La voz de la iglesia se debe oír por encima de todas las demás voces; no por accidente ni por casualidad, sino en el marco de un plan inteligente.

¿Cómo puede hablar la iglesia a la comunidad con la seguridad de que su mensaje penetrará, y conmoverá los corazones y las mentes? Creo que un buen programa de relaciones públicas le puede ayudar a hacer su obra, al deshacer el prejuicio y la desconfianza, multiplicar su eficacia y presentarla como depositaría de verdades espirituales.

Las relaciones públicas no es sólo publicar noticias en los diarios para intentar imponerle al público una imagen que la iglesia no posee. En cambio, tiene relación con la forma en que convive la iglesia con la comunidad y hasta qué punto ésta la comprende. Es una relación que incluye la actitud de la iglesia hacia la comunidad y viceversa. Es muy importante que la iglesia disponga de la confianza del público. Sin esto, la gente no oirá ni aceptará su mensaje, por más urgente que éste sea. Un principio básico de la comunicación consiste en ser aceptado primero, para ser oído después.

Hay maneras mediante las cuales la iglesia puede ganar la confianza de la gente y ejercer influencia sobre la comunidad. Algunas de ellas son las siguientes:

La presentación

La iglesia puede ser fuerte y floreciente. Puede estar llevando a cabo una gran tarea misionera. Su predicación puede ser poderosa y atractiva, pero si no se cuida el templo con esmero, por ejemplo, la impresión que se da es de derrota: un templo ruinoso no representa una religión victoriosa y vibrante. Todo templo dedicado a la adoración a Dios debe reflejar su belleza y su gloria. Nuestros templos, capillas y escuelas necesitan gente que los ame. El edificio puede ser sencillo, pero es indispensable que esté bien cuidado.

La información

Cuando alguien se aísla y no habla con nadie, decimos que no es amigable: es antisocial y raro. Si la iglesia quiere ser atractiva y amigable, se debe relacionar con el público. Probablemente sea la institución peor comprendida por la opinión pública. Ésta no entiende su administración, ni su liturgia, ni sus creencias ni su manera de manejar las finanzas, etc. Por eso, debemos usar todos los medios de comunicación disponibles para informar al público por qué existimos y cuáles son nuestros objetivos.

La comunicación

Los amigos no sólo hablan; también escuchan. Nuestros mejores amigos son aquéllos con los que podemos conversar libremente. La comunicación implica más que la divulgación de informaciones: es comprensión, amor e interés personal. La iglesia tiene que proclamar su mensaje, pero también tiene que oír, hacer contactos personales, conocer a la gente e interesarse por ella. Debe comunicar el mensaje que ésta necesita oír; debe proclamar verdades positivas, llenas de esperanza, para un mundo que sufre.

La participación

La amistad es compañerismo, es una forma de relación. No hay nada más desastroso para la iglesia que hacerse la fama de ser un grupo sectario, aislado en un rincón, separado de la comunidad. ¿Dónde estamos cuando el deber exige nuestra presencia? Cristo podría haber dicho: “Tengo sólo unos pocos años para predicar; me debo concentrar en mi obra, no importa qué sienta la gente”. Pero, en su misión, el Salvador participó de una fiesta de bodas, de las grandes festividades de la nación, sanó enfermos, alimentó multitudes hambrientas, consoló a los afligidos, conversó con los niños, le gustaba la naturaleza, visitó a publicanos y pecadores. Y así creó las oportunidades de presentar su mensaje.

La iglesia no se puede aislar de la comunidad.

Una invitación

La palabra “invitación” es la más impresionante en el vocabulario de la amistad. Invitamos a nuestros amigos a que frecuenten nuestro hogar, participen de nuestra mesa y disfruten de nuestra amistad. La iglesia no puede extender invitaciones semejantes para sus banquetes espirituales si no tiene amigos. Por eso, debe penetrar en la sociedad para sobrevivir. Se debe presentar con inteligencia, para familiarizarse con toda clase de gente, con todas las clases sociales y económicas, con el objetivo de servir a esos segmentos de la sociedad en sus necesidades básicas y señalarles el camino de la salvación.

Su iglesia debe extender una invitación a toda la fraternidad cristiana, teniendo cuidado de su apariencia, informando acerca de sus objetivos, comunicándose con la gente para enterarse de cuáles son sus intereses y sus verdaderas necesidades, y participar en la mayor medida posible de la vida de la comunidad.

Sobre el autor: Pastor jubilado, reside en Hortolandia, Sao Paulo, Rep. del Brasil.