Se debe reconocer el amor de Dios en los pequeños sucesos de la vida diaria.
La mayoría de las veces creemos que tenemos tantas cosas que pedir en nuestras oraciones, que hasta nos olvidamos de agradecer lo que aparece en la rutina cotidiana de nuestras vidas. Queremos encontrar satisfacción pidiendo lo que creemos que no tenemos, para suplir las carencias de lo que se nos ocurre que deberíamos tener. Muchas de esas necesidades son creadas por nuestras mentes cautivas de la convivencia social y de los medios de comunicación, tan llenos de toda clase de ofertas. Si nos detuviéramos a pensar, llegaríamos a la conclusión de que muchas de nuestras ansiedades tienen como fundamento solamente necesidades infundadas o falta de reconocimiento de lo que Dios nos entrega para nuestra felicidad en las pequeñas cosas de la vida.
En el libro de Elena de White Mente, carácter y personalidad, tomo 2, página 73, leemos: “El mundo está lleno de gente insatisfecha que pasa por alto la felicidad y las bendiciones que están al alcance de la mano, y continuamente tratan de lograr una felicidad y una satisfacción que están fuera de sus posibilidades. Están permanentemente tensos por algún bien esperado y lejano, mayor que el que poseen ahora, y se encuentran siempre en un estado de desilusión. Albergan incredulidad e ingratitud al pasar por alto las bendiciones que están en su propia senda. No le dan la bienvenida a las bendiciones comunes, de todos los días, tal como los hijos de Israel no le daban la bienvenida al maná”
La felicidad que está a nuestro alcance
Es interesante notar que la gente busca la felicidad donde no está, e incluso en lugares distantes, cuando se la puede encontrar más cerca de lo que se imagina. La vida nos reserva tantas cosas buenas que hasta nos olvidamos de ellas; y nos acostumbramos tanto a ellas que terminan saliendo de nuestra lista de cosas notables, para transformarse en banales, sin importancia, en medio de la agitada rutina que nos envuelve. El amor de Dios debería estar entre las pequeñas ocurrencias de cada día.
Cosechar las verduras de la huerta que usted y sus hijos plantaron o lavar la loza en familia después de una comida, pueden ser experiencias capaces de desencadenar momentos de felicidad. ¿Produjo usted ya una artesanía, pintó un cuadro y se solazó observando el fruto de su trabajo? ¿Qué decir de los instantes de intimidad con la persona amada, que sólo son superados por los momentos de comunión con Dios? ¿Existe algo que se pueda comparar con buscar a los chicos en la escuela y observar sus ojos llenos de alegría?
La vida puede ser gratificante, porque Dios realmente la enriqueció con muchos momentos de felicidad, además de damos la visión de la Tierra Nueva adonde pronto nos llevará. Mientras tanto, él no quiere que seamos infelices, que estemos deprimidos y enfurruñados sólo porque no somos de este mundo y anhelamos un hogar mejor. Dígale “no” a la inactividad, a las lamentaciones y a la intolerancia. Construya su estima propia; usted es un milagro de Dios. Acéptese, pues no podrá amar a los demás si no se ama a sí misma.
Por supuesto que hay mucha gente con un pasado lleno de complejos y problemas sin resolver; pero hay un Dios poderoso a quien le podemos entregar esos problemas con la seguridad de que él los solucionará para nuestro bien y para gloria de su nombre. Necesitamos ser felices y comunicar esa felicidad a los demás. Descubra sus potenciales y desarróllelos. Piense, hable y actúe positivamente. Desarrolle una fe que obre por la gracia de Dios de manera que lo llene todo, en ocasión de su venida, con un perfume de vida para vida. Usted es lo que cree, piensa y dice. Póngase a vivir y deje de existir solamente. Actúe en el medio en que se encuentra. Expóngase, hable y escuche. Tenga mente y corazón. Recupere el placer de vivir; Dios la creó para que la viviera absolutamente, con abundancia, en forma total.
Viva agradecida
Piense: ¿Le ha agradecido a Dios por todo lo que le sucedió, o sólo ve el lado negativo de las cosas? ¿Se detuvo a pensar en que, muchas veces, cuando las tinieblas envuelven nuestra vida, tenemos que detenernos para buscar la luz? Como dice la Sra. White: “No tenemos nada que temer en lo futuro, excepto que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido y sus enseñanzas en nuestra historia pasada” (Joyas de los testimonios, t. 3, p. 443).
¿Ha agradecido a Dios por lo que le ha sucedido en su vida? No me refiero sólo a las noticias grandes y buenas, como la del bebé que nació sano y que ya está aprendiendo a andar, o incluso la de la herencia que usted recibió; me refiero, también, a lo que nos sucede o recibimos todos los días y que hace que nuestra vida sea más fácil y cómoda, como por ejemplo la computadora, el teléfono, la licuadora o el homo de microondas, la máquina de lavar, el auto y todos lo demás.
Piense en esas bendiciones, y proclame: “¡Dios es bueno, y sus misericordias son para siempre!”
Sobre el autor: Coordinadora de AFAM, en el Seminario Adventista Latinoamericano de Teología de Engenheiro Coelho, São Paulo, Rep. del Brasil