Tampoco tiene sentido el hecho de que un sistema que cuenta con tantos millones de clientes aparentemente satisfechos pueda seguir siendo dudoso. De hecho, los quiroprácticos nunca han definido una subluxación en términos mesurables, ni siquiera han probado su existencia.
La quiropráctica es un sistema de tratamiento de la salud muy controvertido, que ha sido legalizado en los Estados Unidos y en varios países. En Norteamérica, por ejemplo, unos 10,7 millones de personas hicieron 163 millones de consultas a médicos quiroprácticos sólo durante el año 1984.[1] Más de las tres cuartas partes de los estados norteamericanos requieren que las compañías de seguros incluyan servicios quiroprácticos en las pólizas de salud y accidentes. El gobierno federal paga por servicios quiroprácticos limitados bajo los planes de ayuda Medicare, Medicaid y su programado rehabilitación vocacional, y el impuesto federal permite una deducción por este tipo de servicio médico. Los quiroprácticos citan estos hechos como una evidencia de “reconocimiento”; sin embargo, éstas no son más que estadísticas comerciales y arreglos legales que nada tienen que ver con la validez científica de la quiropráctica.
Aunque la quiropráctica ha existido durante un siglo aproximadamente, no ha podido cumplir la norma fundamental aplicada a toda práctica médica: ofrecer una definición clara de sí misma y establecer científicamente el campo específico de su ejercicio. Más perturbador aún resulta el hecho de que la quiropráctica no ha aportado nada al cuerpo universal de conocimientos compartido por las ciencias de la salud, sino que continúa aislándose de la corriente principal de la práctica médica.
Esta situación preocupa a muchas personas que no pueden creer que en pleno siglo XX el gobierno legalice un sistema de tratamientos médicos que no tiene bases científicas. Tampoco tiene sentido el hecho de que un sistema que cuenta con tantos millones de clientes aparentemente satisfechos pueda seguir siendo dudoso. Como no se ofrece ninguna explicación, muchos se conforman con aceptar la infundada pretensión de los quiroprácticos de que la razón por la cual la medicina organizada se opone a ellos es porque a los médicos no les gusta tener competencia.
Terapia de manipulación espinal
Se estima que el 80% de los adultos experimentarán, en algún momento de su vida, un severo ataque de dolor y disfunción de la espalda. Hay bastante evidencia de que la Terapia de Manipulación Espinal (en lo sucesivo la llamaremos por sus siglas en español: TME) tiene valor para aliviar el dolor de espalda y mejorar el movimiento de la columna lastimada, al menos temporalmente. Aunque a la larga este tratamiento probablemente no sea más efectivo que otros, parece ofrecer un alivio más rápido a un tercio de los pacientes[2] Además, siendo que la TME incluye la imposición de manos, técnica ampliamente difundida a través de la historia por charlatanes y curanderos, aumenta la fuerza de la sugestión y el efecto de placebo.[3] A muchas personas les gusta la manipulación espinal por causa del contacto directo que comprende y la sensación de alivio que produce. Charles DuVall, D. C., advierte que la manipulación espinal puede crear hábito.[4]
Comúnmente se considera que la quiropráctica es sinónimo de la TME. En realidad, la historia de la TME se remonta hasta la época de Hipócrates (400 a.C.) mientras que las raíces de la quiropráctica no van más allá de cien años. Los curanderos y los osteópatas empíricos usaron la TME como una panacea. En la actualidad la usan los especialistas médicos como los psiquiatras, ortopedistas, y los practicantes de la medicina deportiva, médicos osteopáticos (éstos no son médicos osteópatas, especialistas en los huesos, sino componedores populares de problemas de la columna o de otros problemas de los huesos), preparadores y terapistas físicos de los atletas, así como los quiroprácticos.
Una encuesta efectuada entre muchos que tenían problemas de la espalda reveló que los fisiatras son los más efectivos al tratar dicha dolencia.[5] Los fisiatras son médicos especializados en rehabilitación. Antes se los llamaba doctores en medicina física. En general los fisiatras escasean y resulta muy difícil encontrarlos. (Muchas veces ejercen su profesión médica en conexión con la administración de hospitales de ancianos.) Algunos hospitales cuentan actualmente con centros de tratamientos de problemas de la espalda con énfasis en el fortalecimiento de los músculos abdominales débiles (que es una causa muy común de problemas de la espalda) y el mejoramiento de la flexibilidad de la columna. Muchos de estos centros ofrecen terapia de manipulación espinal, ya sea aplicada por un fisiatra o por un quiropráctico.
Los quiroprácticos son los practicantes de la TME más accesibles para el público, y el 85% de la gente que utiliza sus servicios lo hace por problemas neuro-musculoesqueletales.[6] Los quiroprácticos señalan con satisfacción estudios seleccionados de obreros que recibieron compensación que muestran que el tratamiento quiropráctico pudo hacer que éstos volvieran al trabajo más pronto y a menor costo que cualquier otro tipo de tratamiento médico. Pero estos estudios no estuvieron científicamente controlados a causa de la severidad de las heridas y no todos los estudios de los obreros asegurados fueron favorables a la quiropráctica. De cualquier modo, los estudios sugieren que los quiroprácticos desempeñan un papel importante en el tratamiento de los obreros que tienen problemas musculoesqueletales.
La singular teoría de la quiropráctica
La singularidad de la quiropráctica está, no en que usa la TME, sino en las razones teóricas que da para justificar su uso. Del mismo modo que la osteopatía precientífica halló la justificación de su existencia en la “regla de la arteria” (la creencia de que la manipulación mejora la circulación al reducir los espasmos musculares), la quiropráctica se basa en la “regla de los nervios”: la creencia de que la TME tiene importantes efectos sobre el “flujo nervioso”.
La palabra quiropráctica significa literalmente “hecho a mano”. Daniel David Palmer, fundador de la quiropráctica, adoptó el término. Este era un lego que tenía intenso interés en filosofías metafísicas sobre la salud, tales como el sana- miento por el magnetismo (“el magnetismo animal” de Mesmer), la frenología y el espiritismo. En 1895 afirmó haber curado el oído de un conserje casi sordo mediante la manipulación de la espina dorsal.
Palmer estaba obsesionado con la idea de descubrir la “causa primaria de la enfermedad”, y desarrolló la teoría de que el “95% de todas las enfermedades” tenía su origen en la “subluxación” (luxaciones parciales) de la espina dorsal y el resto por “huesos luxados en otras partes del cuerpo”. Especuló que las subluxaciones chocaban con los nervios espinales, bloqueando su funcionamiento, lo que conducía a la enfermedad. Enseñó que el diagnóstico médico era innecesario, que lo único que se necesita es corregir las subluxaciones a fin de liberar las fuerzas sanadoras naturales del propio cuerpo. Desdeñó a los médicos por curar únicamente los síntomas, aduciendo que su sistema, por contraste, corregía la causa de la enfermedad.
Palmer no empleó el término subluxación en su sentido médico, sino con un sentido metafísico y panteísta. Creía que las subluxaciones interferían con la expresión corporal de la “inteligencia universal” (Dios), a lo que llamaba “inteligencia innata” (alma, espíritu, o la chispa de la vida).[7] A la idea de Palmer de haber descubierto una forma de manipular la fuerza metafísica de la vida se la llama a veces “bioteología”.
Fallas científicas
Los quiroprácticos, en general, alegan que el aislamiento en que se encuentran las principales corrientes de la ciencia de la salud se debe a la oposición de la medicina organizada. Los propagandistas quiroprácticos han explotado muy hábilmente y en provecho de su causa una decisión de la Suprema Corte Norteamericana tomada en 1987 en que se declaró culpable a la Asociación Médica Norteamericana y a otros de boicotear ilegalmente a los quiroprácticos. La verdad es que el caso Wilk no oculta ninguna conspiración secreta de los médicos para destruir la quiropráctica. Sencillamente examina cuidadosamente la cuestión para saber si la prohibición ética de la Asociación Médica Norteamericana contra la asociación profesional voluntaria con proveedores de cuidado de la salud no científicos viola la ley Sherman contra los monopolios o no. El 27 de agosto de 1987, la juez de distrito, Susan Getzendanner, dictaminó que sí lo hace. En su fallo declaró, sin embargo, que la prohibición ética de la Asociación Médica Norteamericana no estaba motivada por causas económicas sino por su convicción de que la quiropráctica no favorecía los mejores intereses de los pacientes.
Podemos disculpar las erróneas concepciones del siglo XIX de Palmer, pero sus seguidores no tienen excusa por su fracaso al no poder sacar provecho de los avances científicos del siglo XX, para probar el fundamento teórico-práctico de la quiropráctica. De hecho, los quiroprácticos nunca han definido una subluxación en términos mensurables, ni siquiera han probado su existencia. A pesar de la capacidad de los neurofisiólogos para medir los impulsos nerviosos, los quiroprácticos no han podido probar que la presión de un nervio espinal altere un impulso más allá de la zona afectada, ni tampoco han demostrado que interrumpir un impulso nervioso produzca enfermedad. El anatomista Edmund Crelin, de la Universidad de Yale, demostró que sólo una herida que lesione la espina dorsal puede producir el efecto que Palmer estableció como la base de la quiropráctica.[8] Pero los fracasos en el laboratorio no acobardan a los quiroprácticos. Ellos arguyen, con razón, que nadie comprende perfectamente los mecanismos de muchos procedimientos médicos efectivos. Como clínicos son capaces de detectar subjetivamente subluxaciones, aunque falten métodos objetivos para probarlas. Sin embargo, los quiroprácticos tienen que pasar una prueba de confiabilidad interdisciplinaria. Numerosos estudios de la capacidad de dos o más quiroprácticos para encontrar las mismas subluxaciones, ya sea en las mismas radiografías o en los mismos pacientes, han demostrado que no concuerdan ni siquiera entre ellos mismos acerca de las condiciones específicas que necesitan tratamiento.[9]
Un fracaso rotundo experimentado por una delegación oficial de representantes quiroprácticos que incluía un radiólogo de su propia elección, para identificar una sencilla subluxación en una serie de veinte radiografías que habían sido sometidas a la Asociación de Carteros[10] con el fin de obtener indemnización del seguro movió a Medicare a requerir que los quiroprácticos verificaran las subluxaciones por medio de rayos X. Un informe que data de 1986, presentado por el Inspector General del Departamento de Salud y Servicios Humanos, reveló que muchos pagos a los quiroprácticos no cumplen este requerimiento legal.[11] El hecho de que el gobierno federal norteamericano no haga cumplir las normas establecidas para los quiroprácticos suscita la cuestión de la existencia de una doble norma. ¿Existe una norma para la medicina basada en la ciencia y otra para los practicantes no científicos, pero con sentido político?
Los quiroprácticos no sólo creen que las subluxaciones son tan esquivas como los míticos unicornios, sino que existe un profundo desacuerdo entre ellos sobre la forma de tratarlas Algunos creen que cada nivel vertebral corresponde a un desorden específico. Otros creen que sólo es necesario manipular las siete vértebras cervicales para lograr la curación. Pero un tercer grupo cree que sólo es necesario ajustar el atlas, que es la vértebra que está encima de todas. Los quiroprácticos que se basan en el sacro concuerdan en que sólo una vértebra necesita ajustarse, pero que no es la de más arriba, sino la del sacro, localizada en la base de la espina dorsal. Un grupo adicional ajusta tanto la vértebra del atlas como la del sacro. Otros ajustan toda la columna en una forma rápida, mientras que otro grupo mide la longitud de las piernas a fin de nivelar la espina. No aplican ningún criterio científico para resolver estas contradicciones.
Cualquiera que visite a un cierto número de quiroprácticos hallará una inquietante variedad de procedimientos seudocientíficos de diagnóstico. En 1981 Mark Brown, reportero del periódico Quad City Times, dedicó cinco meses a visitar quiroprácticos en la región de Davenport, en el estado norteamericano de lowa (lugar de nacimiento de la quiropráctica). Los métodos de diagnóstico incluían el acto de poner una papa en el pecho del paciente y presionar el brazo hacia abajo (kinesiología aplicada), proyectando algunas rayas en su espalda para leer las contorsiones del cuerpo (análisis de las contorsiones de Moire), lectura del iris y comparación de las marcas en un diagrama del ojo (iridología), medir la longitud de las piernas en busca de alguna desigualdad (un quiropráctico dijo que la pierna izquierda de Brown era la más corta, mientras que otro aseguró que la más corta era la derecha), medir las diferencias de la temperatura de la superficie de la piel y la palpación. Otros dudosos métodos de diagnóstico usados por los quiroprácticos comprendían la adivinación por medio del péndulo, la electroacupuntura, la reflexología, el análisis del cabello, análisis mediante la cristalización de ciertas hierbas, cuestionarios computarizados acerca de deficiencia nutricional, una prueba citotóxica de alimentos que producen alergia y la prueba Reams de orina y saliva.
Los quiroprácticos emplean también una amplia gama de terapias pseudomédicas. La terapia magnética (colocar magnetos en el cuerpo), la homeopatía, la herbología, palpación del colon, la terapia de las luces de colores, la terapia megavitamínica, la radiónica (un artefacto compuesto de varias cajas negras), la terapia nasal bilateral (que consiste en insertar un globo en la fosa nasal e inflarlo), y la manipulación craneal, son sólo unas cuantas de las infundadas terapias usadas por los quiroprácticos.
Una encuesta comercial de 1988 reveló que el 74% de los quiroprácticos de los Estados Unidos de Norteamérica usa suplementos nutricionales en sus prácticas. Muchos los prescriben y los venden directamente a los pacientes: una actividad prohibida por la ley que regula la práctica médica y que siempre se considera como antiética en la profesión médica.
Los quiroprácticos hacen alarde de ser “médicos que no usan drogas”, y sacan ventaja de las restricciones que los legisladores les han impuesto en el sentido de no usar medicinas ni cirugía. La palabra droga tiene varias definiciones. Por ejemplo: los artículos listados en varias farmacopeas reconocidas oficialmente en todos los países del mundo, artículos que se usan en el diagnóstico, cura, prevención, mitigación y tratamiento de enfermedades en el hombre y en los animales; artículos destinados a afectar la estructura de cualquier función del cuerpo. En 1987 la Suprema Corte del estado de Georgia dictaminó que, siendo que los quiroprácticos se consideran legalmente como practicantes del arte de curar sin drogas, no podían prescribir suplementos dietéticos para la prevención ni el tratamiento de cualquier clase de enfermedad. Pero poco después, a causa de la campaña de persuasión de los quiroprácticos en el congreso local, la legislatura aprobó una ley que les permitía recomendar suplementos dietéticos a sus pacientes, pero no prescribirlos como medicamentos.
El uso de rayos X por los quiroprácticos es otra cuestión que merece examinarse. A menudo exponen todo el tronco del cuerpo humano a la radiación de los rayos X. Pero como los efectos de estos rayos son acumulativos, el exponer a los pacientes a la radiación siempre implica una evaluación de riesgo-beneficio. Los quiroprácticos muy a menudo justifican el uso que hacen de los rayos X como un medio de selección de pacientes con enfermedades serias; pero un estudio reciente de probabilidad realizado por un radiólogo quiropráctico reveló que tomar una placa de toda la espina dorsal del paciente tiene dos veces más probabilidades de inducir un cáncer que de descubrir uno en él.[12]
Un área en la que los quiroprácticos sobresalen es en el arte de dejar satisfechos a sus pacientes. Estos los consideran superiores a los doctores en medicina por el interés que demuestran en sus problemas, la comprensión que demuestran por sus ansiedades, la cantidad de tiempo dedicado a escuchar la descripción de sus padecimientos, haciéndolos sentirse cómodos y otros factores relacionados con el arte de suplir las necesidades humanas.[13] Aunque es importante para los médicos tomar en cuenta la diferencia entre la mera satisfacción de los pacientes y la verdadera efectividad clínica, parece que podrían aprender mucho de los quiroprácticos acerca del arte de satisfacer las necesidades emocionales de los enfermos.
Facciones entre los quiroprácticos
Sólo la minoría de los quiroprácticos actuales se adhiere a la teoría de una causa- una cura de Palmer; en cambio, la mayoría aún cree que las subluxaciones existen y que deben desempeñar un papel de importancia en el origen y el tratamiento de las enfermedades. Para los quiroprácticos que aspiran a ser tratados como médicos, en todo el sentido de la palabra, limitar el valor de la TME al de un simple calmante del dolor y un mejoramiento de las funciones orgánicas, es una afrenta.
A los que limitan sus prácticas a analizar la espina dorsal y corregir las subluxaciones se les llama quiroprácticos auténticos. A quienes creen que están utilizando la teoría bioteológica de Palmer, “Fuerza innata de la Vida”, se los llama super auténticos. Los auténticos llaman a los quiroprácticos que no se limitan a la terapia de manipulación espinal, mixtos, porque combinan otras modalidades. Estas diferentes facciones de quiroprácticos han sido abiertamente enemigas durante muchos años. Cada una de ellas pretende ser los quiroprácticos genuinos y considera a los demás como cultistas o “pseudomédicos”. La lucha entre estas facciones se ha librado en las cortes durante muchas décadas y la cuestión todavía no se ha resuelto.
Con frecuencia se invoca equivocadamente la dicotomía auténtico/mixto como un criterio útil para separar los quiroprácticos racionales de los irracionales. Los “auténticos” pueden ser cultistas que sobrevaluan y usan demasiado la TME, aplicándola donde no ofrece ningún beneficio. Y los mixtos tienen una tendencia a patrocinar chifladuras pseudomédicas y son, probablemente, la mayor fuente de modalidades absurdas en el mercado del cuidado de la salud. Tanto los auténticos como los mixtos se han opuesto tradicionalmente a las medidas de salud pública científicamente sustentadas como la inmunización, la fluoridación, la pasteurización de la leche, la moderna tecnología de los alimentos, la prescripción de medicamentos y la cirugía.
Los reformadores
Entre las diversas facciones existen varios grupos reformistas, uno de los cuales publica The Journal of Manipulative and Physiologic Therapeutics, que se registra en el prestigioso Index Medicus. Ellos publican los resultados de pruebas de varias modalidades y artículos relacionados con la inadecuación científica de la quiropráctica. Esperan reformar silenciosamente la quiropráctica desde adentro.
Un grupo más conocido, la llamada Asociación Nacional para la Medicina Quiropráctica (NACM, por sus siglas en inglés) está compuesta por quiroprácticos que usan sólo la TME y tratan únicamente desórdenes funcionales de la espalda que no se relacionan con ninguna otra enfermedad. La NACM cree que la pseudomedicina quiropráctica y el cultismo están muy bien atrincherados, y que la responsabilidad moral por el bien público es demasiado seria como para esperar pacientemente que una reforma se produzca desde el interior. Los miembros de la NACM renuncian públicamente a la teoría de la subluxación y otras formas de la pseudomedicina quiropráctica. No presentan la quiropráctica como una alternativa a la medicina regular, sino que ofrecen sus habilidades como especialistas en TME en cooperación con la corriente principal de la medicina.
Estos reformadores pasan a veces por malos momentos, porque, por una parte, están reducidos al ostracismo por el gremio quiropráctico por romper las jerarquías criticándolos abiertamente y, por la otra, porque no son plenamente aceptados por la práctica médica regular. Estos reformadores, particularmente los miembros de la NACM, exhiben un valor poco común y desinteresado.
El dilema de los reformadores consiste en que los quiroprácticos no realizan ningún servicio ni se relacionan con ninguna enfermedad que no esté cubierta por otra rama de la medicina. Las leyes estatales que los autorizan para ejercer, mencionan específicamente la teoría de la subluxación o la describen como la base de la quiropráctica como una entidad. Al renunciar a las bases teóricas de la quiropráctica los reformadores eliminan la justificación legal que tienen para existir como una profesión dedicada al cuidado de la salud.
Pero limitar voluntariamente el campo de la quiropráctica a los desórdenes funcionales de la espalda requeriría de los quiroprácticos dar algo más que una definición legal. Estas concesiones ponen también en peligro sus pretensiones de usar el título de “doctor”. Pero renunciar a todo esto está más allá de lo que el ego de la mayoría de ellos puede soportar. Los quiroprácticos han mostrado una necesidad casi patológica de ser llamados doctores. A diferencia de cualquier otro grupo que recibe grados doctorales, los estudiantes ya se llaman doctores cuando todavía están en su período de entrenamiento. Los quiroprácticos a veces se sienten realmente ofendidos con los que no se dirigen a ellos con el título de doctor.
Los reformadores reconocen que ellos ofrecen principalmente su habilidad altamente especializada de TME. Creen que la TME no se usa como se debería y que existe un mercado substancial para sus habilidades. Aunque otros profesionales de la salud pueden practicar legalmente la TME o tratar los desórdenes funcionales de la espalda, la mayoría no lo hace. Convertirse en especialista muy hábil en la TME requiere más tiempo y esfuerzo del que la mayoría de los médicos o fisioterapistas están dispuestos a invertir, especialmente si sienten que pueden lograr los mismos resultados clínicos a largo plazo con modalidades menos exigentes.
Guía del consumidor
La habilidad en la TME de los quiroprácticos varía según los individuos. La quiropráctica es una industria casera, sin un escenario que permita el análisis crítico, como ocurre con los hospitales atendidos por médicos.
Al evaluar las pretensiones de un quiropráctico es bueno preguntarle qué tipo de enfermedades no pueden tratarse mediante el sistema quiropráctico. Un quiropráctico razonable admitirá rápidamente las grandes limitaciones que tienen al tratar cualquier otra enfermedad que no sea un problema músculoesqueletal. Un quiropráctico menos consciente puede contestar soslayando la pregunta más o menos así: “Yo trato sólo a personas que tienen una espina dorsal” o “Yo no trato enfermedades, yo trato a personas”. Tales respuestas, evaden la pregunta y/o representan una creencia en la teoría de la subluxación.
No existe ninguna agencia que le pueda decir cuán bueno es un quiropráctico particular como terapista de la columna vertebral. En general, los usuarios deben
confiar en la reputación local del que ejerce la profesión. Cuando tengan que elegir un quiropráctico, deberían ser muy precavidos y considerar las siguientes pautas:
1. Procure que un médico evalúe su problema primero. Trate de que un diagnóstico descarte primero la posibilidad de que usted tenga alguna enfermedad grave oculta antes de decidir que el problema es neuromúsculoesqueletal. Las enfermedades del corazón, el cáncer, las enfermedades de los riñones y otros serios problemas que necesitan atención médica urgente pueden manifestarse como dolor y disfunción de la espalda. No permita que un quiropráctico extremista e inadecuadamente preparado le impida tener el diagnóstico y el cuidado que necesita. Si el quiropráctico recomienda el uso de rayos X, que éstos sean aplicados por un radiólogo.
2. Si usted decide probar la TME, dígaselo a su médico. Pregúntele si existe alguna razón por la cual usted no debería someterse a ella (La osteoporosis es una contraindicación muy común.) Si no existe ninguna contraindicación, pídale que le ayude a localizar al mejor especialista en eso (fisiatra, terapista físico, quiropráctico, etc.). Algunos médicos se oponen honestamente a la TME porque su efectividad no ha sido científicamente probada, pero la mayoría están dispuestos a condescender con un paciente que desea probarla.
3. Recuerde que el principal valor de la TME reside en la rapidez con que procura el alivio. Si usted no ha experimentado alivio en las primeras dos semanas, des- continúela. No se someta a un tratamiento demasiado largo. No firme ningún contrato. Y no acepte la idea de un cuidado quiropráctico preventivo. La educación sobre cómo prevenir problemas de la columna usando técnicas seguras para levantar objetos pesados, ejercicio apropiado y el análisis y rediseño del lugar de trabajo a fin de evitar heridas y traumas, es muy importante.
4. Evite a los quiroprácticos que: causen la impresión de tener mucha confianza propia o de ser cultistas en su celo por la quiropráctica: que menosprecien la medicina regular porque dicen que tiene celos de la quiropráctica; que critiquen la prescripción de drogas o la cirugía por causas ideológicas; que ataquen la inmunización, la fluoridación, la pasteurización, u otras prácticas de salud pública; que alienten el uso de los rayos X en la espina dorsal; que usen tácticas intimidatorias diciendo que el no seguir el cuidado quiropráctico puede traer graves consecuencias en el futuro; que vendan hierbas o suplementos alimenticios; que realicen irrigaciones del colon: estas prácticas no tienen valor médico y pueden ser peligrosas;[14]que pretendan que las subluxaciones existen y que su corrección es importante.
5. Los niños no deberían ser tratados por quiroprácticos. No existe ninguna condición de salud en la niñez en la cual los quiroprácticos estén mejor capacitados que los médicos para tratar.
Sobre el autor: doctor en Filosofía, es profesor de Medicina Preventiva en la Universidad de Loma Linda y presidente del Concilio Nacional contra los fraudes en la salud. Este artículo es una colaboración del Departamento de Salud y Temperancia de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo día.
Referencias:
[1] Chiropractic: State of the Art, American Chiropractic Association, 1986.
[2] J. Farrel and L. Twomey, “Acute Low Pain”, Medical Journal of Australia, 1982, págs. 160-164; S. Haldeman, “Spinal Manipulative Therapy”, Clinical Orthopedics and Related Research, 1953, págs. 62-70; U. Moritz, “Evaluation Of Manipularon and other Manual Therapy”, Scandinavian Journal of Rehabilitative Medicine, 1979, págs. 173-179.
[3] A. Neher, The Psychology of Trascendence (Englewood Cliffs, Prentice-Hall, 1980), págs. 49-52, 244; S. Homola, Bonesetting, Chiropractice and Cultism (Panama City, Critique Books, 1963), págs. 95, 96.
[4] C. E. DuVall, “Facts on SMT”, in Chiropratic Claims Manual (Akron, Carlos E. DuVall, D. C., D. M., 1984), pág. 3.
[5] A. C. Klein and D. Sobel, Back Relief (New York, New American Library, 1980), pág. 402.
[6] Chiropractic: State of the Art.
[7] A. E. Homewood, The Neurodynamics of the Vertebral Subluxation (Cañada, Chiropractic Publishers, 1973), pág. 80.
[8] E. S. Crelin, “A Scientific Study of the Chiropractic Theory”, American Scientist, 1973, págs. 574-580.
[9] S. Barret, “The Spine Salesmen”, in The Health Robbers, 2nd. edition (Philadelphia, George F. Stickley Company, 1980), págs. 143-145; R. L. Smith, “I Get the Treatment”, in At your Own Risk: The Case Against Chiropractic (New York, Simón and Schuster, 1970), págs. 27-37; J. P. Deely, “Chiropractors”, National Association of Letter Carriers, Report of Director, Health Insurance, to Officers and Delegates of the 45th National Convention held at Detroit, Michigan, August 14-20, 1966, pág. 53A; W. M. London, “Free Chiropractic Spinal Exams, Consultations, and Literature: An Empirical Investigation”, presented at the Chiropractic Forum, American Public Association Annual Meeting, Chicago, Illinois, October 24, 1989.
[10] Deely, pág. 53A.
[11] R. P. Kusserow, Inspection of Chiropractic Services Under Medicare (Chicago, Office of Inspector General, U.S. Department of Health and Human Services, 1986), págs 9-12.
[12] T. Fickel, An analysis of the Carcinogenicity of Full Spine Radiography”, ACA J. Chiropractic, págs 61-66.
[13] D. C. Cherkins and F. A. MacCornack, “Patient Evaluations of Low Back pain Care From Family Physicians and Chiropractors”, West J. Med., 1989, págs. 351-355; R. L. Kane, et al., “Manipulating the Patient: A Comparison of the Effectiveness of Physician and Chiropractic Care”, The Lancet, June 29 1974 págs. 1.333-1.336.
[14] Section 201, United States Food, Drug and Cosmetics Act. K. W. Kizer, “The Case Against Colóme Irrigation”, California Morbidity, 1985 No. 38 September, 27.