¿Es usted un pastor promedio? El promedio está a igual distancia de la cumbre y de la sima. Yo creo que Dios diseñó a cada ser humano para la excelencia. 

Piense en Jabes, un hombre entre 600 nombres en los primeros nueve capítulos de 1 Crónicas: “Y Jabes fue más ilustre que sus hermanos, al cual su madre llamó Jabes, diciendo: Por cuanto lo di a luz en dolor. E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió” (1 Crón. 4:9, 10). 

¿Cuáles de sus virtudes captaron la atención de Dios? 

1. Una gran ambición. Jabes quería hacerse célebre. Anhelaba expandir su territorio; no ser trasladado a otro, sino expandir el que tenía. Muchos en el ministerio carecen de la visión de sus circunstancias actuales. Tienen muchas pequeñas ambiciones, pero nunca trascenderán la mediocridad a menos que tengan una verdadera visión. Jabes es un ejemplo de lo que significa pensar en grande. 

2. Una gran fe. La breve biografía y oración de Jabes no menciona ninguna habilidad, don, educación o posesión específica que haya tenido. Es evidente que su mayor atributo era la fe. No es necesariamente el más inteligente o los obreros más dotados quienes logran mayores resultados en la obra de Dios, sino los hombres de fe y acción. 

En el caso de Jabes puede pensarse que tenía algún tipo de impedimento físico, porque su nombre en hebreo significa “dolor”. ¿Le gustaría llamarse “dolor”? Quizá le hayan puesto nombres o apodos poco amables. Si ese es el caso, el ejemplo de Jabes nos muestra que las circunstancias difíciles no tienen por qué hundirnos en el mar de la mediocridad. En el nombre de Cristo podemos salir del viejo carril. Si tenemos fe en Dios y sabemos por qué nos ha llamado al ministerio no deben preocuparnos los talentos que no poseemos. Simplemente confiemos en Dios y sigamos adelante. 

¿Ahuyentamos a la gente con nuestra indiferencia o la atraemos a Dios por la pasión y el fervor que manifestamos? ¿Nos hallamos entre la minoría que está ansiosa de aceptar el desafío del presente y hacer la diferencia? Recordemos que la fe de Jabes fue mayor que sus problemas. 

3. Una gran vida de oración. Pida el poder de Dios en su vida y en su ministerio. Jabes oró: “Te ruego que me des tu bendición y un territorio muy grande” (1 Crón. 4:9, 10. Dios habla hoy). La oración fue específica. ¡Y no fue egoísta, porque Dios la contestó! La ambición en sí misma no es ni buena ni mala, depende del motivo. 

¿Cuál sería el motivo por el cual usted quisiera que su iglesia fuera la más grande de todas? ¿Por qué quisiera usted que su asociación, su unión o su división fueran las más grandes? Si sólo buscamos la gloria de Dios, trabajemos y oremos mientras luchamos por alcanzar ese objetivo. Cuando oramos pidiendo cosas grandes, Dios puede hacer más de lo que pedimos o entendemos. Jabes pidió la presencia y protección de Dios en su vida. 

Interpretaciones erróneas muy populares  

Todos los ministros necesitan evitar urgentemente tres errores muy comunes. 

1. Confundir la humildad con el temor. Muchas veces los pastores y dirigentes, al parecer muy “humildes”, no intentan grandes cosas para Dios porque quizá lo que en realidad sufren es temor. El diablo es experto en inducirnos a pensar estrechamente, y luego nos engaña haciéndonos creer que somos gente humilde. La humildad no es incompatible con nuestros puntos fuertes; reconoce nuestras debilidades y nos induce a buscar la gracia de Dios a fin de hacer grandes cosas para él mediante su ayuda. 

2. Confundir el contentamiento con la pereza. Filipenses 4:11 dice que Pablo aprendió a contentarse en toda situación. Pero eso no quería decir que carecía de grandes ambiciones o grandes objetivos. Lo que quería decir era, simplemente, que había aprendido a disfrutar de la vida aun cuando no alcanzara sus objetivos. Si el contentamiento es una excusa para la indolencia, ¿quién, entonces, capacitará y organizará a los miembros de la iglesia para el ministerio y la ganancia de almas? ¿Quién se pondrá de pie para defender la justicia? ¿Quién luchará para terminar su educación? 

3. Confundir el pensamiento pequeño con la espiritualidad. Algunos sostienen el mito de que la calidad se opone a la cantidad. Si la calidad se midiera por el tamaño, entonces la iglesia de un solo miembro sería la mejor de todas. No culpemos a Dios por nuestra falta de crecimiento. La calidad produce cantidad. 

En suma, ¿cómo venceremos la mediocridad? Como Jabes, necesitamos tener una gran ambición, una gran fe, una gran vida de oración. Cuando empiecen a verse estas características en nuestras vidas, jamás seremos mediocres. Como obreros juntamente con Cristo, permitámosle que nos use como agentes suyos, a fin de lograr el gozo que resulta de servir a un Dios grande, cuya Palabra dice: “Donde no hay dirección divina, no hay orden” (Prov. 29:18. Versión Dios habla hoy). 

Que nuestras ambiciones en su servicio retomen la dirección y visión divinas, y éstas hagan la diferencia en el territorio donde nos ha llamado a trabajar para él.