Un grupo de pastores de experiencia discutía su papel en el ministerio de curación de las iglesias. “Había una hermana enferma”, dijo tímidamente uno de los pastores. “La familia me pidió que la ungiera. La ungí, pero dos días después murió. ¿Qué hice mal?” Expresiones de compasión por parte del grupo mostraron que todos habían pasado por situaciones semejantes. Algunos, por lo que parecía, hasta cuestionaban el propósito de ungir a los enfermos. ¿Cómo, entonces, entender lo que Santiago escribió sobre la importancia de la ceremonia de la unción?

La práctica judía de ungir a los enfermos y el ejemplo de Jesús permiten dilucidar tres importantes razones para añadir la unción a la oración eficaz.

1. El aceite simboliza el trato humano

La primera razón es que el aceite representa el tratamiento curativo. La amonestación de Santiago a ungir a los enfermos no inició la práctica. Su concepto estaba enraizado en el ejemplo de Jesús y sus discípulos. “Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos […]. Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen. Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban” (Mar. 6:7, 12, 13).

Los evangelios están repletos de historias sorprendentes de enfermos restaurados, un gran número de personas que recibió curación física. Jesús había venido a salvar a su pueblo de sus pecados (Mat. 1:21), pero pasó más tiempo sanando a los que estaban físicamente enfermos que predicando sermones que conducían a la curación espiritual.[1]

Además, al enviar a los discípulos de dos en dos a proclamar el evangelio, ellos pudieron haber utilizado remedios sencillos, ilustrados con el aceite de la unción, aparte de realizar milagros de curación. Encontramos la importancia del aceite como agente terapéutico en la parábola del buen samaritano, que trató al viajante herido con aceite y vino (Luc. 10:34). En el mundo antiguo, se consideraba el aceite como útil para curar casi todo,[2] y habría sido considerado una sustancia curativa en la época de Jesús y los apóstoles. Así, Santiago parece estar incentivando a los ancianos a ir hasta los enfermos munidos con oración y con remedios.[3]

Si el aceite de la unción representa los recursos terapéuticos disponibles que deben ofrecerse a los enfermos, entonces Santiago dice que el uso de tratamientos médicos debe acompañar a la oración. Orar por los enfermos negándose a usar los recursos terapéuticos apropiados y disponibles sería presunción, no fe. Esto contrasta con el énfasis de muchos ministerios de curación actuales. La gama de tratamientos médicos aumentó radicalmente desde los tiempos apostólicos, pero el principio de hacer pleno uso de los recursos disponibles aún se aplica.

Por otro lado, no debemos abandonar a los enfermos a los cuidados médicos sin la debida atención de sus necesidades espirituales. Encontramos esto ilustrado en una historia del Antiguo Testamento: “En el año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos” (2 Crón. 16:12). La Biblia no apoya la ayuda médica sin “buscar a Jehová”. Los pastores son, por lo tanto, una parte importante del equipo de tratamiento y no deben ver su trabajo por los enfermos como algo separado de los cuidados médicos.

2. El aceite simboliza la consagración a Dios

Hay una segunda razón, aún más importante, para adicionar la unción a la oración por los enfermos: separar a la persona para la obra del Señor. La unción tenía un significado especial en el Antiguo Testamento, que habría sido familiar para los lectores cristianos judíos de Santiago, y cuya importancia habrían comprendido.

Mientras Jacob huía para salvar su vida, impresionado por un sueño que tuvo en el que los ángeles subían por una escalera que alcanzaba el cielo, reconoció la presencia de Dios en el lugar en el que había dormido y ungió una roca en Betel (Gén. 28:18, 19). Esto confirmó la presencia divina y la voluntad de Jacob de dedicarse al Señor. La unción fue ordenada por Dios para la consagración de los sacerdotes aarónicos (Éxo. 28:41; 29:7), los cuales fueron designados para un servicio especial. Hasta el Tabernáculo y todos sus muebles (Éxo. 29:36; 40:11) fueron ungidos para declararlos santos (Éxo. 40:9). En este caso, la unción está asociada a una dedicación especial al propósito de Dios. Samuel, por orden divina, ungió y separó a Saúl como rey de Israel (1 Sam. 9:16; 10:1). Cuando Samuel, por orden del Señor, ungió a David, “el Espíritu de Jehová vino sobre David” desde aquel día en adelante (1 Sam. 16:13). La unción indicaba la recepción del Espíritu Santo y la consagración al servicio de Dios.

Este entendimiento del Antiguo Testamento sobre la unción debe ser reconocido y enfatizado cuando se aplica a los enfermos. Al admitir que la persona ungida fue consagrada a Dios, para que él la conduzca como considere adecuado, el resultado puede dejarse en sus manos. Con frecuencia se habla mucho de la fe de la persona por la que oramos o de la de aquellos que están orando: si una persona (o personas) tienen suficiente fe, el enfermo sanará, pero si una persona no sana, carga con el peso, no solo de su enfermedad, sino también de su supuesta falta de fe.[4] El concepto de dedicar o entregar a Dios a la persona enferma aborda estos problemas de una forma sencilla. Como Pablo con su aguijón en la carne, la persona puede confiar en Dios y en su gracia (2 Cor. 12:7-9).

La curación, para los creyentes, llega en los tiempos de Dios y por varios medios. Pueden curarse inmediatamente, por medio de varios tratamientos y oraciones a lo largo del tiempo, o final y eternamente en la resurrección. Todo aquel que cree en las promesas de Santiago 5 y es ungido apropiadamente, será curado de la manera y en los tiempos de Dios. Podemos tener certeza al respecto.

La unción, por lo tanto, lleva al enfermo más allá de la angustia inmediata de su enfermedad a una íntima confianza en Dios. Tanto si su vida es corta como si es larga, puede estar seguro de que Dios lo utilizará con el fin de ser una bendición para los demás. Si su salud se restablece, entonces seguirá siendo por el resto de su vida una persona ungida, especialmente dedicada a Dios para su uso. Por lo tanto, la unción debe ser la elección del enfermo y de nadie más.

De este modo, la unción puede compararse con el bautismo. Así como el bautismo es una declaración pública de aceptación del poder salvador de Jesús, la unción es una declaración pública de dedicación total a la voluntad de Dios para su uso especial. Si Dios cura inmediatamente, o si permite que el sufrimiento continúe o deja que la persona experimente el sueño de la muerte, se vuelve irrelevante. Una persona ungida y curada se concentrará no en la bendición de la salud física, sino en la salvación divina y en cómo Dios planifica utilizar su vida. Esta persona alabará a Dios por la evidencia de que él la utilizará para un propósito especial y orará para que se revele ese propósito.

3. Oportunidad de orientación

Los pastores pueden utilizar las circunstancias de una enfermedad para orientar a las familias de la iglesia a fin de que entiendan los planes de curación de Dios. Deben predicarse sermones, no solo sobre la oración, sino también sobre la importancia del perdón y el significado de la unción.

Es necesario eliminar la confusión entre la unción y la “extremaunción” para que los enfermos, especialmente los que sufren de crisis y enfermedades crónicas, puedan experimentar la bendición del compromiso total con Dios. Mientras el médico derrama el aceite del tratamiento medicinal, el pastor derrama el aceite que representa el poder del Espíritu Santo y dirige hacia Dios a la persona que lucha, a su familia y a la familia de la iglesia.

Sobre el autor: médica misionera en Nueva Zelanda.


Referencias

[1] Elena de White, El ministerio de curación (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2008), p. 12.

[2] Douglas J. Moo, The Letter of James (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2000), p. 239.

[3] Ibíd., p. 239.

[4] Ibíd., p. 244.