En el gesto de golpear la piedra en Meriba, Moisés hizo mucho más que desobedecer una orden divina.

Las destacadas contribuciones y los logros de Moisés y Aarón durante el Éxodo los convierten en personajes de respeto y admiración. Moisés fue un niño milagro (Éxo. 6:20), un hermano amable y perdonador (Núm. 12:11), un obrador de milagros (Éxo. 4:21) y un gran líder (Éxo. 32:32). Dios lo consideró un amigo y siervo fiel (Núm. 12:7). Aarón sirvió como portavoz de Dios para su hermano (Éxo. 28:41). Sin embargo, les sobrevino la gran tragedia de que ninguno de ellos, ni su hermana María, pudo entrar en la Tierra Prometida. Estaban tan cerca de Canaán, pero se les prohibió entrar en ella.

Uno podría preguntarse por qué un juicio tan severo cayó sobre Moisés y Aarón. ¿Qué tan malo fue lo que hicieron para que se los dejara afuera de la Tierra Prometida?

El pecado de Moisés

Los eventos de Números 20:1 al 12 sucedieron en el cuadragésimo año después del Éxodo. Después de peregrinar por casi 39 años, los israelitas llegaron al desierto de Zin y acamparon en Cades. Este capítulo comienza con la muerte de María y termina con la pérdida de Aarón; por lo tanto, presenta circunstancias conmovedoras para Moisés. Además del dolor causado por la pérdida de María, los israelitas acosaron a Moisés y a Aarón con otra quejosa demanda (vers. 2). En su lista de quejas, las personas preferían (1) morir con los diez espías antes que vivir con Moisés y Aarón (Núm. 14:36); (2) la esclavitud en Egipto antes que la libertad en el desierto; (3) comestibles (granos, higos, uvas o granadas); y (4) agua para beber (vers. 3-5). Con corazones sobrecargados, Moisés y Aarón se postraron en tierra para buscar la ayuda del Señor.

Entonces, el Señor les ordenó a Moisés y a Aarón que hablaran a la roca, y él dijo que manaría agua de la roca.[1] Moisés, sin embargo, dijo al pueblo: “¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?” (Núm. 20:10). Levantó su brazo y golpeó la roca dos veces con su cayado. El agua salió a borbotones, la sed de la comunidad fue saciada, y el problema fue resuelto.

Pero, para ambos hermanos, surgió otro problema. El Señor les dijo: “Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado” (vers. 12).

Moisés y Aarón

La acusación de Dios contra Moisés y Aarón muestra que ellos no confiaron en él ni lo honraron como santo a los hijos de Israel. La ironía del pasaje es que se les había dicho que le hablaran a la roca, pero Moisés le habló al pueblo. Se les había prohibido que golpearan la roca, pero Moisés la golpeó dos veces. Inmediatamente, surgen varias preguntas: ¿De qué manera el doble golpe a la roca se relaciona con la acusación contra Moisés y Aarón? ¿Por qué fue castigado Aarón? Y ¿por qué es tan significativo que se haya golpeado dos veces la roca?

El autor Phillip J. Budd menciona algunas explicaciones posibles. Declara que muchos eruditos bíblicos definen el pecado de Moisés como incredulidad, falta de disposición, apresuramiento, mal genio y desobediencia. Su desobediencia a menudo es entendida en términos de una acción del versículo 11 (golpear) en comparación con el mandamiento del versículo 8 (hablar). Algunos proponen que la forma original de la historia fue suprimida.[2] Otros afirman que Moisés olvidó la paciencia de Dios al tratar con su pueblo, y así actuó como si las murmuraciones fueran contra él (Moisés).[3]

Hasta cierto punto, estas propuestas pueden ayudar, pero una revisión del pasado de los hermanos revela que ambos cometieron similares e incluso más serios errores en el pasado en su relación con Dios.[4] Quizás exista más en el texto de lo que ha sido propuesto arriba.

El pecado de omisión de Aarón

Si bien se supone que los hermanos debían trabajar juntos, se presenta que solo Moisés habla, golpea y desobedece. Sin embargo, Dios dijo, con respecto a la exclusión de Aarón de la Tierra Prometida, “Aarón será reunido a su pueblo, pues no entrará en la tierra que yo di a los hijos de Israel, por cuanto fuisteis rebeldes a mi mandamiento en las aguas de la rencilla” (20:24). Si Moisés fue el que habló y golpeó, ¿por qué Aarón fue considerado rebelde?

Quizás Aarón cometió el pecado de permanecer inactivo o en silencio cuando vio que Moisés desobedecía,[5] algo que contrasta con lo que se suponía que debía hacer: hablar por Moisés y ser su profeta (Éxo. 4:16, 30; 7:1, 2). Elena de White declara que, al no hablarle a la roca, Aarón falló en desempeñar sus deberes sacerdotales y en representar a nuestro gran Sumo Sacerdote. “El exaltado carácter de aquel santo cargo como representante de nuestro gran Sumo Sacerdote fue lo que hizo tan grave el pecado de Aarón en Cades”.[6] En Números 20:8, el verbo hebreo traducido “hablad a la peña” señala a un sujeto compuesto: Moisés y Aarón. El verbo en cuestión es piel, perfecto, segunda persona plural. Esta forma expresa intensificación; por lo tanto, el verbo podría ser traducido como “ustedes hablarán repetidamente”. El texto original en hebreo implica que se le pedía a Aarón que hablara, pero permaneció en silencio. El versículo 24 también da a entender que Dios consideró el silencio de Aarón como una aprobación de la rebelión de Moisés contra su mandamiento en las aguas de Meriba. El verbo hebreo merîytem, “rebelión”, es plural y señala al sujeto compuesto de Aarón y Moisés.

Al contrario, Número 20 muestra que Aarón no hizo más que reunir a la multitud, algo que estaba de acuerdo con el mandamiento de Dios. Así, tenemos dos posibles soluciones para entender por qué Aarón fue considerado responsable por el pecado en Meriba: Primero, algunos eventos de la narración han sido suprimidos y no conocemos la historia completa; o segundo, quizás Aarón fracasó en ser el portavoz de Dios (Éxo. 4:16) y su aprobación silenciosa del error de su hermano fue la causa de su muerte; el silencio final.[7] Las dos opciones no pueden ser abordadas en profundidad aquí, pero la segunda parece ser más aceptable desde el punto de vista bíblico.

El pecado de permanecer en silencio frente al pecado es conocido en la Biblia. Ezequiel 33:2 al 7 registra la descripción del trabajo de un vigía que debería haber advertido al pueblo acerca del peligro. Si una persona escucha una advertencia, pero no le hace caso y, como resultado, alguien muere, entonces la sangre de la muerte de esa persona caerá sobre su cabeza. Sin embargo, si el vigía ve que se avecina un peligro y no le informa al pueblo (sino que permanece en silencio), y el peligro le quita la vida a alguien, entonces Dios hará responsable al vigía por la sangre de esa persona. En este texto, el vigía es considerado pecador por causa de su silencio al no informar a otros (ver también Lev. 10:1-3; 19:17; Isa. 58:1; 62:6; Jer. 4:19; Sal. 39:2; 1 Ped. 2:15). Por lo tanto, Aarón parece culpable de permanecer en silencio y no hacer nada para detener a Moisés en su desobediencia a las instrucciones de Dios.

El pecado de acción de Moisés

Por otro lado, a Moisés se le prohibió entrar en la Tierra Prometida, probablemente por haber golpeado la roca dos veces (Núm. 20:11). La palabra hebrea traducida como “roca” en Números 20:11 proviene de la raíz sela. El término está en nominativo y aparece en el Antiguo Testamento unas 56 veces. En la Biblia hebrea, sela también es el nombre para Dios (2 Sam. 22:2; Sal. 42:10). El término simboliza la sólida fidelidad de Dios, su permanencia, su protección, su cuidado y su provisión por su pueblo (Sal. 71:3; 78:16; Isa. 32:2).[8] “El profeta Isaías llama al Mesías de Jehová ‘piedra para tropezar’ (Isa. 8:14). El Nuevo Testamento identifica esta piedra de tropiezo con Jesús de Nazaret, que quebranta y humilla para arrepentimiento y machaca la rebelión en el Juicio (Mat. 21:42-44; Rom. 9:32, 33; 1 Ped. 2:6-8). El apóstol Pablo entendió que la roca de provisión durante el viaje de los israelitas por el desierto era la misma roca, Jesucristo preencarnado (1 Cor. 10:4)”.[9]

Consecuentemente, si la roca de Éxodo 17:1 al 7 prefiguraba a Cristo (1 Cor. 10:4), entonces uno puede llegar a la conclusión de que la roca de Números 20:11 también señalaba figurativamente a Jesús. El golpe de Moisés a la roca en Éxodo 17:1 al 7 fue, entonces, una proyección profética de la crucifixión de Jesús; pero haber golpeado la roca dos veces en Números 20:11, finalmente, trajo confusión a esa proyección profética.[10]

Los eruditos bíblicos mayormente están de acuerdo en que el golpe de la roca en Éxodo 17:1 al 7 señalaba proféticamente la muerte de Cristo.[11] En consecuencia, siguiendo la misma línea de razonamiento, uno puede implementar una fórmula interpretativa similar para poder entender el doble golpe a la roca en Números 20:11 y sugerir que esto trajo confusión a la fuerte proyección profética al prefigurar la muerte de Jesús dos veces. Elena de White asevera que, “por su acto temerario, Moisés restó fuerza a la lección que Dios se proponía enseñar. Siendo la roca un símbolo de Cristo, había sido herida una vez, como Cristo había de ser ofrecido una vez. La segunda vez bastaba hablar a la roca, así como ahora solo tenemos que pedir las bendiciones en el nombre de Jesús. Al herir la roca por segunda vez, se destruyó el significado de esta bella figura de Cristo”.[12]

Aplicación y conclusión

Así, lo más probable es que Aarón haya sido excluido de la Tierra Prometida por causa de su persistente silencio, aun cuando vio que Moisés estaba actuando mal. Dios consideró que el silencio de Aarón era rebelión (Núm. 20:24). A Moisés se le impidió el acceso a la Tierra Prometida porque generó confusión con respecto al símbolo de la crucifixión. Esta conclusión es sostenida sobre la base de factores lingüísticos e intertextuales.

La narración traza claramente la regla de oro de la aplicación, que consiste en que todos los detalles de la palabra de Dios deben ser tomados en cuenta. No podemos escoger solo los detalles de la palabra de Dios que nos convienen. Los mandamientos y las doctrinas de Dios deben ser obedecidos seriamente y con exactitud, tal como lo demuestran claramente los pecados de Moisés y de Aarón.

Sobre el autor: Profesor de Teología en Fulton College, Suva, Fiji.


Referencias

[1] Cuarenta años antes, a Moisés se le ordenó que golpeara la roca en Horeb para hacer surgir el agua (Éxo. 17:1-7).

[2]  Phillip J. Budd, “Numbers“, Word Biblical Commentary, eds. David A. Hubbard y Glen W. Barker

(Dallas, TX: Word Books, 1984), t. 5, p. 218.

[3] Francis D. Nichol, ed., “Smote the Rock Twice” (Num 20:11), The Seventh-day Adventist Bible Commentary, rev. ed. (Washington, DC: Review and Herald Pub. Assn., 1978), t. 1, p. 891.

[4] Éxo. 2:14; 4:18-26; Núm. 12:11.

[5] El silencio transmite un amplio rango de emociones, actitudes y estados. Por ejemplo, expresa respeto y temor (Job 29:21; Hab. 2:20), lealtad (Isa. 36:21), pensamientos profundos (Hech. 15:12), aceptación de la culpa (Job 13:19; Rom. 3:19), temor a decir algo equivocado (Sal. 39:2), incluso sabiduría (Job 13:5; Prov. 17:28). Negativamente, puede transmitir falta de fe (Est. 4:14), temor (Job 31:34; Hech. 18:9), dolor profundo (Job 2:13; Lam. 2:10), rebelión (Sal. 2:2; Mar. 3:4). A veces, el silencio es aconsejable (Ecl. 3:7), pero también hay ocasiones en que no debemos quedar en silencio para enfrentar el mal (Isa. 58:1; 62:6).

[6] Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 452.

[7] Los hijos de Elí murieron porque mostraron una conducta inadecuada hacia el sistema de sacrificios de Dios. El sistema prefiguraba el sacrificio de Cristo en favor de los pecadores (1 Sam. 2:12-17; 2 Sam. 2:28-34; 4:1-11). Ver también 2 Sam. 6:6, 7; Eze. 44:12; Mal. 2:7, 8.

[8] Endrew E. Hill, “Sela”, New International Dictionary of Old Testament Exegesis (NIDOTE), ed. Willem A. VanGemeren (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1997), t. 3, p. 267.

[9] Endrew E. Hill, “s)ûr,” NIDOTE, 3:793.

[10] Joseph T. Lienhard y Ronnie J. Rombs registran que, de acuerdo con Agustín, el doble golpe prefigura las dos piezas de madera de la cruz. Cesáreo de Arles está de acuerdo con Agustín y declara que la roca fue golpeada una segunda vez porque dos árboles fueron necesarios para la cruz: uno sostenía las sagradas manos de Cristo, y el otro se extendía en su cuerpo perfecto desde la cabeza hasta los pies. Ver Joseph T. Lienhard y Ronnie J. Rombs, “Exodus, Leviticus, Numbers, Deuteronomy“, Ancient Christian Commentary on Scripture Old Testament, ed. Joseph T. Lienhard (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2001), t. 3, p. 239.

[11]  Ver H. L. Ellison, “Exodus“, The Daily Study Bible Series (Louisville: Westminster John Knox Press, 1982), p. 92. Joseph T. Lienhard y Ronnie J. Rombs, 90. John Wesley, Wesley’s Notes: Exodus 4:17 (Logos Library System; Wesley’s Notes Albany, 1999). J. Vernon McGee, “The Law: Exodus 1-18“, Thru the Bible Commentary (Nashville: Thomas Nelson, 1991), t. 4, p. 152.

[12]  Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 442.