En 2005, después de mucha reflexión, acepté el llamado para integrar el equipo de secretarios ministeriales de la Asociación General de la Iglesia Adventista, en Silver Springs, Estados Unidos. Poco después, compartí mi decisión en una conferencia dirigida a un grupo de estudiantes del seminario de Teología donde daba clases. Recuerdo el cuestionamiento de uno de mis alumnos después de que les dije que estaba preocupado al tomar mi decisión: “¿Qué es lo que lo tiene así de preocupado? ¡La Asociación General es el auge del éxito!”

He pensado mucho respecto de aquella pregunta y sus ramificaciones; y mucho más ahora que estoy mudándome para la Universidad Andrews, en Berrien Springs, Michigan, donde serviré como profesor en el departamento de Ministerio Cristiano del Seminario Adventista de Teología.

Tres preguntas

Mi proceso de razonamiento mientras consideraba ese llamado para Andrews no fue muy diferente del de millares de ustedes que están leyendo este texto. Puedo resumirlo en tres preguntas:

¿Es esta la voluntad de Dios? Confieso que, mientras me hacía esta pregunta, no pude dejar de pensar en el impacto que tal decisión ejercería sobre mi familia, mis finanzas y mi futuro. Mi esposa y nuestros dos hijos participan intensamente del proceso. Aunque esos factores desempeñen un papel importante, ellos no deben determinar un rumbo por seguir. Lo que debe prevalecer es: ¿qué es lo que Dios quiere que haga?

¿Estaré glorificando a Dios por medio de los dones que él me otorgó? Inmediatamente después de concluir la facultad de Teología, sentí el llamado divino a dar clases. Durante más de treinta años, el Espíritu Santo ha alimentado ese don dentro de mí. Después de haber huido de ese llamado, el Señor colocó varias personas en mi camino que confirmaron esas impresiones a mi respecto, y los años de ministerio me prepararon para ese próximo desafío.

¿Es posible que Dios desee concederme más fe en mi caminata? A veces la jornada exige que nuestra fe sea probada más allá de lo que podemos soportar. Cuando nos mudamos de Texas a Maryland, enfrentamos enormes desafíos, pero el Señor probó que era mucho mayor que ellos. Creo que, a lo largo del ministerio, todos necesitamos rememorar la dimensión de la grandeza de Dios. Responder a un llamado le da un nuevo rumbo y un nuevo foco al ámbito profesional o al de las consideraciones personales para las realidades espirituales, y la espiritualidad y el crecimiento personal continúan siendo las armas más poderosas en el arsenal ministerial, independiente del papel del ministro.

Tres consejos

El alumno a quien me referí en la introducción de este texto no es el único que piensa de aquella manera. Algunas personas aprecian títulos y distinciones (“Yo soy el pastor de la iglesia tal…”, “Tuve el privilegio de bautizar a centenas de personas el año pasado…”). Muchos consideran estas realizaciones dignas de promoción. Sin embargo, para nosotros, pastores, el foco debe permanecer en el llamado para el servicio. Mantener el foco en el llamado y no en la posición crea un ambiente saludable para bendecir al pueblo de Dios.

No debemos esforzarnos para buscar un “llamado superior”. Tal vez alguien sepa que estamos aptos para cumplir una función a la que muchos aspiran. Sin embargo, la fe exige que nosotros dejemos a Dios ser Dios, permitiendo que el Espíritu Santo conduzca la mente de los administradores. Los dones que él nos concede serán identificados, reconocidos y empleados; no para nuestra gloria, sino para la gloria de Dios y la bendición de la iglesia.

Finalmente, aunque haya sido una gran honra servir durante una década en las oficinas de la Asociación General, no veo eso como el fin de mi experiencia ministerial. La oficina en la que estoy no es mía; al contrario, es apenas el espacio de trabajo que ocupé por algún tiempo.

Última palabra

Debo expresar mi gratitud a todos los secretarios ministeriales de las trece divisiones mundiales de la Iglesia Adventista, a sus asociados y a sus equipos, así como a los diversos pastores y profesores que conocí a lo largo de estos últimos diez años y medio. Que Dios los bendiga a todos.

Sobre el autor: fue editor asociado de la revista Ministry por casi once años. Actualmente, es profesor en la Universidad Andrews.