Año tras año, el número de víctimas de la depresión aumenta considerablemente. Según la Organización Panamericana de la Salud, se estima que la enfermedad afecta a trescientos millones de personas.
En etapas críticas, la depresión puede conducir al suicidio. Lamentablemente, este es el resultado de ochocientos mil casos al año.
En esta entrevista, el pastor y psicólogo Abdoral Cintra aclara puntos importantes sobre cómo los líderes religiosos pueden ayudar a los miembros de la iglesia que enfrentan pensamientos suicidas. Graduado en Teología y en Psicología, trabajó durante 36 años en diversas funciones en la Iglesia Adventista. Fue pastor distrital y director de departamentos, y presidente de Campo en las regiones Norte, Nordeste, Centro-Oeste y Sudeste de Brasil. Casado con Solange Cintra, también Licenciada en Teología y en Psicología, el matrimonio tiene tres hijos y tres nietas. El pastor Abdoral y su esposa residen actualmente en Hortolândia, donde trabajan en un consultorio de psicología.
¿Cómo es posible profundizar la discusión sobre el suicidio sin generar detonantes o trastornos?
Me gusta la idea de la psicóloga Karen Scavacini,coordinadora del Instituto Vita Alere para la Prevención y Postvención del Suicidio, porque ella afirma que no hablar sobre el suicidio puede tener un efecto tan devastador como hablar inapropiadamente. Por lo tanto, cuanto mayor sea el silencio o el secretismo en torno a un tema tabú, peor para quienes se ocupan de él. Por otro lado, la mera denuncia de casos de suicidio tampoco ayuda a resolver el problema. En consecuencia, la forma más recomendada es trabajar con conciencia e instrucción. Es necesario combatir los prejuicios, desmitificar las causas del suicidio, presentar alternativas y dar a conocer lugares o formas de obtener ayuda cuando alguien se enfrenta a este problema.
¿Qué signos indican que una persona lucha con pensamientos suicidas?
Por lo general, las personas que piensan en el suicidio tienen un comportamiento retraído; incapacidad para relacionarse con familiares y amigos; alguna enfermedad psiquiátrica; problemas con el alcoholismo; ansiedad; pánico; cambios de personalidad que oscilan entre la irritabilidad, el pesimismo, la depresión o la apatía; cambios en los hábitos alimenticios y de sueño; antecedentes de intento de suicidio; sentimientos de culpa, soledad, autohumillación y vergüenza; antecedentes de suicidio en la familia; deseos repentinos de hacer mandados personales, organizar documentos o escribir un testamento; pérdidas importantes recientes (muerte, divorcio o separación); enfermedad física crónica, limitante o dolorosa; disposición a escribir cartas de despedida o mencionar repetidamente temas relacionados con la muerte o el suicidio.
¿Qué hacer cuando nos enteramos de que un conocido o un amigo está teniendo pensamientos suicidas?
La Biblia tiene varios textos que nos llevan a reflexionar sobre nuestra actitud hacia las personas que están pasando tiempos difíciles. Por ejemplo, Proverbios 17:17 dice: “En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia”. De hecho, las amistades forman una importante red de apoyo para ayudar a las personas con ideación suicida. Otro texto es Proverbios 24:11 y 12: “Libra a los que son llevados a la muerte, detén a los que van tambaleando a la ejecución. Si falsamente dices: ‘No lo supe’, ¿no lo entenderá el que pesa los corazones? El que guarda tu vida lo sabrá, y dará al hombre según sus obras”. Sin embargo, algunos –aun queriendo ayudar– tienen enfoques desatinados y dañinos. Por eso, antes de explicar qué hacer, me gustaría dejar bien en claro lo que no se debe hacer: juzgar, criticar, regañar, decir que la persona se está volviendo loca, afirmar que es debilidad espiritual o tratar de reducir el dolor que siente.
Por otro lado, cuando escuches a una persona hacer comentarios negativos sobre la vida, presta atención y considera. Encuentra un lugar adecuado para una conversación tranquila y está emocionalmente disponible para escucharla. Y escúchala con atención, trátala con respeto, empatiza con sus emociones y ten cuidado de guardar absoluta discreción. Enfócate en los sentimientos de la persona. Estas actitudes son muy importantes para reducir el nivel de desesperación suicida.
¿Cómo puede la iglesia convertirse en un lugar de protección efectiva?
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 90 % de los casos de suicidio podrían evitarse si se identificaran a tiempo señales claras de pedir ayuda y las personas tuvieran la derivación adecuada para tratar sus problemas emocionales. Además, uno de los aspectos más importantes de la prevención del suicidio es ayudar a quienes se enfrentan con este problema a encontrarle sentido a la vida. Y la iglesia tiene un papel único en esto.
Según el psiquiatra Ricardo Falavigna, “tener un sentido para su vida es lo que permite al ser humano atravesar crisis sin virar hacia un proceso autodestructivo”. No obstante, es difícil –para alguien inmerso en problemas complejos– encontrar el propósito de la existencia solo. La iglesia debe ser un lugar de acogida y esperanza, para que la persona pueda exponer lo que está sintiendo y ser orientada hacia su tratamiento. La Iglesia Adventista tiene proyectos interesantes relacionados con el tema, como Basta de silencio y Oído amigo. Los líderes religiosos no son inmunes a las crisis emocionales.
¿Qué le dirías a un pastor que lucha con pensamientos suicidas?
Ciertamente, los líderes religiosos no son inmunes a las crisis emocionales. El profeta Elías (1 Rey. 19), por ejemplo, tuvo una experiencia espiritual vibrante, al punto de ver fuego del Cielo en respuesta a su oración, pero luego pasó por una crisis emocional que lo hizo huir atemorizado, aislarse y desear la muerte.
Cuando un pastor se enfrenta a pensamientos suicidas, primero debe buscar ayuda. Pensar en el suicidio no significa que la persona lo vaya a hacer, pero es una señal de alerta. La ideación suicida es multifactorial. Elena de White, en el libro Consejos sobre salud, declaró: “Las penas, la ansiedad, el descontento, el remordimiento, el sentimiento de culpabilidad y la desconfianza menoscaban las fuerzas vitales y llevan al decaimiento y a la muerte” (p. 341).
Recomiendo que el pastor consulte a un psiquiatra de su confianza, realice las pruebas solicitadas y, luego del diagnóstico, siga estrictamente el tratamiento indicado. Esto puede incluir recursos como psicoterapia, terapia familiar, medicamentos, cambios en el estilo de vida y prácticas de salud, entre otros. Recuerda que “el valor, la esperanza, la fe, la simpatía y el amor fomentan la salud y alargan la vida” (ibíd.).