Los pastores y los profesionales de la salud mental deben trabajar juntos para atender a los pacientes.

—Entiendo que Gustavo es miembro de su iglesia, ¿verdad, pastor? -me preguntó un cardiólogo.

-Sí -le respondí, y añadí-: Estoy recién comenzando mi trabajo en esta ciudad, de modo que todavía no lo conozco muy bien.

-Eso no importa -continuó el médico-. Lo que sí importa es que en este momento Gustavo necesita su ayuda. Nuestro equipo de cardiólogos está haciendo todo lo que puede, pero él está desanimado y tiene preguntas de tipo espiritual, que no estamos entrenados para responder. Somos especialistas en medicina, no en religión; creo que usted puede hacer algo en este caso.

La llamada telefónica de ese médico, en mi primer mes de trabajo en esa ciudad, me enseñó una valiosa lección en cuanto a la colaboración y la asociación que debe existir entre el pastor y el especialista de la salud. Los resultados fueron gratificantes: Después de esa experiencia, cada vez que Gustavo me presentaba a un amigo, decía: “Quiero que conozcas al pastor que me salvó la vida”

Años después, estaba sirviendo como capellán de un hospital. Un oncólogo fue a mi oficina y se presentó: “Soy el Dr. Frank. Soy nuevo aquí, y estaré atendiendo pacientes con cáncer en nuestra unidad. Con frecuencia les tengo que dar malas noticias. Me considero un buen médico, pero no soy bueno para juntar los pedazos después de dar una mala noticia; quiero que usted me acompañe al hacer esa tarea, cuando tenga que visitar familias en esas circunstancias”

El Dr. Frank sabía que no lo podía hacer todo. Su habilidad para derivar pacientes y para colaborar con los pastores contribuyó a que su labor médica fuera más eficaz; a su vez, los pastores que actúan como tales, pero que practican la habilidad de derivar a los especialistas que corresponden a los pacientes que pasan por crisis emocionales, son una gran ventaja para toda congregación. Conducirán a sus iglesias a un crecimiento más espiritual y más saludable.

En el Journal of Psychology and Christianity [Revista de psicología y cristianismo] de julio de 1988, Willa D. Meylink y Richard L. Gorsuch afirman que, aunque el 40% de la gente que necesita ayuda se acerca primero a un pastor, menos del 2% se deriva a los profesionales de la salud mental. Ese y otros estudios similares indican la necesidad que existe de pastores que desarrollen la habilidad de colaborar con sus socios en el campo de la medicina.

LO QUE PUEDE HACER UN PASTOR

Los seminarios preparan a los pastores para aconsejar a la gente en cuanto a temas espirituales, para aplicar conceptos bíblicos a la vida diaria y para conducir a la congregación a una fraternal experiencia de alabanza Ejercer el ministerio con el fin de proporcionar ayuda espiritual es, sin duda, el campo de trabajo del pastor. El consejo preventivo también puede ser su papel, siempre y cuando se tome el tiempo necesario para desarrollar lo que Henri Nouwen denominó “una personalidad terapéutica” Eso requiere un constante estudio, con oración, de los métodos que empleó Jesús al tratar a la gente y una práctica ferviente de ellos.

El consejo preventivo incluye dar esperanza y ánimo con voz agradable, gentil y compasiva. Una oratoria bulliciosa y agresiva, que juzga el pecado con voz airada, no produce ni esperanza ni curación. La proclamación de la gracia de Dios para aliviar las cargas de la vida produce, en cambio, actitudes positivas y la creencia de que los problemas se pueden superar, gracias al gran poder de Dios y a su intervención.

Hace ya tiempo, hablé ante una gran congregación del oeste de los Estados Unidos acerca del deseo de Cristo de compartir nuestra tristeza y soledad. Más de diez años después encontré una familia en la costa este, que había asistido a aquella reunión. Un miembro de ella me dijo que habían pasado por una tragedia devastadora, y que comprendieron que Dios los había llevado a la iglesia en aquella oportunidad. Regresaron a casa con el sentimiento de que el Señor podía caminar con ellos en medio de las sombras de su tristeza y depresión; a esto le llamo yo consejo preventivo, impartido desde el púlpito.

Samuel Chadwick dijo, una vez, que el pastor debería hablar siempre como un herido a los heridos, como un muerto a los muertos. Oí una vez a Henri Nouwen cuando decía que el pastor nunca debería presentarse como el fuerte que viene en ayuda del débil, como el sano que atiende al enfermo, como el vencedor que se compadece del derrotado; el pastor se debe identificar con la enfermedad del enfermo y caminar compasivamente junto al viajero cansado.

Ernest E. Bruder escribió en su libro Ministering to Deeply Troubled People [Cómo servir a gente muy perturbada]: “La gente muy perturbada necesita algo más que un pastor capaz de detectar la profundidad y la extensión de sus dificultades; necesita alguien que le pueda comunicar claramente que, a pesar de lo que suceda, nunca estará lejos ni de la compasión ni de la preocupación de Dios”. Una crisis emocional puede ser una oportunidad de apertura a la gracia sanadora del Señor.

Los profesionales de la salud mental con los que he conversado consideran que mi papel es ventajoso y hasta envidiable. Y eso porque, en muchos casos, conozco de antemano la historia de las familias, incluso sus crisis emocionales. A veces formo parte del sistema de apoyo de la gente durante y después del proceso de aconsejamiento. Siendo esto así, soy el que está en mejores condiciones de colaborar con el profesional de la salud mental, y eso debería ser conveniente y agradable para todos.

Pruebas psicológicas

Como capellán de un hospital, participé muchas veces en entrenamientos para catástrofes. Cuando las “víctimas” llegaban a la sala de emergencias, muchos médicos con diferentes especialidades formaban un equipo médico. Diagnosticaban los distintos casos y enviaban a los pacientes a las respectivas áreas de trata miento. Yo formaba parte del equipo de apoyo y consejo, aunque nunca participé en el equipo médico porque las decisiones que ellos debían asumir no eran de mi especialidad.

El pastor debe familiarizarse con los síntomas observables de los desórdenes emocionales, de modo que pueda reconocer la necesidad de una ayuda específica. Pero, normalmente, no está capacitado para diagnosticar ni efectuar pruebas psicológicas. Idealmente, debería estar relacionado con profesionales que tengan las habilidades necesarias.

Algunas iglesias contratan los servicios de profesionales para que efectúen las pruebas psicológicas. Algunos pastores, conocidos míos, cuentan, en su feligresía, con profesionales que los ayudan voluntariamente. Las pruebas psicológicas pueden o no culminar en un tratamiento; sería deseable que todo tratamiento se efectúe con el consentimiento del paciente, y la colaboración del pastor, con la prueba psicológica.

No hace mucho, le pregunté a un psicólogo en qué momento un pastor podía participar de una terapia. Su respuesta fue: casi siempre. Él y otros profesionales a los que entrevisté enfatizaron el hecho de que esa respuesta no tiene por objeto desvalorizar la tarea del pastor; solamente reconocen que el entrenamiento de la mayor parte de los pastores y el de los profesionales son diferentes. Ambos desempeñan un gran papel en el cuidado de los miembros de las iglesias y de otras personas que pasan por crisis emocionales.

Un archivo de especialistas

El hecho de que un pastor no sea especialista en pruebas psicológicas, de diagnosis, no significa que no pueda conocer a los profesionales a los que debería derivar la gente que necesita ayuda de este tipo. En su archivo de profesionales debería existir información acerca de cada uno de ellos; después de todo, muchos miembros de iglesia se sienten más a gusto cuando consultan a alguien a quien el pastor conoce.

¿Cómo podría elaborar el pastor esa información? Las siguientes sugerencias provienen de entrevistas con pastores, asistentes sociales y psicólogos que participan de un programa doctoral:

Información oral. Escuche a los miembros de la iglesia, especialmente a los que han participado de sesiones de aconsejamiento psicológico; ellos le indicarán a quién buscar y a quién evitar. Cuando un miembro de iglesia dice algo favorable o desfavorable acerca de su experiencia con respecto al consejo psicológico, tome nota para futuras intervenciones.

Informaciones de su antecesor. Usted economizará tiempo si el pastor ai que va a reemplazar comparte con usted su lista de profesionales, y le dice a quién recomendaba cuando la gente necesitaba ayuda.

Informaciones de otros pastores. En ocasión de los concilios pastorales, trate de familiarizarse con los colegas que hayan vivido este tipo de experiencias en sus comunidades. Pídales que le brinden las direcciones de algunos competentes profesionales de la salud mental.

Informaciones de los médicos. En su iglesia, e incluso en su familia, puede haber médicos que conozcan consejeros, psicólogos y psiquiatras confiables y de éxito.

Entrevistas. Algunos profesionales de la salud mental tienen interés en que se los conozca, y pueden dar entrevistas por teléfono, pero es preferible que sean personales. Lo ven como una manera de darse a conocer y de ampliar su ámbito de trabajo. Hágales preguntas acerca de su formación profesional, sus ideas religiosas, sus conceptos acerca de su papel profesional, su disposición a tomar en cuenta los valores espirituales de la gente, su buena voluntad para colaborar con el pastor cuando sea necesario, y también para aprender de las creencias de sus aconsejados, etc.

Seminarios. Asista a seminarios acerca de la salud mental. Escuche a los profesionales y hágales preguntas en cuanto a sus métodos de tratamiento.

Clínicas. Visite clínicas especializa­das en salud mental. Pregúntele al drector quiénes componen el staff profesional del establecimiento, en las respectivas áreas de su competencia.

Capellanías. Visite los hospitales de la localidad, y hágase amigo de los capellanes. Eso lo relacionará con médicos y paramédicos que conocen a los profesionales que podrían ayudarlo.

LO QUE DEBE EVITARSE

Los consejeros que rechazan la cooperación de los profesionales de la salud mental ponen en peligro la salud y hasta la vida misma de sus aconsejados; encontré a muchos pacientes en unidades psiquiátricas que trataron de suicidarse y sufrieron por largos años de depresión, porque sus consejeros los disuadieron de buscar la ayuda profesional que les habría devuelto la salud.

Evite recomendar consejeros que tengan poca o ninguna consideración por la santidad del compromiso conyugal. Cierto consejero matrimonial, famoso en los Estados Unidos, dio una serie de conferencias en nuestra ciudad. En una de sus primeras disertaciones se dirigió a las parejas que procuraban consejo, y les dijo: “Ustedes deben saber que yo creo en la institución de la familia: trabajo para salvar matrimonios; si están aquí con ese propósito, pueden contar conmigo. Ayudar a la gente a justificar sus divorcios no es mi trabajo”. Admiré ese enfoque del tema.

Esté atento a cualquier consejero que tenga una posición fija en cuanto a un método, o una fórmula “comprobada”, alguna técnica actualísima que, supuestamente, funciona en la mayoría de los casos. Conocí a un psicólogo, autor de muchos libros, que anunciaba un método supuestamente “bíblico”, capaz de curar al 60% de los pacientes deprimidos sin el uso de medicamentos; pero no presentaba ni un solo caso de investigación científica que avalara su propaganda.

La terapia llamada “de memoria reprimida” resulta sospechosa a la vista de los profesionales de la salud mental con los que me ha tocado trabajar. Ese método, por lo común, crea falsos recuerdos que, finalmente, retrasan la curación. Los tratamientos largos, que consisten principalmente en la introspección y en el análisis del pasado, muy pocas veces dan resultados.

Como sostiene William R. Miller en su libro Integrating Spirituality into Treatment [Cómo integrar la espiritualidad en el tratamiento]: “Un clínico que considere enfermiza toda creencia religiosa no sólo desprecia el peso de la evidencia empírica, sino también manifiesta sus prejuicios en la práctica”.

LOS RECHAZOS

Los rechazos pueden evitarse si la indicación pastoral estuviera precedida de una declaración como ésta: “No me siento competente para ayudarlo en este asunto. Creo que le causaría un perjuicio si intentara hacerlo. Lo aprecio mucho, y me gustaría ayudarlo a encontrar un consejero competente, que pueda contribuir para que usted salga lo más pronto posible de esta situación. Con un permiso escrito suyo, podré trabajar con usted para conseguir el mejor profesional; eso no significa que no estaré a su disposición para ayudarlo espiritualmente. Ciertamente me encontraré con usted una o dos semanas después de las dos primeras consultas con el especialista, para asegurarme de que está satisfecho con el tratamiento. Siempre seré parte de su equipo de apoyo, durante y después de las consultas con el especialista”.

Es apropiado comunicarle al paciente que usted desea colaborar con el psicólogo no como otro profesional, sino como guía espiritual. Una llamada telefónica, una pregunta informal o una visita personal pueden ser fuentes de ánimo para el paciente.

Cuando comencé a trabajar como capellán en una unidad psiquiátrica, algunos de los profesionales de la salud mental me miraban con desconfianza. Pasaron dos años de persistentes esfuerzos hasta que conseguí permiso para asistir a las reuniones de los equipos de tratamiento; desde entonces se han hecho muchos progresos. Los estudios acerca de la integración de la espiritualidad en el tratamiento de los problemas mentales han sido muy animadores. Los pastores se valorizan cada vez más ante los ojos de esos profesionales. La espiritualidad, la psicología y la psiquiatría, juntas, están beneficiando a mucha gente con crisis espirituales y emocionales.

Sobre el autor: Pastor jubilado, reside en Charlotte, Michigan, Estados Unidos.