En tanto que su esposa permanece mayormente inadvertida en el trasfondo, el pastor ha visto analizada su función y papel con gran detalle. Hemos estudiado su preparación, sus estrategias evangelizadoras y la preparación de sus sermones. Hemos definido sus tareas de pastorado y escrito acerca de su trabajo como administrador de la iglesia. Pero ¿cuán extenso es nuestro conocimiento de su esposa?

  Para remediar esta falencia, el Instituto de Administración Eclesiástica de la Universidad Andrews entrevistó a 250 esposas de pastores, seleccionadas científicamente en la División Norteamericana entera. Este informe presentaba un perfil de las esposas que sirven en unas 155 iglesias que tienen congregaciones predominantemente blancas y de habla inglesa.

  En su mayoría, las esposas de los pastores son cristianas dedicadas. Ellas consideran que sus relaciones con Jesucristo son estrechas y declaran tener una vida devocional que es personalmente significativa. Una tercera parte está involucrada con los grupos de oración y de amistad. Pasan buen tiempo con la Biblia y los escritos del espíritu de profecía. Dos terceras partes creen que los consejos de Elena G. de White para las esposas de ministros son muy prácticos, y la mayoría están haciendo lo mejor para ejercitar los principios que ella expone.

  También son activas en la iglesia. Una tercera parte asiste a más de un servicio de la iglesia cada sábado con sus esposos. Una tercera parte da estudios bíblicos corrientemente a interesados (el porcentaje varía entre uno y dos estudios cada una). Además, el promedio de esposas de pastor emplea cuatro horas cada semana para acompañar a su marido en la visitación pastoral tanto de miembros como de interesados. Cuando sus maridos visitan a mujeres que viven solas, un cuarenta por ciento de las esposas los acompaña. La mitad recibe en sus casas como huéspedes a miembros de iglesia muy a menudo, y el 12% recibe frecuentemente a no adventistas. Muchas esposas dicen que no sienten una presión indebida para comprometerse más allá de sus recursos personales en la obra de la iglesia, y muchas no piensan que es un gran problema habérselas con la expectación que produce el que ellas deban ser ejemplo del rebaño.

  Las esposas de los pastores están también deseosas de ocupar tiempo para la obra de Dios. Sólo el 21% trabaja tiempo completo fuera del hogar. Un 40% no trabaja friera del hogar. La mayoría de las que tienen trabajo de tiempo completo o parcial dicen que no se permiten a sí mismas apartarse de un servicio cristiano activo.

  Pero no todo es color de rosa para ellas. El hallazgo más alarmante de este estudio es el sentimiento de aislamiento y la ausencia de relaciones humanas significativas que experimentan muchas de estas mujeres. Más de dos terceras partes informan que no tienen una relación estrecha con ninguno de sus vecinos y cerca de tres cuartas partes no se conocen con las esposas de los pastores de otras denominaciones en la comunidad. Contribuye a esto, sin duda, la movilidad de la familia pastoral, que nutre un sentimiento de desarraigo. ¡El promedio de esposas en este estudio se ha trasladado tres veces en los siete años anteriores! Como comentaba una esposa: “La única cosa que saben nuestros vecinos acerca de los adventistas es que se trasladan mucho. Somos la tercera familia de pastor y la quinta familia adventista que vive en el barrio en los últimos cinco años”.

  El sentimiento de soledad también se extiende a sus relaciones con la familia de la iglesia. La mayoría de las esposas informa no tener relaciones estrechas dentro de la congregación. Una esposa señaló: “Estoy rodeada por muchos. Sin embargo, me siento muy sola”. A menudo ellas han creído que no sería profesional desarrollar tales amistades, puesto que deben tratar a todos los miembros imparcialmente y no mostrar favoritismo.

 Con todo, una minoría de las mujeres han comenzado a ignorar esta tradicional expectativa. Comentarios por escrito indican que las esposas de los pastores tienen necesidades humanas al igual que otras mujeres cristianas. Ellas quieren ser aceptadas como individuos —no meramente como una extensión del pastor y de su trabajo.

  Pero de mayor preocupación aún es el hecho de que las esposas de los pastores frecuentemente se sienten solas en sus propios hogares. Las tremendas demandas de energía y de tiempo que tienen sus maridos, los llevan muchas veces a estar tan ocupados “haciendo la obra del Señor”, que no tienen tiempo para su propia esposa e hijos.

  ¿Cómo, entonces, debe ordenar la pareja pastoral sus prioridades, no sólo para su propia supervivencia sino como un modelo para otras familias en la congregación? Esta pregunta, revela el estudio, es acuciante para las familias ministeriales en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Como promedio, las esposas ven las prioridades actuales de sus maridos así: 1) trabajo de la iglesia; 2) tiempo con Dios; 3) salud; 4) esposa; 5) hijos. ¿No sería más bíblico y, en último término, más efectivo el siguiente ordenamiento: 1) Dios; 2) esposa e hijos; 3) ocupación?

  El número de horas promedio que los pastores pasan cada día en el trabajo de la iglesia, informado por sus esposas, es:

      8 horas o menos                         16%

      9 a 10 horas                                36%

      11 a 12 horas                              27%

      13 horas o más                           20%

  Cerca de dos terceras partes de las esposas informaron que sus maridos ¡pasan un poco menos de dos horas por día con la familia, incluyendo el tiempo para las comidas! Aun cuando esté en casa, es probable que el pastor esté estudiando, o en el teléfono, o comprometido en otras tareas relacionadas con su trabajo. “Nuestra vida entera está centrada en nuestros miembros y en el trabajo de la iglesia —comentaba una esposa—. Es difícil decir cuándo termina el trabajo y cuándo comienza el tiempo de la familia”.

  Otros comentarios indican alguna confusión referente a la razón por la cual los administradores de los campos locales no han dado mayor énfasis al comentario de la Sra. White acerca de la importancia de la familia. Una cantidad de esposas sugieren que los pastores no deben sentirse culpables de tomar un día cada semana, considerando su pesado horario de seis días. Sin embargo, una tercera parte de las esposas informa que sus maridos raramente o nunca se toman un día. Una esposa escribió que a ella no le preocupaba ayudar a su esposo con el trabajo pastoral, pero pensaba que se necesitaba balancear las obligaciones profesionales y el tiempo a pasar con la familia.

  Ya no es un secreto que existe una brecha en demasiados hogares de pastores adventistas. Algunos matrimonios de ministros están terminando en divorcio. En otros casos, los hombres están cediendo a las presiones y dejando el ministerio. Muchos de los que no toman este drástico paso están frustrados, vacíos, o se sienten desdichados en su trabajo.

  Las raíces y soluciones a estos problemas son verdaderamente complejas. Este artículo no presume de presentar una respuesta simplista. Aun así, parece ser una fuerte razón creer que la total efectividad del pastor en el ministerio está relacionada con la calidad de las relaciones en su vida de hogar. Una experimentada esposa de pastor de 61 años de edad lo dijo así: “El hogar es la base misma de un ministerio fuerte y exitoso. Elena G. de White sostiene esto repetidamente, no obstante, muchas familias de ministros sufren por la preocupación de sus esposos con su trabajo. Los niños se pierden y el ministerio se debilita o fracasa totalmente”. Las esposas parecen estar tratando de decimos que a menos que tengamos familias fuertes en la iglesia, no tendremos una obra fuerte. Y a menos que tengamos una fuerte familia de ministros, no tendremos fuertes familias en la iglesia.

  Un segundo punto de preocupación que apareció en este estudio es la necesidad de la esposa de sentir que es una compañera reconocida del equipo pastoral. El ministro recibe la educación avanzada necesaria para su profesión y es el centro de constante atracción en la iglesia. Se espera que la esposa lo apoye en sus deberes y que haga su parte en la obra de la iglesia, y con todo, permanezca en el trasfondo. Por una cantidad de razones el ministerio a menudo ha sido visto como el acto de un solo hombre en vez de una verdadera sociedad.

  Las esposas indican que ellas se sienten dejadas de lado en los planes y programas de los campos locales. Una escribió: “Las esposas de los pastores necesitan ser consideradas por el campo local como parte del equipo”. Otra anotó que había reuniones, publicaciones y seminarios para ayudar a su marido en su trabajo, pero con frecuencia a ella se le pidió realizara tareas similares sin el beneficio de ninguna preparación. Señaló que las reuniones de obreros eran orientadas hacia los hombres y que generalmente no enseñaban un concepto de equipo. Otras expresaron el deseo de un programa de educación profesional que elevara la posición de la esposa a un nivel verdaderamente profesional. Algunas se refirieron al consejo del espíritu de profecía respecto a la remuneración de las esposas que trabajan lado a lado con sus maridos y se preguntan por qué es ignorado en general.

  Muchas esposas tienen la esperanza de que el estudio enfoque la atención de los dirigentes hacia sus solicitudes. “¿Me quiere decir que finalmente alguien reconoce que existimos? —escribió una—. ¡Las esposas de los pastores tienen necesidades también! ¿Sabían ustedes?”

  En resumen, las esposas entrevistadas en el estudio piensan que la base de un ministerio sólido es un hogar fuerte donde la esposa sostiene a su marido en su trabajo y lo comparte con él. Como compensación, ella necesita saber que su marido, los miembros de la iglesia y el campo local, la reconocen como miembro integral e indispensable del equipo pastoral.

  Quizás una nueva perspectiva de la familia pastoral como personas que requieren la misma estructura y nutrición de sus relaciones interpersonales como cualquier otra, permitirá que el llamado al ministerio tome una nueva vitalidad. Un enfoque de la pareja ministerial como un equipo, compuesto por iguales que contribuyen como componentes esenciales y comparten las recompensas, pueda anunciar una era de fructificación sin precedentes en la conducción de la ganancia de almas.

Sobre los autores: doctor en educación, es coordinador de  investigación y desarrollo en el Instituto de Administración Eclesiástica y profesor asistente de Administración Eclesiástica en el Seminario Teológico de la Universidad Andrews. Carole Luke Kilcher es directora asociada de investigación y desarrollo del mismo Instituto, y esposa del pastor Doug Kilcher de la Iglesia de Wenatchee, Washington