El predicador debe usar su creatividad para llevar a sus oyentes a Cristo.

Alguien ya dijo que un sermón sin ilustraciones es como una casa sin ventanas. Pero, en verdad, la palabra “ilustrar” significa “arrojar luz”, es decir, iluminar, aclarar. Las ilustraciones contribuyen a la comprensión y la simplificación de las verdades y los conceptos más profundos de un sermón; por eso Jesús usó parábolas, y las estructuró sobre la base de asuntos, situaciones y objetos que la gente conocía comúnmente.

Las ilustraciones más ricas están constantemente delante de nosotros; convivimos con ellas día tras día. Por eso, Roy Alian Anderson nos aconseja de este modo: “No traten de encontrar ilustraciones; dejen que ellas salgan al encuentro de ustedes, al leerlas y al observarlas. Jesús encontró sus ilustraciones en los lugares más comunes; el Talmud contenía muchas leyendas, pero el Señor no usó ninguna de ellas; Persia y Egipto estaban llenos de cuentos de hadas, pero Jesús no los usó. En lugar de eso, se refirió a cosas comunes: pescadores, agricultores, amas de casa, pastores, campos, frutas y granos; todas esas cosas le proporcionaron las ilustraciones que usó”.

Uno de los métodos que se pueden utilizar para crear ilustraciones es la imaginación del mismo predicador. Jesús lo hizo al preparar sus parábolas, lo que, por sí solo, autoriza a los predicadores modernos a hacerlo. Por supuesto, se lo debe hacer con equilibrio y bajo la conducción del Espíritu Santo, para que el mensaje bíblico no sufra alteraciones y para no caer en la trampa de la excentricidad, la frivolidad o la mera diversión.

En esta entrevista, concedida al pastor Derek Morris, de la iglesia adventista de Calimesa, California, para la revista Ministry, el Dr. Thomas H. Troeger, profesor de Comunicación y Homilética de la Facultad de Teología de Denver, Colorado, habla acerca del uso de la imaginación en la predicación.

Ministerio: En su libro Imagining a Sermón [Cómo imaginar un sermón], usted dice que el uso de la imaginación se puede comparar al arte de pilotear un barco. ¿Cuánto nos puede ayudar esta metáfora cuando queremos usar la imaginación en la predicación?

Dr. Thomas H. Troeger: Cuando usted pilotea un barco, se enfrenta con dos realidades diferentes: una de ellas, el viento, a veces no se puede controlar. Usted no puede manejar la dirección del viento; pero mediante la otra realidad, sus ojos y sus percepciones, usted puede observar el agua y determinar la dirección del viento. Como predicador, usted puede controlar la situación y pilotear de tal manera que demuestre que está preparado para ser dirigido por el soplo del Espíritu, pero no puede dirigir ni manipular al Espíritu. Para mí, el proceso de la imaginación contribuye a preparar al predicador y a su auditorio para que sean dirigidos por los vientos del Espíritu Santo.

Ministerio: Usted se refiere a tres clases de imaginación: convencional, empática y visionaria. ¿Podría definirlas?

Dr. Troeger: Cuando hablo de imaginación “convencional”, me estoy refiriendo a la que asimilamos al oír a otros predicadores y al formar parte de la tradición de una determinada iglesia. Existen ciertos himnos, como “Noche de paz”, que se canta en Navidad, y “Jesús resucitado”, que se canta generalmente en ocasión de la Pascua, que forman parte de la manera en que imaginamos la fe cristiana. Esas cosas preciosas las recibimos para que, al usarlas, se posibilite la adoración en el seno de una comunidad religiosa. La imaginación “empática” es la habilidad que debemos tener, como predicadores, para imaginarnos caminando con los zapatos de otro. Una de las grandes características de los predicadores eficaces es no sólo la capacidad de hablar de su propia experiencia, sino también de preguntarse: “¿Cuál es la experiencia de mis hermanos?” Si un pastor no tiene imaginación empática, no está en condiciones de integrarse verdaderamente en la congregación. A su vez, la imaginación “visionaria” implica la capacidad de ver y reaccionar ante las nuevas cosas que Dios está haciendo en el mundo. Me gusta mucho este pasaje de Isaías: “He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? (¿no las alcanzáis a percibir?)” (Isa. 43:19) La imaginación ayuda al predicador a ver que la iglesia podría ser mucho mejor de lo que es; hay muchas posibilidades de dar testimonio que todavía no estamos tocando ni siquiera con la punta de los dedos.

Ministerio: Usted sugiere que un principio fundamental para desarrollar la imaginación consiste en estar permanentemente atento. Tal vez podríamos considerar dos de los elementos que nos permiten estar atentos: en primer lugar los ojos, y en segundo lugar, los oídos. Usted mismo ha observado que cuando los ojos no están entrenados, no son capaces de ver las cosas acertadamente. ¿Cómo los podemos entrenar?

Dr. Troeger: Margaret Miles dice que deberíamos tomar un cuadro que nos llame la atención en forma particular y pensar acerca de él: ¿Qué colores se destacan? ¿Cuán bellos e impresionantes son? ¿Cómo es el cuadro en comparación con otros? ¿Qué podemos decir de la suavidad y la pureza de los trazos? ¿Qué nos transmitiría si lo viéramos a la sombra? ¿Cuán intensa es su iluminación? Estos son algunos de los aspectos del cuadro que nosotros podríamos analizar. Hace poco encontré un libro de poesías, cuyo título en inglés se podría traducir como Bajo una luz serena: poemas acerca de las mujeres de Vermeer, escrito por Marilyn Chandler McEntyre. La autora toma una colección de cuadros del artista Jan Vermeer y trata de imaginar lo que pensaban esas mujeres. A esta imaginación la denomina “detalles del cuadro”. Podría ser una excelente idea que el predicador leyera cada día una de esas poesías, contemplara el cuadro y viera lo que imagina la autora al observarlo cuidadosamente. Podría ser una forma de entrenar nuestros ojos para ver los detalles de las cosas. En realidad, es una tarea que se debe hacer a conciencia; de lo contrario, exageraremos pero no veremos.

Ministerio: Usted sugiere que para aprender a estar atentos, también tenemos que hacerlo por medio de los oídos: necesitamos oír la música del discurso. En su libro Cómo imaginar un sermón, usted enfatiza el hecho de que “también necesitamos disciplinar el oído para que capte la resonancia del discurso. Un predicador cuyo oído está atento al sonido de la palabra hablada puede producir un manuscrito que se traduzca en un ‘buen sermón”, que respira y pulsa al ritmo del mejor discurso conversacional”. Al parecer, usted está diciendo que los predicadores eficaces necesitan estar atentos a la música del discurso. ¿Es esto así?

Dr. Troeger: Efectivamente. Las características físicas de la oratoria, esto es, su ritmo, su tonalidad, la inflexión y el volumen de la voz, son un tipo de música que ayuda a la imaginación para que evolucione, por no decir que baile. Lo que sucede con frecuencia con los predicadores es que el nivel de ansiedad que implica la presentación del mensaje se eleva tanto que se pierde la musicalidad que normalmente debería notarse en su voz. En lugar de aprender a añadirle melodía a nuestros discursos, necesitamos aprender a cómo no hacerlo; la música surge naturalmente. Si usted comienza a sentirse asfixiado y pide auxilio, no necesita que nadie le enseñe a hacerlo; es algo completamente natural. Si usted está enamorado y le dice a su amada: “Te amo”, no lo hace porque alguien le enseñó; y si sus sentimientos son genuinos, su confesión de amor será expresada con una tonalidad musical muy especial. Podemos aplicar esto a la experiencia regular de cada día, de modo que al predicar el sermón estemos tocados por esa realidad viva. Entonces, la música de nuestra oratoria hará que nuestros sermones sean más genuinos y más atrayentes.

Ministerio: Usted aconseja a los predicadores que usen la imaginación, y que reconozcan que en toda historia bíblica hay mucho más que contar. ¿Podría explicarnos esto?

Dr. Troeger: Comparto esa idea en el contexto del midrash (palabra hebrea que significa “buscar”, “investigar”, de la que se deriva la idea de estudio, de exposición homilética), una forma de predicación según la cual el predicador amplía la historia bíblica. El midrash surgió en tiempos de Jesucristo y se desarrolló después. Los rabinos sugerían ciertas reglas para el empleo de esa metodología: el maestro podría añadir detalles, podía darle alas a su imaginación, con tal de no violar la integridad básica del relato bíblico; en otras palabras, la elaboración de la historia debe respetar el espíritu y la verdad del relato bíblico. Así, por ejemplo, en el libro Ten Strategies for Preaching in a Multi Media Culture [Diez estrategias para predicar en una cultura mediática), predico un sermón acerca de las bodas de Caná de Galilea. En él me imagino a la pareja de novios, esposos ya, cuando se están acercando al final de la vida. El sermón es una serie de retrospecciones, todas ellas relacionadas con las bodas de Caná. No creo violar de ninguna manera lo que está registrado en la Biblia acerca del asunto. Lo que hago es tratar de descubrir lo que esa historia podría haber significado para esa pareja durante toda su vida.

Ministerio: Usted también se dedica a crear parábolas modernas. Estoy pensando especialmente en su libro The Parable of Ten Preachers [La parábola de los diez predicadores]y, más recientemente, en la segunda estrategia de sus Diez estrategias para predicar en una cultura mediática. ¿Por qué le parece que las parábolas modernas son un medio eficaz de comunicar las verdades de la Palabra de Dios?

Dr. Troeger: Por la misma razón que las parábolas eran eficaces cuando las usó Jesús. Él es mi máxima inspiración cuando se trata de aplicar las parábolas a la vida; las suyas revelan a Alguien que estaba siempre atento, que observaba minuciosamente las experiencias comunes de cada día de la gente. Las parábolas invitan a los oyentes a dejarse envolver por la verdad divina. Usamos la imaginación para obtener parábolas de la vida, de las experiencias humanas comunes, diarias. Cuando usted cuenta una parábola como la del hijo pródigo, por ejemplo, la gente comienza a verse en esa historia: se acuerda de cómo funciona su propia familia, de su sentido de indignidad. Cuando usted logra captar la atención de la gente mediante este recurso, entonces Dios puede obrar efectivamente en ella. Los predicadores necesitan confiar en que Dios obra en el corazón de la gente cuando recurren al uso de parábolas, especialmente si lo hacen en el contexto de una genuina adoración de fe. Por eso me gustan las parábolas.

Ministerio: De acuerdo con una observación suya, es sorprendente descubrir que la mayor parte de las parábolas de Jesús son de naturaleza secular, y no hay en ellas casi nada explícitamente religioso. Supongo que algunos oyentes, al oír a un predicador narrando una parábola moderna, podrían llegar a lo conclusión de que no se trota en verdad de un sermón, porque aparentemente tiene poco de la Palabra de Dios o del texto bíblico. ¿Qué piensa usted al respecto?

Dr. Troeger: Creo que eso puede suceder. Pero si usted ha examinado las parábolas que yo escribí, se habrá dado cuenta de que las planifico deliberadamente con el fin de que la gente se sienta atraída por ellas como consecuencia de sus dimensiones teológicas. Y cuando las presentamos en ocasión del servicio divino, el contexto, con frecuencia, ayuda a escuchar el mensaje teológico que contienen.

Ministerio: Usted mismo ha dicho que la imaginación no siempre es un huésped bienvenido en el seno de la familia de la fe. ¿Cómo les contestaría a los críticos, según los cuales es impropio el uso de la imaginación en la predicación?

Dr. Troeger: En primer lugar, necesitamos comprender que se puede abusar de la imaginación; no hay dudas al respecto. Por ejemplo, en el pasado hubo gente que utilizó con mucho cuidado la razón para justificar la esclavitud. Pero el mero hecho de que tengamos imaginación —y sabemos que la tenemos— significa que Dios nos creó con la capacidad de imaginar. El tema -que es el mismo que tiene que ver con todos los otros dones de Dios- es éste: ¿cómo vamos a usar la imaginación? No hay nadie con una imaginación más activa que Dios mismo. Observe lo que imaginó: millones de galaxias, cada una de las cuales contiene millones de estrellas; y Dios imaginó que podría haber criaturas como usted y como yo. Se me ocurre que nos volvemos más semejantes a Dios cuando usamos la imaginación con propósitos creativos y saludables.

Ministerio: ¿Está de acuerdo usted con la declaración de Henry Word Beecher, quien dijo que la imaginación es el requisito previo más importante de lo predicación eficaz?

Dr. Troeger: Sí. Beecher, en su famosa obra Yale Lectures on Preaching [Las conferencias de Yale acerca de la predicación], observó que mucha gente tiene una idea errada acerca de la imaginación, y ha abogado por su eliminación. Pero, al mismo tiempo, él sugiere que esa gente no comprende el glorioso papel de la imaginación. Muchos predicadores protestantes han estado bajo la influencia de Calvino, quien una vez dijo que la imaginación era “una permanente fábrica de idolatría”. Pero también puede ser una fábrica de belleza, gracia y fe viva.

Ministerio: Oí, y aprecié, un comentario suyo en el sentido de que cuando predicamos un sermón no debemos engañar a la congregación como ocurre cuando le recordamos displicentemente los detalles de un viaje que hicimos por el río, en circunstancias que en verdad podemos llevarlas con nosotros, en alas de la imaginación, para que haga el mismo viaje y sienta por sí misma el flujo del agua y su frescura. Parece que, a veces, cuando el predicador está preparando su sermón, estudia el pasaje acerca del cual va a predicar, entra en el proceso de la imaginación, pero sale de él durante la presentación. Usted también dice que, en realidad, su propósito consiste en conducir a sus oyentes a través de todo ese proceso de la imaginación. ¿Qué nos puede decir al respecto?

Dr. Troeger: Exactamente eso: con mucha frecuencia nos entusiasmamos con nuestro estudio y, cuando llega el momento de predicar, le damos a la gente sólo una pequeña parte de la experiencia completa. Seria mucho mejor llevar a los oyentes con nosotros a lo largo de todo el viaje. Por ejemplo, muchos predicadores comienzan a estudiar un pasaje pero, por alguna razón, no comprenden bien un pequeño detalle y, entonces, se dicen a sí mismos: “¿Cómo puede la Biblia decir semejante cosa?” Pero resulta que precisamente ese lugar es maravilloso para comenzar. Cuando usted recurre a ese proceso de descubrimiento al preparar su sermón, le está dando a la congregación un ejemplo acerca de cómo deben estudiarse las Escrituras: no se trata sencillamente de leerlas y comprenderlas a primera vista; a veces hay que investigar exhaustivamente y luchar para encontrar el significado de un texto. Darle forma a un sermón, es un arte que requiere mucha disciplina. Cuando preparo un sermón, entro en un proceso muy selectivo para buscar material. Hay ocasiones en las que tengo que descartar hasta el 90% de lo seleccionado. ¿Incluyo esto? ¿Dejo afuera esto otro? ¿Guardo esto para otro sermón? Son preguntas que se hacen y que implican decisiones muy difíciles; esa es la parte del pilotaje del barco que requiere mucha habilidad.

Ministerio: Usted siempre anima a los predicadores a usar su imaginación, y a probar métodos nuevos y creativos en la predicación. Al mismo tiempo, aconseja que se tenga cuidado a fin de que “las nuevas estrategias para presentar lo Palabra de Dios no desemboquen en una predicación manipuladora, al reducir la proclamación del evangelio a lo atractivo y divertido”. Los predicadores ¿pueden evitar esa trampa, al usar la imaginación para algo bueno y creativo?

Dr. Troeger: Ésta es una pregunta que tiene un sentido muy profundo. Permitir que la gente tome sus propias decisiones es muy importante. Si usted hace algunas afirmaciones cuestionables y las proclama con decisión, puede intimidar a la gente; no predicamos ni para intimidar ni para manipular. Un ejemplo que puedo citar es la historia del joven rico. Jesús se entristeció porque ese joven no respondió positivamente a su invitación, pero no insistió ni dijo: “Tienes que hacer esto o aquello”. Déjeme decir algo acerca del entretenimiento: no creo que haya sido llamado para divertir a la gente; tampoco creo que tengo todos los dones que Dios puede dar. Todo lo que quiero es conducir a los seres humanos para que se dejen capturar, por medio de la predicación, por esa maravilla que es Dios: en eso estoy realmente interesado. Me gustaría ser un instrumento del Espíritu Santo para que la gente pueda sentir al mismo Espíritu y al Cristo resucitado, para llegar a la presencia del Dios vivo. El predicador debe desaparecer, para que Dios ocupe su lugar en el corazón de la gente.

Sobre el autor: Derek J. Morris es pastor de la iglesia adventista de Calimesa, California, EE. UU. Y Thomas H. Troeger es profesor de comunicación y homilética de la Facultad de Teología de Denver, Colorado, EE. UU.