Después de todos estos años, ¿debemos seguir predicando la inminencia de la segunda venida? La tardanza es la mayor de todas las señales de que Cristo está por llegar.

            Cuando mamá tenía más o menos diez años de edad, le hizo un comentario a su mamá acerca de “cuando yo sea grande y me case…” Su mamá le respondió: “Querida, nunca llegarás a casarte. Jesús vendrá mucho antes de que eso suceda”.

Lo anterior ocurrió alrededor de 1915. Hoy, mamá es una abuelita y probablemente llegue a ser bisabuela.

Los pioneros adventistas que surgieron del Gran Chasco esperaban que “seguramente Jesús vendría antes de 1860”. Se hubiera forzado su imaginación con sólo pensar que vendría por el año 1900. A pesar de ello, hoy le pisamos los talones al año 2000. Han transcurrido cerca de 150 años desde el Gran Chasco, y aún seguimos esperando.

¿Vendrá pronto Jesús?

El Movimiento Adventista del Séptimo Día surgió de la premisa de que sí vendría pronto. Desde el mismo principio hemos creído que Dios nos constituyó como pueblo con el propósito específico de anunciar al mundo su pronta venida. Decimos ser “el pueblo remanente” —la última iglesia de Dios en la tierra. Elena de White nos identificó como “Juan el Bautista”, cuya misión primordial sería preparar al mundo para la segunda venida de Jesús.

Pero, ¿por cuánto tiempo más se podrá seguir siendo “Juan el Bautista”? ¿Por cuánto tiempo más se puede seguir dando la advertencia acerca de un evento que nuestros antepasados pensaron que sucedería hace más de un siglo? ¿Cuánto tiempo más se podrá seguir creyendo que somos el remanente cuando comienza a verse que somos parte del todo?

Señales del pasado

Las señales de los tiempos convencieron a nuestros antepasados de este hecho. Las estrellas cayeron en 1833. Sucedió “hace doce años”, decían en 1845; hoy, ya han transcurrido más de 150 años. El día oscuro sucedió en 1789 —hace más de 200 años. Lisboa fue destruida en 1755 —hace aproximadamente 250 años. Estas señales prendieron la chispa del movimiento misionero que puso en acción a los pioneros para la predicación del mensaje adventista alrededor del mundo. Sin embargo, aquí estamos, esperando. Los acontecimientos que movieron a los pioneros parecieran reliquias atesoradas en un museo de antigüedades.

¿En realidad viene pronto?

Yo digo que “¡Sil Mil veces ¡Sí!”

El mismo retraso que nos causa tanta ansiedad es una de las mejores pruebas de la inminencia del retorno del Señor. “Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en el día que éste no espera, y a la hora que no sabe” (Mat. 24:48-50).

La tardanza es la mayor de todas las señales de que Cristo está por llegar.

Cuán fácil es señalar los últimos 150 años y decir: “Nuestros pioneros jamás soñaron con ver el fin de su siglo ¿Quiénes somos nosotros ‘que estamos finalizando el siguiente siglo para suponer que no veremos el final del nuestro?”

No tengo argumentos para esta clase de lógica. Lo único que puedo hacer es señalar a las Escrituras y decir: “Todo concluirá cuando menos se espere”. Lo que sí puedo decir es que estoy sumamente preocupado porque no creo que nos queden otros 25 años en este mundo —es más, probablemente no nos queden ni diez.

Esto es fe, no lógica.

Aun así, mi fe se basa en ciertas señales. No el terremoto de Lisboa. No el día oscuro ni la caída de las estrellas. Son raras las personas de nuestros días que se impresionan con esas señales. Las que me han impactado a mí están sucediendo actualmente. Quisiera compartirlas con usted.

Resurgimiento del papado

Por más de un siglo la Iglesia Adventista ha predicado que la Iglesia Católica Romana, como poder político, daría pasos agigantados en los últimos tiempos, justo antes de la segunda venida de Cristo. La herida mortal aún sangraba cuando empezamos a predicar esta verdad a mediados del siglo pasado. El mundo se rió.

Pero, consideren esto:

En 1989 Juan Pablo II visitó los Estados Unidos de Norteamérica y fue objeto de una clamorosa bienvenida. Un millón de norteamericanos—gran parte de ellos protestantes— asistieron a la misa pública llevada a cabo en Filadelfia.

A principios de la década de los 50, Harry Truman propuso el envío de un embajador al Vaticano. Los protestantes norteamericanos pusieron un grito en el cielo y el presidente desistió rápidamente. Pero en 1983 el presidente Reagan presentó la misma propuesta al senado sin que los protestantes dijeran esta boca es mía.

Aun así, había otro gigante en el mundo que odiaba a todas las religiones, incluyendo la católica. Pero en 1989 ese gigante sucumbió, y ahora la Unión Soviética ha establecido relaciones diplomáticas con el Vaticano.

A fines de 1989 el Vaticano ayudó a resolver la crisis de Panamá.

¿Habrá crecido el poder político del papado? Escuchen esto: “Al iniciar su sexto año de papado, Juan Pablo II sigue siendo el foco de atención que ha mantenido desde su elección repentina ocurrida el 16 de octubre de 1978… El pontífice de la Iglesia Católica Romana, de 63 años de edad, ha ganado puntos como un portavoz intrépido de la paz, la justicia y los derechos humanos”. Un prelado norteamericano en Roma dice lo siguiente: “A nivel mundial, Juan Pablo II se ha establecido como un líder sobresaliente, cuyas ideas son tomadas en cuenta”.

No, el que dijo esto no fue un Adventista del Séptimo Día. Lo dijo un artículo de U.S. News and World Report, publicado en la víspera del sexto aniversario de Juan Pablo II como sumo pontífice de la Iglesia Católica Romana.[1]

Durante más de un siglo los Adventistas del Séptimo Día han predicho que el poder político del papado se fortalecería admirablemente al fin del tiempo. En la mayoría de esos años, nuestra predicación parecía ser una fantasía.  Pero quisiera que se percaten de que el poder del Vaticano ha aumentado tremendamente en los últimos quince años

El surgimiento del espiritismo

La Iglesia Adventista del Séptimo Día lleva más de un siglo predicando que el espiritismo dominaría al mundo justo antes de la segunda venida de Cristo. Ello parecía algo absurdo a mediados del siglo pasado. Para la mayoría de los estadounidenses las hermanas Fox no eran más que un chiste casero. El resto del mundo ni siquiera había oído hablar acerca de ellas.

En 1929 Richard Niebuhr escribió: “No tiene sentido procurar la salvación para las religiones orientales cuyas formas de pensar son foráneas y tienen un espíritu extraño. Sus metas e ideas se oponen radicalmente a la filosofía y los intereses del mundo moderno… El observador realista de la esfera social, aunque admira la hermosura estética del credo oriental, reconoce que el día se ha ido, el día del trabajo occidental demasiado adelantado para el reconocimiento del amanecer de esa luz oriental”.[2]

Todavía recuerdo mis días de estudiante a mediados de la década de los 50, cuando me preguntaba: “¿Será posible que los norteamericanos en su sano juicio, racionales, que poseen mentes científicas, puedan caer en algo tan místico, tan oscuro como las bolas de cristal y las sesiones espiritistas en habitaciones tenebrosas?”

Pero piensen en esto. En 1969, una encuesta reveló que uno de cada cinco norteamericanos creía en la reencarnación. Hoy día, el movimiento de la Nueva Era ha popularizado el misticismo oriental en todos los Estados Unidos. Casi cada librería tiene una sección dedicada a la Nueva Era. Shirley MacLaine y otros personajes famosos han contribuido a divulgar las prácticas espiritistas así como la canalización y la proyección astral.

Muchos ejecutivos de renombre, científicos y reporteros apoyan las ideas y prácticas de la Nueva Era. MacLaine dice: “He visto a dirigentes bancarios, doctores y ejecutivos de renombre, visitar a clarividentes buscando consejo. Asisto a estas sesiones de canalización donde se le pregunta a las entidades del alma acerca de la economía, la bolsa de valores, proyección de la depresión global, y acerca de la OPEC”.[3]

La creencia en la Nueva Era se podría considerar la religión de mayor auge en el mundo. Ha asumido la dirección espiritual de millones de occidentales que han abandonado su religión tradicional.

Durante más de un siglo, la iglesia adventista ha predicado que el espiritismo avanzaría a pasos agigantados al fin del tiempo. Quisiera que noten que la Nueva Era es como una explosión espiritual en el mundo occidental, particularmente en los últimos quince años.

Surgimiento de la nueva derecha

Por más de un siglo los adventistas han predicho que la separación de la Iglesia y el Estado en los Estados Unidos llegarla a su fin, en gran medida, dada la insistencia de los protestantes norteamericanos conservadores. De esa manera, la nación se convertiría en un poder perseguidor.

Esta idea parecía tan ridícula hace cien años, tanto que el pastor Theodore Nelson, al escribir la introducción del libro Seventh-day Adventism Renounced (El adventismo abandonado), por D. M. Canright, dijo lo siguiente: “Nada puede ser más absurdo que su (de los adventistas) interpretación de los eventos actuales, especialmente su creencia de que nuestros gobiernos nacionales y estatales están por convertirse en instrumentos de persecución y despotismo religiosos… Un cambio tal sería el milagro más grande, algo así como que Dios hiciera crecer un roble gigantesco en un instante”.[4]

En una época mucho más reciente, 1960, se obligó a John F. Kennedy a hacer un juramento de que apoyaría el principio de la separación de la Iglesia y el Estado a fin de apaciguar a diversos protestantes nerviosos.

Pero consideren esto. La nueva derecha religiosa ha declarado guerra sin cuartel al principio fundamental norteamericano de la separación de la iglesia y el estado. Al escribir en el Fundamentalist Journal (Crónica fundamentalista) de Jerry Falwell, el autor Paul Henry dijo: “Contrario a la creencia contemporánea, la ‘separación de la Iglesia y el Estado’, como fue definida por las decisiones recientes de la Suprema Corte de los Estados Unidos, no está en armonía con las creencias y deseos de los que formaron y ratificaron la Constitución… Su (primera enmienda) no demandaba una separación en 1787; tampoco la autoriza ahora”.[5]

Durante una entrevista en la cadena televisiva nacional CBS, un reportero hace algunos años le preguntó al Dr. W. A. Criswell, pastor de la Primera Iglesia Bautista de Dallas, Texas, lo que pensaba acerca de la separación de la Iglesia y el Estado. El pastor tejano respondió de inmediato: “Creo que esta idea de la separación entre la Iglesia y el Estado fue inventada por la imaginación de un infiel”.[6]

Thomas J. White, un intolerante fanático religioso poco conocido pero muy resuelto, ataca la neutralidad religiosa en las escuelas públicas, llamándolas “ateas”. Ataca abiertamente el muro que separa a la Iglesia del Estado, acusándolo de que “parece la demolida pared de Berlín y destruye la libertad”.[7]

Hace varios años tuve una conversación con el Dr. John Wood, director del departamento de la iglesia y el estado de la Universidad Baylor en Waco, Texas. El Dr. Wood me confesó que creía que el principio de la separación entre el Estado y la Iglesia estaba condenado al fracaso. “La pregunta no es,

El presidente Reagan hizo tres señalamientos a la Suprema Corte de Justicia que tendrán un impacto duradero en esa institución. El punto de vista liberal de la corte con respecto al aborto ya está cambiando. Lo que no se sabe cómo se debiera es que la legislación liberal acerca de la Iglesia y el Estado probablemente sufrirá cambios en un futuro cercano.

El Sr. William Rehnquist, presidente de la Suprema Corte, se ha mostrado abiertamente hostil al principio norteamericano de la separación de la Iglesia y el Estado. Al redactar su objeción en el caso Wallace vs. Jaffree en 1985, caso con el cual fue derrotado el “momento de silencio en las escuelas públicas” de Alabama, el Sr. Rehnquist dijo: “La ‘pared de separación entre la Iglesia y el Estado’ es una metáfora basada en una historia equivocada, metáfora que ha demostrado ser inútil como guía para juzgar. Debiera ser franca y llanamente abandonada”.[8]

Durante más de un siglo los adventistas han anunciado que la separación de la Iglesia y el Estado llegarla a su fin en los Estados Unidos, abriendo el camino para una legislación que haga obligatorio el día domingo como día de reposo nacional. Todavía no se ven las leyes dominicales en los Estados Unidos, pero el precursor de esas leyes —la destrucción de los principios de separación de la Iglesia y del Estado por los protestantes de la “nueva derecha”— toma forma con gran rapidez. A través de la mayor parte de nuestra historia denominacional, nuestra predicción acerca del fin de la separación de la Iglesia y el Estado parecía una fantasía. Pero quisiera que notaran que la “nueva derecha” ha hecho explosión en los Estados Unidos especialmente en los últimos quince años.

Le pregunto, cuando las tres principales predicciones acerca de los sucesos del fin del tiempo que han estado anunciando los adventistas por 150 años se han cumplido dramáticamente en los últimos quince, ¿será éste el momento de dar marcha atrás y decir: “‘Mi Señor se tarda en venir’ —Jesús no vendrá pronto, después de todo” ¿Será el momento de decir: “Después de todo tal vez no seamos la iglesia remanente? ¿El mensaje de Juan el Bautista y de Elías fueron concepciones de la imaginación demasiado activa de Elena de White?”

Digo que no. ¡Mil veces no!

Aún hay más.

Estoy convencido de que en la última mitad de 1989 Dios nos dio otra señal dramática de la proximidad de su venida: El fracaso del imperio comunista en Europa Oriental. Ese evento me sacudió hasta los huesos. De repente me di cuenta de que los sucesos finales en realidad serán rápidos.

No estoy solo. Por razones de trabajo estoy en contacto permanente con otros adventistas del séptimo día en toda Norteamérica. Dondequiera que voy o dondequiera que hable por teléfono, encuentro que los adventistas reconocen los sucesos de Europa Oriental como una poderosa señal. Este no es un movimiento organizado. No existe un predicador carismático que haya embelesado a la iglesia para tomar lo de Europa Oriental como una señal del fin. Es algo espontáneo. Pareciera que todos lo vimos a la misma vez. Como si todos nos asombráramos al mismo tiempo y dijéramos: “¡Oh!”

No podría señalar ni siquiera un versículo en Daniel o Apocalipsis y decir: “Europa Oriental cumple esa predicción”. Es algo más sutil. Es el reconocimiento espontáneo y colectivo de que lo ocurrido en Europa Oriental es una señal del tiempo del fin, lo que me ha convencido de que el Espíritu Santo está obrando, tratando de despertarnos del letargo.

La semana que siguió a la caída del muro de Berlín, los dirigentes políticos del mundo especulaban acerca de que las dos Alemanias probablemente se unirían en algún momento en el siglo veintiuno. Para fin de año la especulación había avanzado de tal manera que se decía que las Alemanias se unirían al finalizar el siglo veinte. Hoy, pareciera que este suceso podría ocurrir en cualquier momento.*[i]

Al principio nos preguntábamos si el comunismo caería en Checoslovaquia. Y de repente cayó. Luego especulábamos acerca de si caería en Hungría. Y así fue. Después pensamos en Rumania, y también sucedió.

Los dirigentes políticos del mundo no logran entender estos sucesos. Pero los Adventistas del Séptimo Día sí: Dios les ha mostrado que él está dirigiendo la historia. Los movimientos finales serán rápidos porque Dios se encargará de ellos.

En un futuro muy cercano llegará el día cuando Dios se hará cargo de su iglesia aún con más poder de lo que vimos en Europa Oriental. Pronto veremos la explosión de este mensaje. No por algo que podamos hacer por nuestras propias fuerzas, sino por lo que Dios hará por medio de nosotros, y a pesar de nosotros.

No es algo que yo pueda probar. Es algo que creo.

Nuestra respuesta

¿Vendrá pronto Jesús? No hay la menor duda de ello. Tengo una corazonada, siento que la década de los 90 traerá cambios asombrosos en nuestro mundo —para que podamos celebrar el nuevo milenio en la Nueva Jerusalén.

¿Cuál debiera ser nuestra respuesta a estos acontecimientos de los últimos quince años y los últimos quince meses?

Sobre todo, debemos orar para que Dios se apodere de nosotros. Nuestra mayor necesidad es el derramamiento del Espíritu Santo en forma de la lluvia tardía, para limpiarnos de nuestros pecados y darnos el poder que necesitamos para terminar su obra. Frecuentemente oramos mi esposa y yo: “Señor, muéstranos lo que necesitamos saber para poder estar listos para el fin del tiempo.

Siento que mucha gente está dormida, especialmente en el mundo occidental. Afortunadamente, no todos lo están ¿Qué cree usted que sucedería si cada adventista del séptimo día que está atento al significado de los últimos acontecimientos se uniera en una campaña masiva de oración, rogándole a Dios que no posponga su venida otro medio siglo? ¿Qué sucedería si cada uno de nosotros nos arrodilláramos y le dijéramos: “Señor Jesús, ya es tiempo? Puede ser que yo no esté preparado, pero quisiera estarlo. Ayúdame a estar preparado. Por favor, vuelve ahora”[9]

Estoy convencido de que Dios nos contestaría esa oración. Los invito a que juntos lo hagamos.

Sobre el autor: es editor asociado de la Pacific Press Publishing Association, Nampa, Idaho.


Referencias:

[1] U.S. News and World Report, octubre, 1984, pág. 51.

[2] H. Richard Niebuhr, The Social Sources of Denominationalism (Gloucester, Massachusetts: Peter Smith, 1929), pág. 187.

[3] Ladies’ Home Journal, junio, 1983, pág. 33.

[4] Rev. Theodore Nelson, LL. D., “Introducción” a Seventh-day Adventism Renounced (Cincinnati, Ohio: Standard Pub. Co„ 1889), págs. 20, 23.

[5] Paul Henry, “Church and State Separation: Is It Truly Constitutional?”

[6] Fundamentalist Journal, julio/agosto, 1984.

[7] Robert L. Maddox, “Dr. Criswell Spoke Too Quickly”, Church and State, octubre 1984, pág. 23.

[8] De una carta de Robert Maddox, 7 de diciembre de 1988, a los constituyentes y los que apoyan a la “Americans United for Separaron of Church and State” (Americanos unidos en la separación de la Iglesia y el Estado).

[9] Cita de la revista Church and State, enero, 1990, pág. 24.


[i] N. R. La unificación de las dos Alemanias se hizo realidad el martes 2 de octubre de 1990.