Consejos pertinentes que conducen a la satisfacción en la labor ministerial.
Eduardo consideraba con serie- dad la decisión de abandonar el ministerio. Se sentía tironea- do por la administración de la iglesia, los feligreses, la familia y sus propias expectativas poco realistas. Abandonar parecía la única salida para evitar el agotamiento.
Afortunadamente, un pastor veterano notó la situación difícil de Eduardo, se reunió con él para explorar el rol del pastor y lo ayudó a volver a ordenar sus prioridades. Eduardo pronto redescubrió los gozos del ministerio.
Tú también puedes estar pensando en abandonar el ministerio. Antes de tomar tu decisión, piensa en los siguientes conceptos que conducen a la satisfacción en el trabajo.
A Julián lo estaban entrevistando para un cargo de pastor asociado en una iglesia grande. El pastor principal le dio una lista de responsabilidades que le tocarían a él, si fuera elegido. Luego, el pastor salió de la oficina, para que Julián pudiera examinar la lista. Cuando regresó, le dijo al potencial asociado: “Como puedes haber notado, estoy buscando alguien que cuide las minucias del movimiento de la iglesia”.
Ocuparse del movimiento de la iglesia puede ser una buena manera de erosionar el rol del pastor de orar, estudiar, enseñar, discipular, animar y predicar. Los feligreses pueden aplaudirlo por dirigir todas las comisiones, elaborar el presupuesto, administrar el mantenimiento del edificio de la iglesia, atender la campaña de recolección de fondos, mejorar el cartel anunciador de la iglesia y eliminar la deuda de la iglesia. Pueden aun jactarse del hecho de que su pastor es muy trabajador, pero su concepto del rol del pastor está equivocado.
Eugene H. Peterson se dio cuenta de que dirigir la iglesia puede ser peligroso para el rol del pastor. Cuando les dijo a los líderes de su iglesia que estaba pensando en renunciar, le propusieron una brillante solución. Se ofrecieron a dirigir la iglesia mientras él se concentraba en ser pastor.[1]Ellos tenían recursos para atender la operación diaria de la iglesia institucional. A él le gustaba orar por la gente y con ella, animar, consolar, estudiar, predicar y enseñar.
Comprender su rol y conservarlo a toda costa evitará el agotamiento y el abandono de una vocación fructífera.
Algunos líderes de la iglesia han adoptado la pasión del mundo por obtener cosas en forma apresurada. Instan a los pastores a apurarse y terminar la obra, produciendo continuamente conferencias y talleres en un esfuerzo por apresurar la venida del Señor.
Apúrate, apúrate, apúrate, sigue siendo un enemigo del rol del pastor. No puedes esperar que la iglesia recuerde apoyarse en el Señor y esperar con paciencia en él, si estás en una carrera sin fin.
Yo vivo en una región donde se crían pollos. Miles de pollos reciben hormonas de crecimiento para que puedan ser faenados a las siete semanas. Como resultado, sus cuerpos crecen más rápido que sus corazones, y centenares de ellos mueren y son incinerados antes de que lleguen a la planta procesadora. Así como en la ilustración de los pollos, el síndrome del apuro no conduce a una buena salud espiritual para el pastor y sus feligreses.
Los pastores no son, necesariamente, iniciadores. Mucho antes de que un pastor haga contacto con una persona, Dios la ha estado tocando. Los pastores se emocionan al ver lo que Dios hace. “Señor, muéstrame cómo puedo marchar al paso de lo que tú haces”. Salmo 27:14 lo dice dos ve- ces: “Aguarda a Jehová, espera a Jehová”.
Si tú eres fiel en tu rol como pastor, y confías los resultados a Dios, serás capaz de desprenderte de las presiones para terminar la obra. Espera en el Señor, y evita el estrés que puede echarte de tu ministerio.
ESTABLECE TUS PROPIAS PRIORIDADES
Establece tus propias prioridades antes de que otros las fijen para ti. Cuando te reúnas con una comisión de búsqueda de un pastor, sé claro y decidido en afirmar tus prioridades. Si los administradores de la iglesia te ofrecen un cargo, permite que ellos sepan lo que tú crees que son tus actividades ministeriales más importantes. Tus entrevistadores merecen saber tu posición sobre la puesta en marcha de programas generados por los que no están familiarizados con la naturaleza de una iglesia específica y los datos demográficos de la comunidad.
Un pastor metodista me dio su secreto para mantener viva su llama. Programaba tiempo para la recreación, la reflexión y el rejuvenecimiento, y tomaba mini vacaciones cada mes. Seguía un tiempo devocional distinto de la preparación de sermones. Cada vez que sabía de un seminario que podía profundizar su relación con Dios, asistía a él. Dirigir a la iglesia mantiene girando las ruedas, pero puede no avivar la llama de la amistad del pastor con Jesús.
SÉ UN ARTISTA CON LAS PALABRAS
Los pastores que practican el arte de crear cuadros verbales para sus miembros vibran con el gozo de hacer vivir la Biblia. Transformar las palabras en sermones memorables mantiene a los miembros esperando las obras maestras de la semana que viene o del mes próximo.
Desde que me jubilé, he escuchado muchos predicadores, pero muy pocos artistas con las palabras. Salgo de la iglesia sintiendo que se me entregó lo que alguien juntó a último momento. Me siento defraudado. Pienso que tales predicadores pierden el verdadero gozo del ministerio. Para ellos, predicar se ha vuelto una tarea rutinaria, de la que pueden fácilmente desprenderse.
Desde mi juventud, admiré a H. M. S. Richards, padre, y lo consideré un estudiante y maestro en pintar cuadros con palabras. Asistí a su Curso de Predicación Bíblica designado en su honor en 1957. El pastor Richards mantuvo en alto el rol del pastor, y nos dijo que, si lo podemos escribir, podremos también predicarlo. Escribir requiere pensar e investigar, protege contra la predicación descuidada y crea un deseo de predicar durante el resto de la vida.
Una vez que el sermón ha sido puesto completamente sobre el papel, necesita ser escrito sobre el corazón del predicador. Un manuscrito o notas completas llevadas al púlpito serán una guía para una presentación organizada. Los pastores que tienen el don de una excelente memoria pueden predicar sin un bosquejo o notas. Esto es admirable, siempre y cuando el pastor no divague.
La iglesia a la que asisto comparte un pastor con otras dos iglesias. Cuando no puede estar presente, otros miembros ocupan el púlpito. Tienen una capacidad natural para hablar en público, pero el pastor, sabiamente, actúa como tutor de ellos cuando predican la Palabra de Dios. El orador más joven, a menudo, procura que los otros critiquen su presentación.
Jesús fue un Maestro en el arte de las palabras. Sus parábolas no tenían la intención de responder a todas las preguntas, pero sus oyentes salían procesando lo que habían oído. No podían olvidar los cuadros provocadores de pensamientos que pintó con sus palabras. Sin embargo, Jesús no usó palabras difíciles. Palabras pequeñas, como pequeños trazos con un pincel sobre una tela, han sido demandadas durante siglos.
Cuando los feligreses y las actividades de la iglesia devoran la mayor parte del tiempo del pastor, su familia sufre, y la vida en el hogar ya no es una bendición. Esta puede ser una razón por la que algunos pastores abandonan el ministerio. Los pastores que edifican familias felices y las gozan no estarán ansiosos de dejar la predicación. Sus familias los apoyarán al fijar buenas prioridades.
En nuestra familia, nos gozábamos los días de semana fuera de la iglesia. Hacíamos excursiones, lloviera o hubiera sol. Un día, tomamos nuestro almuerzo y el equipo de bádminton, y fuimos a un parque nacional cercano. La lluvia caía a baldazos, pero estábamos bajo un refugio. Éramos los únicos en el parque. Un guarda parques no podía creer que expresábamos, verdaderamente, estar gozando del día. Vino al refugio con la excusa de vaciar el barril de la basura, aunque realmente vino para ver a esta familia loca desde cerca.
Un pastor y su familia son sermones vivientes para la congregación. La mayor misión del pastor se centra alrededor de la misión del hogar. Los miembros de la iglesia a menudo viven con desarreglos, y por lo tanto necesitan tener un modelo. Necesitan que el pastor los invite a su casa para ver vidas vividas en un ambiente cristiano.
EVITA EL SÍNDROME DEL MINISTERIO SOLITARIO
La mayoría de los pastores adventistas trabajan solos a menos que sean parte de un equipo pastoral múltiple. Esto crea un problema que la iglesia no ha atendido. La soledad en el lugar de trabajo es una realidad en la iglesia.
En un retiro de pastores, presenté un seminario sobre la soledad del pastor. No pude convencerlos de que hablaran acerca de su soledad durante los momentos del seminario, pero en la noche me buscaron y me hablaron del tema. Un pastor me dijo que él se sentía solitario y sabía de otros dos ministros que habían abandonado por causa de la falta de compañía. La soledad del ministro se filtra hasta las esposas. Yo lo sé, porque pasé cinco días en una reunión campestre o congreso regional escuchando historias conmovedoras de soledad conyugal.
He hablado a los administradores de la iglesia acerca del síndrome del ministerio solitario, pero los pastores solos no han disminuido. La iglesia pierde pastores bien calificados por no haber atendido este problema.
Aquí van algunas ideas que puedes aprovechar para evitar la soledad. Únete a la alianza pastoral en tu área, si la hay. Si tienes más de una iglesia, únete a esa asociación en cada lugar. Los pastores de otras iglesias están agradecidos de hacerse amigos cercanos de pastores de otras confesiones. Planifica momentos sociales con otros pastores que viven o trabajan cerca de ti. Intercambia el púlpito y programas especiales. Cuando estábamos como pastores en Michigan, EE.UU., los pastores y sus familias en cierta área planificaban varias excursiones o picnics cada año.
Desarrollé una amistad estrecha con un pastor de otra confesión. Llegó a ser como un hermano para mí. Compartíamos títulos de libros, problemas personales, y dirigí varios seminarios en su iglesia. Intercambiábamos incidentes acerca de costumbres en las iglesias y maneras de pensar de diferentes congregaciones. Uno se siente bien cuando puede reírse junto con otro colega. Un sacerdote católico enseñaba en una escuela de enfermería en Kalamazoo, Michigan. Debido a que él me invitó a dar la clase sobre la muerte y el hecho de morir, nuestra relación se desarrolló hasta volverse muy fructífera.
Usa tu creatividad para evitar el síndrome del ministerio solitario. Si esperas que un administrador de la iglesia atienda el problema, puedes encontrarte abandonando el ministerio por causa de la soledad.
PREPÁRATE PARA ENCONTRARTE CON PERSONAS DIFÍCILES
Recuerdo unas pocas veces cuando consideré seriamente dejar el ministerio. Un diácono, en cierta ocasión, me tomó por la solapa y me dijo: “Lo odio”. Yo temblaba de pies a cabeza. Con el tiempo, percibí factores que condujeron a esa ira, pero inicialmente me pregunté si ser un pastor valía todo el estrés que producía. Pasó media hora hasta que me repuse.
No se debe permitir que ningún feligrés aleje a los pastores del ministerio. Yo creo que el rol de los administradores de la iglesia debería incluir ser abogados a favor de los pastores que son asediados. Deberían reunirse con la iglesia en cuestión y explicarles las expectativas de una conducta civilizada. Si fuera necesario, deberían confrontar al ofensor en forma individual. Los pastores necesitan saber que tienen defensores.
La mayoría de las iglesias son respetuosas y bondadosas con los pastores. Un pastor de cinco iglesias es bienvenido como un miembro de la realeza cuando llega a cada iglesia, y los miembros le proveen alojamiento y comida. Los padres le piden que aconseje a sus hijos acerca de su escolaridad. Parejas de recién casados le informan de su progreso y le piden ayuda para las decisiones difíciles. Los miembros esperan su llegada para bautizar a sus interesados y dedicar a sus bebés. Su llegada constituye una alegre vuelta al hogar.
ENCUENTRA UN HOMBRO PARA APOYARTE
Llegué a conocer a los pastores de una mega iglesia en Texas, EE.UU. La junta de esa iglesia contrata a un consejero para atender a los pastores en forma individual y regularmente. El consejero nunca da informes a la junta de la iglesia. Esto les proporciona a los pastores un puerto seguro cuando pueden necesitar ayuda al tratar con problemas personales, del personal o de la congregación.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día tradicionalmente ha elegido secretarios ministeriales. Estos hombres no siempre han tenido el rol exclusivo de apoyar a los ministros, pues, en muchos casos, la mayor parte de su tiempo se ocupa con la coordinación de la evangelización y la selección de personal. Si la iglesia quiere mantener, con seriedad, la salud de los pastores y la de sus familias, debería contratar profesionales para hacer de eso su responsabilidad exclusiva.
Un hombro profesional donde apoyarse evitaría que pastores altamente calificados se fueran del ministerio pastoral a favor de trabajos seculares u otras ramas de las actividades relacionadas con la iglesia.
Los pastores son ordenados para predicar, así como Jesús anduvo predicando. Una vez que un pastor domina el oficio de predicar, puede sobreponerse, por la gracia de Dios, a los aspectos negativos de su vocación. Mi corazón se alegra cuando oigo que un pastor dice: “Me gusta predicar”. Cuando un pastor usa la mitad, o más, de su tiempo en la semana para estudiar, investigar, escribir y memorizar, la predicación llega a ser algo tan emocionante que aleja los pensamientos de abandonar el ministerio.
Dominar el arte de la predicación requiere de las herramientas apropiadas. Hace años, esto demandaba invertir una pequeña fortuna en libros. El acceso a dichas herramientas ha llegado a ser más barato en nuestra era tecnológica.
Un predicador puede compararse con un chef gourmet, que insiste en ingredientes frescos para sus sermones. Una de mis fuentes era mi comunidad. Me involucré con la Asociación Ministerial local, los asilos de huérfanos, los comedores vecinales, seminarios de salud y servicios de consejería laicos. Además de compartir con ellos el amor de Dios, obtengo un valioso material para utilizar en los sermones. Mi experiencia con la comunidad me aleja de la predicación libresca o académica, y también constituye un ejemplo para los miembros de la iglesia.
Predicar significa transmitir las buenas noticias que provienen de las Escrituras. Los sermones deberían estar llenos de la Escritura, lo que resulta en el hecho de que cada miembro traiga su Biblia a la iglesia. Además, debería haber Biblias en los bancos para los que no trajeron, y para las visitas.
La lectura bíblica congregacional durante el sermón es más fácil si se pueden proyectar los textos sobre una pantalla; y esto es una manera excelente de hacer que la gente en los bancos participe en la adoración.
Los predicadores maestros no gritan con voz y cara de enojados. No pierden tiempo en intentar ser humoristas. Como lo hizo Jesús, el predicador hace que sus oyentes piensen, a la vez que les brinda esperanza, consuelo y ánimo.
Samuel Chadwick, un predicador inglés, dijo que siempre que el pastor entra al púlpito debería hablar como una persona quebrantada a otros quebrantados.
La preparación de los sermones hecha con oración, y la entrega del sermón bañada con la presencia del Espíritu, entusiasma. Al ver cómo Dios toca los corazones semana tras semana, llegas a ser adicto a la predicación. Quieres hacerlo a tiempo y fuera de tiempo.
Eduardo descubrió que no podía seguir el estilo de ministerio que los administra- dores de la iglesia promovían, o el de algún ministro de éxito que recibía publicidad. Él, afortunadamente, se dio cuenta de que el ministerio pastoral es diferente para cada pastor. Cuando creó y desarrolló su propio estilo, los pensamientos de abandonar el ministerio no siguieron abrumando su mente.
Nuestro hijo me preguntó: “Papi, ¿qué pensarías si yo decido ser un ministro?”
Le dije: “Si puedes ser imaginativo, creativo, innovador y fiel a lo que eres como persona, estaré contento con tu decisión”. Ese ha sido mi consejo a muchos jóvenes que contemplaban el ministerio como la labor de su vida.
Un ministerio sin recompensas es comparable a mudarse a una casa con la cocina demasiado estrecha, dormitorios demasiado pequeños, y las áreas de la sala y el comedor que no favorezcan la recepción de los huéspedes. Nunca te sentirías en casa.
Diseñar tu propia casa o renovar totalmente la casa que compraste resulta en una historia diferente. Personalizas los espacios para vivir. Te mudas a tu casa. Te sientes a gusto. Quieres quedarte.
Sobre el autor: Pastor jubilado que vive en Gentry, Arkansas, EE.UU.
Referencias
[1] Eugene H. Peterson, Subversive Spirituality (Grand Rapids, Mich: Eerdmans, 1997), p. 21.