Alejandro y Jesús

A los treinta y tres años murió Cristo en Judá;

también murió Alejandro con esa misma edad.

Este vivió y murió sirviendo sólo al yo;

aquel por mí y por ti su santa vida dio.

La vida de Alejandro un triunfo pareció;

fracaso miserable la del Señor Jesús.

Murió en un trono el griego; el judío en una cruz.

Uno condujo ejércitos, innúmera legión;

con sus doce discípulos el otro caminó.

Uno vertió la sangre de nación tras nación;

el otro por salvarnos su propia sangre dio.

Uno conquistó el mundo mientras en él vivió,

pero al dejar la vida, con ella lo perdió;

la fe del mundo el otro al morir conquistó.

Alejandro y Jesús: treinta y tres fue su edad;

el griego a todo el mundo consiguió esclavizar;

el judío a los hombres todos dio libertad.

Alejandro en la sangre su trono estableció;

el cimiento del trono de Jesús fue el amor.

El uno no era más que un hijo terrenal;

el otro procedía del trono celestial.

Uno ganó la tierra (y también la perdió)

sin alcanzar el cielo; el otro todo dio,

y cielo, y tierra, y gloria, ya de Dios recibió.

El cuerpo de Alejandro en la tumba quedó;

pero el de Jesucristo al tercer día salió

para reinar por siempre como supremo Dios.