Las personas con la cuales nos relacionamos participan de una cantidad de asuntos y actividades que llenan sus mentes que, de cierto modo, impiden la comunicación que deseamos establecer con ellas. Esos asuntos pueden incluir el trabajo, la salud, los estudios, problemas familiares, diversiones, deportes, entre otros cuidados de esta vida.

Los estudiosos de la conducta están de acuerdo en que los seres humanos respondemos a cinco motivaciones básicas: el amor al dinero, la sed de reconocimiento, el instinto de conservación y el ansia de aventuras y conquistas. En todos nosotros están presentes, en mayor o menor medida, cada una de esas motivaciones básicas. Una crisis puede trastocar nuestra lista de prioridades, pero después la tendencia es que volvamos a la normalidad.

Por ejemplo, si estuviéramos todos juntos en un barco que está a punto de naufragar, la persona con espíritu aventurero no diría: “¡Qué experiencia fantástica!” Al contrario, su prioridad en este caso cambiaría, y sería su propia conservación. Después que todos los pasajeros hayan sido rescatados, y hayan llegado sanos y salvos al puerto, esos aventureros recuperarán su motivación primaria: su gusto por la novedad y la excitación, para transformar la gravedad del trauma vivido en el océano en una historia de aventuras y desafío a la muerte.

Después del rescate, los pasajeros motivados por el amor al dinero calcularían cuánto podrían ganar si le hicieran un juicio a la compañía naviera. Y los impulsados por el instinto de conservación serían capaces de jurar que nunca más viajarán en un barco.

¿Qué motivación impulsa a la gente para asistir a nuestros servicios religiosos? Sin duda algunos están allí sólo por la fuerza de la costumbre. Otros, en cambio, están verdaderamente embelesados por su relación con Dios y su experiencia de adoración a su Creador y Salvador Jesucristo. Muchos otros están inspirados por una serie de opciones que se encuentran entre estos dos extremos.

¿De qué manera lo que estamos diciendo podría motivar a nuestros oyentes a vivir una profunda experiencia de adoración, con su consiguiente influencia sobre su comportamiento? Tendremos poco o ningún éxito en esta empresa si no conseguimos que nuestro mensaje rompa las barreras de sus preocupaciones.

Algunos de los que analizan la lista de prioridades en las motivaciones de nuestros oyentes atraviesan esas barreras porque, en ese caso, hablan en el idioma de la gente. Eso se puede hacer con mucha facilidad si le hablamos a una sola persona, si sabemos lo que ocupa su atención y cuál de los cinco factores mencionados antes la motivan realmente. Pero con toda lógica podemos concluir que en cualquier auditorio ante el cual hablamos hay gente que pertenece a cada uno de esos grupos.

La mayor parte de los oradores sobreestima ciertas palabras y frases que en realidad ponen énfasis en sus propias prioridades emocionales. Pero, el empleo de palabras, frases, parábolas, ilustraciones y recursos visuales en un sermón, que tomen en cuenta las diversas motivaciones de la gente, influirá para que la presentación sea más poderosa que si sólo se emplearan ciertos instrumentos relacionados con las motivaciones particulares del predicador.

Podría ser de poco valor, por ejemplo, si describiéramos el Cielo como un lugar donde se pueden vivir aventuras espaciales intergalácticas, si le hablamos a alguien que está motivado por el instinto de conservación. Si bien es cierto que ese enfoque le podría interesar a un aventurero, la gente motivada por la idea de preservar su propia vida podría recibir más ánimo y sentirse más motivada por textos que le aseguren la desaparición de las enfermedades, el dolor, la tristeza y la muerte en el venidero reino de Dios.

Del mismo modo, los oyentes motivados por el afán de lucro podrían sentirse interesados por las calles de oro y las puertas de perlas; pero los que están impulsados por el afán de progresar se sentirán interesados por la desarrollo intelectual y por hablar con el Señor respecto de ciertas preguntas para las cuales no hallaron respuesta aquí en esta Tierra.

Los oradores inteligentes seleccionan una cantidad de enfoques para apelar a sus oyentes, y por eso tienen mayor capacidad para romper las barreras de las preocupaciones de la gente. Algunos todavía no han entendido cómo se pueden hacer llamados basados en las motivaciones, y llegan a la conclusión de que si dicen lo justo para la persona justa, la reacción positiva está garantizada. No estoy de acuerdo con esa opinión, porque vulnera el principio del libre albedrío. Creo, no obstante, que si le decimos la cosa justa a la persona justa, nos va a oír porque estamos hablando su propio idioma.

En la parábola del sembrador se arrojaron las semillas en diferentes clases de terreno, que representan las diversas reacciones frente a los mensajes espirituales. De este modo nuestra predicación comunicará más efectivamente lo que queremos decir si tomamos en cuenta las diversas motivaciones de nuestros oyentes.

Sobre el autor: En el momento de escribir este artículo se desempeña como secretario ministerial de la Asociación General.