Uno de los capítulos del libro The Truth About Seventhday Adventism, de Walter R. Martin, intenta refutar las doctrinas adventistas de la inmortalidad condicional y de la aniquilación de los malos, utilizando el recurso de demostrar que la Biblia enseña que hay una existencia consciente después de la muerte y el tormento eterno de los incrédulos.
Todos los cristianos verdaderos sostienen que Dios es el Creador de todas las cosas, incluyendo la existencia consciente. El Sr. Martin cree esto, y también nosotros lo creemos. De manera que no es esto lo que nos divide. Tampoco hay desacuerdo en cuanto al poder de Dios para sustentar la vida eternamente o para aniquilarla si así lo desea. La médula del problema está en esto: ¿Le ha concedido Dios al hombre, al margen de su carácter, una existencia consciente que jamás le quitará? El Sr. Martin enseña que esta pregunta se contesta afirmativamente. Los adventistas sostenemos que la respuesta es negativa.
No logramos ver ninguna razón por la cual Dios habría querido que el hombre debiera tener una existencia consciente eterna, fuera ésta regenerada o irregenerada, y no creemos que la Biblia lo enseñe así.
Por lo contrario, sostenemos que la Escritura enseña claramente que Dios creó al hombre con la posibilidad de tener una existencia eterna, pero que ésta dependía de la obediencia a la voluntad divina. Después de que el hombre pecó, la existencia sin fin se tornó posible únicamente mediante la aceptación de la vida eterna en Cristo Jesús.
El Sr. Martin sostiene que el alma o espíritu, que equipara con la “naturaleza cognoscente inmaterial” del hombre (pág. 127), tiene una existencia eterna independientemente del carácter (véase pág. 139), porque declara: “Los partidarios de la inmortalidad condicional tratan de contestar el argumento del Dr. Hodge [de que los incrédulos son castigados para siempre] diciendo que el alma no es eterna por creación; pero la Biblia enseña enfáticamente que es eterna, puesto que hemos visto que la palabra ‘muerte’ no implica inconsciencia, como lo declaran los adventistas” (pág. 132).
Esta declaración muestra que el Sr. Martin cree que la Biblia enseña que el alma es eterna por creación. Puesto que el argumento del Sr. Martin no tendría fuerza a menos que Dios haya querido que el alma deba existir eternamente como entidad consciente, concluimos que eso es lo que quiere decir cuando declara que el alma es eterna por creación. Esto está claro. Pero no son tan claras las razones que da para apoyar su creencia. En efecto, no podemos dejar de pensar si en realidad el Sr. Martin podría aclararlas. Veamos por qué.
Nuestro amigo declara que porque la “muerte” no implica inconsciencia, él ha, por lo tanto, probado que la Biblia enseña enfáticamente que el alma es eterna por creación. Nos parece que éste es un método bastante extraño de aducir pruebas. En esencia, se nos pide que creamos que la falta de una implicación constituye una prueba enfática. No alcanzamos a ver en qué forma puede constituir una prueba, y no digamos nada de una prueba enfática.
Ahora examinaremos la evidencia, que el Sr. Martin dice “hemos visto”, que se supone que prueba que la “muerte” no implica inconsciencia. A fin de facilitar la comparación seguiremos el orden de presentación adoptado por el Sr. Martin.
I. Análisis textual
En las páginas 118 y 119 de su libro dice, comentando 1 Juan 5:11-13: “Según la gramática y el contexto de este pasaje, la vida eterna (eionion zoes [sie]) es posesión actual de cada creyente en el Señor Jesucristo, y si el término vida eterna no incluye comunión consciente entonces queda destruido todo el significado del Nuevo Testamento. El Espíritu Santo utilizó el presente del indicativo activo del verbo echo, que expresa una acción presente y continúa. Así podemos ver que el creyente, cuando ha sido regenerado por el Espíritu Santo, ya posee vida inacabable como una cualidad continua de la existencia consciente”. (La cursiva es de él).
En primer término, nos parece enteramente superfino atribuir a los creyentes “una cualidad continua de la existencia consciente”, si todos los hombres, regenerados e irregenerados, poseen una existencia consciente que es eterna por creación.
En segundo lugar, nos parece sumamente extraño que nadie procure probar la existencia consciente después de la muerte basándose en que los creyentes poseen vida eterna. Veamos por qué. Si los creyentes poseen “una cualidad continua de la existencia consciente” por virtud del hecho de que la vida eterna ha sido derramada sobre ellos, por eso mismo los incrédulos no poseen “una cualidad continua de la existencia consciente” puesto que no poseen vida eterna. (1 Juan 5:12; 3:15). Es evidente que este argumento prueba demasiado, y por lo tanto no prueba nada de la suposición del Sr. Martin. Pero esto no es todo. Nuestro amigo aún tiene que fundamentar su declaración de que el significado de “vida eterna” en todo el Nuevo Testamento incluye “comunión consciente”. Sostenemos que no ha dado ninguna prueba en este sentido.
En la misma sección, el Sr. Martin dice que un caso paralelo a 1 Juan 5:11-13 figura en el contexto de Juan 5:24, donde el Espíritu Santo nos informa que una persona muerta espiritualmente pasa por fe a la vida espiritual o eterna, pero sin cambio en su naturaleza física, con lo cual se indica el “dualismo de cuerpo y alma” (pág. 119). No alcanzamos a ver cómo es que este pasaje indica necesariamente el “dualismo de cuerpo y alma”, pero el Sr. Martin se apresura a declarar que “esto refuta completamente la suposición general de los adventistas de que la vida eterna o la inmortalidad se concede al creyente únicamente en la resurrección de su cuerpo” (Ibid.). Este es un razonamiento lógico bastante extraño. En esencia, se nos pide que creamos que una indicación, que el Sr. Martin ni siquiera pretende haber establecido, refuta una suposición.
¿Cuál es esta suposición adventista? El Sr. Martin dice que es que la vida eterna o la inmortalidad son concedidas al creyente únicamente en la resurrección del cuerpo. Pero esto no es de ningún modo una suposición adventista. No consideramos equivalentes los términos “vida eterna” e “inmortalidad”. Este hecho ha sido tomado de la declaración hecha por H. W. Lowe un adventista, que aparece en la pág. 15 del libro del Sr. Martin. En esta declaración, el Sr. Lowe señala que el Sr. Martin es “incorrecto cuando dice que los adventistas equiparan vida eterna con inmortalidad”. Vemos así que el Sr. Martin rehúsa completamente algo que nosotros ni siquiera enseñamos.
La enseñanza adventista acerca de este punto es presentada claramente cuando el Sr. Lowe dice: “Enseñamos enfáticamente que el verdadero creyente en Cristo posee ahora vida eterna en él, ‘y esta vida está en su Hijo’ (Juan 5:11). Creemos que la inmortalidad, o la cualidad de existencia que torna imposible la muerte, es algo que se concede al creyente en la resurrección que ocurre al regreso de nuestro Señor” (pág. 15).
El segundo pasaje ofrecido para probar la comunión consciente del creyente después de la muerte es Juan 11:25, 26. El punto principal sostiene que Jesús, generalizando la experiencia de Lázaro, quien creía en Cristo y había perecido físicamente, “levanta el velo y revela que, en el reino de los que viven físicamente, quienquiera que crea en él nunca experimentará el más grande de todos los terrores, la muerte espiritual” (pág. 121). El párrafo siguiente muestra que por “muerte espiritual” nuestro amigo significa “pérdida de comunión como miembro de una entidad espiritual”. La falacia de este argumento está en que Jesús no dijo nada acerca de tal pretendida “pérdida de comunión como miembro”, y cuanto menos de “una entidad espiritual”. Y estos son precisamente los puntos que deben recibir afirmación.
Como en el caso de los argumentos anteriores, el argumento basado en 2 Timoteo 1:10 y Romanos 2:7, que pretende apoyar la idea de que “la vida eterna” es “una cualidad consciente de la existencia espiritual” (pág. 122), también supone lo que está obligado a probar, y por lo tanto no prueba nada.
Ahora llegamos a Filipenses 1:21-23. Otra vez el Sr. Martin supone lo que está obligado a probar, es decir, que Pablo “deseaba abandonar su cuerpo y gozar espiritualmente de la presencia de su Señor” (pág. 124). Nuestro amigo debe pensar que Pablo quería separarse de su cuerpo para ir a la presencia de Cristo como una entidad espiritual, pero como él comprende muy bien, “la Biblia no dice eso” (pág. 122).
Los adventistas insistimos en que “la Biblia no dice eso”, no por puro capricho, sino por la sencilla razón de que este pasaje de la Biblia no dice nada de abandonar el cuerpo para disfrutar espiritualmente de la presencia del Señor. No solamente esto, pero creemos que hay sólidas razones contextúales para mantener nuestra posición, a pesar de las protestas en contra manifestadas por el Sr. Martin.
Es un hecho curioso que mientras él pone mucho énfasis en la gramática de Filipenses 1:23, considerando que “es gramaticalmente devastador para la posición de los adventistas”, pasa livianamente por encima del contexto y la exégesis del pasaje en consideración. Ahora bien, ni por un momento admitimos que la gramática de la frase “partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” sea en alguna medida devastadora para nuestra posición. Todo lo contrario, creemos que es devastadora para la posición del Sr. Martin, por la sencilla razón de que este pasaje no dice nada en el sentido de partir del cuerpo y gozar espiritualmente de la presencia del Señor, y esto es lo que el Sr. Martin está tratando de probar.
Pero más que esto, él ignora en forma significativa ciertas porciones del contexto en el que se encuentra esta frase. En la declaración que precede Pablo dice: “De ambas cosas estoy puesto en estrecho”. El contexto muestra claramente que la expresión “ambas” se refiere a “vida” y “muerte”. Por lo tanto, la estrechura en que se encontraba Pablo se refiere a la elección entre la vida y la muerte (vers. 21, 22). Ahora, según el Sr. Martin, el creyente “nunca puede experimentar pérdida de comunión como miembro de una entidad espiritual, aunque su cuerpo ‘llegue a estar’ muerto” (pág. 121). Por lo tanto, según su teoría, aunque Pablo viviera o muriera continuaría teniendo “comunión como miembro”, a pesar de todo. El Sr. Martin implica que como Pablo disfrutaba de comunión con Cristo en la vida, y continuaría disfrutando de la misma comunión después de la muerte, se encontraba en un dilema. Esta conclusión sería lógica si no fuera por el hecho de que hay algo que Pablo considera “muchísimo mejor” (vers. 23). ¿Muchísimo mejor que qué cosa? Es obvio que muchísimo mejor que la vida o la muerte. ¿Qué era? Pablo dice que era “partir y estar con Cristo” (vers. 23). Ahora bien, puesto que partir y estar con Cristo es mejor que la vida o la muerte, resulta evidente que la muerte no enviaría a Pablo ante la “presencia de su Señor” (pág. 124), como dice el Sr. Martin que ocurriría.
Los adventistas creemos que Pablo se refiere en este pasaje a la traslación, es decir, a ser llevado corporalmente al cielo sin ver la muerte, como ocurrió con Enoc (Heb. 11:5), Elías (2 Rey. 2:11), y como ocurrirá con los santos vivos en ocasión de la segunda venida (1 Tes. 4:17). Esto sería en realidad “muchísimo mejor” que esta vida presente o que la muerte. Llevaría a Pablo de esta actual condición mortal al estado de inmortalidad.
El último pasaje que se presenta para establecer la existencia consciente del creyente después de la muerte física es l Tesalonicenses 4:13-18. El Sr. Martin dice: “En el versículo 14, el Espíritu Santo nos dice que Dios se propone llevar consigo (sztn auto), esto es, con Jesús a su segunda venida, a los cristianos creyentes que han experimentado la muerte física” (pág. 125). Veamos en qué otra forma Pablo describe a estos “cristianos creyentes” a quienes Jesús lleva consigo. En el versículo 14 Pablo nos informa que son los que “duermen en Jesús”. ¿Qué quiere decir Pablo con la expresión “duermen”? El Sr. Martin anticipa una respuesta. Afirma: “En cada caso en que se emplea la palabra ‘dormir’ para describir la muerte, siempre se refiere al cuerpo y no puede aplicarse al alma, especialmente porque ‘dormir’ nunca se emplea con referencia al alma” (págs. 125, 126). Esta declaración muestra claramente que nuestro amigo cree que en “cada” caso cuando “dormir” describe la muerte “siempre” se refiere al “cuerpo”. Puesto que la Biblia enseña definidamente que nuestro Señor viene del “cielo” en su segunda venida (ITes. 4:16; Fil. 3:20), el Sr. Martin parece haber adoptado la posición incongruente, por no decir absurda, de colocar los cuerpos dormidos de los cristianos creyentes en el cielo, porque son los que “duermen en Jesús” a quienes Dios traerá con él, y el Sr. Martin insiste “categóricamente” que la expresión griega sun debe significar “junto con”.
Esta es una situación insostenible para nuestro hermano, porque debe admitir que dormir cuando describe la muerte, no siempre se refiere al cuerpo en “cada” caso, o que la frase “traerá Dios con Jesús” no significa forzosamente “traer junto con él” del cielo. Vemos así que en lugar de refutar “la enseñanza adventista acerca del estado intermedio de los muertos”, nuestro amigo se ha colocado en un dilema de su propia invención.
Una cosa está clara: cualquiera sea la parte del dilema que tome el Sr. Martin, su suposición de que las almas de los muertos en Cristo disfrutan de comunión consciente en el estado intermedio, no tiene apoyo ni validez.
II. Alma y espíritu
Como el Sr. Martin nos informa correctamente, las palabras originales de las que proceden alma y espíritu, son respectivamente nephesh y ruach en hebreo, y psijé y pneuma en griego, muestran que cuando estas palabras se emplean con relación al hombre, ni una sola vez se relacionan con la idea de perpetuidad. Esto constituye un hecho significativo, y cualquiera puede comprobarlo con ayuda de una concordancia analítica. El Sr. Martin dice que concuerda plenamente con la conclusión de los adventistas de que “un cuidadoso estudio de todos los adjetivos empleados en la Escritura para calificar la palabra ‘espíritu’ aplicada al hombre indica que ni uno solo se aproxima ni remotamente a la idea de inmortalidad” (pág. 130). Pero hace la objeción de que “la ‘inmortalidad’ se refiere únicamente al cuerpo resucitado de los santos y a la naturaleza de Dios mismo” (Ibid.). Siendo así, nos preguntamos si nuestro amigo está de acuerdo con que el concepto de “perpetuidad” nunca se aplica a las palabras alma o espíritu. Si lo acepta, y no vemos en qué forma podría evitar de aceptarlo, carece de base bíblica para su pretensión de que el alma o el espíritu son eternos.
El Sr. Martin pretende que “versículos como los de Isaías 57:6, Zacarías 12:1, Isaías 55:3 y Génesis 35:18, refutan el criterio adventista para determinar la naturaleza espiritual del hombre (pág. 127). Esto es interesante. El único problema es que no es cierto. Los adventistas sabemos perfectamente que las palabras hebreas traducidas como “alma” y “espíritu” frecuentemente se refieren a la naturaleza intelectual y espiritual del hombre cuando se las emplea con referencia a personas vivas. Pero no es éste el punto que se discute. Lo que interesa es: ¿Dónde está la evidencia que muestra que estas palabras se refieren a “la naturaleza cognoscente, inmaterial” del hombre? En otras palabras, puesto que la Biblia dice que nephesh puede morir (Eze. 18:4, etc.), y ruach puede referirse al principio de vida (Gén. 6; 16; 7:22, véase al margen), debe quedar establecido que nephesh y ruach tienen el significado de “consciencia” o “cognoscencia” antes de poder utilizar Isaías 57:16, Zacarías 12:1, Isaías 55:3 y Génesis 35:18 como prueba de que el alma o el espíritu tienen una existencia consciente independiente después de la muerte.
Lo que se ha dicho acerca de las palabras hebreas originales que se emplean para “alma” y “espíritu” es igualmente válido para los términos griegos psijé y pneuma. El Nuevo Testamento enseña que psijé puede morir (Apoc. 16:3; Hech. 3:23) y pneuma es el principio de vida (Juan 6:63). Por lo tanto, debe establecerse primero que estas palabras griegas significan personalidad consciente después de la muerte, antes de poder emplear Mateo 10:28, Lucas 8:55, l Tesalonicenses 5:23. Hebreos 4:12 y Apocalipsis 16:3, para probar la suposición de nuestro amigo.
El Sr. Martin utiliza Filipenses 1:23 como evidencia de que cuando el alma o espíritu, con el sentido de personalidad consciente, abandona el cuerpo en la muerte y va a la presencia del Señor o a un lugar de castigo. En primer lugar, estos pasajes ni siquiera utilizan el término alma o espíritu. En segundo lugar, hemos demostrado que Filipenses no prueba que Pablo deseara morir para disfrutar de la presencia del Señor como una entidad espiritual. En cuanto a Lucas 16, estamos de acuerdo con el Sr Martin que “no se formula una doctrina a partir de una figura de dicción” (pág. 121), y por esta razón creemos que tampoco hay que formular una doctrina a partir de una parábola. (Continuará.)
Sobre el autor: Pastor de la Asociación de Nueva Inglaterra.