“Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mat. 4:19).

     Hace algunos años, mi esposa Karen y yo fuimos a Hawaii en viaje de vacaciones. Por suerte tenemos buenos amigos allí, Steve y Chris Boyl, que nos recibieron y nos hospedaron en su hermosa casa cerca de Kona. Steve es dueño de una inmobiliaria, pero su verdadera pasión es la pesca. Posee una embarcación pequeña y está siempre dispuesto a usarla.

     Aunque yo no como pescado, al acompañarlo disfruté del sol y del agua. También debo decir que después de muchas excursiones de pesca con Steve y sus amigos, comprendí como nunca antes qué quiso decir Jesús cuando declaró que nos haría “pescadores de hombres”.

    No importa cuán ocupado esté Steve con su trabajo, siempre tiene bastante tiempo para pescar. Parece que su inmobiliaria sólo le sirve para alimentar su pasión por la pesca. Todos los cristianos deberíamos ser adeptos apasionados de la pesca espiritual. No importa cuál sea nuestra profesión u oficio, debería servir sólo para ayudamos a llevar gente a los pies de Jesús. Pablo hacia tiendas con el fin de disponer de recursos para predicar el mensaje y ganar conversos.

    Un verdadero pescador de hombres no desiste con facilidad. Cuando Steve no tenía éxito en un lugar, se iba con su barco a otro donde las perspectivas fueran mejores. A veces pescábamos mucho; otras, no tanto. Pero Steve nunca volvía a casa sin llevar algo. Seguía intentando hasta que lo conseguía. ¡Quién diera que fuéramos tan dedicados para pescar hombres!

EL BARCO COMO INSTRUMENTO

    El barco de Steve ya ha cargado toneladas de peces, pero nunca ganará un concurso de belleza. Se parece más a una caja de herramientas flotante. Mide unos diez metros de largo, y está hecho de fibra de vidrio, con un gran depósito para almacenar peces, más un motor, una silla para el piloto y un depósito de carnadas. Ni siquiera tiene baño. Esa embarcación se diseñó para pescar.

    Pero aunque el barco de Steve no sea lindo, está equipado con tecnología moderna. Usa radar para ubicar a los peces, y cuenta además con bobinas hidráulicas y camadas especiales.

    Creo que podría ser un modelo para nuestras iglesias. Todos nuestros programas y planes deberían girar en tomo al objetivo de alcanzar a la gente. Deberíamos estar dispuestos a usar tecnología satelital para llevar el evangelio al mundo;

y no sólo eso, además deberíamos estar deseosos de hacerlo. Muchas iglesias son sólo barcos de lujo, construidos para la comodidad, la conveniencia y la diversión de un grupo de pasajeros, y no en función de una tripulación productiva de pescadores de hombres. Paul Harvey, cierta vez, nos advirtió que “se nos llamó a ser pescadores de hombres y no guardianes de peceras”.

     El fruto del justo es árbol de vida; y el que gana almas es sabio” (Prov. 11:30).

DONDE ESTÁ EL PEZ

     Algunas veces, cuando salíamos con Steve, teníamos que navegar muchas horas hasta encontrar un lugar donde había peces. Habría sido más seguro y más cómodo dejar el barco anclado cerca de la playa, pero los peces más grandes siempre estaban lejos y en aguas profundas.

     No podemos permitir que nuestras iglesias se conviertan en clubes exclusivos, cerradas para el mundo necesitado, en el esfuerzo de aislarse de la contaminación, la incomodidad y las verdaderas carencias de la gente común. Debemos estar deseosos de esforzamos por ir a buscar a los peces donde están, con el fin de traerlos. El mundo tiene hambre de la verdad; debemos ir donde está esa gente hambrienta

     Cuando nos encontrábamos en alta mar, era muy común que algunos depredadores marinos trataran de arruinar nuestros planes. A veces querían devorar nuestros peces antes de que los cargáramos en el barco. El hábil enemigo, que siempre anda buscando a quien devorar, sabe cuándo atacar, es decir, exactamente cuando la persona se está decidiendo por Cristo. Puesto que sabíamos que debajo del barco había formidables monstruos marinos, nunca nos lanzábamos al agua. Jamás los ganaremos si nos reunimos con ellos en el estado pecaminoso en que se encuentran.

BÚSQUEDA INTELIGENTE

     Siempre me impresionó la habilidad aparentemente sobrenatural de Steve para encontrar un pez en medio de un océano vacío. Una forma sencilla de hacerlo era observar a las aves. Una bandada de gaviotas y de otras aves marinas que vuelan sobre el agua generalmente significa que abajo hay un conjunto de peces; y donde están los peces pequeños, los grandes no están muy lejos.

     Del mismo modo, cuando estamos dedicados a la pesca de hombres, necesitamos levantar con frecuencia los ojos para buscar la dirección del Espíritu Santo. Algunos de los lugares donde él nos conduce nos pueden parecer improductivos al principio, pero donde nos lleva habrá peces de todos los tamaños.

     “Pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Sam. 16:7).

ATRAÍDOS POR LA LUZ

     Por alguna razón, siempre capturamos más peces de noche. Sé cómo debe de haberse sentido Pedro cuando dijo: “Hemos pescado toda la noche”. Pero al revés de la improductiva noche de pesca de Pedro, siempre conseguimos pescar muchos peces durante la noche. Después de la puesta del sol poníamos en el agua una linterna especial en la popa del barco. No mucho después, miles de peces grandes y pequeños estaban nadando en tomo de la luz. Cierta noche la linterna se apagó accidentalmente. Los peces se frieron a un barco vecino que tenía luz. Cuando descubrimos el problema conectamos de nuevo la linterna y los peces volvieron junto a nuestro barco.

     Si la luz de Cristo está brillando por medio de nuestra vida, la gente se sentirá atraída a donde estamos. Están luchando para salir de las tinieblas e ir a la luz, tanto como los peces del mar o las mariposas que vuelan en tomo del farol de la terraza en una noche oscura. Sé perfectamente lo que quiso decir Jesús cuando declaró: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16).

DIVERSOS MÉTODOS

    Otra lección básica que aprendí de la pesca es que cada especie de pez se atrae con diferentes camadas y técnicas distintas. A algunos peces se los pesca con caña, sedal y anzuelo. A otros, con red. Están los que se encuentran en la superficie del mar, y los que viven en las profundidades. Pescar con caña y anzuelo es algo así como dar estudios bíblicos personales. Pescar con red es semejante a la evangelización pública.

     Pero hay una regla que se aplica a todos los peces: no se los puede obligar a entrar en el barco. Hay que esperar hasta que dejen de luchar, para que no dren más del sedal, pues si lo hacen lo pueden cortar. En mi última expedición de pesca capturé en medio de la noche un pez de más de diez kilos, en un proceso que duró unos veinte minutos de paciente espera. Del mismo modo, al pescar hombres, a veces necesitamos de una dosis especial de paciencia para que no se nos corte el sedal y se nos vaya el pez.

     Una de las mejores maneras de pescar consiste en usar otros peces como camada. Algunas veces Steve tomaba un pez pequeño, lo ponía en el anzuelo y lo arrojaba al agua, en el intento de atraer y capturar a un pez más grande. Nuestros nuevos conversos, en su primer amor, con frecuencia hablan con entusiasmo del amor de Cristo con sus amigos y sus parientes. Para alcanzar a diferentes clases de gente, Dios usa todo tipo de personas con diversos dones. El Señor puede usar a todos, de alguna manera, para alcanzar a otros.

LA FUERZA DE LA UNIDAD

     Cierta vez conseguimos pescar un pez tan grande y pesado que sólo pudimos ponerlo en el barco porque éramos cuatro hombres y trabajamos juntos. Steve condujo el barco, Jerry tiró del sedal y lo ató al barco, Joel espantaba a los tiburones que se querían aproximar, tomó fotografías y me ayudó a recoger el sedal. Los cuatro trabajamos unidos para levantar al pez y ponerlo en el barco. Después, en la playa, celebramos nuestra victoria.

     La Biblia nos dice que cuando Pedro siguió las instrucciones de Jesús y arrojó la red una vez más, después de una noche infructuosa, el barco no sólo se llenó, sino que tuvo que llamar a Santiago y a Juan para que lo ayudaran. Como resultado de eso, sus barcos también se llenaron a rebalsar.

     “Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en el otro barco para que acudieran a ayudarlos. Ellos vinieron y llenaron ambos barcos, de tal manera que se hundían” (Luc. 5:7). Si el pueblo de Dios dejara a un lado el orgullo y el afán de competir, y trabajara unido para la salvación de los perdidos, haríamos mucho más de lo que hemos hecho hasta ahora. Nuestra actitud debería ser la misma de Pablo cuando dijo: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (1 Cor. 3:6).

     Los pescadores son famosos por contar con exageración sus aventuras. Alguien ya dijo: “Si Jesús pudiera lograr que los pescadores fueran honestos, habría esperanza para todos”. La verdad es que se entusiasman cada vez que tienen la oportunidad de contar sus historias.

     Cuánto más intensa será la alegría de los pescadores de hombres cuando durante los siglos sin fin de la eternidad cuenten con rostro radiante sus historias misioneras. “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Dan. 12:3).

     Todavía hay muchos peces en el mar. Necesitamos más pescadores de hombres.

Sobre el autor: Director del programa de televisión Amazing Facts (Hechos asombrosos), en California, Estados Unidos.