Juan era un pastor que supervisaba un distrito de siete iglesias. Entre la predicación y la consejería, aprovechaba el tiempo para dar testimonio de la transformación que Cristo había efectuado en su vida. Sin embargo, no todo era perfecto. En su territorio, los cristianos enfrentaban duras persecuciones y apostasía. La situación empeoró cuando Juan fue llevado a prisión por su fe. ¿Conoces a este pastor?

La prisión de Juan estaba en Patmos, una pequeña isla situada en el mar Egeo, a casi 80 kilómetros de Éfeso, su “iglesia central”. Según algunos teólogos, esta isla desierta funcionaba como una especie de colonia penal a la que las autoridades romanas enviaban a los criminales. Allí, el pastor Juan sufrió los pesados grilletes, la escasez de alimentos, noches de insomnio y, probablemente, trabajos forzados en las canteras. Fue en esa isla de unos 40 kilómetros cuadrados donde el experimentado Juan recibió la visita de su Ministerial.

¿Has recibido alguna vez la visita de un pastor ministerial? Yo sí, varias veces. Fueron momentos de aprendizaje, ánimo y reconsagración. En el caso de Juan, fue visitado por Cristo mismo, el Pastor de los pastores, Aquel que lo había llamado al ministerio a la orilla del mar décadas atrás. A través de una visión extraordinaria, Jesús se presentó a Juan vestido con ropas sacerdotales, caminando entre siete candelabros de oro. Sus cabellos blancos representaban la sabiduría y la experiencia (Job 15:10; Prov. 20:29). Sus ojos, como llamas de fuego, denotaban omnisciencia (Apoc. 2:18, 23). Sus pies, como bronce pulido, simbolizaban fuerza y estabilidad (Eze. 1:7). Su rostro resplandecía, y de su boca salía una espada afilada, símbolos ambos de su autoridad divina (Mat. 17:2, 3; Heb. 4:12).

Cristo apareció a Juan al menos con dos propósitos. En primer lugar, para revelar que cuida de sus iglesias (Apoc. 1:20). El pastor estaba en la cárcel, pero el Ministerial caminaba entre su pueblo. Esta escena nos trae a la memoria la promesa del pacto con el antiguo Israel: “Andaré entre ustedes, seré su Dios y ustedes serán mi pueblo” (Lev. 26:12). Así que, si hoy te preocupa la iglesia, recuerda que “es el objeto al cual Dios dedica en un sentido especial su suprema consideración” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 11).

La segunda razón por la que Cristo visitó a Juan en Patmos fue para animar a su amigo. Jesús demostró que el pastor no estaba abandonado en aquella isla, sino que aún tenía una misión que cumplir (Apoc. 1:1, 19). El Ministerial se presentó como “el primero y el último” (1:17). Es interesante observar que la palabra griega para “último” es esjatos, de la que deriva el término “escatología”. Esto demuestra que el enfoque de la escatología en el Apocalipsis no se centra en los acontecimientos del tiempo del fin, sino en Jesucristo y su presencia entre su pueblo.

Con esto en mente, la revista Ministerio publicará en 2024 una serie especial sobre el Apocalipsis, escrita por el pastor Marcos De Benedicto. Será parte de la celebración de los setenta años de esta publicación periódica, que ha llevado a Cristo y su Palabra a miles de pastores y dirigentes de iglesia en Sudamérica.

Querido colega en el ministerio, si hoy estás en “Patmos”, preocupado por las “piedras” del presente y las “olas” del futuro, recuerda que el Pastor supremo cuida de su iglesia, y también tiene sus ojos puestos en ti. ¡Confía en él!

Sobre el autor: Editor de la edición en portugués de la revista Ministerio