Como esposas de pastor, necesitamos ser vigilantes; pues el enemigo utiliza muchas armas en el intento de seducirnos.

Cierto día, una linda mujer paseaba sola, como si estuviera en un shopping, observando deslumbrada cada una de las vitrinas. Estaba tan entretenida que ni percibió cuando un desconocido se acercó y comenzó a hablarle. Absorta por todo lo que veía, se dejó llevar por la conversación amigable.

Después de ganar su confianza, el extraño le ofreció un producto supuestamente maravilloso, insistiendo en que lo probara. Ella aceptó, y desde entonces el mundo sufre por la triste elección de Eva, la mujer que aceptó experimentar lo desconocido.

Como esposas de pastores, a semejanza de Eva, también paseamos solas por el mundo. No siempre nuestro esposo puede acompañarnos en un paseo de domingo, una visita a familiares ni viajar con la familia en un feriado. Muchas mujeres se quejan de estar siempre solas. Si tienen hijos pequeños, casi siempre van a la iglesia acompañadas solo por los niños, pues no pueden ir, con el esposo, cada sábado a una iglesia diferente.

Las que trabajan afuera no siempre tienen la oportunidad de presentar su esposo a los colegas, incluso en las actividades sociales. Y existen las estudiantes que se sienten fuera de lugar al interactuar con personas más jóvenes, la mayoría de las cuales adopta valores diferentes. Por lo tanto, enfrentamos los mismos peligros que Eva.

EL PELIGRO

Elena de White escribió: “Los ángeles habían prevenido a Eva que tuviese cuidado de no separarse de su esposo mientras este estaba ocupado en su trabajo cotidiano en el huerto; estando con él correría menos peligro de caer en tentación que estando sola. Pero, distraída en sus agradables labores, inconscientemente se alejó del lado de su esposo. Al verse sola, tuvo un presentimiento del peligro, pero desechó sus temores, diciéndose a sí misma que tenía suficiente sabiduría y poder para comprender el mal y resistirlo. Desdeñando la advertencia de los ángeles, muy pronto se encontró extasiada, mirando con curiosidad y admiración el árbol prohibido. El fruto era bello, y se preguntaba por qué Dios se lo había vedado. Esta fue la oportunidad de Satanás” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 36).

Como fieles representantes de Dios, conocemos los valores por los que debemos vivir y actuar. No ignoramos los consejos divinos; pero, como Eva, a veces los cuestionamos, olvidándonos de que “las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron” (Rom. 15:4).

El enemigo sabe cuáles son nuestros deseos y nuestras necesidades. En el caso de Eva, al contemplar la belleza del árbol de la ciencia del bien y del mal, tan atrayente y aparentemente inofensivo, “quedó sorprendida y espantada al oír el eco de sus pensamientos” (ibíd.). Lo que le causó la ruina fue detenerse a contemplar y conjeturar sobre la sugerencia del enemigo. “En lugar de huir de aquel lugar, permaneció en él, maravillada de oír hablar a la serpiente. […] No se imaginó que la encantadora serpiente pudiera convertirse en instrumento del enemigo caído” (ibíd.).

Necesitamos permanecer atentas. Hoy, también existen “vitrinas” seductoras y peligrosas que atraen nuestra atención. Aquí están algunas de ellas:

Amistades. No somos islas. Fuimos hechas para relacionarnos, y nos gusta la compañía. Necesitamos dar y recibir atención, intercambiar ideas, escuchar y ser oídas. Y, en su ansia de compañía, al sentir la falta de la presencia constante de aquel que debe ser el más íntimo en su vida, algunas se aventuran a buscarla fuera del hogar y, a veces, fuera de la iglesia, a pesar de todos los riesgos involucrados.

Otras, al asociarse tan íntimamente con hermanas de iglesia, pasan a confiarles sueños, deseos, pensamientos y luchas personales. A veces, critican al esposo, exponiendo sus defectos, minando el respeto y la consideración que la congregación debe tener por el pastor. Es necesario tener cuidado; pues la persona considerada “mejor amiga” puede traicionar la confianza, comprometiendo así el carácter y la reputación de la familia pastoral.

Trabajo. Nada existe de errado en el hecho de que una esposa de pastor busque trabajar, dentro de su especialización, incluso fuera de la iglesia, cuando esta no puede emplearla en alguna actividad. El problema es que, al trabajar fuera, algunas terminan enredando al esposo, llevándolo a envolverse “en los negocios de la vida” (2 Tim. 2:4). En este caso, el pastor acaba por desatender a las ovejas, y la esposa, que debía ayudarlo, dificulta todavía más la realización del trabajo pastoral.

Estudio. También es innegable el hecho de que debemos crecer y ampliar nuestros horizontes. Pero, es visible el cambio operado en algunas hermanas al ingresar en el medio académico. Se cambian los paradigmas; los principios, aparentemente, son olvidados, y ellas pierden la oportunidad de ser “la sal de la Tierra” y la “luz del mundo”. Además de esto, también adoptan el estilo de vestimenta, el vocabulario, las costumbres y los patrones de comportamiento extraño en relación con el sexo opuesto. Ha habido casos en que el pastor necesita dejar la misión a la que fue llamado por Dios para adaptarse al nuevo estilo de vida de la esposa.

Internet. Nadie desconoce y nunca está de más insistir en los peligros del mundo virtual. Muchas viven lejos de familiares, amigos, del ambiente en que fueron criadas. Es natural querer saber cómo están sus seres amados. Por otro lado, corren serio riesgo, al exponerse demasiado, colocando en lugares poco recomendables fotos personales, con una imagen descontracturada. Debemos recordar que, de esta forma, damos a los demás la visión de quién somos o de quiénes nos gustaría ser.

LAS CONSECUENCIAS

¿Cuáles son los resultados de contemplar estas vitrinas? Note la descripción que hace Elena de White sobre la experiencia de Eva: “Y ahora, habiendo pecado, ella se convirtió en el agente de Satanás para labrar la ruina de su esposo. Con extraña y anormal excitación […] lo instó a comer, repitiendo el aserto de la serpiente de que no morirían. Alegó que las palabras de la serpiente debían ser ciertas, puesto que no sentía ninguna evidencia del desagrado de Dios; sino que, al contrario, experimentaba una deliciosa y llena de alborozo influencia, que conmovía todas sus facultades con una nueva vida, que le parecía semejante a la que inspiraba a los mensajeros celestiales” (ibíd., p. 39).

Este es el gran peligro: el de que la esposa termine influyendo negativamente en el esposo, llevándolo a condescender imperceptiblemente con los mismos patrones, convirtiendo su ministerio en árido e infructífero.

Por eso, la advertencia permanece: “Junto a su esposo, Eva había sido perfectamente feliz en su hogar edénico; pero, a semejanza de las inquietas Evas modernas, se lisonjeaba de ascender a una esfera superior a la que Dios le había designado. En su afán de subir más allá de su posición original, descendió a un nivel más bajo. Resultado similar alcanzarán las mujeres que no están dispuestas a cumplir alegremente los deberes de su vida de acuerdo con el plan de Dios. En su esfuerzo por alcanzar posiciones para las cuales Dios no las ha preparado, muchas están dejando vacío el lugar donde podrían ser una bendición. En su deseo de lograr una posición más elevada, muchas han sacrificado su verdadera dignidad femenina y la nobleza de su carácter, y han dejado sin hacer la obra misma que el Cielo les señaló” (ibíd., p. 42).

Al aceptar ser esposa de pastor, has aceptado el llamado de Dios para estar al lado de tu esposo, ser una bendición para él, para los hijos, la iglesia, la comunidad, y para ti misma. No te contentes con menos. Huye de los deseos de Eva.

Sobre la autora: Coordinadora del Área Femenina de la Asociación Ministerial (AFAM), en la Unión Central Brasileña.