La identidad del grupo sellado al final de los tiempos

La trama del Apocalipsis se desarrolla sobre un telón de fondo de imágenes vívidas, entrelazadas en una sinfonía simbólica y teológica. Cada escena es un cuadro elocuente, lleno de dramatismo, que sumerge al lector en un torbellino de sensaciones.

Acompañando a esta epopeya celestial, la transición del sexto al séptimo sello surge como un momento de suspenso, una intrigante pausa en el flujo narrativo. Las palabras dejan en el aire una pregunta penetrante: “Ha llegado el gran día de su ira, ¿y quién podrá quedar en pie?” (Apoc. 6:17).

La respuesta esperada es “nadie”. Pero hay una sorpresa. Antes de que el Cordero rompa el séptimo sello, aparece un interludio literario que describe dos categorías: un grupo de “élite” caracterizado como 144.000 sellados (Apoc. 7:1-8) y una multitud innumerable (vers. 9-17). ¿Quiénes son estos héroes? ¿El número 144.000 es literal o simbólico? ¿Son los 144.000 y la gran muchedumbre las mismas personas? ¿Por qué los 144.000 reciben un sello?

Símbolo y realidad

Al principio del capítulo 7, se produce un diálogo entre ángeles, generalmente asociados a contextos de transmisión de mensajes, protección y juicio. En este caso, cuatro ángeles frenan los cuatro vientos de la Tierra, símbolos de la totalidad geográfica, impidiendo la destrucción y el caos.

A continuación, un ángel procedente de Oriente, principal punto de origen de las manifestaciones divinas, con el sello del Dios vivo, pide a los cuatro ángeles que esperen hasta que los siervos de Dios sean sellados (vers. 1-3). El sellamiento establece un antes y un después en la cronología de la escatología, factor indicado por la palabra “hasta” (vers. 3).[1]

Entonces, Juan oye el “número” de los sellados: 144.000. Y aquí surge un debate sobre la identidad de este grupo. ¿Los 144.000 son literales o simbólicos? Hay tres interpretaciones principales: (1) son judíos étnicos o un remanente de las 12 tribus de Israel; (2) son mártires o supervivientes de la tribulación final, un subgrupo de la gran muchedumbre y distinto del cuerpo de los salvados a lo largo de la historia; (3) son el mismo grupo que la gran muchedumbre, en circunstancias diferentes y visto desde otra perspectiva.[2]

Los grandes defensores de la postura 1 son los dispensacionalistas, que interpretan las profecías del Antiguo Testamento con una excesiva literalidad y establecen una dicotomía entre Israel y la iglesia. Para Robert Thomas, que adopta este punto de vista, la mención de Israel no contradice el espíritu inclusivo del Apocalipsis: “El problema con el judaísmo de esta sección es solo aparente y se basa en un malentendido sobre la identidad de los 144.000. Si se lo interpreta como una referencia al Israel nacional, y no a la iglesia, la dificultad desaparece”.[3]

Sin embargo, aparte del problema con la interpretación dispensacionalista (y no bíblica) de la tribulación, Dios no tiene dos pueblos, sino solo uno. En el Nuevo Testamento, el Israel étnico se transfigura en el nuevo Israel espiritual. En el Apocalipsis, el pueblo de Dios procede de todas las naciones. No por casualidad, la frase “toda tribu, lengua, pueblo y nación”, aparece con variaciones siete veces en el libro (Apoc. 5:9; 7:9; 10:11; 11:9; 13:7; 14:6; 17:15). Lo que Cristo unió, ¡los teólogos no deben separar!

En los inicios del adventismo, algunas voces también tendían a una interpretación literal. Urías Smith, un influyente intérprete de temas apocalípticos y escatológicos, sostenía que los 144.000 están (1) formados por la última generación de cristianos vivos en el momento del regreso de Jesús, incluidos los que murieron al mensaje del tercer ángel y que resucitarán poco antes de ese acontecimiento; (2) proceden de las 12 tribus del Israel (espiritual), cuyo registro tiene Dios; y (3) la cifra 144.000 debe significar “un número definido”.[4]

Al narrar su primera visión, que tuvo lugar en diciembre de 1844, en la que contemplaba el viaje del pueblo adventista hacia la ciudad santa, Elena de White mencionó a “los 144.000 santos vivientes”,[5] que algunos interpretan como un número literal. En el contexto del tercer mensaje angélico, según ella, un ángel informa de que “los santos estaban sellados y numerados”.[6] Sin embargo, la manera como esta autora inspirada trata el tema es más complejo.

La primera interpretación, a favor de los judíos étnicos, es la más débil, ya que el número es claramente simbólico. A Juan no le preocupaban las matemáticas ni las estadísticas. Para empezar, los nombres no se corresponden al 100 % con ninguna lista de tribus del Antiguo Testamento (Apoc. 7:4-8; cf. Gén. 49:3-28, 31; Éxo. 1:1-4; Núm. 1:5-15; Eze. 48:1-29). Aunque, para ser justos, conviene recordar que las numerosas listas de la Biblia hebrea, ya sea por orden de nacimiento, bendición, censo o campamento, entre otros criterios, tampoco son uniformes.

El primer nombre de la lista es Judá, quizá por ser la tribu del Mesías (Apoc. 5:5). Dan está ausente, probablemente por su carácter de “serpiente” traicionera (Gén. 49:17) y su constante participación en la idolatría (Juec. 18:29-31). En la antigua tradición judeocristiana, se creía comúnmente que el Anticristo procedería de la tribu de Dan.[7] La tribu de José está representada por él mismo y su hijo Manasés, mientras que Efraín (otra tribu infame por su idolatría) no figura en la lista. Estas “irregularidades” debilitan la interpretación literal. Los criterios del autor parecen ser más teológicos que genealógicos o geográficos.

Si la referencia a “Israel” es literal, entonces otros detalles de Apocalipsis 7:5 al 8 y 14:1 al 5 también deberían serlo, lo que hace que la interpretación sea contradictoria e inviable. “Además de que los judíos perdieron hace mucho sus distinciones tribales, la probabilidad sumamente remota de que en realidad haya un número igual de redimidos de cada tribu –pero ni uno de Dan–, y el requisito de que todos sean célibes (cap. 14:4), pondría a prueba la credulidad de cualquiera”.[8]

El hecho es que 12 (el número total de tribus) por 12.000 (el número de los sellados de cada tribu) es igual al número simbólico de 144.000. Otra forma de calcular el número es multiplicar 12 (el número de tribus) por 12 (el número de apóstoles) por mil. El resultado es un símbolo de la diversidad, plenitud, totalidad y perfección del Israel espiritual. El número está relacionado también con los números conectados a la Nueva Jerusalén (Apoc. 21:10-21; 22:2), en los que Juan utiliza varias veces el 12 y múltiplos de 12, como 12 patriarcas y 12 apóstoles, que representan la totalidad del pueblo de Dios.[9]

Además, el lenguaje de Apocalipsis 7:1 al 8 y 14:1 al 5 es simbólico en todos los contextos: cuatro vientos, mar, tierra, sello, contaminación con mujeres, vírgenes, Cordero, etc. ¿Por qué no serían simbólicos los 144.000? Y, como observa Tremper Longman, si el número se refiere a los israelitas cristianos o judíos, ¿por qué no hay ninguna referencia a la protección (sellamiento) de los gentiles cristianos?[10]

Así que solos nos quedan la segunda y la tercera opción, que son más sólidas. El grupo puede incluir a los mártires de la última generación, que serán resucitados, pero no está formado solo por mártires. La propia referencia a los que salieron de la gran tribulación y experimentaron hambre, sed y calor intenso (Apoc. 7:14-17) sugiere que pasaron por las adversidades finales y, por tanto, estarán vivos.

Parece claro que los 144.000 son un número simbólico que describe a los fieles seguidores del Cordero durante el período de la “gran tribulación” (thlipseōs tēs megalēs; Apoc. 7:14), que, por supuesto, es la misma que mencionan Daniel y Jesús (Dan. 12:1; Mat. 24:21). En el Apocalipsis, un número puede ser totalmente simbólico o literal, o tanto literal como simbólico, como en el caso de las siete iglesias. Sin embargo, resulta más complejo determinar si los 144.000 y la gran multitud corresponden a la misma entidad.

Dos grupos

Algunos eruditos diferencian la gran muchedumbre de los 144.000, mientras que otros consideran que se trata del mismo grupo. Los eruditos adventistas recientes tienden a considerar que son un mismo grupo, una interpretación que, por cierto, no solo sostienen autores adventistas. Beatrice Neall defendió la equivalencia de los dos grupos: “Aunque, por lo general, los adventistas hemos separado los 144.000 de la gran multitud vista ante el trono en la escena final del interludio, la evidencia apoya la creencia de que son un único grupo”.[11] El teólogo Ekkehardt Mueller comenta: “Los 144.000 y la gran muchedumbre son el mismo grupo retratado desde perspectivas diferentes. La primera designación es una expresión simbólica, mientras que la segunda describe la realidad”.[12]

Un argumento en favor de la identificación de los dos grupos es el hecho de que ambos “están de pie” ante los cataclismos finales. Los 144.000 son el grupo que “puede estar de pie [stathēnai]” (Apoc. 6:17) y la gran multitud está “de pie” (hestōtes) ante el trono (7:9). Sin embargo, la posición “de pie” no es determinante, ya que también se aplica a los “cuatro ángeles de pie [hestōtas] en las cuatro esquinas de la tierra” (7:1) y a todos los ángeles “de pie [heistēkeisan] alrededor del trono” (7:11). El verbo histemi (“estar de pie”), que aparece 21 veces en el Apocalipsis, se usa “cinco veces para referirse a ángeles en el cielo” y “cuatro veces a figuras impías”.[13]

Otro argumento es el patrón visionario de oír y luego ver. “Al igual que en Apocalipsis 5:5 y 6, donde Juan oye hablar de un león y se vuelve y ve un Cordero, ahora oye hablar de los 144.000 (7:4) y más tarde ve una gran multitud”, escribe J. Scott Duvall.[14] En este caso, la segunda escena explica, amplifica y refuerza la primera. Ranko Stefanovic también defiende esta postura y añade otros ejemplos donde lo que el profeta oye y luego ve simbolizan lo mismo (Apoc. 1:10, 12, 13; 5:5, 6; 17:1-5; 21:9-12). Vale la pena mencionar que el verbo “oír” no aparece en Apocalipsis 5:5 y 6.

Otro aspecto que favorece la identificación de los 144.000 con la gran multitud es el hecho de que la tribulación se asocia a ambos grupos, con la diferencia de que los 144.000 la están afrontando, mientras que la multitud innumerable ya ha pasado por ella.

También hay varios argumentos a favor de diferenciar ambos grupos. Para empezar, como ha argumentado Urías Smith, el diálogo entre Juan y uno de los ancianos en Apocalipsis 7:13 y 14 presupone que Juan no conocía la identidad de los 144.000, mientras que el texto indica que ya conocía la identidad de la gran muchedumbre; por lo tanto, la inferencia es que los grupos son diferentes.[15] Este argumento no es muy convincente, ya que el propósito de la pregunta es más retórico que informativo, pero tiene su lógica.

Otro argumento señala que los marcadores al principio de las dos descripciones de Apocalipsis 7 (vers. 1-8; 9-17) indican visiones diferentes: “Después de esto vi” (meta touto eidon, vers. 1) y “después de esto vi” (meta tauta eidon, vers. 9). Y en el relato de las visiones hay detalles que sugieren diferencias: los 144.000 son un número definido (arithmon), pero la gran muchedumbre es innumerable (arithmēsai); los 144.000 pertenecen a las 12 tribus de Israel, mientras que la gran muchedumbre procede de todas las tribus y naciones; un grupo se enfrenta a la tribulación, en tanto el otro grupo ya está celebrando la victoria.

También conviene subrayar que Apocalipsis 7 presenta una escena en la Tierra y otra en el cielo. Los versículos 1 a 8 describen lo que ocurre aquí. Así lo indican las diversas expresiones que se refieren al planeta, como “cuatro ángulos de la tierra”, “cuatro vientos de la tierra”, “no daña ni a la tierra ni al mar ni a los árboles”. Por su parte, los versículos 9 al 17 describen lo que ocurre en el cielo. Así lo indican las siete referencias al Trono de Dios (vers. 9, 10, 11 [2x], 15 [2x], 17). Además, mientras que en el escenario terrenal hay cuatro ángeles trabajando (vers. 7), en el espacio celestial “todos los ángeles” están de pie alrededor del trono (vers. 11).

El propósito de las dos escenas es mostrar la victoria de los 144.000 durante esta tribulación sin precedentes en la historia. Y si las escenas cambian de ambiente en el mismo capítulo, esto aumenta la posibilidad de que los grupos sean diferentes.

Además, la referencia a la gran multitud en Apocalipsis 7:9 al 12 parece ser una forma de contextualizar la ceremonia de celebración de la victoria de Dios y de los 144.000. Se hace hincapié en un grupo (los 144.000), mientras que el otro (la gran multitud) forma parte de la celebración. El diálogo del anciano con Juan y la descripción adicional de los 144.000 (7:13‑17) refuerzan el énfasis en este grupo especial.

Por cierto, al describir la escena de la exaltación y triunfo de Cristo después del milenio, Elena de White sitúa a los mártires y los vencedores que se enfrentaron a las tribulaciones del fin de los tiempos más cerca del Trono, mientras que sitúa a la gran multitud “más allá” del círculo interior, aplicando a esta multitud la descripción de Apocalipsis 7:9.[16] Por lo tanto, puede afirmarse que diferencia ambos grupos.

Obsérvese que solo los 144.000 pudieron “aprender el cántico” (Apoc. 14:3). Este detalle indica una experiencia singular y sugiere la posibilidad de una identidad diferente. El carácter y los medios de salvación de los 144.000 y de la gran muchedumbre son los mismos, pero no necesariamente la experiencia de cada grupo.

En resumen, hay espacio para defender tanto a favor como en contra de identificar a los dos grupos como uno solo. En ciertos casos, el texto es ambiguo, y debemos seguir investigando con diligencia, inteligencia y oración.

Marcas de victoria

Una característica notable de los 144.000 es el hecho de que están sellados. Para Beatrice Neall, los siete “sellos históricos” (Apoc. 4:1-8:1) tienen como contrapartida siete “sellos escatológicos” (19:1-21:8), puntuados por la fórmula “y vi” (kai eidon).[17] Y podemos decir que dentro de la secuencia de “sellos históricos” aparece el “sello salvífico”. Este sello indica autenticidad, propiedad y protección. Es un símbolo de la autoridad de Dios sobre los fieles y de su lealtad a Dios. Los 144.000 no se inclinarán ante el sistema idolátrico impuesto por el dragón y la bestia.

El sello con el nombre del Cordero y del Padre en la frente de sus siervos (Apoc. 7:3; 9:4; 14:1; 22:4), en contraste con la “marca” (jaragma) en la mano o en la frente de los seguidores de la bestia (Apoc. 13:16; 14:9; 20:4), implica la identificación total con el bando vencedor en la guerra cósmica. Los 144.000 tienen el carácter, el nombre y la protección de Dios.

En palabras de Elena de White, el sello es el “salvoconducto” durante la crisis final y el pasaporte a la Ciudad Santa. Cuando lo obtiene, la persona se hace inviolable y queda destinada a la eternidad. En el conflicto final, la semejanza con el carácter de Cristo y la observancia de la Ley, especialmente del sábado, son requisitos básicos para recibir el sello divino.[18]

El sello del Dios viviente es espiritual, pero puede tener un carácter literal, aunque invisible. Elena de White aclara que el sello “es una marca que pueden ver los  ángeles y no los ojos humanos, puesto que el ángel destructor debe percibir esa señal de redención”.[19]

La pureza asociada al grupo podría ser una referencia al carácter de quienes conformarán la novia del Cordero. Por el contexto del conflicto en los capítulos 13 y 14, es probable que la imagen proceda de la tradición de la guerra santa, entre otras cosas porque el lenguaje de Apocalipsis 7:4 al 8 recuerda el censo militar de las tribus de Israel.[20] Los soldados hebreos que participaban en la guerra santa debían observar la pureza ceremonial y abstenerse de mantener relaciones sexuales (Deut. 23:9-11; 1 Sam. 21:5; 2 Sam. 11:8-11).

La descripción de los vencedores en Apocalipsis 14:1 al 4 revela que son un grupo espectacular, pero no por su propia fuerza. En un tiempo en que no podían comprar ni vender, fueron “comprados” por Cristo. Son las primicias de los salvados. Sirven a Dios. Son sin mancha. No han tenido relaciones con mujeres, símbolos de las iglesias del sistema satánico, y son espiritualmente vírgenes. En sus bocas no hay mentira, engaño, falsedad o fraude (pseudos), que son las marcas de Satanás. Debido a que ellos siguieron al Cordero en la Tierra en el tiempo de angustia, ahora continuarán siguiendo a su Salvador en el tiempo de felicidad.

La victoria de los 144.000 está marcada por la música y la adoración. En Apocalipsis 14:1, vemos al Cordero de pie en el monte Sión con este grupo, en una celebración junto al mar de cristal. En Apocalipsis 14:2, Juan describe una voz “como el estruendo de muchas aguas, como el estampido de un gran trueno”. Y lo compara con el sonido de “arpistas que tañían sus arpas” (kitharōdōn kitharizontōn en tais kitharais). Al final, habrá lamento (para un grupo) o celebración (para otro).

Identificar correctamente a los 144.000 es importante. Pero aún más importante es estar en este grupo y tomar parte en la celebración de los vencedores.

Sobre el autor: Editor Emérito de la CPB


Referencias

[1] Loron Wade, “Thoughts on the 144.000”, Journal of the Adventist Theological Society 8 (1997), p. 93.

[2] Cf. Felise Tavo, Woman, Mother and Bride: An Exegetical Investigation into the “Ecclesial” Notions of the Apocalypse (Leuven: Peeters, 2007), pp. 140-160.

[3] Robert L. Thomas, Revelation 1–7: An Exegetical Commentary (Chicago: Moody Press, 1992), p. 466.

[4] Urías Smith, “A Study of the 144.000”, Review and Herald, 10 de agosto de 1897; Urías Smith, Daniel and the Revelation (Battle Creek: Review and Herald, 1897), pp. 437-451.

[5] Elena de White, Primeros escritos (Florida: ACES, 2014), p. 45.

[6] Ibid., p. 305.

[7] Cf. Talmud, Tratado Sanedrín 96a, y Targum de Jerusalén sobre Éxodo 17:8; Testamento de los Doce Patriarcas, Dan. 5:5-6; Ireneo, Contra las herejías 5.30.2; Hipólito, De Anticristo, 14-15.

[8] Francis D. Nichol, ed., Comentario bíblico adventista del séptimo día (Florida: ACES, 1996), t. 7, p. 799.

[9] Ranko Stefanovic, La Revelación de Jesucristo: Comentario del libro del Apocalipsis (Berrien Springs: Andrews University Press, 2013), p. 262.

[10] Tremper Longman III, Revelation Through Old Testament Eyes: A Background and Application Commentary (Grand Rapids: Kregel Academic, 2022), p. 116.

[11] Beatrice S. Neall, “Los santos sellados y la tribulación”, en Simposio sobre Apocalipsis, ed. por Frank B. Holbrook, Clásicos del adventismo 6 (Doral: APIA, 2010), t. 1, p. 291.

[12] Ekkehardt Mueller, “The 144.000 and the Great Multitude”, p. 2, disponible en: link.cpb.com.br/011333>, consultado el 7/3/2024.

[13] G. K. Beale, The Book of Revelation (Grand Rapids: Eerdmans, 1999), p. 405.

[14] J. Scott Duvall, Revelation (Grand Rapids: Baker Books, 2017), p. 126.

[15] Smith, Daniel and the Revelation, p. 459.

[16] Elena de White, El conflicto de los siglos (Florida: ACES, 2015), p. 723.

[17] Neall, “Los santos sellados y la tribulación”, p. 296.

[18] Nichol, Comentario bíblico adventista del séptimo día, p. 980.

[19] Elena de White, ¡Maranata: El Señor viene! (Florida: ACES, 1976), p. 241.

[20] Cf. Richard Bauckham, The Climax of Prophecy: Studies on the Book of Revelation (Nueva York: T & T Clark, 1993), pp. 217-229.