En las agrupaciones de creyentes del Antiguo y del Nuevo Testamento, se encuentra el modelo de iglesia para el siglo XXI.

El estilo de vida en grupos pequeños es un plan que surge con la misma Deidad, sigue por la familia humana y se lo percibe a lo largo de toda la Biblia como la forma práctica de cumplir con la misión de Dios para este mundo. En el Antiguo Testamento, encontramos ejemplos que ilustran ese estilo de vida del pueblo de Dios. El modelo divino del hogar debía crecer y multiplicarse: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen […]. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla” (Gén. 1:26-28).

Toda la acción divina para el hombre comenzó con el Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo (Gén. 1:1- 2; Col. 1:16). El origen divino de la humanidad fue la Deidad en tres personas y el origen humano de la humanidad fue la familia. Se podría decir que “la familia humana” fue creada a la imagen de “la familia divina”.

“El huerto del Edén era una representación de lo que Dios deseaba que llegase a ser toda la tierra, y su propósito era que, a medida que la familia humana creciera en número, estableciese otros hogares y escuelas semejantes a los que él había dado. De ese modo, con el transcurso del tiempo, toda la tierra debía ser ocupada por hogares y escuelas donde se estudiaran la Palabra de Dios y las obras de Dios, y donde los estudiantes se preparasen para reflejar cada vez más plenamente, a través de los siglos sin fin, la luz del conocimiento de su gloria”.[1]

La familia de Adán y Eva, con la bendición de Dios, debía crecer y multiplicarse (Gén. 1:28), al igual que la familia de Noé (Gén. 9:1). “ ‘Fructificar y multiplicarse’ llegó a ser una fórmula usual de bendición”.[2] El remanente debía “crecer y multiplicarse” (Jer. 23:3). La versión griega de los LXX del Antiguo Testamento usa auxano y pletino para “crecer y multiplicarse”, los mismos términos que se usan en el Nuevo Testamento.

La misión dada a Abraham (Gén. 12:3; 18:18; 22:18) y repetida a Isaac (Gén. 26:4) y a Jacob (Gén. 28:14) consistía en bendecir a su pequeña familia (hijos) y a todo su clan (familia) (Gén. 18:19). “El que ve la educación impartida en el hogar y que mide la influencia de esta educación, dijo: ‘Yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová’ ”.[3] Y todo su clan debía ser una bendición para las etnias de Canaán cuya maldad aún no había llegado al colmo (Gén. 14; 15:16). Por eso Abraham intercedió por las etnias de Sodoma y Gomorra.

El modelo de Jetro

La iglesia del desierto tema dos problemas que fueron resueltos con la división en grupos: 1) la insatisfacción y el agotamiento de Moisés; y 2) el falso apoyo de la gente en su líder humano. Era una congregación de 603.550 hombres (Éxo. 38:26) además de las mujeres y los niños que necesitaban cuidado. Para esto, todo el pueblo estaba dividido en doce tribus con sus jefes. El consejo de Jetro dio un paso más: la división de las tribus en familias (mishpahot). Una mishpaha “es un grupo social más chico que una tribu y más grande que una familia”.[4] El consejo de Jetro hizo que se agregara esta división de familias o clanes, grandes y pequeños, liderados por jefes de millares y de centenas; y a su vez que estos se dividieran en “casas” liderados por jefes de cincuenta y de diez (Éxo. 18:21, 25).

Jetro no le impuso el programa a Moisés, fue solo una sugerencia con convicción divina (Éxo. 18:19). También Moisés, con humildad, puso en marcha el principio sugerido por Jetro recién después de que Dios le dio los mandamientos en el Sinaí y le confirmó el plan (Deut. 1:9-18). Según El comentario bíblico adventista el pueblo tenía un sistema de organización, pero el plan detallado vino después del Sinaí.[5]

“El Señor había honrado grandemente a Moisés, y había hecho maravillas por su mano; pero el hecho de que había sido escogido para instruir a otros, no le indujo a creer que él mismo no necesitaba instrucción. El escogido caudillo de Israel escuchó de buena gana las amonestaciones del piadoso sacerdote de Madián, y adoptó su plan como una sabia disposición”.[6]

Creo que la humildad del pueblo de Dios del siglo XXI puede colaborar con Dios en la recuperación del estilo de vida de los grupos familiares que permitirá completar la misión.

Beneficios de las células

La función de Moisés era orar, enseñar, entrenar, liderar, seleccionar buenos líderes y atender los problemas mayores (Éxo. 18:19-22). Algunos creen que Moisés tema el poder legislativo (Éxo. 18:19, 20). El poder judicial mayormente era delegado (Éxo. 18:21, 22) y el poder ejecutivo general era mantenido por Moisés, pero delegando los asuntos menores en los jefes de grupos (Éxo. 18:26).[7] La clave estaba en la selección de líderes consagrados. Donde un líder caía, también se desplomaba un clan familiar. Tal fue el caso de Coré, Datán y Abirán (Núm. 16). Moisés tuvo que seleccionar en tomo a 78.600 líderes, “varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia” (Éxo. 18:21).

Muchos empezaron a usar sus dones y muchos fueron beneficiados. Las necesidades del pueblo eran satisfechas inmediatamente. Antes, solamente Moisés atendía a la gente y en días ocasionales (Éxo. 18:13). Ahora muchos líderes lo hacían en todo tiempo (Éxo. 18:22, 23). Este es un principio de crecimiento aplicado por Jesús.[8] Moisés alivió su carga, mejoró su salud, y amplió su radio de acción (Éxo. 18:22). Ahora tenía más tiempo para su principal función de orar, entrenar y liderar. De esta forma, el pueblo llegó “en paz a su lugar” en Canaán (Éxo. 18:23).

Este modelo divino dado a Moisés, por medio de Jetro, es tomado por la Iglesia Adventista como la base de toda su organización, y debiera seguir siendo la base en el siglo XXI para que la iglesia pueda concluir la misión.

“El gobierno de Israel […] se caracterizaba por la organización más cabal, tan admirable por su esmero como por su sencillez […] Moisés se destacaba como el caudillo visible que Dios había designado para administrar las leyes en su nombre. Posteriormente se escogió de entre los ancianos de las tribus un consejo de setenta hombres para que asistiera a Moisés en la administración de los asuntos generales de la nación. Enseguida venían los sacerdotes, quienes consultaban al Señor en el Santuario. Había jefes, o príncipes, que gobernaban sobre las tribus. Bajo estos había ‘jefes de millares, jefes de cientos y jefes de cincuenta, y cabos de diez’ (Deut. 1:15), y por último, funcionarios que se podían emplear en tareas especiales”.[9]

Restaurando muros

Nehemías usó los grupos familiares como una solución para enfrentar la hostilidad de los enemigos de Dios, especialmente de Sanbalat, Tobías y Gesem (Neh. 2:19). Estos amenazaban desviar a Nehemías de su misión de construir el muro de Jerusalén. El capítulo 3 de Nehemías honra a los héroes anónimos de la misión. El propósito de este capítulo es “hacer figurar en el registro los nombres de quienes noblemente se distinguieron en esta importante ocasión, sacrificaron su comodidad frente al deber y se expusieron a la amenaza de un ataque hostil (cap. 4:18-20)”.[10]

El trabajo se había dividido entre varias familias, delegaciones de las ciudades y otros grupos. Algunos de los 41 grupos “que restauraron”, que edificaron o que reedificaron fueron los siguientes: los sacerdotes; los varones de Jericó; los hijos de Senaa; los hermanos de Tecoa que restauraron dos tramos, a pesar de no contar con el apoyo de sus líderes y ser de una pequeña aldea; el grupo de los varones de Gabaón y Mizpa; el grupo de Salúm y sus hijas -que nos recuerda la importancia de la mujer en la misión en células-; el grupo de Hanún con los moradores de Zanoa, quienes restauraron un tramo más largo de unos 444 metros; el grupo de los levitas; y el grupo de Hasabías, el gobernador de media Keila, con sus hermanos.

Baruc y su grupo “con todo fervor restauraron”, por lo menos dos tramos (Neh. 3:20). Siete grupos se destacan haciendo “otro tramo” adicional. También había un grupo de sacerdotes denominado “varones de la llanura” y un grupo de vecinos de “Benjamín y Hasub”. El grupo de sirvientes del Templo que habitaban en Ofel restauró el muro del norte de la colina, conocido luego como el muro de Ofel (Neh. 3:26). Varios grupos, mayormente familiares, restauraron “enfrente de su casa”, reedificando el muro de protección de sus propios hogares. En la medida que cada uno restauraba frente a su hogar se restauraba todo el muro de Jerusalén.[11] A medida que cada familia restauraba frente a su casa, todo el muro de Jerusalén era restaurado.

Además, estaba el grupo de los plateros (Neh. 3:32), los comerciantes y otros que no pertenecían a familias reconocidas, pero que hicieron su parte. Esto contrastó con las clases altas de Tecoa que, con su pasividad, se opusieron al proyecto.[12] La gran diversidad de grupos trabajó unida. Como “restauradora de portillos” (Isa. 58:12), la iglesia cumplirá su misión con éxito solo cuando cada familia y cada célula “restauren” unidas “enfrente de sus propias casas” o en “sus propios radios de influencia”.

Sinagogas y escuelas

La sinagoga es mencionada solo una vez en el Antiguo Testamento (Sal. 74:8). El vocablo griego sunagogh significa “lugar de reunión”.[13] Las sinagogas nacieron y florecieron durante el exilio babilónico y después de él.[14] “Se debía establecer una sinagoga cuando hubiera diez adultos varones, y esos diez se convertían en sus primeros ‘dirigentes’ ”,[15] Era una organización pequeña “dirigida por laicos judíos”,[16] para suplir el deterioro del hogar y mantener la religión, la cultura y el sentido racial israelita. En muchas sinagogas funcionaban escuelas. Allí no había sacrificios, funcionaban básicamente para leer las Escrituras, explicarlas, exhortar y orar.[17]

Jesús asistía a la sinagoga (Luc. 4:15) y estableció una estrategia misionera de ir primero a los judíos y luego a los gentiles (Mat. 10:5, 6) usando ciudades y casas (Mat. 10:11, 12). Saulo de Tarso había perseguido a los cristianos ciudad por ciudad, casa por casa y usando las sinagogas (Hech. 8:3; 9:2). Luego de su conversión, sigue esta misma estrategia y también el modelo de Jesús: va a las sinagogas de cada ciudad para llegar primero a los judíos y encontrar a los “temerosos de Dios” y “prosélitos judíos”[18] para evangelizarlos y, con ellos como puentes, llegar a otras etnias (Hech. 13:5; 14:1; 17:1-4). Era apóstol especialmente a los gentiles (Gál. 2:7, 8).[19] Cuando se levantaba la persecución, Pablo continuaba la misión en casas judías o gentiles (Hech. 18:7, 8). Y así usando las ciudades y las casas ubicó estratégicamente el evangelio en gran parte del Imperio (Hech. 13-28) y llegó a decir: “Desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo […] no donde Cristo ya hubiese sido nombrado” (Rom. 15.19).[20]

En el Nuevo Testamento

Así como la vida en el Edén comenzó con una familia a la imagen de Dios (Gén. 5:2), Jesús entró en este mundo semejante a los hombres (Rom. 8:3). Fue Emmanuel, “Dios con nosotros” (Mat. 1:21, 23). El comienzo del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento fue un hogar; esto muestra el nivel de importancia que tienen los grupos familiares.

Muchas veces se menciona que Jesús entraba en las casas (Mat. 13:36; 17:25-27; Mar. 9:12; 33-37; Luc. 7:36). En casa, los discípulos se sacaban las dudas sin la tensión de la gran multitud, reunidos grupo. Los discípulos de dos en dos y agrupados en setenta (Luc. 10:1-20) y en doce apóstoles constituyeron los grupos con los que Jesús evangelizaría el mundo (Mar. 10:10-12; Mat. 28:18-20).

El grupo de doce apóstoles de Jesús, aunque diversos en algunos aspectos, eran todos judíos hebreos que hablaban arameo y criados en Galilea (Hech. 1:11; 2:7).[21] Hablaban con un acento especial, puesto que a Pedro le dijeron: “tu manera de hablar te descubre” (Mat. 26:73) y el Sanedrín lo calificó junto con Juan como “sin letras y del vulgo” (Hech. 4:13). Era la estrategia de Jesús comenzar con los más receptivos que esperaban al Mesías y que en forma espontánea pasarían la noticia: “Hemos hallado al Mesías” (Juan 1:41) a su grupo familiar, socios de trabajo y vecinos del pueblo. La misión era primero entre “las ovejas perdidas de la casa de Israel” y luego entre los gentiles (Mat. 10:5, 6). Cuando el gadareno quiso unirse al grupo galileo, “Jesús no se lo permitió” y le indicó seguir la misma estrategia: “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo” (Mar. 5:19). El cristianismo comenzó como una secta judía y desde allí, usando personas receptivas penetró todo el Imperio Romano.

Los discípulos habían sido el grupo pequeño de Jesús, y ahora compartían el evangelio por medio de su propio grupo. En el aposento alto de una casa de Jerusalén, en un grupo de oración, comenzó la iglesia primitiva (Hech. 1:13). Los tres mil nuevos discípulos “perseveraban” en el mensaje de Jesús en el templo y “en las casas. Y el Señor añadía cada día los que habían de ser salvos” (Hech. 2:46, 47). Con el ministerio del templo y las casas llenaron Jerusalén de la doctrina (Hech. 5:42, 28). La iglesia avanzó por medio de la predicación y la oración de los doce, y a través del servicio de los siete diáconos en las mesas. “Crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (Hech. 6:7). “La organización de la iglesia de Jerusalén debía servir de modelo para las iglesias que se fundaran en muchos otros lugares”.[22]

“Los primeros cristianos se reunían en casas de familia. No hubo templos hasta fines del siglo II”.[23] Esto está demostrado con diversas referencias. Pero la frase “la iglesia que está en su casa”, que se repite cuatro veces, es la forma más directa e inconfundible de ver que la iglesia primitiva funcionaba en las casas (1 Cor. 16:19; Rom. 16:5; 1 Cor. 4:15; Fil. 1, 2). Pablo llama “colaboradores” especialmente a sus asociados que trabajan en relación con las iglesias-casas (Rom. 16:3; Fil. 1). La palabra griega para “colaborador” es sunergon. El ministerio en las iglesias-casas, trabajando como “colaboradores”, produce la “sinergia” de las fuerzas. “Todos los que se ocupan en el ministerio constituyen la mano ayudadora de Dios. Son colaboradores con los ángeles, o más bien, son los agentes humanos por medio de los cuales los ángeles llevan a cabo su misión”.[24] Los cristianos arriesgaron sus vidas en las iglesias-casas (Rom. 16:4). Los anfitriones de los grupos pequeños fueron héroes anónimos del cristianismo primitivo. Su sencilla misión de alto riesgo para su familia fue crucial para la iglesia.

La iglesia en casa de Aquila y Priscila era uno de los tantos lugares donde se reunían “todos” los cristianos de Roma (Rom. 1:7). En esta iglesia-casa es posible que se reuniera “el clan de los Prisci” de la nobleza romana. La movilidad y los recursos de Aquila y Priscila les permitieron patrocinar “iglesias domésticas” en varios lugares como Corinto, Éfeso, y Roma.[25] “Los creyentes de Roma pueden haber dispuesto de varios lugares como estos para reunirse”.[26]

Pablo era defensor de la koinonía entre las iglesias, especialmente entre gentiles y judíos. Juntó una ofrenda entre los gentiles para las iglesias judías de Judea y la llamó koinonía (la palabra “ofrenda” de Romanos 15:26 en el original es koinonía). Además era común el envío de saludos para los líderes de las iglesias-casas de diversas ciudades. Pablo, al igual que Nehemías (Neh. 3), honra con sus saludos a todos los héroes anónimos de la misión, especialmente los de las casas: “Saludad a los de la casa de Aristóbulo” (Rom. 16:10, 11; 16:14, 15). “Quizá algunos grupos locales estaban formados por cristianos judíos y otros por cristianos gentiles, y había pocos, tal vez ninguno, en que judíos y gentiles estuvieran juntos […]. No debe sorprendernos si algunos grupos fueron llamados “sinagogas”, mientras otros eran designados ekklesias”.[27]

La iglesia de Roma y otras iglesias mencionadas en el Nuevo Testamento se refieren a toda la comunidad heterogénea de cristianos de un lugar agrupados en iglesias-casas homogéneas, especialmente de dos grandes racimos étnicos: judíos y gentiles.[28] Aun Padilla, crítico del principio de las unidades homogéneas, reconoce que la iglesia de Roma “al parecer estaba dividida en varios grupos separados, algunos de los que pueden haber estado constituidos por personas representativas de las varias unidades homogéneas presentes en la sociedad”.[29]

Los judíos de Corinto rechazaron el evangelio de San Pablo. Este tuvo que ir a la casa de un gentil “llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga. Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa” (Hech. 18:8). Es posible que en las casas de Justo y Crispo funcionaran iglesias. “La familia de Estéfanas” primicias en Acaya (1 Cor. 16:15) fue una de las pocas familias que Pablo bautizó (1 Cor. 1:16). El apóstol pide a los corintios que se sujeten al liderazgo de esta familia porque “ellos se han dedicado al servicio de los santos” (1 Cor. 16:15, 16). Gordon Fee dice: “Es posible que la casa de Estéfanas también haya servido como uno de los lugares de reunión”.[30] La importancia que le da Pablo a los que trabajan liderando iglesias-casas y el contexto (1 Cor. 16; Rom. 16:19) confirmaría la posibilidad indicada por Fee. Pablo quedó en Corinto un año y medio (Hech. 18:4-11) dando así origen a “la iglesia de Dios que está en Corinto” (1 Cor. 1:2), seguramente, agrupada en casas como las de Aquila y Prisicila, Gayo, Febe, Justo, Crispo, y Estéfanas.

Ocurría que, de vez en cuando, toda la iglesia se reunía en un solo lugar (1 Cor. 11:20; 14:23), posiblemente la mayoría de las veces lo hacían en casa de Gayo quien era “hospedador […] de toda la iglesia” (Rom. 16:23). Gordon Fee comenta que esta asamblea en común contrastaba con las “múltiples reuniones en diversas iglesias casas” y “da a entender que todos los creyentes, pertenecientes a todas las iglesias en casas, tenían algún tipo de asamblea todos juntos”.[31] Entonces, podemos concluir que esa asamblea de cristianos y simpatizantes de Corinto era más pequeña de lo que imaginamos, o algunas casas, como la de Gayo, eran bastante más grandes del tamaño que las casas que la arqueología ha descubierto hasta ahora en Corinto.

Sea como fuere, el hecho más importante es que el siglo XXI necesita de esta iglesia: amorosa, en grupos familiares, que tenga el sentimiento de la iglesia primitiva y, principalmente, el sentimiento de Cristo. Por el Espíritu Santo, la iglesia de Jerusalén consiguió eso y explotó en multitudes que el Señor le agregaba. Esa es la iglesia que, hoy, todos queremos recuperar.

Sobre el autor: Profesor en el Seminario Teológico de la Universidad Adventista del Plata.


Referencias

[1] Elena G. de White, La educación (Florida, Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1978), p. 22.

[2] Francis D. Nichol, Comentario bíblico adventista (Mountain View, California: Pacific Press, 1978), t. 1, p. 226.

[3] Elena G. de White, Conducción del niño (Florida, Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1964), p. 19.

[4] Richard Showalter, “All the Clans, All the Peoples”, International Journal of Frontier Missions, vol. 1, N° 2 (1984), pp. 123-126.

[5] Comentario bíblico adventista, t. 1, pp. 602, 603.

[6] Elena G. de White, Patriarcas y profetas (Mountain View, California: Pacific Press, 1955), p. 308.

[7] Comentario bíblico adventista, t. 1, p. 601.

[8] Elena G. de White, El ministerio de curación (Mountain View, California: Pacific Press, 1959), p. 102.

[9] Patriarcas y profetas (Mountain View, California: Pacific Press, 1955), p. 391.

[10] Comentario bíblico adventista, t. 3, p. 403.

[11] Ibíd., p. 405.

[12] Ibíd., p. 404.

[13] Antonín De la Brosse, Mary Henry y Philippe Ravillard, Diccionario del cristiano (Barcelona: Editorial Herder, 1972), p. 707.

[14] Siegfried Horn, en Diccionario bíblico adventista (Florida, Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1979), p. 1101.

[15] Comentario bíblico adventista, t. 3, p. 58.

[16] Diccionario bíblico adventista, p. 1001.

[17] Comentario bíblico adventista, 13, p. 58.

[18] Diccionario bíblico adventista, p. 954.

[19] Ibíd., pp. 954, 955.

[20] Estos eran los límites sudeste y noroeste del trabajo de Pablo. Ilíria estaba al norte de Macedonia (Diccionario bíblico adventista, p. 573).

[21] C. Peter Wagner, Extendiendo el fuego (Miami, Florida: Unilit, 1995), p. 48.

[22] Elena G. de White, Los hechos de los apóstoles (Florida, Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1977), p. 76.

[23] Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 811.

[24] Elena G. de White, Servicio cristiano (Florida, Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1959), p. 322.

[25] Gordon Fee, Primera Epístola a los Corintios (Grand Rapids, Michigan: Eerdmans, 1994), pp. 946, 947.

[26] Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 365.

[27] Frederick F. Bruce, New Testament History (Garden City, New York: Doubleday, 1971), p. 394.

[28] C. Peter Wagner, Our Kind of People (Atlanta, Georgia: John Knox Press, 1979), p. 125.

[29] René C. Padilla, Misión integral: Ensayos sobre el reino y la iglesia (Grand Rapids, Michigan: Eerdmans, 1986), pp. 156,157.

[30] Gordon Fee, ibíd., p. 940.

[31] Ibíd., p. 774.