Jesús había pasado ya bastante tiempo enseñando y capacitando a sus doce discípulos. Juntos habían recorrido diferentes lugares mientras Jesús predicaba, enseñaba y sanaba a los enfermos. Pero ahora era tiempo de pasar al siguiente nivel: los discípulos debían salir a predicar, enseñar y sanar por sí mismos. Por ese motivo, “Jesús llamó a los doce y empezó a enviarlos de dos en dos” (Mar. 6:7).
Los doce tuvieron mucho éxito en su misión. Ellos “salieron, y predicaron que los hombres se arrepintiesen. Echaron muchos demonios y ungieron con aceite a muchos enfermos, y los sanaron” (vers. 12, 13). Luego de terminada su misión, regresaron a donde estaba Jesús, pero no fueron solos: una “gran multitud” los seguía para conocer al Maestro de Nazaret (vers. 34). “Muchos a pie desde las ciudades” los habían acompañado, y eran tantos “los que iban y venían” que Jesús y sus discípulos “ni para comer tenían tiempo” (vers. 33, 31).
¿Qué hacer en una situación así? Probablemente, cualquier evangelista pensaría que es el momento ideal para capitalizar el interés de la gente y convertirla para el Reino de Dios. Sin embargo, la reacción de Jesús fue diferente. Reunió a sus discípulos y les dijo: “Vengan aparte, a un lugar tranquilo, y descansen un poco” (vers. 30, 31). En ese momento de actividad álgida y con mucha gente para atender, Jesús priorizó la salud y el descanso de sus discípulos. Cristo “vio que se habían cansado en el trabajo y necesitaban reposo” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes [ACES, 2008], p. 326).
¿Qué tipo de experiencias habían tenido los discípulos al llevar a cabo la misión que Jesús les había encomendado? Ellos “habían pasado por la prueba del conflicto y habían encontrado oposición de diversas formas. Hasta ahí habían consultado a Cristo en todo; pero durante algún tiempo habían estado solos, y a veces habían estado muy angustiados en cuanto a saber qué hacer. Habían hallado mucho estímulo en su trabajo; porque Cristo no los había mandado sin su Espíritu, y por medio de la fe en él habían realizado muchos milagros; pero ahora necesitaban alimentarse con el Pan de Vida. Necesitaban ir a un lugar de retraimiento, donde pudiesen estar en comunión con Jesús y recibir instrucciones para su obra futura” (ibid., pp. 326, 327).
Los discípulos habían trabajado fielmente por cumplir la misión encomendada por Cristo. Como en todo ministerio, pasaron por altibajos. Habían tenido momentos de “estímulo en su trabajo”: habían visto corazones convertidos, cuerpos sanados y almas liberadas por el poder de Dios. Pero también habían enfrentado conflictos y oposición; y, en ocasiones, “habían estado muy angustiados en cuanto a saber qué hacer”. Su esfuerzo y servicio abnegado había producido mucho fruto, pero también los había agotado física y mentalmente. Por lo tanto, Jesús los llevó aparte para que pudieran descansar.
De la misma manera, actualmente el ministerio pastoral también pasa por altibajos. El servicio abnegado produce fruto, pero también agota la salud física y mental de los obreros. En esta situación, necesitamos saber que “Cristo está lleno de ternura y compasión por todos los que participan en su servicio. […] [Los discípulos] habían consagrado toda su alma a trabajar por la gente, y esto agotó su fuerza física y mental. Era su deber descansar” (ibid., p. 327). Si te encuentras en una situación de estrés, ansiedad o estás padeciendo el síndrome de burnout, escucha el llamado de Jesús: “Ven aparte, a un lugar tranquilo, y descansa en mí”.
Sobre el autor: Editor de la revista Ministerio, edición de la ACES