Cómo hacer más eficaz uno de los ministerios más importantes de la iglesia.

De acuerdo con el consejo de Elena de White, “al seguir cualquier plan que pueda utilizarse para llevar a otros el conocimiento de la verdad presente, y de las maravillosas providencias relacionadas con el avance de la causa, consagrémonos en primer lugar nosotros mismos plenamente a aquel cuyo nombre deseamos exaltar. Oremos con fervor por aquellos que esperamos visitar, llevándolos con fe viva, uno por uno, a la presencia de Dios” (SC 211).

Existen ministerios en la iglesia con los cuales nos podemos comprometer, disponiéndonos a desarrollarlos con la ayuda divina. Entre ellos, está la visitación a nuestros hermanos, a nuestros vecinos, amigos e interesados. Les podemos llevar consuelo, bienestar, palabras de ánimo y de apoyo. De esta manera, podemos beneficiar a estas personas de manera espiritual y emocional.

Jesús tenía el hábito de visitar a las familias en sus casas (Juan 2:1, 2; Mar. 1:29-31; 5:38-42; Luc. 5:27-29; 7:36-38), para llevarles consuelo y alegría. Él también hizo visitas específicas a individuos de la alta sociedad, con el objetivo de fortalecerlos espiritualmente. En Lucas 19:5 y 6, Jesús sirvió de ejemplo para sus discípulos en cuanto al ejercicio de este ministerio. Siempre que nos dispongamos a trabajar por el Señor, él nos dará las palabras adecuadas y nos orientará sobre cómo debemos actuar en cada ocasión; pero también debemos hacer nuestra parte.

En este artículo, destacaré algunos consejos para el momento de visitar a las personas en su casa:

Preparación

  • Planifica el día y la hora de la visita con la persona.
  • Ora y prepárate espiritualmente.
  • Planifica el tiempo que estarás. No hagas visitas muy largas, sino breves y objetivas.
  • Infórmate respecto de la familia que será visitada y verifica que no existan objeciones a tu visita.
  • Si visitarás a alguien del sexo opuesto, ve acompañada.
  • Lleva la Biblia y ten en mente diversos pasajes bíblicos que serían oportunos para cada caso.

Durante la visita

  • Al llegar y golpear la puerta, da un paso hacia atrás.
  • Saluda de forma cordial.
  • Espera a que seas invitada a pasar y a sentarte. No lo hagas antes de que se te indique.
  • Durante la visita, procura escuchar más de lo que hablas.
  • Está atenta, a fin de identificar el momento oportuno para terminar la visita. Termina con una lectura bíblica y una oración que atiendan las necesidades específicas de la persona.
  • Acuérdate: Esta visita no es para que cuentes tus problemas. Tú estás allí para ayudar.
  • Al despedirte, expresa tu simpatía y dale palabras de ánimo.

Después de la visita

Sigue orando en favor de la persona que fue visitada.

Demuestra interés sincero por ella, llamándola algunas veces.

Al encontrarse, pregúntale sobre lo que habían conversado. Ofrécele tu apoyo nuevamente.

Acuérdate del consejo de Salomón y conviértelo en la meta de tu trabajo: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas […]” (Ecl. 9:10). Permite que el Espíritu Santo te use en este ministerio y que puedas experimentar las bendiciones que Dios te ha reservado.

Sobre el autor: Coordinadora de AFAM en la Unión Nordeste Brasileña.