La mayoría de los obreros adventistas tienen una imagen correcta del colportaje, y su alto aprecio hacia esta gran obra es una fuente de inspiración para los colportores y sus directores en su delicado trabajo, básico para iniciar y terminar la evangelización del mundo.

En cambio, el pastor que tenga un concepto pobre del colportaje, ejerce una influencia que disminuye el número de los que ingresan a esta obra y aumenta el número de los desertores.

Recientemente, un pastor le dio un sombrío consejo a cierto director de colportaje. Le dijo: “No invite a ese hermano a colportar, porque es un hombre capaz, que tiene un buen empleo”. Felizmente y de todos modos, ese candidato entró en el colportaje, y desde el mismo principio tuvo notable éxito financiero y misionero. Está ganando más dinero del que ganaba en su bien remunerado empleo anterior, y goza de una felicidad que no se encuentra en ningún trabajo secular.

En contraste con el caso anterior, hay un campo que está resplandeciendo. Durante varias décadas ese campo fue considerado difícil para el colportaje. Pero en estos últimos años, llegó un nuevo presidente que aprecia altamente esta obra, y comprende sus inmensas posibilidades de ganar almas. Como resultado, el milagro no se pudo evitar. En ese campo que parecía árido, hoy se ve un verdadero despertar. En pocos meses triplicó sus colportores, en 1964 fueron bautizados 61 conversos ganados por ellos, y hasta se encontraron ya dos grupos de guardadores del sábado.

Dios ha dicho grandes cosas acerca de la obra de las publicaciones. En estas cinco enfáticas declaraciones notemos el alto concepto de Dios acerca del colportaje:

  1. “No se puede exagerar el valor de esta obra” (El Colportor Evangélico, pág. 13).
  2. “No hay obra superior al colportaje evangélico” (Id., pág. 19).
  3. “La importancia de esta obra se equipara plenamente a la del ministerio” (Id., pág. 15).
  4. “Nuestros colportores” son “evangelistas de Dios” (Id., pág. 47).
  5. “El colportor inteligente, que teme a Dios y ama la verdad… ocupa una posición igual a la del ministro evangélico” (Id., pág. 51).

¿Por qué usa el Señor esas vigorosas afirmaciones? Porque si no fuera por el colportaje, “muchos jamás oirían el mensaje” (Id., pág. 13). ¡Y porque “el mundo ha de recibir la luz de la verdad por el ministerio evangelizado! de la palabra contenida en nuestros libros y periódicos” (Id., pág. 11).

Conviene recordar dos hechos inspiradores: Los grandiosos resultados que el colportaje alcanzó en el pasado, y la obra decisiva que hará en el presente y en el cercano futuro.

Al mirar el pasado se destacan tres casos luminosos: primero, desde el siglo doce en adelante, gracias a sus valientes colportores, los valdenses conmovieron a Europa, llegaron a lugares remotos, ganaron a miles de conversos y prepararon el ambiente para la Reforma.

Segundo, el rápido e incontenible éxito de la Reforma se debió en gran parte al decidido aporte de los cientos de colportores de Lutero, que esparcían los escritos de los reformadores por Europa.

Y tercero, como alguien ha dicho: “La iglesia remanente no estaría donde está, si no fuera por su ejército de colportores, que valiente y abnegadamente se une a los ministros, para propagar la verdad final por doquiera”.

El colportaje adventista ha iniciado la obra de la verdad presente en muchos países, la ha introducido en miles de hogares, y contribuirá en “gran medida” a terminar su predicación.

En 1880 la Hna. White afirmó que nuestras publicaciones son instrumento para traer a Cristo a tantas almas como la palabra predicada. (Id. pág. 161.) Y cinco años más tarde anunció que la mayoría de los que se convertirán en los últimos días, atribuirán sus primeras convicciones a nuestras publicaciones. (Id., pág. 162).

Cuando los administradores y los ministros locales tienen esta visión divina del colportaje y estimulan esta obra, aumentan su propio éxito. En 1964 fueron bautizadas en la División Sudamericana 1.430 almas ganadas por el colportaje. En la División Interamericana también los colportores ganaron en ese año varias centenas de almas. Así, al ayudar a aumentar el número de colportores, los ministros aumentan sus bautismos.

El ministro que aprecia de verdad al colportaje, no necesitará decirlo, porque sus colegas y su congregación lo notarán. El número de revistas que distribuyan él y su iglesia, el éxito de la Semana de Extensión Misionera, el número de candidatos que el gane para el colportaje, demostrarán cuánto él aprecia la obra de las publicaciones.

El pastor que en su corazón tenga una imagen correcta de la importancia evangelizadora del colportaje:

1. Presentará en su iglesia el programa anual de reclutamiento.

2. Animará a los miembros capaces de su iglesia a ingresar en el colportaje.

3. Dará oportunidades regulares al director de colportaje a predicar y reclutar en su iglesia.

4. Ocasionalmente invitará a los colportores capaces a ayudarle en los preliminares del culto.

5. De vez en cuando aprovechará los diez minutos misioneros para presentar algún vibrante relato de colportaje.

Y el administrador, sea presidente o secretario, hará lo mismo en todo su campo, y además asistirá a la asamblea anual de colportaje, a los avivamientos y congresos de colportaje, para realzarlos con su presencia y prestar su cooperación.

En resumen, el ministro que en su corazón aprecia el colportaje, mantiene ante su congregación la elevada y santa vocación del colportor, invita a sus miembros más capaces a dedicarse a esa sagrada obra, y anima a su congregación a participar regularmente en ella; y como feliz resultado, aumenta el éxito de su propia gran obra salvadora de almas.