Qué influencia puede ejercer sobre la obra pastoral adventista una iglesia cuyos ministerios funcionan de acuerdo con los dones del Espíritu.
El Señor Jesús aparece identificado en las Escrituras con diversos títulos: “el buen pastor” (Juan 11:11, 14), “el gran pastor de las ovejas” (Heb. 13:20), “Pastor y Obispo de vuestras almas” (1 Ped. 2:25), “el Príncipe de los pastores” (5:4). Él es, en efecto, el único y verdadero pastor del rebaño de Dios en la Tierra. A él se aplican las palabras del Salmo 23. En él, todos se pueden afirmar y establecer bases sólidas, y pueden seguir su ejemplo en todos los aspectos de la vida.
La persona que se desempeña como pastor de tiempo completo también necesita un modelo seguro, y en Jesús pue- de satisfacer esa necesidad. Un examen minucioso del ministerio de Jesús revela principios de gran valor que se pueden aplicar al ministerio pastoral del siglo XXI. Sus pies recorrieron caminos por los que todos los pastores deben pasar, y sus pasos señalaron los contornos de esos caminos. Su ejemplo revela el perfil de un pastor de verdad. De esa observación, llena de lecciones, viene la revelación de que “él mismo hizo a unos ciertamente […] pastores”,[1] o, “y él mismo concedió algunos ser […] pastores” (Efe. 4:11).[2] El ejemplo del Pastor Jesús revela que el ministerio pastoral tiene tres aspectos: enseñar, predicar y sanar; “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mat. 9:35).[3] Aunque se puede decir mucho acerca de cada uno de esos aspectos, el objetivo de este artículo consiste en enfatizar el punto común de esos tres elementos (enseñanza, predicación y curación), que es la consecuencia de la obra de Cristo sobre la vida de la gente; a saber, la restauración. Los tres aspectos del ministerio de Jesús se pueden resumir en esta única palabra: RESTAURACIÓN. En realidad, para eso vino Jesús: para restaurar a la humanidad caída de manera que pudiera recuperar su antigua condición delante de Dios, por medio de sus méritos y su justicia.
Las enseñanzas de Jesús eran restauradoras; su predicación también lo era, y las curaciones que llevaba a cabo restauraban no solo el aspecto físico de la gente sino también el emocional y el espiritual. Todo ministerio pastoral eficaz necesita tener como objetivo la restauración completa de las personas; es decir, que lleguen a la mejor condición posible. Los pastores tienen que tratar constantemente con vidas abatidas física, emocional y espiritual- mente (entre otros aspectos), y necesitan participar de manera especial en el proceso de restauración de la gente, para llevarla a la mejor condición posible delante de Dios, y frente a los desafíos y las demandas de la vida moderna.
Cada miembro necesita desempeñarse de la mejor manera posible para enfrentar con éxito los desafíos que impone la Posmodernidad, principalmente en el contexto de la vida cristiana. Este desempeño también es el resultado de un ministerio pastoral[4] restaurador y eficaz, que debe obrar en el seno de la iglesia. Por eso, es necesario promover el ministerio de los laicos, pues es la única manera en que puede progresar la iglesia en el ambiente amenazante del siglo XXI.
GESTIÓN POR COMPETENCIAS EN LA IGLESIA
El mundo de la administración de empresas ha experimentado una gran revolución con el advenimiento del concepto de gestión por competencias. Consiste en explotar al máximo posible el potencial de los colaboradores de la empresa, por medio de programas de desarrollo de competencias que identifiquen sus talentos y habilidades, y de distribuirlos estratégicamente para que satisfagan las necesidades de la organización, mantengan un alto índice de motivación y satisfacción en el trabajo, y como consecuencia se consigan buenos resultados.[5] No es un desatino afirmar que este modelo secular de administración nos recuerda el ideal bíblico del ministerio de todos los creyentes basado en sus respectivos dones.[6] Una buena definición de esto establece que “el ministerio basado en los dones es el arte de poner a las personas adecuadas en los lugares adecuados y por motivos adecuados, para conseguir los mejores resultados”.[7]
La iglesia cristiana seguirá trabajando, en la mayoría de los casos, con voluntarios; es decir, con un ministerio de voluntarios (llamado también ministerio laico, término que de ninguna manera conlleva una connotación peyorativa). Las mejores evidencias indican que la mayor parte de las funciones de la iglesia está y siempre estará desempeñada por voluntarios. Esa realidad nos lleva a la conclusión de que nuestros miembros necesitan motivación y capacitación, y deben ser orientados a fin de que continúen comprometidos con la misión fundamental de la iglesia.
También es importante que los ministros voluntarios se desempeñen de la mejor manera posible, en condiciones ideales, con un comportamiento adecua- do y de acuerdo con los elevados ideales de la iglesia; y, al mismo tiempo, que sean felices, conscientes de que son útiles y de que participan en las actividades para las que están equipados por los dones del Espíritu Santo.
Equipos de trabajo entusiastas y productivos, liderazgo multiplicador activo y comprometido, y miembros integrados en ministerios eficaces en un ambiente de unidad y de identificación con Cristo es el gran sueño del líder cristiano, porque “todo pastor sueña con una iglesia entera y movilizada”.[8] Significa verla cumpliendo su misión tanto global como localmente.
El gran desafío, en este caso, es conseguir integrar, motivar, capacitar y conducir a los miembros de la iglesia hacia una experiencia de servicio en la causa de Dios, en un momento cuando fuertes corrientes seculares y relativistas atacan las más sólidas estructuras de la iglesia como entidad local e institucional. Esas corrientes son disolventes, y separan a la gente de Dios y de los hombres, exagerando las diferencias que existen entre los miembros del cuerpo de Cristo, y en detrimento de lo que les es común. Esta situación nos recuerda que existe un gran conflicto que se libra en el mundo espiritual, pero que tiene como escenario y objeto el mundo en que viven los miembros. “La gran tragedia es que una buena cantidad de cristianos, o no está participando para nada en las actividades de la iglesia, o no está adecuadamente implicada en algún ministerio en favor de Cristo y de su iglesia”.[9]
LA SOLUCIÓN: VIDAS RESTAURADAS, VIDAS PRODUCTIVAS
La solución de este problema estará cada vez más cerca mientras más nos acerquemos al ideal de restaurar a la gente que forma parte de la iglesia de Dios, y ubicarla al mismo tiempo en los lugares para los que la capacitó el Espíritu Santo.
El modelo de los ministerios orientados según los dones es esencialmente la ubicación más productiva y adecuada de todos los creyentes, que son los recursos humanos de los que dispone la iglesia, recordando que todo ministerio orienta- do según los dones depende del Espíritu Santo tanto para su existencia como para su desarrollo, porque el Espíritu es a la vez el dador y el distribuidor de ellos, según su soberanía (1 Cor. 12:11).
Los recursos humanos de la iglesia son las personas que forman parte de ella con sus dones; cuando las ubicamos en puestos de servicio tomando en cuenta los dones que cada uno ha recibido del Espíritu Santo para actuar en determinada área, el resultado lo mide la motivación y la satisfacción que experimenta el que sirve, y se cuantifica con el resultado del servicio que presta. Entonces, comienza a cumplirse ese sueño que todavía se ha experimentado muy poco: vidas restauradas – vidas productivas.
En medio de la complejidad del ministerio, el pastor moderno necesita establecer prioridades para alcanzar los objetivos más elevados de su labor. Las tareas principales deben recibir más atención que las secundarias o de tercer orden. Solo así logrará desempeñar bien sus labores. “La principal tarea del pastor, según las Escrituras, es entrenar y equipar a los miembros para el desempeño de su ministerio. Mucho del tiempo del pastor se debería dedicar a ayudar a los miembros a descubrir su lugar en el ministerio, en armonía con sus dones espirituales”.[10]
Entre los expertos en el tema del crecimiento de la iglesia, existe esta seguridad: “La Biblia es bien clara cuando dice que la tarea del pastor consiste en equipar a los miembros para el ministerio”.[11]
John W. Fowler comparte este concepto en su libro El ministerio pastoral adventista, donde dice que “el papel del pastor en el ministerio de enseñanza de la iglesia es de una importancia vital […]. Su objetivo debe ser formar cristianos fuertes y maduros, que estén entrenados para el servicio”.[12] Un ministerio orientado hacia los dones establece un punto de equilibrio entre las necesidades de la iglesia y las de los miembros. Si por un lado se le debe dar prioridad al miembro en la satisfacción de la necesidad de desarrollar sus dones en ministerios adecuados, por el otro se lo debe movilizar para el servicio, porque el ministerio, después de todo, es servicio. Así como se debe tener en cuenta el desarrollo personal del miembro, el cumplimiento de la misión de la iglesia también se debe tener en cuenta al desarrollar el programa de los ministerios de los dones espirituales. De la misma manera en que la satisfacción del miembro es un factor preponderante, no se debe olvidar su eficiencia. De esto surge una visión sorprendente: la iglesia y los miembros, la institución y la gen- te, todos creciendo bajo la dirección del Espíritu Santo.[13] San Pablo describe este proceso en la Epístola a los Efesios: “A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efe. 4:12).
El pastor debe establecer una prioridad en su ministerio: trabajar en la formación de su equipo. Eso significa dinamizar todo el potencial de los recursos humanos de la iglesia, lo que dependerá de su capacidad para (1) restaurar[14] a su gente a fin de que preste el mejor servicio posible, y (2) entrenarla con el fin de que desarrolle el o los ministerios para los que fue dotada por el Espíritu Santo.
Sabiendo que la tarea más importante que puede llevar a cabo el pastor es “entrenar gente para el ministerio”,[15] se debe concentrar en ese objetivo y seguirlo, recordando que no necesita desempeñar todos los ministerios de la iglesia para que esta pueda crecer, sino motivar a los miembros para que descubran la función ministerial de cada uno dentro del cuerpo de Cristo. Si lo hace, estará ofreciendo a la iglesia su mejor contribución, y mucho mejor que si estuviera tratando de hacer toda la obra él solo. “Al pastor se le paga para que entrene a los miembros. Si no lo hace, entonces, bíblicamente, no está cumpliendo su misión”.[16]
La iglesia dispone de consejos inspirados acerca de este asunto: “A veces los pastores trabajan en exceso; procuran acumular en sus manos todo el trabajo. Esto los agota y los perjudica; pero siguen tratando de hacerlo todo solos. Parece que creen que solo ellos deben trabajar en la obra de Dios, mientras que los miembros de la iglesia permanecen ociosos. Esta no es, de ninguna manera, la orden de Dios. […] Nuestros pastores ordenados necesitan hacer lo que pueden, pero no se debe esperar que un solo hombre haga el trabajo de todos los demás. El Señor le asignó a cada uno su obra”.[17]
Todos los que llegan para formar parte del cuerpo de Cristo, en una iglesia cuyos ministerios funcionan en armonía con los dones del Espíritu, sabrán que no hay cristianismo sin discipulado; descubrirán que cristiano y discípulo son sinónimos, que el cristiano es un siervo, un ministro, porque de la misma manera en que no existe un cristiano sin dones, no hay cristianismo sin ministerios. Por eso, el pastor debe saber que su trabajo principal consiste “en mantener a las ovejas en buena forma, para que a su vez produzcan más ovejas. Si el pastor cuida realmente de su rebaño, entrenará a sus miembros para que lleven a cabo el ministerio que les corresponde”.[18]
Ayudar a los miembros a descubrir sus dones espirituales tiene gran importancia en el ministerio de los pastores que dirigen iglesias que funcionan de acuerdo con los dones de sus miembros. Cuando los dones espirituales definen la orientación de los equipos de obreros voluntarios (equipos de ministerios) de la iglesia, será imprescindible saber con claridad qué dones están disponibles en su medio, para conservar las funciones básicas de esa iglesia. Descubrir los dones que el Espíritu Santo le ha dado a cada miembro es fundamental para que la iglesia pueda avanzar hacia el cumplimiento de su ministerio. Por eso, es importante que el pastor desarrolle un programa eficaz que lo ayude a descubrir los dones de cada miembro de la iglesia.
La mayor preocupación del pastor no debe ser tratar de satisfacer las necesidades básicas de los miembros de su iglesia, sino su restauración y su capacitación; es decir, el mejor servicio que se le puede dar a la feligresía desde el punto de vista de la asistencia pastoral. El pastor les enseñará a pescar en lugar de ofrecerles peces.
Una definición clara y exacta de la naturaleza de la iglesia y su obra en el mundo se basa en la responsabilidad individual de cada miembro del cuerpo de Cristo. Se invita a cada cristiano a descubrir cuál es su lugar en la vida de la iglesia y en donde vive, porque ese es el territorio en el que desarrollará su ministerio.[19] Aquí aparece el pastor para desempeñar múltiples funciones, todas ellas de suma importancia: (1) Restaurar su “rebaño”, de manera que llegue a su mejor condición, a fin de explotar al máximo su potencial; (2) ayudar a los miembros a descubrir sus dones; (3) entrenarlos con el fin de perfeccionar sus cualidades para que cumplan su ministerio; (4) organizarlos en equipos de ministerios eficaces; (5) facilitar el desarrollo de nuevos ministerios dentro y fuera de la iglesia.
El mismo ministerio de los pastores se fortalecerá cuando se lo lleve a cabo con eficacia y en armonía con los dones espirituales. Cuando la restauración y la capacitación de cada miembro sean el objetivo del ministerio del siglo XXI, la influencia positiva de esa experiencia transformará el ministerio de los pastores, y les permitirá vislumbrar la concreción del sueño de una iglesia dinámica, comprometida y espiritual, que será el resultado de una atención adecuada y de la dirección del Espíritu Santo, que capacita a la iglesia. ¡Anhelamos que llegue ese día!
Sobre el autor: Pastor en la Asociación Bahía del Sur, Rep. del Brasil.
Referencias
[1] Traducción del texto de la Vulgata Latina, la versión de la Biblia en latín.
[2] Versión Dios habla hoy.
[3] Ver Mat. 4:23; 13:54; Luc. 4:15; Mar. 1:22. El mismo Jesús afirmó que su ministerio era de enseñanza (Mat. 26:55; Mar. 14:49; Juan 18:20), de predicación y de sanidad (Luc. 13:22; Juan 7:23).
[4] Esto no significa que esta tarea sea exclusiva del pastor, pero debe formar parte de su ministerio; además, él debe multiplicar ese proceso en la vida de la gente y de la iglesia.
[5] Wélida Dancini Silva, “O Impacto da Gestâo por Competências na Motivaçâo e nos Relacionamentos Interpessoais”, Monografía redactada al concluir un curso de posgrado en Psicología en las Organizaciones (Itabuna, Bahía: PUC-RC, 2004), pp. 19-41.
[6] Existen los conceptos de “el sacerdocio de todos los creyentes” y de “los ministerios orientados de acuerdo con los dones”. Por razones puramente didácticas, hemos combinado estos dos conceptos para decir “el ministerio de todos los creyentes orientado de acuerdo con los dones”
[7] Marcos De Benedicto, “Tempo do Espírito”, Ministerio Adventista (edición brasileña) (octubre- diciembre de 2004), p. 5.
[8] David Kornfeld, Desenvolvendo Dons Espirituais e Equipes de Ministérios (Sâo Paulo, SP: Ed. Sepal, 1998), p. 7.
[9] Aubrey Malphurs, Planting Growing Churches for the 21st Century [Cómo plantar iglesias que crezcan para el siglo XXI] (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1998), p. 152.
[10] Russel Burrill, Revoluçâo na Igreja (Almargem do Bispo, Portugal: Publicadora Atlántico S.A., 1999), p. 111.
[11] Rick Warren, Uma Igreja com Propósito (Sâo Paulo, SP: Editora Vida, 1998), p. 472. Ver también: John M. Dresher, Se Eu Começasse Meu Ministério de Novo (Campinas, SP: Editora Cristâ Unida, 1997), p. 49.
[12] John W. Fowler, Ministério Pastoral Adventista (Sâo Paulo, SP: Editora Tempos, 1997), pp. 143, 144.
[13] R. Burrill desarrolla esta idea con lujo de detalles en la página 107 de su libro Revoluçâo na Igreja.
[14] Restaurar es la palabra más adecuada en este contexto, si tomamos en cuenta la realidad de que todos los miembros del cuerpo de Cristo han sido dotados por el Espíritu Santo con dones que capacitan, y solo necesitan descubrir los talentos que están latentes en ellos mismos. Necesitan conocer su potencial y explotarlo en beneficio de la causa de Dios.
[15] En este aspecto, es enriquecedor leer la descripción que hace Rick Warren de su experiencia cuando renunció al ministerio, en la obra Uma Igreja com Propósito, pp. 471, 472.
[16] Russel Burrill, ibíd., p. 50.
[17] Elena de White, Obreros evangélicos, p. 113.
[18] Russell Burrill, ibíd., p. 37.
[19] Esta idea la desarrolla Rex Edwards en su libro Every Believer a Minister [Cada creyente es un ministro] (Boise, Idaho: Pacific Press Pub. Assn., 1979), p. 21.