: <mapaosc.ipea.gov.br/mapa>, consultado el 8/2/2024.

[2] Confederação das Misericórdias do Brasil. Nossa História, disponible en: <www.cmb.org.br/ cmb/quem-somos/#historia>, consultado el 8/2/2024.