“Jesús satisfacía las necesidades de las personas, le mostraba simpatía, se ganaba su confianza y luego les decía: Sígueme”.
En Mateo 25:34 al 36 están registradas las siguientes palabras de Jesús: “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de córner; tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo y me cubristeis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y vinisteis a mí”.
“En las grandes ciudades hay muchedumbres que reciben menos cuidado y consideración que los animales. Fijaos en las familias apiñadas en miserables viviendas, muchas de ellas en sótanos oscuros que trasudan humedad y desaseo. En esta miseria nacen, se crían y mueren los niños. Nada ven de las bellezas naturales que Dios creó para solaz de los sentidos y del alma. Harapientos y famélicos, viven en el vicio y en la depravación, amoldando su carácter conforme a la miseria y el pecado que los rodea […]. Pero no todos los pobres de esos barrios son así. Hay hombres y mujeres temerosos de Dios, arrastrados a la extrema pobreza por la enfermedad y el infortunio, y muchas veces por las artimañas deshonestas de los que explotan a sus prójimos. […] Es especialmente esta clase de gente la que necesita ayuda, simpatía y aliento” (El ministerio de curación, p. 87).
A lo largo de mi corto ministerio, he leído con frecuencia estos textos bíblicos y citas inspiradas, pero en estos últimos dos años han tenido un impacto muy fuerte en mi experiencia pastoral. Al contemplar lo mucho que hemos avanzado en la bendita y noble tarea de la predicación, he notado que nos hemos “descuidado” de manera consciente o inconsciente en el servicio a nuestro prójimo. Me he detenido a pensar en la cita de Elena de White: “La obra de reunir a los menesterosos, los oprimidos, los dolientes, los indigentes, es la obra que cada iglesia que cree la verdad para este tiempo debiera haber estado haciendo desde hace mucho tiempo. Debemos manifestar la tierna simpatía del samaritano y suplir las necesidades físicas, alimentar a los hambrientos, traer a los pobres sin hogar a nuestras casas, pedir a Dios cada día la gracia y la fuerza que nos habiliten para alcanzar las mismas profundidades de la miseria humana y ayudar a aquellos que no pueden ayudarse. Cuando hacemos esta obra, tenemos una oportunidad favorable para presentar a Cristo el Crucificado” (Joyas de los testimonios, t. 2, p. 514). “Jesús satisfacía las necesidades de las personas. Les mostraba simpatía, se ganaba su confianza y luego les decía: ‘Sígueme”.
Esta es la sencilla tarea que con toda seguridad alimentará a la iglesia y que deberíamos incorporar como un estilo de vida en nuestras iglesias; es decir, movilizar a los miembros para que vean la necesidad de su prójimo en la comunidad, atender sus necesidades, ganar su confianza (el método de Cristo); y luego, ellos con toda seguridad asistirán a nuestras reuniones y escucharán la voz del que dice: “Sígueme”. Los acontecimientos sociales y políticos que vive el mundo en las diferentes latitudes, así como los fenómenos de la naturaleza que sacuden diferentes regiones de nuestro planeta, muchas veces de manera sorpresiva, segando la vida de miles de personas, nos hacen reflexionar en la urgencia de la predicación: “Entre tanto que el día dura, la noche viene cuando nadie puede trabajar”. Viene a mi mente, y esto ilustra de manera sencilla nuestra tarea que como iglesia necesitamos fortalecer, la conocida fábula de la “rosa y la nube”. Un día, la rosa ya no podía más; tenía sed. Lo que más anhelaba era agua; clamaba por ello, pero nadie podía ayudarla. En ese preciso instante, pasó una nube llena de agua. La rosa miró al cielo y le suplicó que le enviase al menos una gota del tan preciado líquido. La nube la miró, se rió y se negó. De pronto, una fuerte ráfaga de viento la llevó a algunos kilómetros de allí. Fue en ese momento que la nube reflexionó y dijo: “¿Que me cuesta? Regresaré y le daré una gota de agua”. Pero, cuando estuvo encima de la rosa, esta ya había muerto.
La nube comenzó a derramar una gota, dos gotas, pero la rosa ya estaba muerta. Finalmente, la nube vació todo su contenido sobre la inerte rosa, buscando resucitarla; pero ya era demasiado tarde. Si la nube hubiese actuado en el momento oportuno, cuando se creó la necesidad, entonces la rosa no habría muerto. Esta es la realidad que puede estar pasando en algunas de nuestras iglesias, o puede ocurrimos de manera individual. Cientos y miles de personas mueren diariamente, ya sea de manera natural, por una enfermedad, accidente de tránsito o fenómenos naturales. El gran desafío continúa siendo: Hay muchas rosas y claveles que claman por el agua de vida, mientras que la nube de la iglesia avanza lentamente, quizá solo compartiendo gotas. Pero el Señor nos llama durante el resto de nuestra existencia a detenernos y abrir nuestros labios, dedicar nuestro tiempo, nuestros talentos, nuestro dinero, a fin de salvar las vidas de aquellos que yacen moribundos en medio del pecado, la necesidad y la desesperanza.
Apreciados líderes de iglesia, cualquiera que sea vuestra responsabilidad, necesitamos avanzar con prontitud en el cumplimiento de la misión. Hay enfermos que visitar y celdas en las prisiones, que esperan por nosotros. Nuestra comunidad clama por el Agua de Vida que esta iglesia maravillosa tiene. Unámonos con el propósito de lograr dicho cometido. Muchas personas están huérfanas de amor, tienen frío, y podemos llevarles un poco de sopa caliente o un refresco, según sea la estación. Podemos compartir una prenda que tenemos en casa. Recuerde que debemos ser una nube útil, “la luz del mundo” y “la sal de la tierra”.
El énfasis del plan de la iglesia local debe estar puesto en la evangelización directa, organizando los Grupos pequeños para la predicación. Pero esto debe ser hecho sin descuidar la conservación, la capacitación, la sociabilidad y el compañerismo que deberían existir entre los miembros de la iglesia. Los ministerios se abren como oportunidades para que los miembros crezcan en su mayordomía -al compartir una prenda-, crezcan en el servicio y en la generosidad, al dar de sus recursos para servir a los que están sufriendo. Esto no es distraer a la iglesia en el cumplimiento de la misión; muy por el contrario, espera y busca fortalecerla.
Planificación de la participación
A continuación, presentamos algunas sugerencias para involucrar a los miembros de la iglesia en los ministerios.
1. Reúnase con la Junta de la iglesia local, vean las necesidades existentes en la periferia de su comunidad, decidan qué ministerios implementarán y describan los objetivos que buscan alcanzar.
2. Anuncie en el órgano informativo de la iglesia, y a través de afiches, una invitación a la iglesia para inscribirse en los ministerios en los que le gustaría participar. Dé un tiempo prudencial: quince días o más.
3. Reúna a los que se inscribieron en los diferentes ministerios, y juntos elaboren el cronograma de actividades, que pueden ser quincenales o mensuales, sin que interfieran con el calendario general de la iglesia, del Campo local o de la Unión. Nombre un coordinador para cada ministerio.
4. Realice mucha promoción, confeccionen chalecos que los identifiquen y disfruten del gozo de servir a los más necesitados.
5. Evalúen, después de cada actividad, los aspectos que necesitan mejorar. Que algún miembro cuente brevemente, en el programa JA o en la reunión de oración, su experiencia, buscando involucrar a más miembros en los diferentes ministerios.
Ministerios sugerentes que podrían implementarse en su distrito
* Ministerio de la Sopa Caliente. Es un ministerio en el que se fusionan ADRA, los Ministerios de la Mujer y el de Diaconisas. Preparan dos o tres ollas de sopa por iglesia y, con la ayuda de jóvenes y voluntarios, la distribuyen en poblaciones en necesidad. Previo a la distribución cantan, oran y leen algunas citas bíblicas. Es impresionante ver a muchos niños y familias que quedan agradecidos por este programa. Se puede realizar una vez al mes.
* Ministerio de las Prisiones. Cuando convocamos a los voluntarios de la Iglesia de Vista Alegre (Trujillo, Rep. del Perú) para que se uniera a este ministerio, fue impresionante la respuesta de muchas hermanas de diferentes edades, mayormente de más de 60 años. Sus visitas de los sábados son muy esperadas por los pequeños grupos establecidos en el Penal “El Milagro”. Más de veinte jóvenes se unieron al proyecto y ya pintamos dos pabellones que requerían mantenimiento. Juntos, conversamos con los internos, reímos, almorzamos y oramos. Tramite ante las autoridades penitenciarias la autorización respectiva.
Ministerio de los Hospitales. A muchos nos ha tocado, en algún momento, visitar un hospital, una clínica o un centro de salud. Cuando los seres humanos somos tocados por la enfermedad, nos volvemos más sensibles y nos resulta alentador que alguien nos visite; y si alguien ofrece orar por nosotros, es mucho más reconfortante. Coordine con anticipación la visita. En cada hospital, hay siempre personas de contacto que son miembros de nuestra iglesia, que pueden ayudarnos para ingresar sin dificultad en los horarios de visita o en horarios especiales.
Ministerio del Buen Samaritano. Bajo el lema “Una prenda para Jesús”, iniciamos cada año el desafío de recolectar ropa usada para compartir con las familias en lugares de extrema pobreza. Es alentador ver que las familias, dos veces por año se reúnen, y juntos seleccionan la ropa que llevarán a la iglesia y que posteriormente será distribuida. Recuerde que las prendas que son compartidas son prenda para Jesús, por lo que cada familia lleva lo mejor que tiene. Realizar esta tarea ayuda a nuestros hijos a crecer en su experiencia espiritual y de servicio hacia los menos afortunados. En esta actividad, toda la iglesia participa trayendo prendas para Jesús. Luego, los que conforman este ministerio seleccionan la ropa, y eligen la fecha y el lugar de su distribución. Un grupo de jóvenes se puede organizar para recolectar ropa en la comunidad. Si el vecindario conoce el propósito de este programa, con gusto donará.
Ministerio de Oración Intercesora ¡Qué grandes han sido los resultados que las familias, las iglesias y la comunidad han tenido como producto de un grupo de hermanos que se reúne permanentemente para interceder por las necesidades de los demás! Alguien ha dicho que “La oración mueve la mano de Dios”. Establezcan un día, un horario y el lugar en que se reunirán. Las iglesias que tienen un programa permanente de oración marcan la diferencia. No es que sus miembros no tengan dificultades; pero, presentadas al Señor nos dejan una sensación de paz y un sabor agradable. Si alguien no puede dar estudios bíblicos, puede sostener los brazos de los demás por medio de este ministerio.
El trabajo que la iglesia realiza debe tener como sólida base el funcionamiento de los Grupos pequeños.
Los ministerios que su iglesia establezca abren oportunidades para tener una iglesia movilizada en el servicio. En los lugares en que se realizan estas actividades, deberían planificarse conjuntamente campañas de evangelización, a fin de mostrar a las personas el insondable amor de Jesús. Y si su iglesia, durante el año, visitó en varias ocasiones una comunidad, cuando usted lleve el Agua de Vida y el Pan del cielo, las personas con toda seguridad asistirán y escucharán la voz del que dice: “Sígueme”. Que Dios nos ayude a servir a nuestro Maestro. Aún hay mucho por hacer, porque “en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.
Sobre el autor: Pastor de distrito en la Misión Norpacífico, Rep. del Perú.