Episodios recientes de violencia en contra de personas de raza negra han motivado varias protestas alrededor del mundo. A diferencia de las manifestaciones que marcaron a los Estados Unidos en 1919, 1943 y 1968, los acontecimientos ahora se han convertido en internacionales, intercontinentales e interraciales.
Como pastores adventistas, no podemos ser indiferentes a este tema. Además, es importante recordar que los relatos bíblicos como la señal de Caín (Gén. 4:15) y la maldición de Cam (9:27) se han utilizado para construir un discurso religioso que justificó la esclavitud y la segregación en los últimos cuatro siglos, y que aún se utilizan, en cierta medida, para legitimar el racismo.
Por eso es importante pensar este tema a partir de la Biblia, intentando identificar cuál es la actitud que Dios espera de su pueblo al tratar con este asunto. Me gustaría, por lo tanto, presentar seis puntos importantes en relación con este tema.
1. Definición de raza
“Raza” es un sistema construido culturalmente para clasificar a la humanidad, una forma de identificar y diferenciar a las personas. A finales del siglo XVIII, la raza se determinaba calculando el ángulo facial. Se trazaban dos líneas en el rostro: una de la frente a los labios y la otra de la oreja a la nariz. El ángulo de intersección entre las dos líneas se consideraba el ángulo facial. A aquellos con un ángulo mayor a 80 grados se los consideraba miembros de una raza superior. En el siglo XIX, el criterio pasó a ser el análisis del cráneo. La superioridad de las razas se determinaba sobre la base del índice cefálico. El ancho del cráneo se dividía por la longitud y se lo multiplicaba por 100. Cuanto más grande, mejor. Actualmente, en general, la raza de una persona se determina en función del tono de la piel, el aspecto facial y la textura del cabello. Sin embargo, conviene recordar que la historia de este concepto está asociada a las nociones de superioridad o inferioridad entre los seres humanos.
2. Raza no es ciencia
Los científicos del área biológica sostienen que todas las teorías de la raza, desde la más simple hasta la más compleja, se basan en una selección arbitraria de características de variación humana. Sin embargo, este criterio es subjetivo, no científico. Evidentemente, existen diferencias entre un típico africano y un típico europeo, pero “dividir a la humanidad sobre la base de esta percepción sería lo mismo que construir un sistema de clasificación basado en un espejismo biológico”.[1] El estudio del ADN presenta un desafío decisivo para cualquier intento de legitimar la noción de raza. El genetista Kenneth Kidd dijo que “ninguna población es genéticamente homogénea. Se encuentran altos niveles de variación genética incluso en pequeñas poblaciones aisladas”, y concluyó: “No hay razas dramáticamente diferentes entre los seres humanos”.[2]
Por ejemplo, el genoma de un europeo blanco es idéntico al de un africano negro en un 99,9%. Esto nos demuestra que somos miembros de la misma familia, descendientes de Adán y Eva. Al mismo tiempo, “aunque los genomas sean idénticos en un 99,9 %, todavía hay millones de diferencias entre los 3,2 billones de pares de bases de nucleótidos que componen el genoma”.[3] Así, el estudio del ADN muestra que Dios nos hizo a todos iguales, y al mismo tiempo únicos.
3. Raza pertenece al ámbito de la cultura humana
De esta forma, las clasificaciones raciales varían según el tiempo y el lugar. En el mundo grecorromano había poco sentido de diferencia racial sobre la base del color, a pesar de que existía la práctica de la esclavitud y un fuerte etnocentrismo entre las sociedades bárbaras y las civilizadas. Actualmente, en Brasil, el hijo de padre blanco con madre negra puede considerarse blanco; en Estados Unidos, negro; y en Sudáfrica, “de color”. Esto ilustra la relatividad que rodea al asunto.
4. La Biblia no apoya el racismo
En las Escrituras, se juzga a las personas por su carácter, no por el color de su piel. Pero los intérpretes de hoy ven los eventos bíblicos a la luz de sus prejuicios.
Por ejemplo, ¿cómo identificar la señal de Caín (Gén. 4:15)? La explicación no se encuentra en los escritos inspirados. Cualquier opinión al respecto no es más que especulación. Sin embargo, el texto provee información importante: (1) la marca estaba destinada a protegerlo. “No hay ningún elemento racial involucrado […]. La marca de Caín fue un acto de gracia para su preservación, ‘para que no lo matase cualquiera que le hallara’ ”;[4] y (2) ningún análisis bíblico —gramatical, exegético, histórico o intertextual— sugiere que la marca de Caín fue la piel oscura. No hay ninguna base bíblica para esto.
¿Y qué hay de la maldición de Cam (Gén. 9:24)? No hay ninguna indicación en Génesis 9:25 de que una raza entera fuera condenada perpetuamente a la esclavitud. Ningún texto bíblico justifica la subordinación de las personas hoy. Ten en cuenta que la maldición fue sobre Canaán, no sobre Cam. Aquellos que intentaron usar este texto como parte del argumento a favor de la esclavitud, especialmente en el siglo XIX, no se dieron cuenta de que solo los cananeos fueron maldecidos, no todos los descendientes de Cam. Además, los descendientes de Canaán no se fueron a vivir a África, sino a Palestina. Estudios recientes confirman que “más del 90 % de los libaneses de hoy son descendientes de los cananeos”.[5] Los descendientes de Canaán se convirtieron en un pueblo pagano e inmoral. Así, el juicio divino no se produjo por motivos étnicos, sino por las prácticas impías que caracterizaron a la cultura cananea. Si Israel reprodujera esas malas costumbres, también sería castigado, como, de hecho, sucedió a lo largo de su historia.
5. La Biblia valora la diversidad racial
Las Escrituras presentan un ideal elevado sobre cómo debemos tratar con la diversidad racial. El ejemplo de Antioquía (Hech. 13:1-4), donde se estableció la primera comunidad cristiana no judía, es instructivo. Lucas destaca el grupo de líderes judíos y gentiles que dirigieron esta iglesia: Bernabé, un judío de la isla de Chipre; Simón, el negro, probablemente procediera del norte de África; Lucio, africano de Cirene; Manaén, palestino; y finalmente Saulo de Tarso, un judío con ciudadanía romana. La iglesia de Antioquía muestra que el pueblo de Dios de hoy debe abrazar la diversidad racial y étnica.
6. La posición adventista sobre el racismo
“Sobre la base del relato de la Creación del libro de Génesis, creemos en la equidad inmutable dada por Dios a todas las personas en todo tiempo, lugar y circunstancia. Todos descendemos de Adán y Eva, nuestros ancestros originales, quienes hacen de toda la humanidad una familia (Gén. 3:20). […] Las distinciones de raza, etnicidad, tribu y casta son usadas para segmentar y dividir de forma pecaminosa la unidad fundamental que Dios quería que todos los seres humanos experimentaran con él, y los unos con los otros”.
“Los adventistas del séptimo día son miembros de una iglesia global y diversa, y están comprometidos a ser agentes de paz y reconciliación en la sociedad, al ser modelos y defender la verdad bíblica sobre nuestra herencia compartida. […] Apoyaremos y cuidaremos a los marginados y maltratados por causa de su color, casta, tribu o etnicidad (Mat. 25:40). Creemos que los que abusan y maltratan a otros, de acuerdo con los principios bíblicos, serán llevados ante la justicia de forma apropiada, y al final enfrentarán el Juicio divino (Ecl. 12:14; Heb. 9:27). Enseñamos y urgimos que la verdad divina sobre el origen humano y la equidad como se enseñan en la Biblia son el fundamento más sabio para todas las relaciones humanas”.[6]
Juan vio en el cielo una innumerable multitud de salvos delante del Cordero (Apoc. 7:9). ¿Cómo llegaron allí? Fueron comprados por la sangre de Cristo, en quien “no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer”, porque ahora todos somos uno en él (Gál. 3:28). ¡Debemos anunciar esta buena noticia!
Sobre el autor: Profesor de Teología en Unasp, Engenheiro Coelho.
Referencias
[1] Colin Kidd, The Forging of Races: Race and Scriptures in the Protestant Atlantic World, 1600-2000 (Cambridge: Cambridge University Press, 2006), p. 3.
[2] Kenneth Kidd, “Races, genes and human origins: How genetically diverse are we?”, en A. W. Galston y E. J. Shurr (eds.), New Dimensions in Bioethics (Boston, MA: Springer, 2001), pp. 14, 19.
[3] Elida P. Benquique Ojopi et al., “O genoma humano e as perspectivas para o estudo da esquizofrenia”, Revista de Psiquiatria Clínica 31, Nº 1 (2004), pp. 9-18.
[4] Richard Davidson, “The Divine covenant lawsuit motif in canonical perspective”, en Journal of the Adventist Theological Society 21, Nº 1-2 (2010), pp. 45-84.
[5] Marc Haber, “Continuity and Admixture in The Last Five Millennia of Levantine History From Ancient Canaanite and Present-day Lebanese Genome Sequences”, American Journal Of Human Genetics 101, Nº 2 (agosto 2017), pp. 274-282. Disponible en <doi.org/10.1016/j.ajhg.2017.06.013>, consultado el 22/11/2020.
[6] “Líderes de la Iglesia Adventista votan declaración ‘Una humanidad’ ”. Disponible en <https://bit.ly/39SOthw>, consultado el 07/12/2020.