Orientaciones inspiradas para lograr que la iglesia crezca en cantidad y espiritualidad.

Desde el momento en que se presentó por primera vez el tema del crecimiento de la iglesia, allá por el año 1955, con la publicación del libro The Bridges of God [Los puentes de Dios], de Donald McCavran, se ha escrito mucho sobre el tema y acerca de las razones por las cuales crece una iglesia. Aunque este énfasis ha contribuido mucho al desarrollo de la misión cristiana, tenemos que reconocer que la mayor parte de las publicaciones relativas al caso se fundan en las observaciones de iglesias que han crecido rápidamente. Se han presentado numerosos ejemplos y métodos, como si fueran principios o leyes de crecimiento. Pero mucho de crecimiento puede estar relacionado con aspectos culturales o sencillamente con el carisma del líder. Puede ser consecuencia de que los miembros tienen muchos amigos, o de la condición especial de la zona en que se encuentra la iglesia. También deberíamos tomar en cuenta que el gran crecimiento numérico de esas iglesias no siempre va acompañado de un cambio en el estilo de vida de la gente.

Si nos disponemos a descartar las interpretaciones humanas del éxito, y adoptamos criterios universales de crecimiento que se puedan aplicar a todas las iglesias, tendremos que considerar los factores permanentes que Dios nos ha dado, sobre los cuales debemos fundamentar el crecimiento de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. En este artículo pretendemos reflexionar sobre estos factores de acuerdo con los escritos de Elena de White.

La visión

La fe y la oración, unidas a la capacidad para comunicar una visión, constituyen el factor más importante que se debe aplicar al crecimiento de la iglesia. Su mayor obstáculo es la falta de fe de los líderes, manifestada en evasivas como estas: “Esto no funciona aquí”, o “Este campo es muy difícil”. Tales actitudes nunca producirán transformaciones importantes en nuestra vida ni en nuestro ministerio. Guillermo Carey estableció muy bien este principio en una reunión de pastores celebrada en 1792: “Esperen grandes cosas de Dios; hagan grandes cosas para Dios”.[1]

Es posible que Elena de White haya tenido en mente este concepto cuando le dijo a G.I. Butler, presidente de la Asociación General, mientras lo aconsejaba con respecto a blancos elevados: “Debemos esperar grandes cosas del Señor […]. Fijémenos metas elevadas […]. Debemos llegar más arriba. No limitemos al Omnipotente (…) esperemos grandes cosas”.[2]

De acuerdo con ella, nunca podremos avanzar más allá de lo que soñamos. Si nos conformamos con lo pequeño no solo revelamos falta de visión sino también de fe. Por eso les aconsejó a los líderes que “trazaran planes juiciosos para que esta obra pueda ser hecha en la forma más ventajosa”.[3] Al comentar acerca de la obra de la iglesia en Orebro y Copenhague, dijo. “Pero ellos no esperan mucho, por eso no reciben mucho [. .]. Por eso, por su falta de fe, a veces nuestros mismos obreros estorban la obra’.[4]

La falta de fe hace que la obra se vuelva casi imposible. “Muchos que son aptos para hacer una obra excelente logran muy poco porque a poco aspiran No os deis por satisfechos con alcanzar un bajo nivel”.[5] En el crecimiento de la iglesia, la fe implica establecer blancos reales relacionados con lo que se espera y con lo invisible. O, como dice Edward Dayton: “Todo blanco es una declaración de fe”.[6] No tener blancos es cómodo, porque en ese caso es imposible fracasar. Para muchos líderes sus blancos son cualquier cosa que ellos consiguen que suceda con el tiempo. Peter Wagner los compara con los que disparan contra la pared sin trazar un círculo para saber dónde tirar.[7]

La visión del crecimiento es también una aventura de fe; y eso es fundamental para la diseminación del evangelio. David Livingstone se animó a llevar a Cristo al África. Guillermo Carey dejó la zapatería y se fue a predicar a la India. Muchos trataron de desanimarlos, pero ellos se lanzaron a la tarea, creyendo que se la podía hacer. Las grandes inversiones producen grandes ganancias. Correr riesgos es parte del ejercicio de la fe. En la parábola de los talentos, el mayordomo que enterró el suyo no tenía un blanco que alcanzar; todo lo que quería era evitar el fracaso. No invirtió porque tenía miedo (Mat. 25:25).

Elena de White reconoció la importancia de la fe que espera grandes cosas del Señor: “Dios tendrá hombres que aventurarán cualquier cosa para salvar almas. Aquellos que no quieran avanzar hasta que puedan ver cada paso del camino claramente delante de ellos, no serán de ningún beneficio en este tiempo para hacer progresar la verdad de Dios […]. Dios llama a hombres de fibra, de esperanza, de fe y de resistencia para trabajar con este propósito”.[8] Esta declaración forma parte de un artículo acerca de inversiones financieras. La obra debe ser apoyada financieramente aun a riesgo de que una determinada inversión no produzca frutos inmediatos en lo que a conversiones se refiere.

La fe, la fijación de blancos elevados y la expectativa de esperar grandes cosas de Dios van de la mano. Si un pastor no consigue tener seguridad acerca de lo que no ve, y tampoco imagina por la fe lo que el Señor puede hacer, debe buscar esa experiencia por medio de la oración (2 Rey. 6:17).

La oración

Para Elena de White, la oración es el otro gran factor del crecimiento de la iglesia. Aconsejó que se celebraran reuniones de oración en favor del avance de la verdad en lugares difíciles. De este modo -dijo-, el Espíritu Santo obrará para convencer y convertir.[9] Cuando la iglesia de Los Ángeles llevaba a cabo reuniones de evangelización en 1906, animó a los hermanos a apoyar la obra con sus recursos, y a orar por el éxito de la campaña: “Tenga la iglesia de Los Ángeles diariamente reuniones especiales de oración en favor de la obra que se está realizando. La bendición del Señor descenderá sobre los miembros de la iglesia que participan en la obra y cada día se reúnen en pequeños grupos, para orar por su éxito […]. En esta forma (…) la obra del Señor será impulsada hacia adelante”.[10]

Los pastores deben dedicar más tiempo a la comunión con Dios, si desean que sus esfuerzos sean fructíferos. Se les aconseja no confiar en el apresuramiento. En la obra de acercar a hombres y mujeres a Jesús, debe haber fervorosas oraciones. La oración y la fe son factores fundamentales para el crecimiento de la iglesia.

Un liderazgo eficaz

Peter Wagner dice que el primer signo vital de un crecimiento eclesiástico saludable es “un pastor que es un pensador en potencia, y cuyo liderazgo dinámico reúne a toda la iglesia para el crecimiento”.[11] Cuando el pastor carece de visión y manifiesta poca o ninguna preocupación por la obra evangélica, se convierte en un obstáculo.

La primera cualidad de los líderes eficaces es ser fieles en seguir el modelo divino, es decir, “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efe. 4:12). Todo líder debería recordar el consejo que le dio Jetro a Moisés con respecto a la selección y el entrenmiento de ayudantes (Éxo. 18:13-28). La principal tarea del pastor consiste en enseñar y equipar gente para multiplicar la eficacia del ministerio.[12] “Dedique el pastor más tiempo a educar que a predicar -dice Elena de White-. Enséñele a la gente a compartir con los demás el conocimiento que ha recibido”.[13] Y añade: “Cuando trabaje donde ya haya algunos creyentes (…) debe primero no tanto tratar de convertir a los no creyentes como preparar a los miembros de la iglesia para que presten una cooperación aceptable”.[14]

Otra cualidad del líder eficaz es la concordancia de su vida con la luz que recibió. Si eso no sucede, Dios no bendecirá sus intentos de llevar gente a la verdad. Porque de esa manera el líder se manifiesta incapaz de conducir al recién convertido en su búsqueda de la semejanza a Cristo.

La humildad es otra de las virtudes que el líder debe poseer. Tiene que dejar afuera al “yo”, escondiéndose en Cristo. No reciben el éxito misionero los que creen que son los mejores obreros, sino los que hacen lo mejor posible para avanzar con el poder de Dios.

Finalmente, mencionaremos Ia habilidad del líder para manifestar el carácter de Cristo en su propio hogar. Allí aparece la gente sin máscara, y se ven también los mejores y los peores rasgos de su personalidad. Su verdadero carácter se manifiesta en la forma en que trata a sus hijos y a su cónyuge. Si el líder revela a Cristo en su hogar, hará lo mismo en la iglesia. Y “el Señor le podrá confiar el cuidado de la gente”.[15]

Los dones espirituales

Todos los estudios que se han hecho con respecto al crecimiento de la iglesia confirman un factor básico del Nuevo Testamento, a saber, que las iglesias crecen cuando movilizan a sus miembros para el servicio en el contexto del “real sacerdocio” de todos los creyentes. Cuando Pablo fundaba una congregación, elegía ancianos para que la dirigieran y se iba. La iglesia prosperaba no solo a pesar de la ausencia del apóstol, sino probablemente por causa de ella.[16] Los creyentes se veían obligados a ejercer su ministerio en la congregación.

Peter Wagner afirma que el segundo signo vital de un sano crecimiento de la iglesia es un conjunto de voluntarios bien movilizados.[17] Pero esa movilización se debe considerar a la luz de los dones espirituales. Después de que cada miembro haya descubierto su don, lo debe desarrollar y poner en acción por medio de canales estructurales apropiados.

Elena de White comparó a la iglesia con una colmena. Cada abeja tiene un deber que cumplir. Si eso no ocurre, la obra en su conjunto se malogra. El 10 de noviembre de 1900 la mensajera del Señor visitó la iglesia de San Francisco y la encontró con su capacidad agotada. Al ver a la gente, la reconoció como el cumplimiento de una visión que había recibido en 1876, en la que las actividades de las nuevas iglesias de San Francisco y Oakland aparecieron ante ella como dos colmenas. Acerca de eso escribió:

“Durante los últimos pocos años, la colmena de San Francisco ciertamente ha sido muy activa. Muchas diferentes clases de actividad misionera han sido realizadas por nuestros hermanos y hermanas allí. En ellas se han incluido las visitas a los enfermos y desvalidos […] enseñar la verdad de casa en casa, distribuyendo publicaciones y dando clases sobre la correcta manera de vivir y el cuidado de los enfermos. Ha funcionado una escuela para niños […]. Se hacía obra misionera […]. En diferentes oportunidades, nuestros ministros realizaron reuniones en grandes locales de la ciudad. De esa manera, el mensaje de amonestación fue dado por muchos”.[18]

Pero, de acuerdo con ella, la mayor causa de debilidad espiritual entre los miembros de la iglesia era “la falta de fe en los dones espirituales”. En caso contrario, la iglesia sería más fuerte, y las tres cuartas partes de los esfuerzos ministeriales hechos hoy para ayudar a iglesias establecidas se invertirían en la penetración en nuevos campos”.[19]

Al recurrir a otras ilustraciones, como las diferentes partes de un edificio y un jardín con muchas flores, ella destaca la importancia de combinar diferentes dones para alcanzar el éxito en la misión.[20] A fin de evitar complejos de culpa y depresiones en las personas que participan de un solo tipo de trabajo sin alcanzar el éxito esperado, sugiere otros medios de trabajar para Dios: “Algunos pueden escribir una carta […] Otros pueden aconsejar a los que están pasando por dificultades […]. Otros, con las habilidades necesarias, pueden dar estudios bíblicos y dirigir clases de Biblia”.[21]

El creyente que participa de la misión crecerá en fe y en madurez espiritual.

La evangelización

En los años recientes, las denominaciones que enfatizaron acerca de un testimonio más agresivo crecieron, mientras que los grupos que descuidaron este modelo declinaron. Napoleón dijo que todo ejército que permanece atrincherado será vencido. Por lo tanto, la iglesia debe ser agresiva o morirá.

Las campañas públicas siguen siendo un elemento clave para la conquista de las grandes ciudades. Y una estrategia que le dé prioridad al desarrollo de los miembros de la iglesia en la preparación del campo y la asimilación de los nuevos creyentes, no solo funcionará como un mecanismo de cosecha sino también hará posible el primer contacto con muchos corazones sinceros.

“Nos debemos esforzar para reunir grandes congregaciones que oigan las palabras del ministro del evangelio […]. Los pastores designados por Dios tienen que hacer esfuerzos extraordinarios para atraer la atención de las multitudes. Y cuando logran reunir una gran cantidad de gente, tienen que presentar mensajes tan fuera de lo común, que la gente permanezca despierta y reciba la advertencia”.[22] Pero, “no nos olvidemos que deben emplearse distintos métodos para salvar a personas que son distintas”.[23]

Un método de evangelización bastante destacado en los escritos de Elena de White es la combinación de la predicación pública con el trabajo personal. En 1874 le escribió al Hno. Butler a propósito de una campaña que se estaba llevando a cabo en San Francisco: “No olvide que la tarea del púlpito debe estar seguida por el esfuerzo personal […]. Tienen más éxito los que se acercan a la gente por la cual trabajan, para ganar su simpatía y su confianza, los que visitan en sus hogares a los interesados, y oran con ellos y por ellos. Este esfuerzo, esta obra en el hogar, le da éxito al trabajo”.[24]

Como resultado de la presentación de la verdad ante grandes auditorios, se despierta un interés por investigar; y es muy importante que a ese interés lo siga una obra personal.

Otra manera de hacer obra evangélica consiste en atender las necesidades personales de la gente. Como adventistas, tenemos mucho que decir en cuanto a la salud, la vida familiar y otros aspectos de la existencia. El mensaje de salud es un factor de crecimiento, porque es una particularidad adventista. Es “el brazo derecho del evangelio”. Al trabajar en pro del bienestar de la gente tal como lo hizo Cristo, el evangelista gana su corazón y puede entonces atender sus necesidades espirituales.

Un problema que enfrenta la evangelización es la tendencia a enfatizar demasiado la captación de las visitas, descuidando lo que sucede después de que estas se convierten. Recordemos que la evangelización no termina cuando el nuevo creyente se bautiza. A partir de ese momento, es necesario integrarlo y adiestrarlo para que llegue a ser discípulo.[25]

Cómo fundar iglesias

Según Peter Wagner, “el único método eficaz de evangelización consiste en fundar nuevas iglesias”.[26] Y esto tiene mucho apoyo bíblico, en especial en el libro de los Hechos, que equipara la multiplicación de nuevos conversos con la adición de nuevas congregaciones (Hech. 16:5; 9:31). También enseña que el cristianismo es una religión que se basa en las relaciones, y que los nuevos creyentes se deben reunir en comunión (2:41-47).

Por lo tanto, toda iglesia debe estar organizada de tal manera que proporcione una comunión adecuada a los que se unen a ella. El escritor Virgil Gerber declara que “el objetivo final, en el Nuevo Testamento, consiste en formar cristianos y congregaciones responsables y con la capacidad de reproducirse”.[27]

Durante su ministerio, la Sra. White aconsejó a la iglesia que desarrollara una estrategia que la capacitara para instalar el adventismo en toda aldea y ciudad. “Se deben establecer nuevas iglesias y organizar nuevas congregaciones. En este momento debería haber representantes de la verdad presente en cada ciudad y en los lugares más remotos de la tierra”.[28] “En todo país y ciudad ha de proclamarse el evangelio […]. Han de organizarse iglesias y elaborarse planes de trabajo para que los lleven a cabo los miembros de las iglesias recién constituidas”.[29]

La visión que tenía la Hna. White con respecto al adventismo se concentraba en la necesidad de fundar nuevas iglesias. Aconsejó que se evitara la formación de grandes congregaciones y que se trabajara con la mira de establecer en todo el mundo iglesias pequeñas. Primero, porque esto renueva espiritualmente a los creyentes. Muchos se estaban volviendo ineficientes, pero se convertirían en espiritualmente fuertes si empleaban sus talentos en nuevos lugares.[30] Segundo, esa participación fomenta el espíritu misionero y erradica el egoísmo implícito en las iglesias grandes. “La simiente de la verdad debe sembrarse en los centros no cultivados […]. Ello cultivará un espíritu misionero para trabajar en nuevas localidades. El egoísmo que se manifiesta al mantener grandes congregaciones no es el plan del Señor. Entrad en todo nuevo lugar posible, y comenzad la obra de educar en vecindarios que no han oído la verdad”.[31]

Determinadas condiciones

Cuando se aplican estos factores de acuerdo con determinadas condiciones, la iglesia crece espiritual y numéricamente. La primera de esas condiciones es el amor que debe existir en la iglesia y entre sus dirigentes. Jesús dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). Un ejemplo de la amorosa fraternidad que existía en la iglesia primitiva lo encontramos en Hechos 2:42: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”.

La Hna. White también afirma que el éxito misionero depende de nuestro amor a Dios y a nuestros semejantes. Junto a la acción armoniosa, ese amor fortalecerá la obra en pro de la salvación de los perdidos. Ella dijo: “El más poderoso argumento en favor del evangelio es un cristiano amable y amante”.[32]

“El Señor desea que los hombres se olviden de sí mismos en el esfuerzo por salvar almas. Nuestra vida es peor que un fracaso si andamos por ella sin dejar señales de amor y compasión. Dios no obrará por medio de un hombre áspero, empecinado y falto de amor. Un hombre tal echa a perder el modelo que Cristo quiere que sus obreros revelen al mundo. Los obreros de Dios, en cualquier ramo de servicio en que estén empeñados, han de colocar en sus esfuerzos la bondad, la benevolencia y el amor de Cristo”.[33]

Otra condición importante es la fidelidad de los creyentes, a la cual se refieren muchos sermones y escritos de Elena de White. En 1889, cuando se le preguntó por qué había tan poco poder y eficiencia en las iglesias, respondió: la infidelidad. La primera cosa en la que la iglesia debe ser fiel es su deber de llevar a otros a Cristo. Según Wagner, todo creyente debe colaborar para el crecimiento de la iglesia y debe estar dispuesto a pagar el precio. Cuando la gente se pone a un lado y deja que el peso de la obra recaiga sobre los hombros del pastor, los esfuerzos de este son casi inútiles. El segundo aspecto de la fidelidad de la iglesia es la experiencia de una vida piadosa. Cuando eso no existe, se malogra la obra de Dios. “El Señor no obra para atraer a muchas almas a la verdad, por causa de los miembros de la iglesia que nunca han sido convertidos, y por aquellos que una vez estaban convertidos, pero se han descarriado”.[34] ¿Qué influencia podrían ejercer esos miembros no consagrados sobre los nuevos conversos? ¿No dejarían sin efecto el mensaje dado por Dios y que su pueblo debe presentar?

Todos los factores que resumimos aquí son vitales para el éxito de la misión en estos días previos al regreso de Cristo. Que nos ayuden a apresurar ese glorioso evento.

Sobre el autor: Profesor en el Seminario Teológico de la Facultad Adventista de Bahía, Rep. del Brasil.


Referencias

[1] George Smith, The Life of William Carey [La vida de Guillermo Carey](Edinburgo: R. y R. Clark, 1887), p. 46.

[2] Elena G. de White, Manuscrito 7, pp. 36-38.

[3] El evangelism p. 58.

[4] Historical Sketches of the Foreign Missions of the misiones extranjeras de los adventistas del séptimo día] (Basilea: Imprimérie Polyglotte, 1886).

[5] Elena G. de White, El ministerio de curación, p 398.

[6] C. Peter Wagner, Your Church Can Grow [Su iglesia puede crecer] (Glendale, California: Regal Book Division), p. 47.

[7] Ibid., p. 52

[8] Elena G. de White, El evangelismo, p. 51.

[9] Testimonies for the Church, t. 6, p. 80.

[10] El evangelismo, p. 86.

[11] C. Peter Wagner, Leading your Church to Growth [Cómo conducir a la iglesia hacia el crecimiento] (Ventura, California: Regal Books, 1984) pp. 35.

[12]  Kent R. Hunter, Foundations for Church Growth [Fundamentos para el crecimiento de la iglesia] (Indiana, Illinois: Zondervan Bible Publishers. 1984), p. 204.

[13]  Elena G. de White, Testimonies for the Church, t. 7, p.20.

[14] Obreros evangélicos p. 206.

[15] Manuscrito (1889), P 995.

[16] Kent R. Hunter, Ibíd., p. 7

[17] C. Peter Wagner, Your Church Can Grow [Su iglesia puede crecer], p. 69.

[18]  Elena G. de White, El ministerio de la bondad. pp. 117, 118.

[19] Review and Herald (14 de enero de 1868).

[20] El evangelismo, pp- 76-81.

[21] Testimonies for the Church, t. 6, p. 433.

[22] Ibíd., p. 122.

[23] El evangelismo, p. 82.

[24] Carta.

[25] El evangelismo, pp. 246-248.

[26] C. Peter Wagner, Church Planting for a Greater Harvest (Fundemos Iglesias para tener una cosecha más abundante) (Ventura, Califormia: Regal Books 1990), p.11.

[27] Virgil Gerber, A Manual for Evangelism/Church Growth [Un manual de evangelización y crecimiento de la iglesia] (South Pasadena, California: Biblioteca William Carey, 1973), p. 18.

[28] Elena G. de White, Testimonies for the Church, t. 6, p. 24.

[29] El evangelismo, p. 18.

[30] Testimonies for the Church t.8 p. 244.

[31] El evangelismo, p. 39.

[32] Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, p. 111.

[33] El evangelismo, p. 456.

[34] Ibíd., p. 85