¡La guerra es la metáfora de la vida sobre este planeta en estos días! Es el pan de cada día de las noticias: Sarajevo, Belfast, Tel Aviv, Los Ángeles, Ruanda, Bagdad, Grozny, etc.: la tragedia de la guerra ad nauseam.

            Como adventistas somos un pueblo amante de la paz. Y el Dios que nos trajo a la existencia es un Dios que ama la paz. ¡Pero la trágica realidad es que esta noche estamos en guerra, guerra que quebrantó el corazón de Dios hace mucho, muchísimo tiempo!

            “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón y luchaban el dragón y sus ángeles… Y fue lanzado fuera el gran dragón” (Apoc. 12:7, 9). Nuestro Dios que ama la paz conoce la tragedia de la guerra más que ningún otro ser en el universo esta noche.

            No debemos sorprendernos que Dios nos hable en el lenguaje y la metáfora de la guerra. Es por eso que el adventismo, hace siglo y medio, dio a la guerra el nombre teológico: “el gran conflicto entre Cristo y Satanás”. Elena de White, que fue la que abogó por ese paradigma, ha hecho una contribución significativa al pensamiento teológico de la cristiandad.

La urgente invitación

            Esta noche, veamos lo que Dios hace con la metáfora de la guerra mediante el antiguo profeta Ezequiel. Lo que estamos a punto de leer es una de las más urgentes invitaciones que Dios ha extendido jamás a la comunidad de la fe. Es nuestro tema esta noche: “Unidos en su invitación”. Y usted lo puede encontrar en Ezequiel 33:1-9.

            Permítanme parafrasear este texto desde nuestra perspectiva adventista. Yo creo que Dios está diciendo: “Si yo les digo que el mundo va a terminar pronto y ustedes hacen resonar esa alarma como mis centinelas señalados en los muros de esta civilización, entonces cumplen mi misión. Si el mundo responde a esa invitación, todo el cielo se regocijará por los pecadores que serán salvados. Pero si el mundo rechaza el llamamiento que yo le hago a través de ustedes, es un asunto que yo arreglaré con cada individuo personalmente.

            “Si ustedes, como centinelas, deciden no dar la señal de alarma acerca de esta catástrofe venidera a los habitantes de esta tierra, entonces estarán abandonando la misión que les he dado. Si las personas que podrían haber oído la advertencia se pierden porque ustedes no dieron la alarma y no dieron a conocer mi último llamamiento a la tierra, entonces Dios declara a través de Ezequiel. los haré responsables de esa pérdida. Amén”.

Un granjero bautista

            Hace 150 años un granjero bautista leyó este apasionado llamamiento de Ezequiel. Después de leer estas palabras, cerró el libro y trató de olvidarlas. Pero no pudo. Finalmente se afligió tanto que un sábado de mañana, mientras daba vueltas como león enjaulado, dijo en su corazón: ¡Ya es demasiado! ¡Si realmente quieres que yo advierta al mundo, como dice Ezequiel, entonces debes abrir la puerta para que yo comience a predicar en tu nombre!

            Treinta minutos después, alguien tocó la puerta delantera de la casa de Guillermo Miller. ¿Podría el señor Miller considerar la posibilidad de predicar a lapequeña congregación acerca de lo que había estado estudiando?

            Guillermo Miller estaba furioso consigo mismo. ¿Por qué habría hecho un pacto tan fácilmente con Dios? Salió como tromba de la casa y corrió dando tumbos hacia un pradito que estaba en medio de un bosquecillo de arces. Con el alma y el espíritu atormentados, al igual que Jacob cuando luchó con Dios a medianoche, Miller luchó con su conciencia. “¿Te atreviste a hacer un pacto con Dios y ahora pretendes romperlo tan fácilmente?”, le decía una vocecita en su interior.

            Treinta minutos más tarde el granjero que había entrado dando tumbos en el bosquecillo, salió de allí convertido en un predicador. ¡Dedicó el resto de su vida a advertir al mundo acerca del pronto regreso de Jesús!

            Del gran clásico adventista El conflicto de los siglos, leo estas palabras: “El deber de hacer conocer a otros lo que él creía estar tan claramente enseñado en las Escrituras, se le impuso entonces con nueva fuerza. ‘Cuando estaba ocupado en mi trabajo -explicó-, sonaba continuamente en mis oídos el mandato: Anda y haz saber al mundo el peligro que corre’. Recordaba constantemente este pasaje: ‘Diciendo yo al impío: Impío, de cierto morirás: si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, mas su sangre yo la demandaré de tu mano. Y si tú avisares al impío para que de él se aparte, y él no se apartare de su camino, por su pecado morirá él, y tú libraste tu vida” (pág. 378).

¿Cómo estamos nosotros?

            Esta noche debemos preguntar: ¿Cómo están los descendientes espirituales de Guillermo Miller? Ocho millones de seres humanos aquí presentes esta noche, a través de sus representantes, han heredado la ardiente esperanza que nació una vez en el corazón de Guillermo Miller. ¿Sentimos la urgencia que Dios hizo surgir en Guillermo Miller de advertir a esta civilización condenada acerca del retorno del Rey?

            “Guarda, ¿qué de la noche?” ¿Sabe alguno la hora en que vivimos? ¿Sabe alguno cuán poco falta para el amanecer?

            ¡Si hubo una hora en la historia del adventismo cuando esta comunidad apocalíptica de fe profética debiera levantarse y aprovechar el momento, es ciertamente ahora! Es casi medianoche. ¿Qué me hace pensar así? Muchas cosas, pero permítanme mencionar sólo tres.

            Prueba A. En los Estados Unidos de hoy estamos formando a la generación más decrépita de la historia de nuestra nación: los norteamericanos nacidos entre 1963 y 1981. Yo imagino que son poco diferentes de los jóvenes de muchas otras partes del mundo.

            En los Estados Unidos las estadísticas muestran que cada 24 horas:

  • Más de 2,500 niños son testigos del divorcio o la separación de sus padres.
  • Noventa son arrancados de la custodia de sus padres y entregados a hogares adoptivos.
  • Trece norteamericanos entre los 15 y los 24 años se suicidan.
  • 16 son asesinados.
  • Más de 2,200 abandonan la escuela.
  • 3,610 mujeres adolescentes son asaltadas, 630 robadas y 80 violadas.
  • Más de 100,000 estudiantes de secundaria llevan pistolas a la escuela.
  • 500 adolescentes comienzan a usar drogas y 1,000 comienzan a beber alcohol.
  • 1,000 jovencitas no casadas llegan a ser madres.

            Yo creo que estamos formando en este momento a la generación más dañada de la historia de este planeta. Leamos Ezequiel 33:7-9. “Guarda, ¿qué de la noche?”

            Prueba B. Hace cien años Elena de White hizo valientemente esta predicción: “El Señor viene pronto. Él está avisando a los habitantes de la tierra de su próxima venida mediante fuego, sangre y terremotos”.[1]

            ¿Hablaremos de las terribles inundaciones que asolaron los Países Bajos, la tierra donde adoramos esta noche, en los primeros meses de este año? ¿Hablaremos del terremoto asesino que destruyó la isla de Kobe, en Japón, lugar donde viví cuando yo era niño? Ese siniestro rugiente y aplastante segó la vida de 5,090 hombres, mujeres y niños en pocos segundos. ¿Hay alguien que podría cuestionar la idea de que en el aumento de los desastres naturales que están azotando a nuestro planeta hoy, escuchamos la ominosa amenaza de que se aproxima el cataclismo final? Leamos Ezequiel 33:7-9. “Guarda, ¿qué de la noche?”

            Prueba C. En nuestro mundo actual también hay una resurgencia fenomenal de la derecha radical. Las coaliciones de políticos de derecha con los grupos religiosos están uniendo fuerzas tanto en sociedades islámicas como cristianas y están cambiando la faz de los gobiernos. Y ¿quién puede culparlos, dadas las trágicas estadísticas que demuestran la caída moral de la sociedad occidental?

            En los Estados Unidos de Norteamérica la derecha religiosa está promoviendo una búsqueda moral para volver al país a Dios. No podemos condenar tan elevadas aspiraciones. Los adventistas deberían estar al frente de este reavivamiento moral. Pero es una espada de dos filos.

            No es coincidencia que también estemos viendo el ascenso universal de la superpotencia de Apocalipsis 13. Allí se revela que una coalición político- religiosa entre dos superpotencias tratará de ordenar un reavivamiento moral y de la adoración alrededor del mundo. Las dos superpotencias dominantes en el mundo político-religioso de hoy son los Estados Unidos y la Iglesia de Roma (el Vaticano).

            En Manila, Filipinas, se reunió, no hace mucho, la multitud más grande jamás reunida para oír a un solo individuo en toda la historia humana -una multitud de cinco millones de personas- estuvo presente para escuchar una invitación al reavivamiento moral y la paz mundial hecho por Juan Pablo II. Yo sería el primero en apoyar un llamado tal.

            Sin embargo, hemos sido advertidos profética- mente que esta agenda de moralización se desviará y que, en el tiempo del fin, aquellos que lo apoyan tratarán de forzar a toda una civilización a adorar y obedecer arbitrariamente. ¡Nosotros que somos promotores de la causa de la libertad humana no debemos callar o sentarnos ociosamente a lamentarnos! ¡Las coaliciones religioso-políticas que están apoderándose del control rápidamente en los Estados Unidos y la expansiva dominación de Roma son, creo yo, un testimonio de la urgencia del llamamiento de Dios por medio de Ezequiel a advertir al mundo que el fin se acerca!

            Mientras tanto, libros y artículos acerca de ángeles se han convertido en grandes bestsellers. Parecería que muchos quisieran ponerse en contacto con seres que habitan el mundo invisible, sean éstos ángeles o espíritus de los muertos “vueltos a la vida”. Otros tienen una extraña fascinación por el mundo de los espíritus, o con la aparición de María, la madre de Jesús.

            Mediante un fenómeno tal, creo yo, el mundo está siendo preparado para el gran engaño final delenemigo: imitar la aparición y la venida de Jesús.

            “Guarda, ¿qué de la noche?”.

            Por supuesto, algunos individuos en nuestro medio tratan de frenar nuestro sentido de urgencia: Algunos dicen que no deberíamos tratar de crear el Gran Chasco una vez más. Algunos llaman sensacionalismo a nuestro lenguaje de urgencia. “Cuando Jesús esté listo para venir vendrá”, dicen. “Así que. calmemos nuestra infortunada psique adventista”.

            El tiempo ha llegado cuando, hermanos y hermanas, debemos volvernos sordos a las tranquilizantes voces del status quo. Las voces de aquellos que rehúsan ver en la crisis galopante de nuestro mundo la evidencia de que Jesús está a las puertas. Hemos oído dichas voces durante demasiado tiempo. Elena de White nos ha alentado con estas palabras: “El retorno de Cristo a nuestro mundo no tardará demasiado. Que esto sea la nota tónica de todo mensaje”.[2]

Una nueva generación

            Creo que una nueva generación ha empezado a surgir en el adventismo. Tengo 3,000 de ellos en mi iglesia: los jóvenes de mi feligresía. La mayoría de ellos no son pudientes económicamente. Pero, como en Pentecostés de antaño, Dios usará a los pobres del mundo para trastornarlo. Hombres, mujeres y niños que han abandonado la esperanza de edificar un reino aquí, están maduros para cumplir la comisión de Ezequiel.

            El evangelio siempre llega más rápidamente aaquellos que son económicamente pobres y quesufren. Quizá deberá ocurrir el colapso económico en Occidente para acelerar el verdadero reavivamiento por el cual hemos estado orando durante tanto tiempo.

            Dios nos está dando una espléndida oportunidad para tener en una sola generación la ardiente pasión de Ezequiel y el Apocalipsis. Una generación de jóvenes adventistas que cumplirán la predicción hecha hace un siglo: “Con semejante ejército de obreros como el que nuestros jóvenes, bien preparados, podrían proveer, ¡cuán pronto se proclamaría a todo el mundo el mensaje de un Salvador crucificado, resucitado y próximo a venir!” (Servicio cristiano, pág. 39). Y lo repito una vez más; de entre toda la gente, los jóvenes saben perfectamente que este mundo no es nuestro hogar. Saben que somos extranjeros y peregrinos aquí. Esta generación es capaz de abandonar sus lazos terrenales y abrazar una nueva causa por Dios y el reino de los cielos. Leamos Ezequiel 33:1-6. “Guarda, ¿qué de la noche?”

Buenas noticias

            Creo que este mensaje profético de Ezequiel es en realidad buenas nuevas para nosotros Y son buenas noticias porque notamos a quién se dirige Dios en este capítulo. El versículo uno lo identifica claramente como “hijo de hombre”. ¿Es Ezequiel este hijo de hombre? ¿O hay otro Hijo de Hombre que Dios nos envió?

            Me gusta la forma en que el autor inglés C. S. Lewis describe esto. El habla del verdadero Rey de este planeta caído que viene secretamente, descendiendo en forma velada detrás de las líneas enemigas. Vestido con ropas humanas, el Hijo del Hombre vino a ser “Dios con nosotros”. El vino a comer, a dormir, a reír y llorar con nosotros. Y al hacerse uno de nosotros fue repentina y brutalmente muerto por nosotros, derramando su sangre por todos los lados de la colina del Calvario.

            La sangre a veces habla de malas nuevas. Pero también habla de buenas nuevas. Cuando leemos Ezequiel 33:6 Dios declara al Hijo del Hombre: “Demandaré su sangre de mano del atalaya”. Y él dijo: “Mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isa. 53:6). “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor. 5:21). “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isa. 53:5). De modo que el registro bíblico debería decir de nosotros también: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Apoc. 12:11).

            Mis amigos, ¿se dan cuenta que cuando el Hijo del Hombre derramó su sangre en la cruz, la guerra cósmica que ha envuelto a este planeta desde el principio quedó decidida definitivamente y para siempre en el Calvario? Escuchemos como lo dice El conflicto de los siglos: “El grito agonizante del Salvador: ‘Consumado es’, fue el toque de agonía para Satanás. Fue entonces cuando quedó zanjado el gran conflicto que había durado tanto tiempo y asegurada la extirpación final del mal” (pág. 558).

            En la muerte de Jesús en el Calvario, Dios pagó el precio y decretó el perdón quitando la penalidad de toda la raza humana. ¡Satanás fue derrotado! El tema de nuestra salvación fue decidido en la mente y el corazón de Dios hace 2,000 años, cuando el Hijo del Hombre murió por los hijos e hijas de Dios. Por su sangre Dios ha justificado a los impíos y declarado perdonada y reconciliada consigo mismo a la raza entera.

            Eso, mis queridos amigos, es lo que se conoce como “el Evangelio eterno”. Los mundos ya no tienen por qué huir de Dios, ¡debemos si correr hacia él. ¡Y esas son las buenas nuevas del adventismo para un planeta agonizante!

            ¿Ha resuelto usted el asunto con el Hijo del Hombre? No tiene caso tratar de proclamar al Hijo del Hombre que viene en las nubes, si no hemos llegado a conocer al Hijo del Hombre que pende de la cruz.

            “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isa. 45:22).

            Esa es la raison d’etre del adventismo. Como centinelas sobre el muro de la última civilización de la tierra, debemos ser un pueblo consumido por la pasión del Hijo del Hombre, quien “vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Luc. 19:10).

            El mensaje de Ezequiel es claro. Dios nos está llamando a proclamar tanto las buenas nuevas de su perdón a toda la raza humana, como la urgente invitación a aceptar esas mismas buenas nuevas mientras todavía hay oportunidad de aceptarlas.


Referencias

[1] “A Call to Service in the Master’s Harvest – An Appeal,” pág. 7.

[2] Tomo 6, Testimonies for the Church, pág. 406