Al casarse con un pastor, la esposa asume una vocación que representa un aprendizaje vitalicio.
A veces, pienso que debería haber un curso específico acerca de cómo ser esposa de pastor. Al mismo tiempo, también sé que, cuando dije “Sí” al hombre de mis sueños (que casualmente es pastor), asumí que sería socia en el equipo ministerial, estuviese preparada o no.
En cierta ocasión, al tratar de armonizar trabajo, familia, matrimonio y actividades de la iglesia, una amiga comentó: “Creo que la esposa de un pastor es la única persona de quien se espera que trabaje a la par de su marido. Nadie espera que la esposa de un cirujano también opere, ni que la esposa del profesor enseñe”. Y la lista podría continuar.
Como esposas de pastor, nos enamoramos y nos casamos con un hombre por causa de su amor y de sus cualidades, no por lo que hace. Pero, al casamos con un pastor, asumimos un trabajo que representa un aprendizaje de toda la vida.
Justamente cuando intentas imaginar cuál es tu papel como esposa de pastor, súbitamente comprendes que el desafío será multiplicado por el número de iglesias del distrito. Entonces, necesitas aprender el arte de conocer cada una de las diferentes personalidades de las iglesias y cómo calzarás en ese rompecabezas. Suma a la familia y su trabajo a esa ecuación, y necesitarás aprender cómo equilibrar más de lo que imaginas humanamente posible. La buena noticia es que ningún esfuerzo humano hará que tu ministerio con tu esposo sea una bendición, a no ser una entrega completa de tu voluntad a los propósitos de Dios para tu vida.
Aprendizaje básico
Durante los últimos veinte años, aprendí a no planificar de manera fija, sino a vivir el momento. Los planes pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos; necesitas aprender a ser flexible, para no desilusionarte. En el trabajo con la iglesia, siempre enfrentarás una emergencia tras otra.
Aprende, igualmente, que se espera de tus hijos que se comporten un poco mejor que los demás niños. Por lo tanto, debes colocar el bienestar espiritual de ellos por sobre lo que los demás esperan de ti como esposa de pastor. Antes de que crezcan sintiendo la falta de relación, dales el tiempo que necesitan y merecen para que desarrollen su potencial espiritual máximo. Si no tienes tiempo para hacer el culto familiar con tus hijos, porque estás muy ocupada con deberes pastorales, entonces estás descuidando tu más importante responsabilidad ante Dios.
Aprende a sonreír aun cuando tu corazón esté llorando. Puedes pensar que es hipocresía, pero en el pastorado frecuentemente necesitamos preocupamos por aquellos a quienes servimos como embajadores de Cristo. Dios conoce el dolor de tu corazón, pero intenta no permitir que interfiera en tu deber de llevar alegría y ánimo a los demás. Y recuerda: Algunas veces, lo mejor que podemos ofrecer es escuchar y llorar con alguien que se siente desanimado, y necesita nuestro consuelo y nuestra solidaridad.
Aprende a aceptar la crítica como medio de crecimiento en el lugar y en el papel en que Dios te colocó. En general, nuestra primera reacción a la crítica es defensiva; a fin de cuentas, forma parte de nuestra naturaleza humana. Pero, intenta escuchar y descubrir la existencia de algún valor en la crítica, aun cuando llegue a través de un modo no constructivo. Pregúntate: ¿Qué es lo que Dios quiere enseñarme mediante esta situación?
Aprende a encontrar y respetar esa línea invisible y tenue que no puede ser atravesada como esposa de pastor. No pases por sobre él o más allá en el ministerio de tu esposo. Trabajen como un equipo, manteniendo abierta la comunicación.
Aprende a compartir a tu esposo con los demás. A quien compartes es a tu esposo pastor, no a tu marido. Haz todo el esfuerzo para ayudarlo a compartir el amor de Jesús, y sé su apoyo cuando necesite una palabra de alivio.
Trabajo o ministerio
Si consideras al ministerio de esposa de pastor como un trabajo, te desilusionarás en grande. En un trabajo, esperas recibir alguna clase de recompensa o reconocimiento por la labor bien realizada. Con más frecuencia de lo que desearíamos, ese no es el caso del ministerio pastoral.
¿Cuál es diferencia entre el trabajo y el ministerio pastoral? Bien, si lo realizas porque es lo que se espera ti, o porque nadie desea hacerlo, entonces es un trabajo. Si lo realizas porque deseas ser utilizada por Dios, es un ministerio. Si lo abandonas porque nadie aprecia o te agradece por lo que haces, es un trabajo. Si estás comprometida a realizarlo, esperando solo sentir la sonrisa de Dios, es un ministerio. Si tu blanco principal es tener éxito y ser promovida, es un trabajo. Si el blanco principal es servir a Dios, es un ministerio.
El Señor nos quiere ver felices en el ministerio. Hasta puedes sentirte descalificada para cumplir con el papel que te ha confiado, pero recuerda: Dios no llama a los capacitados, sino que capacita a los que llama. El poder de Dios se revela en forma más brillante cuando trabaja con imposibilidades, y usa a los que se entregan completamente a su servicio.
Qué hacer
Muchas veces, se te pedirá que hagas algo para lo que no te sientes dotada. Piensa antes de responder. Si sientes que el Señor no puso este mandato en tu corazón, no prestarás un buen servicio a Dios y a la iglesia, si aceptas la tarea solo porque te lo están pidiendo.
Los mejores ministerios en los que debes participar son los que el Espíritu Santo puso en tu corazón. ¿Cómo saberlo? Por ejemplo, si notas que el departamento infantil está casi abandonado y nadie hace nada para cambiar la situación, puede ser que el Espíritu Santo te esté impresionando para cuidar de eso. Si las dependencias de la iglesia te parecen feas y descuidadas, organiza para que algunos niños te ayuden a limpiar el cantero de flores, plantar algunas flores nuevas, y enséñales a cuidar de la casa de Dios con el mismo cariño que cuidamos de la nuestra.
Cuando nuestros hijos eran niños, ayudé en el departamento de niños de la iglesia. A menudo, la sala donde los niños se reunían estaba llena de materiales feos, desactualizados y descoloridos. Quería un lugar apropiado para el encuentro de los niños con Jesús, de manera que pedí a algunas personas con habilidades artísticas que pintaran un mural. Sé que podían, pero no quisieron ayudar. Así, yo misma pinté un mural para la clase de Cuna. Era la primera vez que lo hacía, pero la expresión de alegría en el rostro de los niños al sábado siguiente recompensó todo el esfuerzo y las horas de trabajo.
No es muy fácil entusiasmarse con el trabajo, pero sí con el ministerio. Deja que tus hijos perciban la alegría en ti, mientras cumples el ministerio para el que te sientes llamada. Enséñales cómo encontrar su lugar en el ministerio de Dios. Anima a tus hijos menores a colorear dibujos; y a los mayores, a encontrar versículos bíblicos que puedan enviar a otras personas. En cierta ocasión, envié alimento a una familia que tenía un niño seriamente enfermo en un hospital. Mis hijos de 11 y 13 años decidieron mandar, junto con el alimento, servilletas en las que escribieron versículos bíblicos acerca de la sanidad. Ese fue un pequeño gesto, que significó un mundo para la familia y que dio a mis hijos la oportunidad de compartir su ministerio.
Escoge dónde ayudar
Uno de los mayores desafíos de trabajar en un distrito es decidir cómo dividir el tiempo. Aprendí que, primeramente, debía observar cuáles eran las necesidades de cada iglesia. Servimos mejor a nuestros hermanos cuando les ofrecemos ayuda para lo que necesitan y piden. Los capacitamos para servir mejor cuando asumen un ministerio que es de ellos y que pueden continuar después de que fuimos a otro lugar.
Aun cuando te consideres una supermujer, no puedes estar en dos lugares al mismo tiempo. Entonces, escoge dónde invertirás tu tiempo. No te “estires” de manera que te sientas sobrecargada y desanimada. El enemigo se deleita en hacemos sentir débiles. Ni siempre podemos cumplir todas las responsabilidades. Algunas veces, asumimos las cosas con la mejor intención, aun cuando no hayamos pensado acerca de cómo afectarán las consecuencias a nuestra vida espiritual, nuestro matrimonio y nuestros hijos.
No desistas
Te puedes sorprender por los desafíos que aceptaste el día en que dijiste “Sí” a tu esposo pastor. Es posible que hayas asumido funciones que no te gustaban o para las que no estabas calificada. Siempre estarás por debajo de las expectativas que otros alimentan acerca de ti, pero recuerda: Es a Dios a quien sirves. Aprendí que nunca seré la esposa perfecta de pastor, pero sé que recibí el llamado hace casi veinte años. Cuando dije “Sí” a mi marido pastor, dije “Sí” a mi Jesús, mi Señor y Salvador. Así, acepté su llamado a la única actividad que, tengo certeza, marca la diferencia en la vida de las otras personas, ahora y por la eternidad.
Sobre la autora: Esposa de pastor en González, Louisiana, Estados Unidos.